Por esa singularidad humana de tener diez dedos entre las dos manos nos hemos hecho devotos del sistema métrico decimal, al decir de Borges. También por eso tenemos una unidad de cien años llamada siglo y probablemente por eso existe una infundada pero generalizada creencia de que en los primeros cien días de un nuevo gobierno deben aceptarse sus decisiones sin mayores críticas ni obstáculos.
Esa creencia se ha derrumbado en los primeros cien días del gobierno de Javier Milei pues los ataques a su gestión han sido intensos y constantes aunque hay para ello numerosas razones. El señor presidente, conocedor de la superchería de los cien días, creyó que podía y debía precipitarse para lograr sus objetivos sin demoras en su ventana de impunidad pero evidentemente imprimió a su gestión tamaña aceleración que cayó en la figura de abuso de derecho y sufrió la caída de sus más ambiciosos proyectos.
Primero lanzó un Decreto de Necesidad y Urgencia de dimensiones ciclópeas modificando cientos de leyes y decretos que nada tenían de necesarios ni urgentes y que transformaron al Ejecutivo en un virtual poder legislativo paralelo. Buena parte de tal exceso quedó enredada en los tribunales y fue luego rechazada por la Cámara de Senadores corriendo el riesgo de que en caso de ser también rechazada en la Cámara de Diputados se dé el inédito caso de un rechazo integral de su DNU.
Peor suerte corrió una Ley que por la magnitud de los temas y cuestiones que abordaba dio en llamarse Ley ómnibus que luego de sufrir numerosas podas terminó siendo retirada del recinto legislativo por sus mismos autores, dejando la duda si fue por impericia procesal o por deliberada aceptación de la imposibilidad de que pasara los filtros de la oposición y de los críticos aliados de ocasión.
Buena parte del fracaso devino de los insultos agravios e improperios que el presidente y su troupe de comunicadores sociales lanzaron no sólo contra sus oponentes sino también contra quienes estaban dispuestos a ayudarlo con los habituales e imprescindibles consensos previos. “Traidores”, “ratas”, “casta” y otras lindezas similares cayeron sobre las cabezas de todos aquellos que no acataron incondicionalmente las imposiciones presidenciales. Quizás el punto de inflexión fue cuando el apelativo de “traidor” le cupo a una de las figuras más reconocidas por su honesta trayectoria política y su insobornable adscripción a las ideas liberales cual es Ricardo López Murphy. Allí, todos los observadores medianamente objetivos comprendieron que Milei estaba representando el papel de un fundamentalista anti política que busca retener a sus fanáticos seguidores más allá de toda razonabilidad y búsqueda de gobernabilidad y consenso.
En la cabeza del presidente los acuerdos políticos harían que se viera similar al resto de los que denomina “casta” y, carente de suficientes legisladores y gobernadores afines, su único capital son sus desbordes de violencia política que satisfacen los más bajos instintos de sus seguidores. Una forma como cualquier otra de hacer demagogia, lo que lo convierte en una de las peores formas de la casta.
Ahora bien, dados los tropezones y obstáculos que encontraron las propuestas presidenciales dentro del sistema republicano, con sus mecanismos de contrapesos y equilibrio de poderes cabe preguntarse ¿qué es lo que Milei ha podido hacer y seguirá haciendo mientras pueda durante su gobierno?
Como Milei no ha mostrado un plan o proyecto, entendido como un conjunto de acciones ordenadas y sistemáticas para el logro de un objetivo, de hecho no ha presentado ni siquiera un presupuesto y su único y verdadero poder es estar sentado sobre la gran caja de fondos y recursos nacionales y desde allí asignar, recortar, castigar, apretar e intentar someter a los demás protagonistas políticos a su voluntad. Su obsesión manifiesta es lograr el déficit cero y los superávit gemelos y allí comienza y termina todo su modelo de país.
En opinión de versados economistas el déficit fiscal no es la única fuente generadora de inflación pero entrar en esas discusiones teóricas nos alejaría del objetivo de apuntar a las cuestiones evidentes que nos están empujando por malos rumbos.
Lo cierto es que el equilibrio fiscal alcanzado en el primer bimestre se logró a costa de postergar pagos y aumentos, profundizar el hundimiento a los jubilados y pensionados en la miseria y cortar las obras públicas, muchas de las cuales son necesarias e imprescindibles para la buena marcha de la nación. Al decir de un economista tan liberal como Milei, “el presidente curó la enfermedad del brazo amputándolo”. Y agregó: “este sistema no es sustentable ni sostenible en el tiempo”.
Las medidas económicas de Milei, en la forma brutal e indiscriminada que las aplica, no sólo enfrentarán fallos tribunalicios sino que generarán reacciones sindicales y empresariales y lo que es mucho más grave, reacciones sociales inorgánicas que son la voz de la calle y el verdadero peligro que enfrentan las democracias.
Los efectos directos y colaterales del ajuste indiscriminado conducen a la recesión y el desempleo. Ya se ha manifestado la caída de la actividad económica con su consecuente baja de la recaudación que vuelve a poner en cuestión la sustentabilidad del equilibrio fiscal. Empresas importantes han adelantado vacaciones y licenciado a sus empleados, mientras que ha comenzado la quiebra y el cierre definitivo de pequeñas y medianas empresas así como comercios de distintos rubros. Por este camino, mucho antes que los efectos benéficos de una supuesta baja de inflación comiencen a manifestarse el estallido será ineludible.
Entretanto, Milei juega sus cartas políticas pero lo hace con su estilo irreverente y autoritario que puede ser festejado por su cohorte de admiradores pero que choca con las voluntades del resto de los políticos que, le guste o no, son sus pares y han sido tan legitimados por el voto como él mismo. Valga como ejemplo su llamado al “Pacto de Mayo” que requiere que los gobernadores y partidos políticos firmen a libro cerrado diez puntos dispuestos por el presidente y siempre y cuando además se comprometan a votarle su nueva Ley Ómnibus y demás exigencias. Estamos frente a la crónica de un choque previsible y de un naufragio catastrófico, si no median un drástico cambio de rumbo y de estilo de conducción.
El sociólogo Max Weber ponderaba en los gobernantes el ejercicio de la ética de la responsabilidad por encima de la ética de la convicción. Definitivamente, esto no lo considera Milei quien desdeña cualquier consideración referida a las consecuencias humanas y sociales de sus decisiones de gobierno y parece disfrutar, no solo de aceptar sino incluso de provocar la confrontación y la lucha permanente como estilo político. Esa estrategia fue válida para llevarlo a ganar una elección en un momento histórico de la Argentina muy favorable para la aparición de un iconoclasta político pero como estrategia de gobierno nos conduce con rumbo a un nuevo fracaso nacional.
CIEN DÍAS CON MILEI AL TIMÓN NAVEGANDO HACIA EL NAUFRAGIO
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Por Juan Carlos Neves.
Por esa singularidad humana de tener diez dedos entre las dos manos nos hemos hecho devotos del sistema métrico decimal, al decir de Borges. También por eso tenemos una unidad de cien años llamada siglo y probablemente por eso existe una infundada pero generalizada creencia de que en los primeros cien días de un nuevo gobierno deben aceptarse sus decisiones sin mayores críticas ni obstáculos.
Esa creencia se ha derrumbado en los primeros cien días del gobierno de Javier Milei pues los ataques a su gestión han sido intensos y constantes aunque hay para ello numerosas razones. El señor presidente, conocedor de la superchería de los cien días, creyó que podía y debía precipitarse para lograr sus objetivos sin demoras en su ventana de impunidad pero evidentemente imprimió a su gestión tamaña aceleración que cayó en la figura de abuso de derecho y sufrió la caída de sus más ambiciosos proyectos.
Primero lanzó un Decreto de Necesidad y Urgencia de dimensiones ciclópeas modificando cientos de leyes y decretos que nada tenían de necesarios ni urgentes y que transformaron al Ejecutivo en un virtual poder legislativo paralelo. Buena parte de tal exceso quedó enredada en los tribunales y fue luego rechazada por la Cámara de Senadores corriendo el riesgo de que en caso de ser también rechazada en la Cámara de Diputados se dé el inédito caso de un rechazo integral de su DNU.
Peor suerte corrió una Ley que por la magnitud de los temas y cuestiones que abordaba dio en llamarse Ley ómnibus que luego de sufrir numerosas podas terminó siendo retirada del recinto legislativo por sus mismos autores, dejando la duda si fue por impericia procesal o por deliberada aceptación de la imposibilidad de que pasara los filtros de la oposición y de los críticos aliados de ocasión.
Buena parte del fracaso devino de los insultos agravios e improperios que el presidente y su troupe de comunicadores sociales lanzaron no sólo contra sus oponentes sino también contra quienes estaban dispuestos a ayudarlo con los habituales e imprescindibles consensos previos. “Traidores”, “ratas”, “casta” y otras lindezas similares cayeron sobre las cabezas de todos aquellos que no acataron incondicionalmente las imposiciones presidenciales. Quizás el punto de inflexión fue cuando el apelativo de “traidor” le cupo a una de las figuras más reconocidas por su honesta trayectoria política y su insobornable adscripción a las ideas liberales cual es Ricardo López Murphy. Allí, todos los observadores medianamente objetivos comprendieron que Milei estaba representando el papel de un fundamentalista anti política que busca retener a sus fanáticos seguidores más allá de toda razonabilidad y búsqueda de gobernabilidad y consenso.
En la cabeza del presidente los acuerdos políticos harían que se viera similar al resto de los que denomina “casta” y, carente de suficientes legisladores y gobernadores afines, su único capital son sus desbordes de violencia política que satisfacen los más bajos instintos de sus seguidores. Una forma como cualquier otra de hacer demagogia, lo que lo convierte en una de las peores formas de la casta.
Ahora bien, dados los tropezones y obstáculos que encontraron las propuestas presidenciales dentro del sistema republicano, con sus mecanismos de contrapesos y equilibrio de poderes cabe preguntarse ¿qué es lo que Milei ha podido hacer y seguirá haciendo mientras pueda durante su gobierno?
Como Milei no ha mostrado un plan o proyecto, entendido como un conjunto de acciones ordenadas y sistemáticas para el logro de un objetivo, de hecho no ha presentado ni siquiera un presupuesto y su único y verdadero poder es estar sentado sobre la gran caja de fondos y recursos nacionales y desde allí asignar, recortar, castigar, apretar e intentar someter a los demás protagonistas políticos a su voluntad. Su obsesión manifiesta es lograr el déficit cero y los superávit gemelos y allí comienza y termina todo su modelo de país.
En opinión de versados economistas el déficit fiscal no es la única fuente generadora de inflación pero entrar en esas discusiones teóricas nos alejaría del objetivo de apuntar a las cuestiones evidentes que nos están empujando por malos rumbos.
Lo cierto es que el equilibrio fiscal alcanzado en el primer bimestre se logró a costa de postergar pagos y aumentos, profundizar el hundimiento a los jubilados y pensionados en la miseria y cortar las obras públicas, muchas de las cuales son necesarias e imprescindibles para la buena marcha de la nación. Al decir de un economista tan liberal como Milei, “el presidente curó la enfermedad del brazo amputándolo”. Y agregó: “este sistema no es sustentable ni sostenible en el tiempo”.
Las medidas económicas de Milei, en la forma brutal e indiscriminada que las aplica, no sólo enfrentarán fallos tribunalicios sino que generarán reacciones sindicales y empresariales y lo que es mucho más grave, reacciones sociales inorgánicas que son la voz de la calle y el verdadero peligro que enfrentan las democracias.
Los efectos directos y colaterales del ajuste indiscriminado conducen a la recesión y el desempleo. Ya se ha manifestado la caída de la actividad económica con su consecuente baja de la recaudación que vuelve a poner en cuestión la sustentabilidad del equilibrio fiscal. Empresas importantes han adelantado vacaciones y licenciado a sus empleados, mientras que ha comenzado la quiebra y el cierre definitivo de pequeñas y medianas empresas así como comercios de distintos rubros. Por este camino, mucho antes que los efectos benéficos de una supuesta baja de inflación comiencen a manifestarse el estallido será ineludible.
Entretanto, Milei juega sus cartas políticas pero lo hace con su estilo irreverente y autoritario que puede ser festejado por su cohorte de admiradores pero que choca con las voluntades del resto de los políticos que, le guste o no, son sus pares y han sido tan legitimados por el voto como él mismo. Valga como ejemplo su llamado al “Pacto de Mayo” que requiere que los gobernadores y partidos políticos firmen a libro cerrado diez puntos dispuestos por el presidente y siempre y cuando además se comprometan a votarle su nueva Ley Ómnibus y demás exigencias. Estamos frente a la crónica de un choque previsible y de un naufragio catastrófico, si no median un drástico cambio de rumbo y de estilo de conducción.
El sociólogo Max Weber ponderaba en los gobernantes el ejercicio de la ética de la responsabilidad por encima de la ética de la convicción. Definitivamente, esto no lo considera Milei quien desdeña cualquier consideración referida a las consecuencias humanas y sociales de sus decisiones de gobierno y parece disfrutar, no solo de aceptar sino incluso de provocar la confrontación y la lucha permanente como estilo político. Esa estrategia fue válida para llevarlo a ganar una elección en un momento histórico de la Argentina muy favorable para la aparición de un iconoclasta político pero como estrategia de gobierno nos conduce con rumbo a un nuevo fracaso nacional.
JUAN CARLOS NEVES
Presidente de Nueva Unión Ciudadana
PrisioneroEnArgentina.com
Marzo 22, 2024