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Por Cyd Ollack.

Durante la Primera Guerra Mundial, un notable acto de compasión y honor se desarrolló en la vida del capitán del ejército británico Robert Campbell. Capturado por las fuerzas alemanas en agosto de 1914 mientras dirigía el 1.er Batallón del Regimiento de East Surrey cerca del canal de Mons-Condé en Francia, Campbell resultó gravemente herido y enviado a un campo de prisioneros de guerra en Magdeburgo, Alemania. Durante dos años, soportó el cautiverio hasta que recibió una noticia devastadora: su madre, Louisa Campbell, se estaba muriendo de cáncer en Gravesend, Kent.

En una acción extraordinaria, el capitán Campbell escribió directamente al káiser Guillermo II, pidiéndole permiso para visitar a su madre por última vez. Para su sorpresa, el káiser le concedió la solicitud con una condición: Campbell debía dar su palabra, como oficial británico, de que regresaría al cautiverio después de la visita.

Campbell
Guillermo II

Este gesto no tenía precedentes, especialmente durante un brutal conflicto mundial donde la compasión era poco común. El acuerdo se gestionó a través de la embajada neutral de Estados Unidos, y Campbell recibió dos semanas de permiso, incluyendo el tiempo de viaje.

El 7 de noviembre de 1916, Campbell llegó a Inglaterra y pasó una semana al lado de su madre. A pesar de tener la oportunidad de permanecer en Gran Bretaña, cumplió su promesa y regresó al campo de prisioneros de guerra alemán. Su madre falleció tres meses después, en febrero de 1917. La decisión de Campbell de regresar no fue impuesta por ninguno de los bandos —no habría habido castigo si se hubiera quedado—, pero creía profundamente en el código de honor que definía a los oficiales militares de su época.

Tras regresar al cautiverio, Campbell y sus compañeros de prisión intentaron escapar cavando un túnel hacia la frontera holandesa. Aunque finalmente fueron recapturados, Campbell permaneció en el campo hasta el final de la guerra. Posteriormente, reanudó el servicio militar y vivió hasta 1966.

La historia del capitán Campbell es un ejemplo excepcional de humanidad e integridad personal en tiempos de guerra. Destaca el complejo panorama moral de la guerra, donde incluso los enemigos podían reconocer y honrar los lazos familiares y el deber. Su relato, redescubierto por el historiador Richard van Emden, sirve como un conmovedor recordatorio de que incluso en los momentos más oscuros, los actos de empatía y honor pueden brillar.


PrisioneroEnArgentina.com

Septiembre 10, 2025