Más allá de las esperanzas de una paz en Ucrania que ha suscitado en el mundo entero la firma del acuerdo al que me referí en la nota, otros escenarios deberían concitar nuestra atención por su gravedad.
El primero de ellos, el Medio Oriente sigue convulsionado por la reacción de Israel al ataque terrorista de Hamás el 7 de octubre de 2023, que produjo más de mil muertos y se llevó casi doscientos cautivos, muchos de los cuales aún permanecen en calidad de rehenes en la Franja de Gaza. Pero se agravó el viernes con un bombardeo israelí a una zona cercana al palacio gubernamental de Damasco, Siria.
Netanyahu
Una pregunta me inquieta: ¿cuánto interés puede tener Benjamin Netanyahu en alcanzar la paz, cuando lo esperan tantos juicios de corrupción si la normalidad regresa a su país?
Pero el real peligro allí procede de Irán, que avanza en su programa de enriquecimiento de uranio para producir armamento nuclear y que libra una guerra contra Israel – todavía – por milicias proxys, es decir, sin comprometerse oficialmente.
Tel Aviv ha amenazado con destruir esas instalaciones atómicas, pero se duda de la efectividad que podría tener un ataque a las mismas, toda vez que se encuentran en instalaciones subterráneas profundas.
En ese escenario actúan, financiados y armados por los ayatollahs de Teherán, ese Hamás invasor y asesino, el Hezbollah que opera desde el Líbano y Siria, y los hutíes yemenitas que están poniendo en severo riesgo el comercio internacional a través del estrecho de Ormuz, por donde pasa el 70% del tráfico marítimo.
Estados Unidos, Gran Bretaña y Francia están comprometidos en reprimir los ataques con drones y misiles que se disparan desde Yemen contra buques de todas las nacionalidades, y Trump ya ha ordenado el bombardeo de las zonas terrestres controladas por esos criminales con sede en Saná, la capital yemení.
Otro sector del globo – Cachemira – está a punto de entrar en erupción por los permanentes incidentes que se registran entre tropas de India y Pakistán, dos potencias nucleares; Nueva Delhi ha ordenado a los pakistaníes salir de inmediato del territorio indio, agravando la crisis.
China, además de haberse convertido en extraño socio de una Rusia necesitada de apoyo y a la que suministra tropas y material bélico (un esfuerzo que comparte con Corea del Norte), continúa con su pretensión de reincorporar a Taiwan, la isla que considera una provincia más, y permanentemente realiza, para hostigarla, ejercicios militares.
Y ha buscado proteger a su mar con la construcción de islas artificiales con fines militares, que preocupan a Japón, Vietnam, Filipinas, Australia, Nueva Zelanda y Filipinas.
Aún cuando Beijing no ha sido, precisamente, la capital de un país dispuesto a comprometerse en acciones bélicas de agresión, se mueve, silenciosamente, en otras esferas.
Me refiero ahora a la Ruta de la Seda, ese tan exitoso proyecto imaginado para permitir a China hacerse con nuevos trayectos para hacerse de las materias primas que su industria, tan avanzada, y la enorme población que debe alimentar y que cada vez exige mayor confort y calidad, le exigen.
El método de penetración es siempre parecido: comienza por siderales préstamos para infraestructuras (puertos, caminos, autopistas, puentes, ferrocarriles) en los países que le resultan interesantes que, cuando resultan impagables, le permiten apropiarse de las obras, con materiales y obreros chinos.
Los casos paradigmáticos son Montenegro, el país balcánico que contrató una autopista que no va a ningún lado pero que lo ha endeudado en condiciones usurarias, y Ecuador, donde fue construida una represa que ya presenta fallas estructurales.
Maduro
La Venezuela de Nicolás Maduro tiene enormes deudas con China, que paga con su decreciente producción de petróleo.
En Perú, construye el puerto de Chancay, que será uno de los mayores de Sudamérica, y que servirá para el transporte marítimo hacia su territorio, y que ha puesto en alerta a todos los países andinos por temas ambientales y su incidencia sobre la pesca ilegal en la región.
En África, ante el desinterés manifestado por Donald Trump, que no sólo ha cerrado los programas de ayuda estadounidense sino que ha prometido hasta cerrar la mayoría de sus embajadas, avanza sin pausa con una presencia creciente para la obtención de materias primas estratégicas, además de alimentos.
Y en Argentina, favorecida por un swap de US$ 5.000 millones recién renovado, mantiene una sospechosa base científico-militar de actividad espacial – otro campo de competencia bélica internacional – en Bajada del Agrio, Provincia de Neuquén, ha contratado la construcción de las no-prioritarias represas Cepernic y Kirchner, Provincia de Santa Cruz, aspira a administrar la crucial Hidrovía y pretende construir un puerto comercial-militar en Tierra del Fuego, para participar en la próxima disputa por la Antártida y convertirse en actor fundamental del Atlántico sur.
Javier Milei ha asociado, con firmeza y audacia, a la Argentina con los Estados Unidos y con Israel, transformándose en un aliado clave de los primeros en Latinoamérica dado el cambio en la relación que mantuvo históricamente con Brasil, y el control que diferentes izquierdas conservan en Chile, Bolivia, Colombia, Venezuela, Nicaragua, Honduras, México y Cuba.
Ese vínculo ha sido retribuido por Trump con fuerte apoyo ante el FMI, el Banco Mundial y el BID, y con la promesa de auxiliarnos en caso de que se produzcan turbulencias externas, como fueron, por ejemplo, las crisis del tequila o de las hipotecas sub-prime, y las devaluaciones de las monedas de la región en otras épocas.
Ya me he extendido demasiado, y pido disculpas por ello.
Hasta el sábado, entonces, y tomemos tranquilizantes en una semana que promete ser agitada, aquí (por la anunciada huelga de transportes para el martes) y en el mundo, ya que fuera deberemos mirar con atención qué sucede en Moscú los días 8 y 9, cuando Vladimir Putin celebre su Día de la Victoria (en la II Guerra Mundial) con invitados de todo el planeta, y en el Cónclave papal, tan lleno de versiones distintas.
El megapuerto en la ciudad costera de Chancay, en Perú, que se inaugurará el jueves y contará con la presencia del presidente chino, Xi Jinping, convertirá al país andino en el primer centro logístico del Pacífico sudamericano y en una escala fundamental de la Nueva Ruta de la Seda en la región.
Ubicado a unos 80 kilómetros de Lima, el puerto tiene como principales accionistas a la empresa china Cosco Shipping Ports Limited (CSPL), uno de los mayores conglomerados navieros del mundo y cuyo accionista mayoritario es el Estado chino, con una participación del 60 %, y la peruana Volcan Compañía Minera, con el 40 % restante.
Su inversión asciende, en su primera etapa, a 1.400 millones y su concepción final superará los 3.600 millones de dólares. Debido a la gran dimensión del proyecto, se recibirán embarcaciones de 18 000 a 24.000 contenedores, considerados los buques más grandes del mundo.
“Esto permite optimizar el tránsito, porque sería menos días de llegada de los productos hacia el Asia (…) e igualmente recibir componentes y productos desde Asia”, comentó a la prensa Gonzalo Rios, gerente general adjunto e
n Cosco Shipping Ports Chancay Perú.
El puerto cuenta con cuatro muelles -con una longitud de 1.500 metros- y grúas especializadas de hasta 90 metros de altura que operan de manera automática desde un programa virtual, con ayuda de 40 vehículos autónomos. Esto permite reducir el tiempo de permanencia de los buque y, por ende, el costo logístico.
El proyecto cuenta con tres importantes componentes: un túnel subterráneo de 1.8 kilómetros, un complejo de ingreso y la zona operativa portuaria. Se espera que el puerto provoque un impacto económico y social de unos 4.500 millones de dólares al año, equivalente al 1,8 % del PIB.
El ministro de la Producción, Sergio Gonzalez Guerrero, sostuvo que se generarán 8.550 empleos directos, “gracias al acercamiento entre las economías de Asia-Pacifico, permitiéndole a Perú posicionarse como líder económico de la región”.
“Las oportunidades del megapuerto de Chancay harán que podamos dirigirnos al mercado de Asia-Pacífico, donde vive el 55 % de la población mundial, tiene el 22 % de las importaciones y el 38 % del PBI mundial”, detalló.
La nueva infraestructura portuaria también permitirá redistribuir la carga de países como Chile, Ecuador y Colombia, entre otros, que llegan o se dirigen hacia China, pues implicará ahorro en costos logísticos y tiempos de entrega.
En referencia a las críticas que apuntan a una pérdida de soberanía de la nación y a un incremento de control por parte del gigante asiático, el ministro de Transportes de Perú, Raúl Pérez Reyes, aseguró recientemente que “si bien la propiedad es de una empresa china con una minera, en momento alguno esto implica algún tipo de vulneración a la soberanía”.
“Esto es territorio peruano, lo es y lo seguirá siendo. Cuando algún barco quiera aproximarse acá seguirá todos los protocolos que tiene que seguir. Este no es un puerto pensado para recibir embarcaciones militares ni equipamiento militar”, afirmó.
POST DATA DE… ¡QUÉ MIÉRCOLES!
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Más allá de las esperanzas de una paz en Ucrania que ha suscitado en el mundo entero la firma del acuerdo al que me referí en la nota, otros escenarios deberían concitar nuestra atención por su gravedad.
El primero de ellos, el Medio Oriente sigue convulsionado por la reacción de Israel al ataque terrorista de Hamás el 7 de octubre de 2023, que produjo más de mil muertos y se llevó casi doscientos cautivos, muchos de los cuales aún permanecen en calidad de rehenes en la Franja de Gaza. Pero se agravó el viernes con un bombardeo israelí a una zona cercana al palacio gubernamental de Damasco, Siria.
Una pregunta me inquieta: ¿cuánto interés puede tener Benjamin Netanyahu en alcanzar la paz, cuando lo esperan tantos juicios de corrupción si la normalidad regresa a su país?
Pero el real peligro allí procede de Irán, que avanza en su programa de enriquecimiento de uranio para producir armamento nuclear y que libra una guerra contra Israel – todavía – por milicias proxys, es decir, sin comprometerse oficialmente.
Tel Aviv ha amenazado con destruir esas instalaciones atómicas, pero se duda de la efectividad que podría tener un ataque a las mismas, toda vez que se encuentran en instalaciones subterráneas profundas.
En ese escenario actúan, financiados y armados por los ayatollahs de Teherán, ese Hamás invasor y asesino, el Hezbollah que opera desde el Líbano y Siria, y los hutíes yemenitas que están poniendo en severo riesgo el comercio internacional a través del estrecho de Ormuz, por donde pasa el 70% del tráfico marítimo.
Estados Unidos, Gran Bretaña y Francia están comprometidos en reprimir los ataques con drones y misiles que se disparan desde Yemen contra buques de todas las nacionalidades, y Trump ya ha ordenado el bombardeo de las zonas terrestres controladas por esos criminales con sede en Saná, la capital yemení.
Otro sector del globo – Cachemira – está a punto de entrar en erupción por los permanentes incidentes que se registran entre tropas de India y Pakistán, dos potencias nucleares; Nueva Delhi ha ordenado a los pakistaníes salir de inmediato del territorio indio, agravando la crisis.
China, además de haberse convertido en extraño socio de una Rusia necesitada de apoyo y a la que suministra tropas y material bélico (un esfuerzo que comparte con Corea del Norte), continúa con su pretensión de reincorporar a Taiwan, la isla que considera una provincia más, y permanentemente realiza, para hostigarla, ejercicios militares.
Y ha buscado proteger a su mar con la construcción de islas artificiales con fines militares, que preocupan a Japón, Vietnam, Filipinas, Australia, Nueva Zelanda y Filipinas.
Aún cuando Beijing no ha sido, precisamente, la capital de un país dispuesto a comprometerse en acciones bélicas de agresión, se mueve, silenciosamente, en otras esferas.
Me refiero ahora a la Ruta de la Seda, ese tan exitoso proyecto imaginado para permitir a China hacerse con nuevos trayectos para hacerse de las materias primas que su industria, tan avanzada, y la enorme población que debe alimentar y que cada vez exige mayor confort y calidad, le exigen.
El método de penetración es siempre parecido: comienza por siderales préstamos para infraestructuras (puertos, caminos, autopistas, puentes, ferrocarriles) en los países que le resultan interesantes que, cuando resultan impagables, le permiten apropiarse de las obras, con materiales y obreros chinos.
Los casos paradigmáticos son Montenegro, el país balcánico que contrató una autopista que no va a ningún lado pero que lo ha endeudado en condiciones usurarias, y Ecuador, donde fue construida una represa que ya presenta fallas estructurales.
La Venezuela de Nicolás Maduro tiene enormes deudas con China, que paga con su decreciente producción de petróleo.
En Perú, construye el puerto de Chancay, que será uno de los mayores de Sudamérica, y que servirá para el transporte marítimo hacia su territorio, y que ha puesto en alerta a todos los países andinos por temas ambientales y su incidencia sobre la pesca ilegal en la región.
En África, ante el desinterés manifestado por Donald Trump, que no sólo ha cerrado los programas de ayuda estadounidense sino que ha prometido hasta cerrar la mayoría de sus embajadas, avanza sin pausa con una presencia creciente para la obtención de materias primas estratégicas, además de alimentos.
Y en Argentina, favorecida por un swap de US$ 5.000 millones recién renovado, mantiene una sospechosa base científico-militar de actividad espacial – otro campo de competencia bélica internacional – en Bajada del Agrio, Provincia de Neuquén, ha contratado la construcción de las no-prioritarias represas Cepernic y Kirchner, Provincia de Santa Cruz, aspira a administrar la crucial Hidrovía y pretende construir un puerto comercial-militar en Tierra del Fuego, para participar en la próxima disputa por la Antártida y convertirse en actor fundamental del Atlántico sur.
Javier Milei ha asociado, con firmeza y audacia, a la Argentina con los Estados Unidos y con Israel, transformándose en un aliado clave de los primeros en Latinoamérica dado el cambio en la relación que mantuvo históricamente con Brasil, y el control que diferentes izquierdas conservan en Chile, Bolivia, Colombia, Venezuela, Nicaragua, Honduras, México y Cuba.
Ese vínculo ha sido retribuido por Trump con fuerte apoyo ante el FMI, el Banco Mundial y el BID, y con la promesa de auxiliarnos en caso de que se produzcan turbulencias externas, como fueron, por ejemplo, las crisis del tequila o de las hipotecas sub-prime, y las devaluaciones de las monedas de la región en otras épocas.
Ya me he extendido demasiado, y pido disculpas por ello.
Hasta el sábado, entonces, y tomemos tranquilizantes en una semana que promete ser agitada, aquí (por la anunciada huelga de transportes para el martes) y en el mundo, ya que fuera deberemos mirar con atención qué sucede en Moscú los días 8 y 9, cuando Vladimir Putin celebre su Día de la Victoria (en la II Guerra Mundial) con invitados de todo el planeta, y en el Cónclave papal, tan lleno de versiones distintas.
Un abrazo grande.
Enrique Guillermo Avogadro
Abogado
Tel. (+5411) ò (011) 4807 4401
Cel. en Argentina (+54911) o (15) 4473 4003
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PrisioneroEnArgentina.com
Mayo 6, 2025
El megapuerto Chino en Perú
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Ubicado a unos 80 kilómetros de Lima, el puerto tiene como principales accionistas a la empresa china Cosco Shipping Ports Limited (CSPL), uno de los mayores conglomerados navieros del mundo y cuyo accionista mayoritario es el Estado chino, con una participación del 60 %, y la peruana Volcan Compañía Minera, con el 40 % restante.
Su inversión asciende, en su primera etapa, a 1.400 millones y su concepción final superará los 3.600 millones de dólares. Debido a la gran dimensión del proyecto, se recibirán embarcaciones de 18 000 a 24.000 contenedores, considerados los buques más grandes del mundo.
“Esto permite optimizar el tránsito, porque sería menos días de llegada de los productos hacia el Asia (…) e igualmente recibir componentes y productos desde Asia”, comentó a la prensa Gonzalo Rios, gerente general adjunto e
n Cosco Shipping Ports Chancay Perú.
El puerto cuenta con cuatro muelles -con una longitud de 1.500 metros- y grúas especializadas de hasta 90 metros de altura que operan de manera automática desde un programa virtual, con ayuda de 40 vehículos autónomos. Esto permite reducir el tiempo de permanencia de los buque y, por ende, el costo logístico.
El proyecto cuenta con tres importantes componentes: un túnel subterráneo de 1.8 kilómetros, un complejo de ingreso y la zona operativa portuaria. Se espera que el puerto provoque un impacto económico y social de unos 4.500 millones de dólares al año, equivalente al 1,8 % del PIB.
El ministro de la Producción, Sergio Gonzalez Guerrero, sostuvo que se generarán 8.550 empleos directos, “gracias al acercamiento entre las economías de Asia-Pacifico, permitiéndole a Perú posicionarse como líder económico de la región”.
“Las oportunidades del megapuerto de Chancay harán que podamos dirigirnos al mercado de Asia-Pacífico, donde vive el 55 % de la población mundial, tiene el 22 % de las importaciones y el 38 % del PBI mundial”, detalló.
La nueva infraestructura portuaria también permitirá redistribuir la carga de países como Chile, Ecuador y Colombia, entre otros, que llegan o se dirigen hacia China, pues implicará ahorro en costos logísticos y tiempos de entrega.
En referencia a las críticas que apuntan a una pérdida de soberanía de la nación y a un incremento de control por parte del gigante asiático, el ministro de Transportes de Perú, Raúl Pérez Reyes, aseguró recientemente que “si bien la propiedad es de una empresa china con una minera, en momento alguno esto implica algún tipo de vulneración a la soberanía”.
“Esto es territorio peruano, lo es y lo seguirá siendo. Cuando algún barco quiera aproximarse acá seguirá todos los protocolos que tiene que seguir. Este no es un puerto pensado para recibir embarcaciones militares ni equipamiento militar”, afirmó.
PrisioneroEnArgentina.com
Noviembre 15, 2024