“No puedes volver atrás y cambiar el principio, pero puedes comenzar donde estás y cambiar el final”.
C.S.Lewis
Como ha sucedido tantas veces, el miércoles el país se conmovió por grandes concentraciones de ciudadanos convocadas, en reclamo por la Universidad pública, con falsas consignas, inventadas por quienes pretenden conservar sus canonjías, sean estas políticas o económicas y, sobre todo, que nadie pregunte por ellas ni audite los fondos que las alimentan. Ese engaño viene de lejos, pero ha tenido tanto éxito que se ha convertido en un dogma indiscutible para clases sociales que, pese a que ya no pueden acceder a ella, centran allí el mito del ascenso social.
La frase (“La Universidad pública y gratuita es igualadora social”) es una colosal mentira. Basta ver qué porcentaje de alumnos proviene de las clases media-baja y baja. Estudiar, ¿requiere el mismo esfuerzo para un joven que no trabaja que para el que sí lo necesita? ¿Es lo mismo ir en auto a la facultad que viajar horas en medios de transporte público? Entonces, y desde otro ángulo, ¿es justo que los más pobres sustenten con sus impuestos una Universidad que no tiene exigencia alguna y a la cual sus hijos no podrán acceder? La Argentina, nos guste o no, está quebrada y el 52% de sus habitantes son pobres o están en la miseria; ¿es siquiera razonable que dedique parte de sus escasos recursos a educar gratuitamente a extranjeros cuyos países de origen no ofrecen recíprocas ventajas y a quienes quieren estudiar carreras innecesarias (abogados, contadores, etc.), durante muchos años, como si aún fuera rica?
Por muestra el mayor tiempo que les lleva a nuestros estudiantes llegar al título, la escasez de graduados en comparación con los países vecinos, y porque muchos de ellos lo son en carreras que el país no requiere, el resultado es penoso y sumamente gravoso para el erario. Insume enormes gastos en infraestructura, investigación y (magros) salarios docentes que, además, al no ser eficientemente auditados, habilitan corruptelas de todo tipo, tal como sucedió con los miles de oscuros contratos firmados por universidades con organismos públicos para evadir controles.
Mi propuesta es, relativamente, simple de implementar. Se trata de establecer –la Argentina dispone, sin duda, de los medios informáticos para hacerlo- cuántos nuevos graduados de cada una de las disciplinas necesitará el país a cinco años vista. Basta, para hacerlo, con introducir en una computadora la información que suministren las empresas y el sector público, incluyendo a los potenciales inversores que se acerquen.
Con el resultado de esa investigación, se constituiría un primer cupo de ingresantes a la Universidad. Para formar parte de él, los estudiantes deberían rendir un muy exigente examen de ingreso –en matemáticas, lengua, ciencias y ciencias sociales- y mantener el nivel de excelencia durante toda la carrera, comprobado mediante pruebas semestrales. A los miembros de ese primer cupo no sólo no se les cobraría matrícula alguna, sino que, por el contrario, se les pagaría un sueldo razonable, que les permitiera inclusive mantener a su familia, durante todos sus estudios. Como es obvio, quienes lograran graduarse integrando ese primer cupo encontrarían una clara salida laboral, ya que tanto el Estado cuanto las empresas los buscarían afanosamente.
Luego, crear un segundo cupo que tuviera en cuenta la capacidad física de cada una de las facultades. Al menos en algunas de ellas, hay materias en las que los profesores deben dar clases a más de cien alumnos a la vez, lo cual impide una eficiente enseñanza. Ese segundo cupo, es decir los extranjeros y aquellos que opten por carreras que el país no necesitará –y, por ende, es injusto que deba soportar- o por estudiantes que no lograran el nivel de excelencia requerido para el primero, debería pagar para estudiar. Simple: si quieres hacerlo, báncalo tú. Incorporaría a esas normas una ley que impusiera al sector público la obligación de contratar, como consultora externa, a la Universidad, y pagar los honorarios correspondientes.
Veamos qué efectos produciría la solución propuesta. En primer término, mejores graduados, y el país dispondría de profesionales excelentes en las disciplinas más necesarias. Luego, impediría la permanencia del “estudiante crónico”, ese al cual el bajo nivel de exigencia en materia de cantidad de materias aprobadas se le permite permanecer en los claustros por muchos años, incordiando a los verdaderos alumnos.
Con el producido de las matrículas pagadas por los integrantes del segundo cupo, más los honorarios por sus servicios de consultoría externa, se formaría un interesante presupuesto propio, que permitiría mejorar sensiblemente los salarios e invertir en infraestructura e investigación. Y al pagar interesantes sueldos, se incrementaría la vocación por la enseñanza, y que la competencia entre aspirantes contar con mejores profesores.
El círculo virtuoso se cerraría con el nivel de excelencia en los claustros docentes, lo cual transformaría a la Universidad en un verdadero faro capaz de iluminar el futuro del país, dejando de ser el miserable fanal que sólo permite ver la escalera descendente en la que estamos embretados.
Lo sucedido esta semana en el campo internacional no hizo más que agravar mi preocupación, sobre todo en el escenario de Medio Oriente, ya que el ataque directo de Irán a Israel y la presumiblemente inminente respuesta de éste, más la implicancia de Siria, Líbano y las milicias chiitas de Irak y Yemen en la lucha, prometen incendiar aún más la zona, con consecuencias gravísimas para el mundo entero, tanto por el incremento del precio del petróleo cuanto por el riesgo nuclear, siempre presente. Y todo esto, a justo treinta días de las trascendentales elecciones de los Estados Unidos, de cuyo resultado dependerá, sin duda, el tablero geopolítico global.
El presidente argentino Javier Milei se situó en el podio de la Asamblea General de las Naciones Unidas para dar su primer discurso como presidente de Argentina en este foro. Su debut estuvo centrado en alertar sobre el “rumbo trágico” que esta institución ha adoptado.
Acusó a la organización de “socialista” y rechazó “las políticas colectivistas de la Agenda 2030”. El mandatario ultraderechista aseguró que combatirá los Objetivos de Desarrollo Sostenible que fijó la ONU en 2015 y a los que Argentina siempre reconoció y adhirió. Sin embargo, no fue lo único llamativo de su comparecencia en el foro neoyorquino.
“Creemos en la libertad de expresión para todos; creemos en la libertad de culto para todos; creemos en la libertad de comercio para todos y creemos en los gobiernos limitados, todos ellos”.
Unas palabras que podría compartir mucha gente pese a tratarse de un político de extrema derecha. El problema, es que las palabras no son suyas, son de Josiah “Jed” Bartlet, presidente ficticio de los Estados Unidos en la aclamada serie ‘The West Wing’.
JAJAJAJAJA el discurso de Milei en la ONU es la copia del diálogo de un personaje de The West Wing, no puede ser pic.twitter.com/qU7mWoBFYh
En su discurso Milei se expresó: “Creemos en la libertad de expresión para todos; creemos en la libertad de culto para todos; creemos en la libertad de comercio para todos y creemos en los gobiernos limitados, todos ellos. Y como en estos tiempos lo que sucede en un país impacta rápidamente en otros, creemos que todos los pueblos deben vivir libres de la tiranía y la opresión, ya sea que tome forma de opresión política, de esclavitud económica o de fanatismo religioso. Esa idea fundamental no debe quedarse en meras palabras; tiene que ser apoyada en los hechos, diplomáticamente, económicamente y materialmente”.
En el capítulo 15 de la cuarta temporada de la serie, el personaje principal -el presidente Josiah Bartlet, interpretado por Martin Sheen- le dice a sus colaboradores, reunidos a su alrededor en el Salón Oval de la Casa Blanca: “Estamos a favor de la libertad de expresión en todas partes. Estamos a favor de la libertad de culto en todas partes. Estamos a favor de la libertad de aprender… para todos. Y como en nuestra época, se puede construir una bomba en nuestro país y traerla al mío, lo que ocurra en nuestro país es asunto mío. Por eso estamos a favor de la libertad frente a la tiranía, en todas partes, ya sea bajo la apariencia de opresión política, Toby, o esclavitud económica, Josh, o fanatismo religioso, C.J. Esa idea fundamental no se puede afrontar simplemente con nuestro apoyo. Hay que afrontarla con nuestra fuerza. Diplomática, económica y materialmente”.
The West Wing es la serie favorita de Santiago Caputo, el poderoso asesor de comunicación de Milei. El show creado por Aaron Sorkincuenta con siete temporadas.
Fanático del guionista Aaron Sorkin, Caputo vio la serie The West Wing, completa, entre siete y nueve veces. Pero además le sugirió a la cúpula de Move Group (la consultora que fundó) que quien quisiera ingresar a la empresa debía ver la serie como condición ineludible.
Aunque nunca tan claro como en el caso de la ONU, hubo otros discursos de Milei como presidente que despertaron suspicacias entre fans de la serie por los parecidos con parlamentos de los personajes.
Por ejemplo, en el discurso inaugural del 10 diciembre, de espaldas al Congreso de la Nación, Milei dijo: “Los desafíos que tenemos son enormes pero también lo es nuestra capacidad para superarlos”.
En uno de los parlamentos más recordados de la serie, Bartlet dice ante un público emocionado: “Cada vez que pensamos que hemos alcanzamos nuestra capacidad para afrontar un desafío, miramos hacia arriba y recordamos que esa capacidad bien puede ser ilimitada”.
También hubo quien señaló una de las frases centrales del discurso de Milei en cadena nacional del 22 de abril, cuando anunció: “La era del Estado presente ha terminado”. Es muy recordado el capítulo en el que Toby Ziegler, el “Caputo” de Bartlet, le dice, sombríamente, al presidente: “La era del gobierno grande ha terminado”.
Hay, además, algún guiño a The West Wing en la estética institucional mileísta, muy visible en los atriles que usa para hablar en el Congreso, algo a lo que no habían apelado sus antecesores en las últimas décadas.
En la ficción, Bartlet es -al igual que Milei- un economista y profesor universitario que decide dar el paso hacia la batalla política. Tiene el Premio Nobel de Economía, un sueño que el presidente argentino ha verbalizado en más de una oportunidad. En lo que se diferencian claramente es en la visión política: Bartlet es el prototipo del demócrata, progresista, socioliberal y defensor de lo público. Todo lo que desprecia el libertario Milei, tal como quedó patente en el discurso ante la ONU inspirado por The West Wing.
El tramo final del discurso de Milei ante la ONU fue una copia, palabra por palabra, del parlamento realizado por el mandatario de la serie, interpretado por Martin Sheen (Josiah Bartlet).
Podría parecer una casualidad, de no ser que Santiago Caputo, el asesor de comunicación de Milei, es, como se mencionó, un reconocido fan de Aaron Sorkin, guionista de la serie. ¿Llevará el escritor a juicio al mandatario sudamericano por infringir sus derechos de autor?
La angustia, el terror, la destrucción y el hambre que producen las guerras está generando, como siempre ha sucedido en la historia, grandes desplazamientos humanos hacia países que, al menos supuestamente, están alejadas de esos dramas, además de ofrecer mejores condiciones de vida a sus habitantes.
Rusia y Ucrania están padeciendo la emigración de los más jóvenes, reacios a participar personalmente en esos conflictos, pero el miedo también hace que polacos, estonios, letones y lituanos traten de alejarse de esos escenarios tan peligrosos.
Siria y el Líbano, devastadas por décadas de guerra, aportan sus propios contingentes a la emigración, tal como lo hacen muchos países africanos, azotados por la miseria y la enfermedad, aunque (o tal vez por ello) sus subsuelos se hayan convertido en botines de caza para las grandes potencias, comenzando por China.
Quienes disponen de mayores recursos optan por geografías más exóticas para ellos, como el Caribe y Sudamérica, que hoy reciben importantes inversiones inmobiliarias individuales de esos expatriados; quienes carecen de tales medios, no tienen otra opción que arriesgar sus vidas en el Mediterráneo y el Atlántico oriental para tratar de acceder a una Europa que, quizás ya sólo por su cercanía, sigue actuando como un imán para esos pauperizados invasores.
Por primera vez, escuché a Giorgia Meloni, presidente del Consejo de Ministros de Italia, proponer a las Naciones Unidas crear algún remedo del Plan Marshall, que permitió reconstruir a Europa después de la II Guerra, para los países africanos.
Resulta claro que su objetivo, por cierto la política más inteligente y constructiva que puede llevarse a cabo para alcanzarlo, es lograr que sus habitantes prefieran quedarse en sus lugares de origen, sabiendo que allí podrán vivir, progresar y ascender.
El exilio siempre es malo, aunque a veces sea la única opción para la supervivencia, y si Europa adhiriera realmente, y financiara la implementación de un plan como el que Meloni propone, el primer logro sería atenuar mucho la inmigración ilegal que padecen tantos países de la Comunidad, amén de comenzar a solucionar la catástrofe humanitaria que afecta, sobre todo, al África Subsahariana.
Muchos de esos problemas en el continente negro se originan en el proceso de descolonización del siglo XX cuando, al retirarse de los vastos territorios que ocupaban, las grandes potencias trazaron, sólo con regla y escuadra, las fronteras de los nuevos países inventados.
Así ignoraron, tal como sucedió también en los Balcanes casi contemporáneamente, los reales límites establecidos por razas y religiones preexistentes que, a partir de entonces, no cesan de guerrear entre ellas y producen, en muchos casos, verdaderos genocidios. Ruanda, Bosnia y Serbia pueden dar testimonio.
Pero, para volver a nuestra Argentina, resulta indispensable hacer un par de breves comentarios sobre los sucesos de estos días.
En el tema de la financiación de la universidad pública, pese a que ésta sigue ignorando la propuesta que formulé para su futuro en otras notas, creo que el Gobierno está cometiendo dos errores: el primero, claro, es la clara reducción en los fondos que la sustentan; el segundo, que se podría haber evitado con una buena comunicación e información a la sociedad, radica en no poner de manifiesto que, a lo largo de las dos últimas décadas, al Estado le resultó imposible auditar el verdadero destino que se dio a los ingentes fondos que se le transfirieron.
Eso permitió, y aún lo hace, que la Universidad de Buenos Aires se haya transformado en una caja sideral para el radicalismo, cuya organización dependiente, Franja Morada, la ha gobernado durante todo ese largo lapso. El kirchnerismo, envidioso, lo imitó y, para facilitar el saqueo, creó decenas de universidades, en especial en el Conurbano bonaerense, sede de su base electoral.
En el aspecto laboral, y en la medida en que “la política es el arte de lo posible”, justifico la postergación de la reforma sindical que el Presidente había anunciado ya en campaña. De haber avanzado en ese sentido, Javier Milei hubiera abierto un nuevo frente de conflictos cuando ya tiene tantos contra que luchar.
De todos modos, me sigue molestando el rol que está jugando Santiago Caputo, un asesor externo y sin responsabilidades formales, en la administración del Ejecutivo. Se ha transformado en un verdadero pac-man sobre la gestión de todos los ministerios, y ya se ha hecho nada menos que con el control de la SIDE y grandes áreas del Ministerio de Capital Humano.
En otro orden de cosas, me llama la atención la escasa correlación entre el descubrimiento de tantos ilícitos y saqueos del gobierno de los Fernández² y la escasez de denuncias ante la Justicia Criminal. Espero que no se deba esa inactividad a un pacto secreto entre los libertarios y el kirchnerismo, tal como sugiere la permanencia de tantos funcionarios de ese origen y massistas en grandes organismos del Estado.
Para terminar de una vez con esta demasiado larga exposición, insisto en mi enorme preocupación por la subsistencia, aunque ahora demorada, nominación de Ariel Lijo para integrar la Corte. Si el Gobierno logra su objetivo de contar con un alto Tribunal adicto y permisivo, mis principios republicanos y liberales me obligarán, muy a mi pesar, a ponerme en la vereda de enfrente.
“Una causa, por muy justa que sea, se vuelve dañina tan pronto la defiende un fanático”.
Fernando Aramburu
Para evitar malos entendidos, declaro que apoyo firmemente la gestión del Presidente en su gigantesca lucha contra la pavorosa herencia que recibió de la tríada Fernández²/Massa, cuyo principal contenido era un hiperinflación al borde de estallar. Aunque me duelan, como a tantos, las consecuencias de esa ardua pelea, su éxito se comprueba precisamente en que el tema ha pasado al cuarto lugar en las preocupaciones urgentes de la sociedad, cuando hace sólo seis meses era prioritario. Y la recesión, único remedio posible contra ese terrible flagelo, parece haber tocado su durísimo piso y comenzado a rebotar, sobre todo en el interior.
Javier Milei, por formación, ha asumido la economía como único objeto de su interés, y entregado el comando real del resto de la administración nacional y de la política libertaria a su hermana Karina, Secretaria General de la Presidencia, y a ese raro asesor sin cargo oficial, Santiago Caputo, que ha demostrado disponer de un poder ilimitado sobre funcionarios y legisladores; su influencia es tal como para ser el responsable directo de un sideral traspié reputacional como es la propuesta del impresentable Alfredo Lijo para integrar la Corte Suprema. El miércoles, el Ministro de Justicia confirmó que había sido el ladino Ricardo Lorenzetti quien había instilado el veneno llamado Lijo en los crédulos e inexpertos oídos de esas dos personas.
La “casta”, demonizada por Milei en sus discursos, estará de fiesta porque el nefasto candidato, tan sospechosamente enriquecido, será una verdadera garantía de impunidad para funcionarios y empresarios corruptos aplicando su gran experiencia en dormir las causas más complicadas, aún cuando esa conducta redunde en un sideral perjuicio para el Estado (como sucedió con las vinculadas a la privatización, vaciamiento y re-estatización de YPF). Si llegara a la Corte, y aún cuando la mayoría que conforman hoy Horacio Rosatti, Carlos Rosenkrantz y Juan Carlos Maqueda se mantuviera en temas clave, Lijo podrá desempeñar su rol de adormecedor demorando indefinidamente su indispensable firma en las sentencias del alto Tribunal.
La cerrada e inexplicable defensa que hace de este nefasto personaje significa para Milei una tácita renuncia a todas las promesas de campaña, porque sólo podrá llevarla a buen puerto si transa con lo peor de la política, el pero-kirchnerismo, dueño de los votos necesarios para consagrar al candidato. Se trata de un razonamiento elemental porque ¿qué exigirán Cristina Fernández y los suyos a cambio de prestar ese acuerdo? ¿Guarda esa negociación alguna relación con las tan escasas denuncias judiciales en comparación con los escándalos que diariamente destapa el Ejecutivo?
Si los votos se repartieran como se vio en las sesiones de Diputados y Senado en la reforma jubilatoria, es altamente probable que sus enemigos (en realidad, quienes buscan estrellar el plan económico para lograr imponer una devaluación que, al concretarse, impactaría de lleno sobre la inflación que, con tanto sacrificio, estamos intentando domar) lograran alcanzar los dos tercios necesarios para insistir en el texto aprobado y, de ese modo, sortear el veto presidencial. Cuidado, porque si esta oposición de permanente geometría variable consiguiera reunir nuevamente ese porcentaje podría hasta hacerle juicio político al propio Presidente.
Cuando digo “enemigos”, no me refiero sólo a los políticos y gremialistas que perderían canonjías y kioscos varios si el Presidente tuviera éxito sino, también a los empresarios argentinos, que se niegan a invertir en sus propias industrias (generando puestos de trabajo de calidad), mejorar la productividad y competir con sus homólogos del exterior y así, permitir que gocemos de mejores precios y más calidad en lo que compramos y consumimos.
Pero las derrotas que sufrió el Ejecutivo en el Congreso no se debieron sólo a una oposición que, en defensa propia, está dispuesta a hacer saltar todo por el aire, sino a las crisis que exponen a cielo abierto las disidencias intra-bloques libertarios y, en especial, a inexplicables procederes del propio Presidente de la Nación, que da permanentes muestras de incontinencia verbal.
Estoy en total desacuerdo con el sistemático e injurioso ataque que despliega diariamente la granja de trolls de Santiago Caputo, que Milei retuitea, contra los periodistas que se niegan a aplaudir como focas amaestradas al Gobierno, cualquiera sea el dislate que éste cometa. Los vergonzosos episodios del acoso a los diputados que visitaron a los presos políticos, el permanente desencuentro entre el Presidente y la Vice y la expulsión del Senador Francisco Paoltroni del mini-bloque libertario por haber cuestionado la candidatura de Lijo, son ejemplos clarísimos de un autoritarismo anti-republicano que me niego de plano a convalidar.
Todo eso me duele mucho y ruego que se corrija prontamente, porque estoy convencido de que, en este período presidencial, se concentra la esperanza de una sociedad que, como reflejan todos los análisis de opinión pública y ratifica la ausencia de estallidos sociales, confía en dar vuelta definitivamente la página de trágica decadencia que comenzó a escribir, en una actitud claramente suicida, hace ya ocho décadas.
Tras un elogio público del presidente electo de Argentina, Javier Milei, realizado este miércoles, al exministro de Finanzas y expresidente del Banco Central Luis ‘Toto’ Caputo se le considera como el principal candidato para encabezar el Ministerio de Economía en el futuro Gobierno.
“Caputo es una persona que está en condiciones de estar en el cargo, con la experiencia necesaria para desarmar la situación que tenemos”, afirmó el victorioso ultraliberal en una entrevista televisiva.
Pese a recibir la propuesta, el especialista financiero de 58 años todavía no ha confirmado su aceptación, según informan medios locales al citar a personas allegadas al partido La Libertad Avanza (LLA).
Caputo mantuvo en un hotel bonaerense una reunión con el jefe de gabinete de la futura Presidencia, Nicolás Posse, lo que hizo sonar en los medios aún más fuerte el nombre del potencial ministro.
Descrito por Mauricio Macri como ‘el Messi de las Finanzas’, Caputo estuvo a cargo de esa cartera ministerial desde 2015, bajo mandato de Macri, para luego asumir en junio de 2018 la presidencia del Banco Central. En ese puesto le tocó afrontar una crisis cambiaria, una fuerte caída de valores, un drástico aumento del riesgo crediticio del país, la depreciación de la moneda nacional y el descontento social, lo que llevó a su renuncia en septiembre de aquel año.
Fue uno de los autores del acuerdo con el Fondo Monetario Internacional para un préstamo de 57.000 millones de dólares, por lo que posteriormente fue acusado, junto con Macri y varios otros altos funcionarios, de irregularidades a la hora de contraer obligaciones y emplear tales fondos. Militante de larga data del partido Propuesta Republicana (PRO), fue sindicado por pago de comisiones para adquirir instrumentos financieros de la Seguridad Social en condiciones lesivas para el Estado argentino, en unas transas realizadas poco antes de incorporarse al gabinete de Macri, y de elevar la deuda del país a niveles extremos.
Licenciado en Economía de la Universidad de Buenos Aires y profesor de posgrado en Economía y Finanzas de la Universidad Católica Argentina, Caputo estuvo a cargo del ‘trading’ para América Latina en JP Morgan entre 1994 y 1998. Luego se incorporó al Deutsche Bank. En 2008 creó la sociedad de fondos comunes Axis. Actualmente conduce la consultora Anker, que comparte con Santiago Bausili, exsecretario de Finanzas.
Padre de seis hijos, Luis pertenece al poderoso clan político-empresarial Caputo. Es primo hermano de Nicolás Caputo, empresario de la construcción y uno de los mejores amigos de Macri. Así, Mientras Macri ejerció como jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, Nicolás Caputo recibió numerosos contratos para obras públicas, algunos de ellos bajo la modalidad de “contratos de urgencia”, que aparentemente fueron ejecutados a través de una empresa no relacionada con la construcción, relata una nota de Télam de 2015. Además, Luis Caputo está emparentado con Santiago Caputo, consultor político con escasa exposición pública, al que Milei atribuyó el éxito de su candidatura tras su triunfo. Santiago es hijo del expresidente del Colegio de Escribanos de la ciudad de Buenos Aires, Claudio Caputo.
UNIVERSIDAD EN GUERRA
•
Por Dr. Enrique Guillermo Avogadro.
“No puedes volver atrás y cambiar el principio, pero puedes comenzar donde estás y cambiar el final”.
C.S.Lewis
Como ha sucedido tantas veces, el miércoles el país se conmovió por grandes concentraciones de ciudadanos convocadas, en reclamo por la Universidad pública, con falsas consignas, inventadas por quienes pretenden conservar sus canonjías, sean estas políticas o económicas y, sobre todo, que nadie pregunte por ellas ni audite los fondos que las alimentan. Ese engaño viene de lejos, pero ha tenido tanto éxito que se ha convertido en un dogma indiscutible para clases sociales que, pese a que ya no pueden acceder a ella, centran allí el mito del ascenso social.
La frase (“La Universidad pública y gratuita es igualadora social”) es una colosal mentira. Basta ver qué porcentaje de alumnos proviene de las clases media-baja y baja. Estudiar, ¿requiere el mismo esfuerzo para un joven que no trabaja que para el que sí lo necesita? ¿Es lo mismo ir en auto a la facultad que viajar horas en medios de transporte público? Entonces, y desde otro ángulo, ¿es justo que los más pobres sustenten con sus impuestos una Universidad que no tiene exigencia alguna y a la cual sus hijos no podrán acceder? La Argentina, nos guste o no, está quebrada y el 52% de sus habitantes son pobres o están en la miseria; ¿es siquiera razonable que dedique parte de sus escasos recursos a educar gratuitamente a extranjeros cuyos países de origen no ofrecen recíprocas ventajas y a quienes quieren estudiar carreras innecesarias (abogados, contadores, etc.), durante muchos años, como si aún fuera rica?
Por muestra el mayor tiempo que les lleva a nuestros estudiantes llegar al título, la escasez de graduados en comparación con los países vecinos, y porque muchos de ellos lo son en carreras que el país no requiere, el resultado es penoso y sumamente gravoso para el erario. Insume enormes gastos en infraestructura, investigación y (magros) salarios docentes que, además, al no ser eficientemente auditados, habilitan corruptelas de todo tipo, tal como sucedió con los miles de oscuros contratos firmados por universidades con organismos públicos para evadir controles.
Mi propuesta es, relativamente, simple de implementar. Se trata de establecer –la Argentina dispone, sin duda, de los medios informáticos para hacerlo- cuántos nuevos graduados de cada una de las disciplinas necesitará el país a cinco años vista. Basta, para hacerlo, con introducir en una computadora la información que suministren las empresas y el sector público, incluyendo a los potenciales inversores que se acerquen.
Con el resultado de esa investigación, se constituiría un primer cupo de ingresantes a la Universidad. Para formar parte de él, los estudiantes deberían rendir un muy exigente examen de ingreso –en matemáticas, lengua, ciencias y ciencias sociales- y mantener el nivel de excelencia durante toda la carrera, comprobado mediante pruebas semestrales. A los miembros de ese primer cupo no sólo no se les cobraría matrícula alguna, sino que, por el contrario, se les pagaría un sueldo razonable, que les permitiera inclusive mantener a su familia, durante todos sus estudios. Como es obvio, quienes lograran graduarse integrando ese primer cupo encontrarían una clara salida laboral, ya que tanto el Estado cuanto las empresas los buscarían afanosamente.
Luego, crear un segundo cupo que tuviera en cuenta la capacidad física de cada una de las facultades. Al menos en algunas de ellas, hay materias en las que los profesores deben dar clases a más de cien alumnos a la vez, lo cual impide una eficiente enseñanza. Ese segundo cupo, es decir los extranjeros y aquellos que opten por carreras que el país no necesitará –y, por ende, es injusto que deba soportar- o por estudiantes que no lograran el nivel de excelencia requerido para el primero, debería pagar para estudiar. Simple: si quieres hacerlo, báncalo tú. Incorporaría a esas normas una ley que impusiera al sector público la obligación de contratar, como consultora externa, a la Universidad, y pagar los honorarios correspondientes.
Veamos qué efectos produciría la solución propuesta. En primer término, mejores graduados, y el país dispondría de profesionales excelentes en las disciplinas más necesarias. Luego, impediría la permanencia del “estudiante crónico”, ese al cual el bajo nivel de exigencia en materia de cantidad de materias aprobadas se le permite permanecer en los claustros por muchos años, incordiando a los verdaderos alumnos.
Con el producido de las matrículas pagadas por los integrantes del segundo cupo, más los honorarios por sus servicios de consultoría externa, se formaría un interesante presupuesto propio, que permitiría mejorar sensiblemente los salarios e invertir en infraestructura e investigación. Y al pagar interesantes sueldos, se incrementaría la vocación por la enseñanza, y que la competencia entre aspirantes contar con mejores profesores.
El círculo virtuoso se cerraría con el nivel de excelencia en los claustros docentes, lo cual transformaría a la Universidad en un verdadero faro capaz de iluminar el futuro del país, dejando de ser el miserable fanal que sólo permite ver la escalera descendente en la que estamos embretados.
Lo sucedido esta semana en el campo internacional no hizo más que agravar mi preocupación, sobre todo en el escenario de Medio Oriente, ya que el ataque directo de Irán a Israel y la presumiblemente inminente respuesta de éste, más la implicancia de Siria, Líbano y las milicias chiitas de Irak y Yemen en la lucha, prometen incendiar aún más la zona, con consecuencias gravísimas para el mundo entero, tanto por el incremento del precio del petróleo cuanto por el riesgo nuclear, siempre presente. Y todo esto, a justo treinta días de las trascendentales elecciones de los Estados Unidos, de cuyo resultado dependerá, sin duda, el tablero geopolítico global.
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Octubre 4, 2024
Javier Milei modo Martin Sheen
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El presidente argentino Javier Milei se situó en el podio de la Asamblea General de las Naciones Unidas para dar su primer discurso como presidente de Argentina en este foro. Su debut estuvo centrado en alertar sobre el “rumbo trágico” que esta institución ha adoptado.
Acusó a la organización de “socialista” y rechazó “las políticas colectivistas de la Agenda 2030”. El mandatario ultraderechista aseguró que combatirá los Objetivos de Desarrollo Sostenible que fijó la ONU en 2015 y a los que Argentina siempre reconoció y adhirió. Sin embargo, no fue lo único llamativo de su comparecencia en el foro neoyorquino.
“Creemos en la libertad de expresión para todos; creemos en la libertad de culto para todos; creemos en la libertad de comercio para todos y creemos en los gobiernos limitados, todos ellos”.
Unas palabras que podría compartir mucha gente pese a tratarse de un político de extrema derecha. El problema, es que las palabras no son suyas, son de Josiah “Jed” Bartlet, presidente ficticio de los Estados Unidos en la aclamada serie ‘The West Wing’.
En su discurso Milei se expresó: “Creemos en la libertad de expresión para todos; creemos en la libertad de culto para todos; creemos en la libertad de comercio para todos y creemos en los gobiernos limitados, todos ellos. Y como en estos tiempos lo que sucede en un país impacta rápidamente en otros, creemos que todos los pueblos deben vivir libres de la tiranía y la opresión, ya sea que tome forma de opresión política, de esclavitud económica o de fanatismo religioso. Esa idea fundamental no debe quedarse en meras palabras; tiene que ser apoyada en los hechos, diplomáticamente, económicamente y materialmente”.
En el capítulo 15 de la cuarta temporada de la serie, el personaje principal -el presidente Josiah Bartlet, interpretado por Martin Sheen- le dice a sus colaboradores, reunidos a su alrededor en el Salón Oval de la Casa Blanca: “Estamos a favor de la libertad de expresión en todas partes. Estamos a favor de la libertad de culto en todas partes. Estamos a favor de la libertad de aprender… para todos. Y como en nuestra época, se puede construir una bomba en nuestro país y traerla al mío, lo que ocurra en nuestro país es asunto mío. Por eso estamos a favor de la libertad frente a la tiranía, en todas partes, ya sea bajo la apariencia de opresión política, Toby, o esclavitud económica, Josh, o fanatismo religioso, C.J. Esa idea fundamental no se puede afrontar simplemente con nuestro apoyo. Hay que afrontarla con nuestra fuerza. Diplomática, económica y materialmente”.
The West Wing es la serie favorita de Santiago Caputo, el poderoso asesor de comunicación de Milei. El show creado por Aaron Sorkincuenta con siete temporadas.
Fanático del guionista Aaron Sorkin, Caputo vio la serie The West Wing, completa, entre siete y nueve veces. Pero además le sugirió a la cúpula de Move Group (la consultora que fundó) que quien quisiera ingresar a la empresa debía ver la serie como condición ineludible.
Aunque nunca tan claro como en el caso de la ONU, hubo otros discursos de Milei como presidente que despertaron suspicacias entre fans de la serie por los parecidos con parlamentos de los personajes.
Por ejemplo, en el discurso inaugural del 10 diciembre, de espaldas al Congreso de la Nación, Milei dijo: “Los desafíos que tenemos son enormes pero también lo es nuestra capacidad para superarlos”.
En uno de los parlamentos más recordados de la serie, Bartlet dice ante un público emocionado: “Cada vez que pensamos que hemos alcanzamos nuestra capacidad para afrontar un desafío, miramos hacia arriba y recordamos que esa capacidad bien puede ser ilimitada”.
También hubo quien señaló una de las frases centrales del discurso de Milei en cadena nacional del 22 de abril, cuando anunció: “La era del Estado presente ha terminado”. Es muy recordado el capítulo en el que Toby Ziegler, el “Caputo” de Bartlet, le dice, sombríamente, al presidente: “La era del gobierno grande ha terminado”.
Hay, además, algún guiño a The West Wing en la estética institucional mileísta, muy visible en los atriles que usa para hablar en el Congreso, algo a lo que no habían apelado sus antecesores en las últimas décadas.
En la ficción, Bartlet es -al igual que Milei- un economista y profesor universitario que decide dar el paso hacia la batalla política. Tiene el Premio Nobel de Economía, un sueño que el presidente argentino ha verbalizado en más de una oportunidad. En lo que se diferencian claramente es en la visión política: Bartlet es el prototipo del demócrata, progresista, socioliberal y defensor de lo público. Todo lo que desprecia el libertario Milei, tal como quedó patente en el discurso ante la ONU inspirado por The West Wing.
El tramo final del discurso de Milei ante la ONU fue una copia, palabra por palabra, del parlamento realizado por el mandatario de la serie, interpretado por Martin Sheen (Josiah Bartlet).
Podría parecer una casualidad, de no ser que Santiago Caputo, el asesor de comunicación de Milei, es, como se mencionó, un reconocido fan de Aaron Sorkin, guionista de la serie. ¿Llevará el escritor a juicio al mandatario sudamericano por infringir sus derechos de autor?
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Octubre 4, 2024
POST DATA DE… MUNDO EN LLAMAS
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Por Dr. Enrique Guillermo Avogadro.
La angustia, el terror, la destrucción y el hambre que producen las guerras está generando, como siempre ha sucedido en la historia, grandes desplazamientos humanos hacia países que, al menos supuestamente, están alejadas de esos dramas, además de ofrecer mejores condiciones de vida a sus habitantes.
Rusia y Ucrania están padeciendo la emigración de los más jóvenes, reacios a participar personalmente en esos conflictos, pero el miedo también hace que polacos, estonios, letones y lituanos traten de alejarse de esos escenarios tan peligrosos.
Siria y el Líbano, devastadas por décadas de guerra, aportan sus propios contingentes a la emigración, tal como lo hacen muchos países africanos, azotados por la miseria y la enfermedad, aunque (o tal vez por ello) sus subsuelos se hayan convertido en botines de caza para las grandes potencias, comenzando por China.
Quienes disponen de mayores recursos optan por geografías más exóticas para ellos, como el Caribe y Sudamérica, que hoy reciben importantes inversiones inmobiliarias individuales de esos expatriados; quienes carecen de tales medios, no tienen otra opción que arriesgar sus vidas en el Mediterráneo y el Atlántico oriental para tratar de acceder a una Europa que, quizás ya sólo por su cercanía, sigue actuando como un imán para esos pauperizados invasores.
Por primera vez, escuché a Giorgia Meloni, presidente del Consejo de Ministros de Italia, proponer a las Naciones Unidas crear algún remedo del Plan Marshall, que permitió reconstruir a Europa después de la II Guerra, para los países africanos.
Resulta claro que su objetivo, por cierto la política más inteligente y constructiva que puede llevarse a cabo para alcanzarlo, es lograr que sus habitantes prefieran quedarse en sus lugares de origen, sabiendo que allí podrán vivir, progresar y ascender.
El exilio siempre es malo, aunque a veces sea la única opción para la supervivencia, y si Europa adhiriera realmente, y financiara la implementación de un plan como el que Meloni propone, el primer logro sería atenuar mucho la inmigración ilegal que padecen tantos países de la Comunidad, amén de comenzar a solucionar la catástrofe humanitaria que afecta, sobre todo, al África Subsahariana.
Muchos de esos problemas en el continente negro se originan en el proceso de descolonización del siglo XX cuando, al retirarse de los vastos territorios que ocupaban, las grandes potencias trazaron, sólo con regla y escuadra, las fronteras de los nuevos países inventados.
Así ignoraron, tal como sucedió también en los Balcanes casi contemporáneamente, los reales límites establecidos por razas y religiones preexistentes que, a partir de entonces, no cesan de guerrear entre ellas y producen, en muchos casos, verdaderos genocidios. Ruanda, Bosnia y Serbia pueden dar testimonio.
Pero, para volver a nuestra Argentina, resulta indispensable hacer un par de breves comentarios sobre los sucesos de estos días.
En el tema de la financiación de la universidad pública, pese a que ésta sigue ignorando la propuesta que formulé para su futuro en otras notas, creo que el Gobierno está cometiendo dos errores: el primero, claro, es la clara reducción en los fondos que la sustentan; el segundo, que se podría haber evitado con una buena comunicación e información a la sociedad, radica en no poner de manifiesto que, a lo largo de las dos últimas décadas, al Estado le resultó imposible auditar el verdadero destino que se dio a los ingentes fondos que se le transfirieron.
Eso permitió, y aún lo hace, que la Universidad de Buenos Aires se haya transformado en una caja sideral para el radicalismo, cuya organización dependiente, Franja Morada, la ha gobernado durante todo ese largo lapso. El kirchnerismo, envidioso, lo imitó y, para facilitar el saqueo, creó decenas de universidades, en especial en el Conurbano bonaerense, sede de su base electoral.
En el aspecto laboral, y en la medida en que “la política es el arte de lo posible”, justifico la postergación de la reforma sindical que el Presidente había anunciado ya en campaña. De haber avanzado en ese sentido, Javier Milei hubiera abierto un nuevo frente de conflictos cuando ya tiene tantos contra que luchar.
De todos modos, me sigue molestando el rol que está jugando Santiago Caputo, un asesor externo y sin responsabilidades formales, en la administración del Ejecutivo. Se ha transformado en un verdadero pac-man sobre la gestión de todos los ministerios, y ya se ha hecho nada menos que con el control de la SIDE y grandes áreas del Ministerio de Capital Humano.
En otro orden de cosas, me llama la atención la escasa correlación entre el descubrimiento de tantos ilícitos y saqueos del gobierno de los Fernández² y la escasez de denuncias ante la Justicia Criminal. Espero que no se deba esa inactividad a un pacto secreto entre los libertarios y el kirchnerismo, tal como sugiere la permanencia de tantos funcionarios de ese origen y massistas en grandes organismos del Estado.
Para terminar de una vez con esta demasiado larga exposición, insisto en mi enorme preocupación por la subsistencia, aunque ahora demorada, nominación de Ariel Lijo para integrar la Corte. Si el Gobierno logra su objetivo de contar con un alto Tribunal adicto y permisivo, mis principios republicanos y liberales me obligarán, muy a mi pesar, a ponerme en la vereda de enfrente.
Hasta la próxima nota.
Un fuerte abrazo.
Enrique Guillermo Avogadro
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PrisioneroEnArgentina.com
Setiembre 30, 2024
Sinsentidos
por Dr. Enrique Guillermo Avogadro.
“Una causa, por muy justa que sea, se vuelve dañina tan pronto la defiende un fanático”.
Fernando Aramburu
Para evitar malos entendidos, declaro que apoyo firmemente la gestión del Presidente en su gigantesca lucha contra la pavorosa herencia que recibió de la tríada Fernández²/Massa, cuyo principal contenido era un hiperinflación al borde de estallar. Aunque me duelan, como a tantos, las consecuencias de esa ardua pelea, su éxito se comprueba precisamente en que el tema ha pasado al cuarto lugar en las preocupaciones urgentes de la sociedad, cuando hace sólo seis meses era prioritario. Y la recesión, único remedio posible contra ese terrible flagelo, parece haber tocado su durísimo piso y comenzado a rebotar, sobre todo en el interior.
Javier Milei, por formación, ha asumido la economía como único objeto de su interés, y entregado el comando real del resto de la administración nacional y de la política libertaria a su hermana Karina, Secretaria General de la Presidencia, y a ese raro asesor sin cargo oficial, Santiago Caputo, que ha demostrado disponer de un poder ilimitado sobre funcionarios y legisladores; su influencia es tal como para ser el responsable directo de un sideral traspié reputacional como es la propuesta del impresentable Alfredo Lijo para integrar la Corte Suprema. El miércoles, el Ministro de Justicia confirmó que había sido el ladino Ricardo Lorenzetti quien había instilado el veneno llamado Lijo en los crédulos e inexpertos oídos de esas dos personas.
La “casta”, demonizada por Milei en sus discursos, estará de fiesta porque el nefasto candidato, tan sospechosamente enriquecido, será una verdadera garantía de impunidad para funcionarios y empresarios corruptos aplicando su gran experiencia en dormir las causas más complicadas, aún cuando esa conducta redunde en un sideral perjuicio para el Estado (como sucedió con las vinculadas a la privatización, vaciamiento y re-estatización de YPF). Si llegara a la Corte, y aún cuando la mayoría que conforman hoy Horacio Rosatti, Carlos Rosenkrantz y Juan Carlos Maqueda se mantuviera en temas clave, Lijo podrá desempeñar su rol de adormecedor demorando indefinidamente su indispensable firma en las sentencias del alto Tribunal.
La cerrada e inexplicable defensa que hace de este nefasto personaje significa para Milei una tácita renuncia a todas las promesas de campaña, porque sólo podrá llevarla a buen puerto si transa con lo peor de la política, el pero-kirchnerismo, dueño de los votos necesarios para consagrar al candidato. Se trata de un razonamiento elemental porque ¿qué exigirán Cristina Fernández y los suyos a cambio de prestar ese acuerdo? ¿Guarda esa negociación alguna relación con las tan escasas denuncias judiciales en comparación con los escándalos que diariamente destapa el Ejecutivo?
Si los votos se repartieran como se vio en las sesiones de Diputados y Senado en la reforma jubilatoria, es altamente probable que sus enemigos (en realidad, quienes buscan estrellar el plan económico para lograr imponer una devaluación que, al concretarse, impactaría de lleno sobre la inflación que, con tanto sacrificio, estamos intentando domar) lograran alcanzar los dos tercios necesarios para insistir en el texto aprobado y, de ese modo, sortear el veto presidencial. Cuidado, porque si esta oposición de permanente geometría variable consiguiera reunir nuevamente ese porcentaje podría hasta hacerle juicio político al propio Presidente.
Cuando digo “enemigos”, no me refiero sólo a los políticos y gremialistas que perderían canonjías y kioscos varios si el Presidente tuviera éxito sino, también a los empresarios argentinos, que se niegan a invertir en sus propias industrias (generando puestos de trabajo de calidad), mejorar la productividad y competir con sus homólogos del exterior y así, permitir que gocemos de mejores precios y más calidad en lo que compramos y consumimos.
Pero las derrotas que sufrió el Ejecutivo en el Congreso no se debieron sólo a una oposición que, en defensa propia, está dispuesta a hacer saltar todo por el aire, sino a las crisis que exponen a cielo abierto las disidencias intra-bloques libertarios y, en especial, a inexplicables procederes del propio Presidente de la Nación, que da permanentes muestras de incontinencia verbal.
Estoy en total desacuerdo con el sistemático e injurioso ataque que despliega diariamente la granja de trolls de Santiago Caputo, que Milei retuitea, contra los periodistas que se niegan a aplaudir como focas amaestradas al Gobierno, cualquiera sea el dislate que éste cometa. Los vergonzosos episodios del acoso a los diputados que visitaron a los presos políticos, el permanente desencuentro entre el Presidente y la Vice y la expulsión del Senador Francisco Paoltroni del mini-bloque libertario por haber cuestionado la candidatura de Lijo, son ejemplos clarísimos de un autoritarismo anti-republicano que me niego de plano a convalidar.
Todo eso me duele mucho y ruego que se corrija prontamente, porque estoy convencido de que, en este período presidencial, se concentra la esperanza de una sociedad que, como reflejan todos los análisis de opinión pública y ratifica la ausencia de estallidos sociales, confía en dar vuelta definitivamente la página de trágica decadencia que comenzó a escribir, en una actitud claramente suicida, hace ya ocho décadas.
Enrique Guillermo Avogadro
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PrisioneroEnArgentina.com
Agosto 30, 2024
¿Quién es el principal candidato a Ministro de Economía de Milei?
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Tras un elogio público del presidente electo de Argentina, Javier Milei, realizado este miércoles, al exministro de Finanzas y expresidente del Banco Central Luis ‘Toto’ Caputo se le considera como el principal candidato para encabezar el Ministerio de Economía en el futuro Gobierno.
“Caputo es una persona que está en condiciones de estar en el cargo, con la experiencia necesaria para desarmar la situación que tenemos”, afirmó el victorioso ultraliberal en una entrevista televisiva.
Pese a recibir la propuesta, el especialista financiero de 58 años todavía no ha confirmado su aceptación, según informan medios locales al citar a personas allegadas al partido La Libertad Avanza (LLA).
Caputo mantuvo en un hotel bonaerense una reunión con el jefe de gabinete de la futura Presidencia, Nicolás Posse, lo que hizo sonar en los medios aún más fuerte el nombre del potencial ministro.
Descrito por Mauricio Macri como ‘el Messi de las Finanzas’, Caputo estuvo a cargo de esa cartera ministerial desde 2015, bajo mandato de Macri, para luego asumir en junio de 2018 la presidencia del Banco Central. En ese puesto le tocó afrontar una crisis cambiaria, una fuerte caída de valores, un drástico aumento del riesgo crediticio del país, la depreciación de la moneda nacional y el descontento social, lo que llevó a su renuncia en septiembre de aquel año.
Fue uno de los autores del acuerdo con el Fondo Monetario Internacional para un préstamo de 57.000 millones de dólares, por lo que posteriormente fue acusado, junto con Macri y varios otros altos funcionarios, de irregularidades a la hora de contraer obligaciones y emplear tales fondos. Militante de larga data del partido Propuesta Republicana (PRO), fue sindicado por pago de comisiones para adquirir instrumentos financieros de la Seguridad Social en condiciones lesivas para el Estado argentino, en unas transas realizadas poco antes de incorporarse al gabinete de Macri, y de elevar la deuda del país a niveles extremos.
Licenciado en Economía de la Universidad de Buenos Aires y profesor de posgrado en Economía y Finanzas de la Universidad Católica Argentina, Caputo estuvo a cargo del ‘trading’ para América Latina en JP Morgan entre 1994 y 1998. Luego se incorporó al Deutsche Bank. En 2008 creó la sociedad de fondos comunes Axis. Actualmente conduce la consultora Anker, que comparte con Santiago Bausili, exsecretario de Finanzas.
Padre de seis hijos, Luis pertenece al poderoso clan político-empresarial Caputo. Es primo hermano de Nicolás Caputo, empresario de la construcción y uno de los mejores amigos de Macri. Así, Mientras Macri ejerció como jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, Nicolás Caputo recibió numerosos contratos para obras públicas, algunos de ellos bajo la modalidad de “contratos de urgencia”, que aparentemente fueron ejecutados a través de una empresa no relacionada con la construcción, relata una nota de Télam de 2015. Además, Luis Caputo está emparentado con Santiago Caputo, consultor político con escasa exposición pública, al que Milei atribuyó el éxito de su candidatura tras su triunfo. Santiago es hijo del expresidente del Colegio de Escribanos de la ciudad de Buenos Aires, Claudio Caputo.
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Noviembre 24, 2023