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  Por Joan Kirsch.

Si no eres sueco y vives en Suecia, en algún momento Suecia empezará a parecer una distopía. Y el sentimiento nunca desaparece del todo. Cuanto más sureño seas y más norteño vayas, más intenso será el sentimiento.

¿Ves cómo funciona Ikea? Hay una manera de hacerlo, hay una manera de comportarse, todo está bien. Hace que las compras sean mucho más fáciles. Bueno, a veces toda Suecia me recuerda a Ikea. Todo funciona muy bien. Pero todo también se basa en contratos, en reglas que debes seguir en todo momento. Todo, desde conseguir el precioso número de persona hasta hacer un amigo sueco.

Cruzar una avenida vacía cuando el semáforo está en rojo para los peatones puede estar mal visto. Hacer cola en todos lados es de gran importancia. Puedes pasar el día lidiando únicamente con máquinas. Nunca ha llegado tarde un autobús, un tren o un avión. Nunca se ha visto a nadie cantar solo en la calle. Nunca se tienen encuentros aleatorios pero dulces en un lugar público. El consenso es muy importante aquí, destacar o expresar una opinión diferente es algo que desaconsejaría encarecidamente. Especialmente si no se es sueco: podría considerarse muy ofensivo. También recuerdo que una vez mencioné que estaba pasando una noche de panqueques con amigos y mi amiga sueca abrió los ojos en shock y dijo “Pero… es viernes”. El viernes es taco kväll. Los panqueques se comerán el jueves.

Esas son cosas pequeñas, obviamente, en el peor de los casos son divertidas. Pero el hecho de que haya tantas reglas pequeñas e incalculables es precisamente lo que a veces inquieta a Suecia. Si entiendes sueco, quizás puedas leer el poema Till de folkhemske de Gunnar Ekelöf.

 


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Mayo 14, 2024