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  Por Cyd Ollack.

Sir John A. Macdonald, el primer ministro de Canadá, ocupa un lugar destacado, aunque complejo, en la historia del país. Reverenciado como uno de los principales artífices de la Confederación Canadiense en 1867, Macdonald fue fundamental en la creación de un país unificado a partir de un mosaico de colonias británicas. Su visión y perspicacia política sentaron las bases del Canadá moderno; sin embargo, su legado también se ve ensombrecido por políticas que afectaron profundamente a los pueblos indígenas y a otras comunidades marginadas.

Nacido en Escocia en 1815 y emigrando al Alto Canadá (actual Ontario) de niño, Macdonald entró en la política a mediados del siglo XIX. Abogado hábil y astuto negociador, se convirtió en una figura clave en la política preconfederada. Su logro más perdurable fue orquestar la unión de Ontario, Quebec, Nuevo Brunswick y Nueva Escocia en una sola federación el 1 de julio de 1867. Macdonald fue nombrado primer ministro y ejercería su cargo durante casi dos décadas, guiando a Canadá durante sus años de formación.

La visión de Macdonald era abiertamente expansionista. Defendió el Ferrocarril del Pacífico Canadiense, una hazaña monumental que unió el este de Canadá con la Columbia Británica, uniendo físicamente el país de costa a costa. Este proyecto no se limitaba al transporte: era una declaración de soberanía sobre los territorios occidentales y un baluarte contra el expansionismo estadounidense. La Política Nacional, otro sello distintivo de su liderazgo, utilizó aranceles para proteger la industria canadiense y desarrollar mercados internos, contribuyendo al crecimiento económico y la autosuficiencia nacional.

Sin embargo, el legado de Macdonald también está entrelazado con decisiones que han suscitado crecientes críticas. El trato que su gobierno dio a los pueblos indígenas —mediante el establecimiento del sistema de escuelas residenciales y la aplicación de la Ley Indígena— tuvo efectos devastadores y duraderos. Estas políticas buscaban asimilar a las comunidades indígenas mediante la ruptura de lazos culturales y familiares, acciones que ahora se reconocen como instrumentos de genocidio cultural. Macdonald también invocó la hambruna como herramienta política, reteniendo alimentos durante la Resistencia del Noroeste de la década de 1880 como medio para coaccionar a los indígenas a someterse.

La doble identidad de Macdonald —como constructor de una nación y como controvertido legislador— plantea un desafío para los canadienses que luchan por recordarlo. Estatuas de Macdonald han sido vandalizadas o retiradas en los últimos años en medio de reclamos por un mayor reconocimiento de las injusticias históricas. Al mismo tiempo, muchos aún lo consideran una figura indispensable que sentó las bases de la estructura política del país, incluyendo su sistema parlamentario y su modelo federal.

En resumen, la influencia de Sir John A. Macdonald en Canadá es a la vez fundacional y problemática. Fue un visionario cuyo liderazgo unió a provincias dispares bajo una misma bandera y estableció instituciones cruciales que perduran hasta nuestros días. Sin embargo, también implementó políticas arraigadas en el colonialismo y la jerarquía racial, cuyas consecuencias aún resuenan. Estudiar a Macdonald es confrontar tanto el orgullo como el dolor: reconocer la construcción de una nación junto con los costos que soportaron quienes fueron marginados.

 


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Junio 27, 2025