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  Por Dr. Gonzalo P. Miño.

Parece que, en el mundo lesa, muchos se contentan con las migajas que les tira el nuevo gobierno, manteniendo así las estoicas ilusiones de que es el comienzo del fin. Desde esta columna creemos que son tan solo espejismos, que los hace seguir y seguir hacia un -hasta hoy- fatal y cantado final.

Todo parece indicar que, para el nuevo gobierno, las graves violaciones a los más elementales derechos y garantías procesales que se producen en los denominados juicios de lesa humanidad; no están, tan si siquiera, en el pensamiento remoto de algún funcionario.

Mientras entretienen a “la tropa” con algunos actos de homenajes por la toma de cuarteles por el terrorismo, algún mero cambio cosmético en cuanto a los presos fallecidos o que se haya quitado un logo de una página oficial; los juicios siguen progresando a gran velocidad, se suceden uno tras otro o en simultáneo; agigantándose, como dijimos, las terribles violaciones a los más elementales derechos y garantías procesales, que ya es coquetería legal para los imputados y condenados en los denominados juicios “de lesa”.

Así avanzan a paso firme con nuevas y cada vez más ridículas imputaciones, generando en consecuencia “nuevas” causas; deshacen los apartamientos de los juicios por notaria incapacidad del justiciable con la vil excusa de que puede estar en juicio, propugnando ahora que los exámenes médicos los haga la Facultad de Medicina de la UBA y no el Cuerpo Médico Forense de la Nación, porque simplemente no comparten sus conclusiones; pauperizan cada vez la atención medica en las Unidades de Detención (en Campo de Mayo se detectaron por lo menos nueve casos de COVID positivo y así los dejaron); los testigos declaran por largas horas sobre cuestiones políticas e internas gremiales sin que nadie se inmute pero cortan las declaraciones de los imputados para que se “limiten al objeto de autos”.

Ahora se suma una nueva, desde el Ministerio de Justicia de la Nación se instruyó al Centro de Monitoreo Electrónico que, ante cualquier pérdida de señal, se debe enviar móviles policiales a la casa de la persona para verificar que está pasando. Nada de contactarlo para verificar cual es la situación, pues puede tratarse de una emergencia médica o una simple pérdida de señal momentánea, no importa; allá van raudamente los móviles de la policía. Tampoco importa la hora, puede ser las 10 mañana como las 3 de la madrugada. Pensemos que se trata de ancianos de más de ochenta (80) años de edad  con graves padecimientos de salud.   

Las denuncias al respecto se multiplican en los juicios, los imputados enrojecen su garganta gritándolas y se viralizan por el WhatsApp y en los sitios digitales. A nadie le importa. Ni un funcionario ni un político se hacen eco. Nada.

Como hemos dicho en reiteradas oportunidades, está clara indiferencia del nuevo gobierno, que bramaba que los hechos de los 70 “fue una guerra donde se cometieron excesos” y que los “30.000 era mentira”;  llevó a que los jueces federales transformen ese escalofriante sudor frio que los recorrió cuando asumió el “león arnarco-capitalista”, en un reconfortante sosiego de que “TODO SEGUIRÁ IGUAL”; avanzando en sus atropellos legales con más fuerza y ahínco.

Ni hablar de los fiscales y los querellantes, sobre todo los de la Secretaria de Derechos Humanos de la Nación, que arremeten con más persuasión que antes.

Se podría decir que sigue todo igual, pero en realidad se está cada vez peor.

¿De qué sirve un homenaje a un preso muerto, cuando pasó largos años muerto en vida y nadie se acordó de él? Lo harán cuando se muera, una verdadera burla.

En ese sentido, la inacción de la familia militar o policial sigue, como se dice “sin mosquearse”, sumidos en la inercia de la dejadez. Tan solo se limitan a blandir una vana quimera de lo que desean que suceda entusiasmados con las menudencias que les arroja el gobierno o a extensas tertulias de críticos y especializados análisis asado por medio; los más atrevidos, a bravucones comentarios en las redes sociales, eso sí, SIN DAR LA CARA Y TRAS ÉPICOS SEUDÓNIMOS.

Como dijimos los juicios se suceden y las salas de audiencias están vacías. Ni un camarada, ni un amigo. Ni una bandera argentina ni una foto de las víctimas del terrorismo. Nada. Tan solo un aturdidor silencio y la más angustiante soledad, para los que saben su infame final. En cambio, la turba y el griterío de los derechos humanos siempre presentes.

COMO SIEMPRE DECIMOS DESDE ACÁ, NADIE VA A PELEAR UNA GUERRA QUE SUS PROPIOS INTERESADOS NO PELEAN.

Sabemos que muchos retirados se ocupan y mucho de sus camaradas presos. Al igual que muchos civiles que ni siquiera tienen un pariente militar. Lo hemos puesto de manifiesto desde esta columna. Lo valoramos y lo reconocemos. Pero no es la mayoría. Una golondrina no hace el verano.

En fin, por ahora más y más de lo mismo, predicando como siempre en el desierto desde esta columna. Nada parece que va a cambiar. Mucho cambio cultural, mucho nueva Argentina, pero sin tocar los paradigmas de los derechos humanos. De seguro alguno dirá que hay que dar tiempo, que apenas lleva sesenta días este gobierno y que no es posible remediar veinte años de atropellos en veinte minutos. Pero, la cruda realidad es que los presos “de lesa” ya no tienen más tiempo y sin una señal clara a la vista, debemos concluir que el tiempo solo nos pedirá más tiempo mientras que la inacción sigue consolidándose en su inexorable transcurrir.

 


PrisioneroEnArgentina.ccom

Febrero 19, 2024