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  Por Cyd Ollack.

Yamamoto

El almirante Yamamoto estudió en la Universidad de Harvard en los años 20. “Cuando le enseñaron a jugar al póquer, se convirtió en un fanático del póquer que se quedaba despierto toda la noche, ganando mano tras mano. ¿Y qué hacía con sus ganancias? ¿Llevar una buena vida? No, en absoluto: viajaba por todo el país haciendo autostop durante el verano, explorando América”.

Olvidamos que Yamamoto había visitado Estados Unidos, había pasado algún tiempo en Harvard, conocía las formas y los medios de Estados Unidos. Por eso supo después de Pearl Harbor que Japón se enfrentaría a una derrota segura en cualquier guerra prolongada. Podría haber sido una voz de la razón si hubiera vivido más.

Años más tarde, como agregado naval en la embajada japonesa en Washington, D.C., y todavía un jugador compulsivo de póquer, Yamamoto jugaba con miembros del ejército de Estados Unidos. “Incitado por sus victorias”, escribe Morris, “desarrolló desprecio por la agilidad mental de sus oponentes navales estadounidenses en la mesa de póquer”.

“Yamamoto no era un gran jugador de póquer en vano”, escribe Morris. Decidió, como en el póquer, “eliminar al mejor jugador de la partida, bien y desde el principio… La vergüenza de los Jefes del Estado Mayor Conjunto fue su falta de imaginación al tratar de descifrar a su oponente. Pensaban en él como un japonés tradicional que haría todo ‘según las reglas’ (tal como lo hacían ellos). No tuvieron en cuenta que tal vez, sólo tal vez, Isoroku Yamamoto era más estadounidense que ellos”.

 


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Enero 30, 2025