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El ataque sorpresa de las fuerzas egipcias y sirias contra Israel en octubre de 1973 sume en el caos a Oriente Medio y amenaza con llevar a Estados Unidos y la Unión Soviética a un conflicto directo por primera vez desde la Crisis de los Misiles de Cuba en 1962. Aunque no se produjo un combate real entre las dos naciones, los acontecimientos que rodearon la Guerra del Yom Kippur dañaron gravemente las relaciones entre Estados Unidos y la Unión Soviética y prácticamente destruyeron la muy publicitada política de distensión del presidente Richard Nixon.
Inicialmente, parecía que Egipto y Siria saldrían victoriosos del conflicto. Armados con armamento soviético moderno, las dos naciones esperaban vengar su humillante derrota en la Guerra de los Seis Días de 1967. Israel, sorprendido, inicialmente se tambaleó ante el ataque en dos frentes, pero los contraataques israelíes cambiaron el curso de las cosas, ayudados por cantidades masivas de asistencia militar estadounidense, así como por la desorganización entre las fuerzas sirias y egipcias. Los sirios fueron rechazados y las tropas israelíes tomaron los estratégicos Altos del Golán. Las fuerzas egipcias tuvieron aún peor suerte: al retirarse a través del desierto del Sinaí, miles de sus tropas fueron rodeadas y aisladas por el ejército israelí.
El secretario de Estado Henry Kissinger, junto con sus homólogos soviéticos, finalmente logró un inestable alto el fuego. Cuando se hizo evidente que Israel no abandonaría su asedio a las tropas egipcias (que en ese momento tenían pocos alimentos y medicinas), los soviéticos amenazaron con tomar medidas unilaterales para rescatarlas. Los ánimos se caldearon tanto en Washington como en Moscú; las fuerzas militares estadounidenses pasaron a una alerta de nivel 3 (el nivel 1 es guerra). Los soviéticos se retractaron de su amenaza, pero el daño a las relaciones entre las dos naciones fue grave y duradero.
Kissinger trabajó frenéticamente para lograr un acuerdo de paz entre Israel y Siria y Egipto. En lo que llegó a conocerse como “diplomacia de lanzadera”, el secretario de Estado voló de nación en nación para ultimar los detalles del acuerdo de paz. Finalmente, las tropas israelíes se retiraron de algunas de sus posiciones tanto en el Sinaí como en territorio sirio, mientras que Egipto prometió renunciar al uso de la fuerza en sus relaciones con Israel. Siria aceptó a regañadientes el plan de paz, pero siguió oponiéndose rotundamente a la existencia del Estado israelí.