Dos horas al este de Venecia, cerca de la frontera con Eslovenia, otra ciudad apuesta por su independencia.
Trieste tiene una historia culturalmente diversa.
Durante siglos fue parte del Imperio Austrohúngaro; durante la posguerra fue para Winston Churchill el puesto fronterizo sureño de la llamada “Cortina de Hierro” que separaba Occidente del Este comunista.
Inmediatamente después de la Segunda Guerra Mundial, Trieste -en la frontera con la entonces Yugoslavia- fue reconocida según el derecho internacional como estado libre, si bien permaneció bajo ocupación militar hasta 1954, cuando fue devuelta a Italia.
Pero para los miembros del movimiento Territorio de Trieste Libre, que ha movilizado a entre 2.000 y 8.000 manifestantes en distintas protestas en los últimos meses, la independencia de Trieste no terminó.
En una mansión del siglo XIX derruida, a cinco minutos del mar, Vito Potenza –líder del movimiento- sueña con la liberación.
Tres banderas rojas con el tradicional escudo de armas de Trieste cuelgan de las ventanas, otra adorna las mesas de su oficina.
“Luchamos por los derechos del pueblo del territorio libre de Trieste”, sostiene Potenza.
“Luchamos contra el gobierno italiano”.
Después de todo, están bajo ocupación.
Aquí, la ciudad donde se sirve el coctel veneciano Spritz con queso esloveno sobre pan integral y donde los cafés costeros ofrecen sus capuchinos con crema vienesa, muchos se identifican primero como triestinos y después como italianos.
Antaño esta ciudad fue el gran puerto del Imperio Austrohúngaro; en la Plaza de la Unidad, tres lados están ocupados por edificios espléndidos de la época de los Habsburgo y el cuarto lado lo ocupa el mar.
Una placa conmemora el lugar donde Benito Mussolini anunció su política de leyes raciales contra los judíos. La Iglesia católica de San Antonio comparte espacio en el gran canal con la Iglesia ortodoxa serbia; la sinagoga está a dos minutos.
“Somos un pueblo multicultural”, dice Potenza – él es medio italiano, medio croata.
Su movimiento Territorio Libre de Trieste, que reclama independencia para la ciudad y su interior, está diseñado para reflejar esa idea de diversidad: concibe el italiano, el esloveno y el croata como lenguas oficiales comunes.
“Italia ha reprimido nuestra cultura demasiado tiempo”, explica.
Los años fascistas de las décadas de 1920 y 1930, durante los cuales la población eslava de Trieste fue sometida a un programa de “italianización forzada” no ocurrieron hace tanto tiempo.
Potenza y sus partidarios consideran que Trieste es legalmente independiente de acuerdo al derecho internacional.
Citan una carta del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas de 1947 que reconoció a Trieste y sus alrededores –incluyendo partes de lo que ahora es Croacia y Eslovenia- como un estado libre, con el italiano y el esloveno como idiomas oficiales, sujeto a la designación de un gobernador reconocido internacionalmente.
Sin embargo, este “territorio libre” nunca existió en la práctica: durante los siete años de la independencia de Trieste, sectores del “territorio libre” fueron gobernados por Reino Unido, Estados Unidos y la ex Yugoslavia, hasta el Memorando de Londres de 1954, que devolvió la mayor parte del territorio a Italia.
Según Potenza, esta decisión cuenta como invasión ilegal: “Durante 60 años, Italia impuso su soberanía sobre nuestro pueblo… El tratado de 1947 es la ley, es la constitución de nuestro territorio”.
Su colega Giorgi Deskovich Deschi está totalmente de acuerdo.
Trieste es la “Jerusalén del clima frío”, insiste.
“Culturalmente soy italiano, pero tengo genes croatas, venecianos, eslavos. Esta ciudad puede abarcar todas estas características para convertirse en un verdadero núcleo”.
Visualiza un Trieste libre como un “símbolo poderoso” para el futuro, donde “todas las religiones, todo el conocimiento, todo el arte” exista en unión.
“Trieste está verdaderamente abierta al mundo”, señala, usando un término masónico, “agape”, para describir su visión sobre la unidad. “Vivimos un gran momento, y Trieste está en el centro de todo”.
Es un Trieste donde conviven “católicos, ortodoxos serbios, judíos y masones”.
¿Masones? ¿Es uno de ellos?
Sonríe con cautela. “Todas las religiones y ninguna”, responde.
Pero los objetivos de Potenza son tanto económicos como culturales.
Trieste tiene un puerto internacionalmente importante, destaca Potenza, con cantidad de impuestos a las importaciones que según él se le deben al Territorio Libre. Potenza denuncia que “el gobierno italiano rechaza aplicar la ley” y recauda el dinero.
¿Por qué debería la relativamente próspera Trieste “caer con Italia” que, en su opinión, está en un declive inevitable?
¿Qué pasa con la mayoría de la gente en Trieste que está perfectamente feliz de ser tanto triestino como italiano? Potenza se encoge de hombro.
No pueden negar la ley: “Este proyecto es más importante”.
Es cuestión de tiempo, asegura. Durante el último año, ha enviado varias cartas y peticiones firmadas a Naciones Unidas, en demanda de que se reconozca el estatus libre de Trieste.
“No hemos tenido respuesta”, señala.
Muchos residentes de Trieste parecen poco impresionados.
“Están locos”, opina un cliente habitual de uno de los bares más nuevos de Trieste, en el corazón de lo que alguna vez fue el gueto judío. “¿Cómo puede funcionar?”.
Otro hombre es más cortante: “El único gobierno en el que confío es el Imperio Austrohúngaro”.
Aun así, Potenza y Deschi tienen esperanzas.
El referendo sobre la independencia de Escocia abrió la puerta a más movimientos separatistas en todo el mundo.
No obstante, Potenza advierte contra una comparación demasiado cercana.
“La situación de Escocia no es comparable. No estamos buscando la independencia. Ya somos independientes“, insiste.
Simplemente, el resto del mundo no se ha dado cuenta.
Dos horas al este de Venecia, cerca de la frontera con Eslovenia, otra ciudad apuesta por su independencia.
Trieste tiene una historia culturalmente diversa.
Durante siglos fue parte del Imperio Austrohúngaro; durante la posguerra fue para Winston Churchill el puesto fronterizo sureño de la llamada “Cortina de Hierro” que separaba Occidente del Este comunista.
Inmediatamente después de la Segunda Guerra Mundial, Trieste -en la frontera con la entonces Yugoslavia- fue reconocida según el derecho internacional como estado libre, si bien permaneció bajo ocupación militar hasta 1954, cuando fue devuelta a Italia.
Pero para los miembros del movimiento Territorio de Trieste Libre, que ha movilizado a entre 2.000 y 8.000 manifestantes en distintas protestas en los últimos meses, la independencia de Trieste no terminó.
En una mansión del siglo XIX derruida, a cinco minutos del mar, Vito Potenza –líder del movimiento- sueña con la liberación.
Tres banderas rojas con el tradicional escudo de armas de Trieste cuelgan de las ventanas, otra adorna las mesas de su oficina.
“Luchamos por los derechos del pueblo del territorio libre de Trieste”, sostiene Potenza.
“Luchamos contra el gobierno italiano”.
Después de todo, están bajo ocupación.
Aquí, la ciudad donde se sirve el coctel veneciano Spritz con queso esloveno sobre pan integral y donde los cafés costeros ofrecen sus capuchinos con crema vienesa, muchos se identifican primero como triestinos y después como italianos.
Antaño esta ciudad fue el gran puerto del Imperio Austrohúngaro; en la Plaza de la Unidad, tres lados están ocupados por edificios espléndidos de la época de los Habsburgo y el cuarto lado lo ocupa el mar.
Una placa conmemora el lugar donde Benito Mussolini anunció su política de leyes raciales contra los judíos. La Iglesia católica de San Antonio comparte espacio en el gran canal con la Iglesia ortodoxa serbia; la sinagoga está a dos minutos.
“Somos un pueblo multicultural”, dice Potenza – él es medio italiano, medio croata.
Su movimiento Territorio Libre de Trieste, que reclama independencia para la ciudad y su interior, está diseñado para reflejar esa idea de diversidad: concibe el italiano, el esloveno y el croata como lenguas oficiales comunes.
“Italia ha reprimido nuestra cultura demasiado tiempo”, explica.
Los años fascistas de las décadas de 1920 y 1930, durante los cuales la población eslava de Trieste fue sometida a un programa de “italianización forzada” no ocurrieron hace tanto tiempo.
Potenza y sus partidarios consideran que Trieste es legalmente independiente de acuerdo al derecho internacional.
Citan una carta del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas de 1947 que reconoció a Trieste y sus alrededores –incluyendo partes de lo que ahora es Croacia y Eslovenia- como un estado libre, con el italiano y el esloveno como idiomas oficiales, sujeto a la designación de un gobernador reconocido internacionalmente.
Sin embargo, este “territorio libre” nunca existió en la práctica: durante los siete años de la independencia de Trieste, sectores del “territorio libre” fueron gobernados por Reino Unido, Estados Unidos y la ex Yugoslavia, hasta el Memorando de Londres de 1954, que devolvió la mayor parte del territorio a Italia.
Según Potenza, esta decisión cuenta como invasión ilegal: “Durante 60 años, Italia impuso su soberanía sobre nuestro pueblo… El tratado de 1947 es la ley, es la constitución de nuestro territorio”.
Su colega Giorgi Deskovich Deschi está totalmente de acuerdo.
Trieste es la “Jerusalén del clima frío”, insiste.
“Culturalmente soy italiano, pero tengo genes croatas, venecianos, eslavos. Esta ciudad puede abarcar todas estas características para convertirse en un verdadero núcleo”.
Visualiza un Trieste libre como un “símbolo poderoso” para el futuro, donde “todas las religiones, todo el conocimiento, todo el arte” exista en unión.
“Trieste está verdaderamente abierta al mundo”, señala, usando un término masónico, “agape”, para describir su visión sobre la unidad. “Vivimos un gran momento, y Trieste está en el centro de todo”.
Es un Trieste donde conviven “católicos, ortodoxos serbios, judíos y masones”.
¿Masones? ¿Es uno de ellos?
Sonríe con cautela. “Todas las religiones y ninguna”, responde.
Pero los objetivos de Potenza son tanto económicos como culturales.
Trieste tiene un puerto internacionalmente importante, destaca Potenza, con cantidad de impuestos a las importaciones que según él se le deben al Territorio Libre. Potenza denuncia que “el gobierno italiano rechaza aplicar la ley” y recauda el dinero.
¿Por qué debería la relativamente próspera Trieste “caer con Italia” que, en su opinión, está en un declive inevitable?
¿Qué pasa con la mayoría de la gente en Trieste que está perfectamente feliz de ser tanto triestino como italiano? Potenza se encoge de hombro.
No pueden negar la ley: “Este proyecto es más importante”.
Es cuestión de tiempo, asegura. Durante el último año, ha enviado varias cartas y peticiones firmadas a Naciones Unidas, en demanda de que se reconozca el estatus libre de Trieste.
“No hemos tenido respuesta”, señala.
Muchos residentes de Trieste parecen poco impresionados.
“Están locos”, opina un cliente habitual de uno de los bares más nuevos de Trieste, en el corazón de lo que alguna vez fue el gueto judío. “¿Cómo puede funcionar?”.
Otro hombre es más cortante: “El único gobierno en el que confío es el Imperio Austrohúngaro”.
Aun así, Potenza y Deschi tienen esperanzas.
El referendo sobre la independencia de Escocia abrió la puerta a más movimientos separatistas en todo el mundo.
No obstante, Potenza advierte contra una comparación demasiado cercana.
“La situación de Escocia no es comparable. No estamos buscando la independencia. Ya somos independientes“, insiste.
Simplemente, el resto del mundo no se ha dado cuenta.
PrisioneroEnArgentina.com
Mayo 27, 2019
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