LA POLICÍA DE LA PROVINCIA DE BUENOS AIRES Y LA FIEBRE AMARILLA
Todos recordamos que al estudiar la Historia Argentina en la escuela someramente tomamos conocimiento que en algún momento impreciso la epidemia de Fiebre Amarilla, azotó la ciudad de Buenos Aires, causando verdaderos estragos entre la población.
Hoy, con mayores datos a mano podemos tomar verdadera conciencia de lo que fue aquella verdadera tragedia que sacudió al país a partir del mes de enero del año 1871., “Un sencillo resumen pintará la magnitud de la calamidad que asoló a la capital argentina: de unos 190.000 habitantes murieron 14.000, se colmaron todos los hospitales, se habilitaron lazaretos provisorios, se despobló la ciudad, emigró el gobierno nacional, se decretó feriado en todos los ministerios y oficinas públicas, cerraron bancos, las escuelas, las iglesias, los comercios. Las calles quedaron desiertas, huérfanas de gente y de vehículos. En una ciudad donde el índice normal de fallecimientos diarios no llegaba a veinte, hubo momentos en que murieron mas de 500 personas por día, y de acuerdo al Dr. José Penna – que hace autoridad en la materia – los dos tercios de la población habrían sufrido la enfermedad en una u otra forma” (Miguel Ángel Scenna, Todo es Historia, diciembre 1967).
El terror llega a su máxima expresión hacia el mes de marzo del año 1871 “Marzo 9 – Los gobiernos sin Senado el uno, sin autoridad el otro, no responden a la situación. Huyen Jueces y Curiales y aún médicos” “Marzo 19 –Médicos que recetan desde el estudio El Presidente Sarmiento huye, legisladores, jueces, municipales, etc. Todos huyen cada día gratis” (Anotaciones del diario de Mardoqueo Navarro” quién narró todo el desarrollo de la epidemia). Pero no todo es cobardía frente al flagelo, existieron quienes hicieron verdadero honor a sus respectivas profesiones o vocaciones, y es así que entre quienes cumplieron con sus obligaciones y pagaron por ello la mayor cuota en pérdidas de vidas se encuentran en primer lugar los sacerdotes, que con la sola protección de su fe brindaron toda la ayuda y consuelo, que el momento y las circunstancias hacían posible, a los enfermos de toda condición, calculándose en 60 la cantidad de sacerdotes que se llevó la epidemia. También un número importante de médicos que cumplieron honrosamente con su deber, estimando en 12 el número de los que sucumbieron en la oportunidad.
Pero una institución pública, poco recordada por la historia cuyos integrantes, lejos de huir en busca de la salvación, afrontaron con entereza todas las obligaciones a su cargo, rescatando del trabajo del historiador Scenna ya citado un párrafo que condensa esa abnegación: “La Policía (de la Provincia de Buenos Aires) de 1871 y su extraordinario jefe Enrique O´Gorman, ya han encontrado su historiador, que les ha rendido cumplida justicia.
Remitimos a los trabajos de Francisco Romay al que desee profundizar en el comportamiento mas que ejemplar, heroico de ese cuerpo”. Precisamente de dicho historiador extraemos el párrafo siguiente: “Escenas de terror y muerte por centenares fueron el saldo del flagelo. La Policía de la Provincia de Buenos Aires, mientras la mayoría de los habitantes huía a la campaña, permanecía en su puesto de lucha y sacrificio y sus hombres caían inmolados en el cumplimiento de su deber” Mas que todas las palabras resulta ilustrativo el hecho de que el registro de policías caídos en cumplimiento del deber señala para el año 1871 la cantidad de 53 efectivos, mientras que en los años cercanos la cifra alcanza solamente a uno o dos, deduciendo que la diferencia marca las consecuencias de la enfermedad. Del impacto de estas pérdidas y la dificultad de su reposición habla el hecho de que se resolviera contratar en Europa los elementos adecuados, para lo que se autorizó el viaje de una persona para realizar los contratos pertinentes.
Estos desgraciados acontecimientos de nuestra Historia Patria marcan, como otros tantos, la oportunidad en que una vez mas, nuestra institución, La Policía de la Provincia de Buenos Aires, supo afrontar la prueba a que sus obligaciones la sometía, aportando el sacrificio de sus hombres que humildemente, sin ostentaciones, sin jactancias ofrendaron sus vidas en el cumplimiento de su deber.
UN CUADRO UN POQUITO MENTIROSO
Agrego parcialmente un conocido cuadro que en cada artículo histórico referente a la Fiebre Amarilla, ha sido reproducido hasta resultarnos familiar La imagen elaborada por el famoso pintor uruguayo Juan Manuel Blanes, fue exhibida en el teatro Colón de Buenos Aires el 8 de diciembre del mismo año 1871, bajo el título de “Episodio de la Fiebre Amarilla”, Todavía frescos los horrorosos recuerdos que dejara la enfermedad, el cuadro sacudió a la ciudad, ya que el pintor reflejó una escena en una miserable pieza de un conventillo, donde, en su piso, yace una mujer joven, muerta de fiebre amarilla., mientras que sobre ella gatea su pequeño hijo en busca del seno materno, mientras que al fondo sobre un lecho se entreve el cadáver del padre. Las dos hojas de la puerta de la habitación abiertas destacándose la figura de los miembros de la Comisión Popular, ocupando el centro del cuadro el Dr. Roque Pérez, y a su lado el Dr. Manuel Argerich, que se descubre respetuosamente, completando la escena otras dos figuras.
Al respecto de este cuadro y surgida la pregunta acerca de si el artista había elaborado el mismo ideando íntegramente la escena o había reflejado un cuadro de la realidad, en base a un episodio realmente acontecido en Buenos Aires durante los trágicos meses de la epidemia, la que es respondida por Bucich Escobar en su libro “Bajo el horror de la epidemia” , confirmando que el hecho existió verdaderamente y habría ocurrido en la calle Balcarce 384, el día 20 de marzo de 1871, cuando un sereno policial al ver la puerta abierta entró hallándola abandonada, recorriendo las habitaciones hasta que al abrir una puerta y alzar el farol destacó el espectáculo de la mujer muerta en el suelo y un niño de pecho tratando desesperadamente de mamar de su seno.
Según Leandro Ruiz Moreno, en LA PESTE HISTORICA, se corrobora la veracidad del episodio y transcribe el parte policial correspondiente al Comisario Lisandro Suárez, de la Seccional 14, elevado a su jefe Enrique O´Gorman cuyo texto dice:
“Marzo 17 de 1871. Al Sr. Jefe de Policía: A la una de la madrugada de hoy, el sereno de la manzana 72, MANUEL DOMINGUEZ, notó que la puerta de la calle Balcarce número 384 estaba abierta. En cumplimiento de su deber llamó y visto que no se le contestaba entró y encontró a una mujer muerta, con una criatura de pecho mamándole. Entonces éste recogió al niño y pasó palabra al ayudante, Don José María Sáenz Peña, quién remitió al niño a ese departamento. En la mañana de hoy, el que firma fue a la indicada casa y encontró el cadáver tirado en el suelo, encima de un colchón. Según los informes que he podido conseguir esta mujer fue traída ayer en un carro a la citada casa. Dicen que se llama Ana Bristiani, italiana y que tiene su marido enfermo en la Boca del Riachuelo, pero que no saben donde. La casa en que ha fallecido esta mujer, se halla abandonada, por tanto, tan pronto como se saque el cadáver, cerraré la puerta hasta tanto se presente el marido de ésta, para ponerlo en posesión de algunas cosas que hay, si bien de poco valor”
Lisando Suárez, Comisario, Sección 14.
De este documento se desprende que basado en un hecho real, el artista incluyó en la escena a otras personas y a los médicos integrantes de la Comisión Popular, que nunca estuvieron en el lugar, porque de lo contrario el Comisario lo habría hecho constar, y por otra parte ya no era necesaria esa presencia de acuerdo a lo constatado por el sereno policial, que desde un principio retiró al niño del lugar, para su remisión a la Jefatura de Policía.
No obstante lo justiciero del homenaje hacia los insignes médicos que afrontaron la epidemia con los escasos recursos de la época y que sin duda, no en éste pero sí en otros numerosos episodios similares aportaron su presencia y saber en beneficio de la población asolada, y por lo cual se les ha brindado sentido homenaje y se los recuerda y reconoce actualmente, el famoso cuadro y la memoria colectiva deja afuera al más humilde servidor que tuvo intervención directa en los hechos, el empleado policial, Sereno Manuel Domínguez, que en horas de la madrugada, en una ciudad, prácticamente abandonada y asolada por una peste invisible y letal, con el solo estímulo “del cumplimiento del deber” ante una puerta abierta y la carencia de respuesta a su llamado, penetró a una casa abandonada, encontrando el cadáver y recogiendo al niño, salvando con seguridad su vida, al tiempo que arriesgaba la propia.
El cuadro de Blanes se encuentra hoy en el Museo de Montevideo, nosotros lo seguiremos viendo en cada reproducción que ilustre algún artículo sobre la epidemia de fiebre amarilla, como un aporte al homenaje al sacrificio de los hombres por la humanidad, pero siempre quienes conocemos la verdad de la historia y la negación de similar reconocimiento al participante verdadero del drama, podremos entrever en algún lugar de la escena al olvidado Sereno Policial MANUEL DOMINGUEZ., sencillamente “cumpliendo con su deber” para honra de nuestra Institución Policial toda.
Bibliografía: Revista Todo es Historia, Nro. 8 /67
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LA POLICÍA DE LA PROVINCIA DE BUENOS AIRES Y LA FIEBRE AMARILLA
Todos recordamos que al estudiar la Historia Argentina en la escuela someramente tomamos conocimiento que en algún momento impreciso la epidemia de Fiebre Amarilla, azotó la ciudad de Buenos Aires, causando verdaderos estragos entre la población.
Hoy, con mayores datos a mano podemos tomar verdadera conciencia de lo que fue aquella verdadera tragedia que sacudió al país a partir del mes de enero del año 1871., “Un sencillo resumen pintará la magnitud de la calamidad que asoló a la capital argentina: de unos 190.000 habitantes murieron 14.000, se colmaron todos los hospitales, se habilitaron lazaretos provisorios, se despobló la ciudad, emigró el gobierno nacional, se decretó feriado en todos los ministerios y oficinas públicas, cerraron bancos, las escuelas, las iglesias, los comercios. Las calles quedaron desiertas, huérfanas de gente y de vehículos. En una ciudad donde el índice normal de fallecimientos diarios no llegaba a veinte, hubo momentos en que murieron mas de 500 personas por día, y de acuerdo al Dr. José Penna – que hace autoridad en la materia – los dos tercios de la población habrían sufrido la enfermedad en una u otra forma” (Miguel Ángel Scenna, Todo es Historia, diciembre 1967).
El terror llega a su máxima expresión hacia el mes de marzo del año 1871 “Marzo 9 – Los gobiernos sin Senado el uno, sin autoridad el otro, no responden a la situación. Huyen Jueces y Curiales y aún médicos” “Marzo 19 –Médicos que recetan desde el estudio El Presidente Sarmiento huye, legisladores, jueces, municipales, etc. Todos huyen cada día gratis” (Anotaciones del diario de Mardoqueo Navarro” quién narró todo el desarrollo de la epidemia). Pero no todo es cobardía frente al flagelo, existieron quienes hicieron verdadero honor a sus respectivas profesiones o vocaciones, y es así que entre quienes cumplieron con sus obligaciones y pagaron por ello la mayor cuota en pérdidas de vidas se encuentran en primer lugar los sacerdotes, que con la sola protección de su fe brindaron toda la ayuda y consuelo, que el momento y las circunstancias hacían posible, a los enfermos de toda condición, calculándose en 60 la cantidad de sacerdotes que se llevó la epidemia. También un número importante de médicos que cumplieron honrosamente con su deber, estimando en 12 el número de los que sucumbieron en la oportunidad.
Pero una institución pública, poco recordada por la historia cuyos integrantes, lejos de huir en busca de la salvación, afrontaron con entereza todas las obligaciones a su cargo, rescatando del trabajo del historiador Scenna ya citado un párrafo que condensa esa abnegación: “La Policía (de la Provincia de Buenos Aires) de 1871 y su extraordinario jefe Enrique O´Gorman, ya han encontrado su historiador, que les ha rendido cumplida justicia.
Remitimos a los trabajos de Francisco Romay al que desee profundizar en el comportamiento mas que ejemplar, heroico de ese cuerpo”. Precisamente de dicho historiador extraemos el párrafo siguiente: “Escenas de terror y muerte por centenares fueron el saldo del flagelo. La Policía de la Provincia de Buenos Aires, mientras la mayoría de los habitantes huía a la campaña, permanecía en su puesto de lucha y sacrificio y sus hombres caían inmolados en el cumplimiento de su deber” Mas que todas las palabras resulta ilustrativo el hecho de que el registro de policías caídos en cumplimiento del deber señala para el año 1871 la cantidad de 53 efectivos, mientras que en los años cercanos la cifra alcanza solamente a uno o dos, deduciendo que la diferencia marca las consecuencias de la enfermedad. Del impacto de estas pérdidas y la dificultad de su reposición habla el hecho de que se resolviera contratar en Europa los elementos adecuados, para lo que se autorizó el viaje de una persona para realizar los contratos pertinentes.
Estos desgraciados acontecimientos de nuestra Historia Patria marcan, como otros tantos, la oportunidad en que una vez mas, nuestra institución, La Policía de la Provincia de Buenos Aires, supo afrontar la prueba a que sus obligaciones la sometía, aportando el sacrificio de sus hombres que humildemente, sin ostentaciones, sin jactancias ofrendaron sus vidas en el cumplimiento de su deber.
UN CUADRO UN POQUITO MENTIROSO
Agrego parcialmente un conocido cuadro que en cada artículo histórico referente a la Fiebre Amarilla, ha sido reproducido hasta resultarnos familiar La imagen elaborada por el famoso pintor uruguayo Juan Manuel Blanes, fue exhibida en el teatro Colón de Buenos Aires el 8 de diciembre del mismo año 1871, bajo el título de “Episodio de la Fiebre Amarilla”, Todavía frescos los horrorosos recuerdos que dejara la enfermedad, el cuadro sacudió a la ciudad, ya que el pintor reflejó una escena en una miserable pieza de un conventillo, donde, en su piso, yace una mujer joven, muerta de fiebre amarilla., mientras que sobre ella gatea su pequeño hijo en busca del seno materno, mientras que al fondo sobre un lecho se entreve el cadáver del padre. Las dos hojas de la puerta de la habitación abiertas destacándose la figura de los miembros de la Comisión Popular, ocupando el centro del cuadro el Dr. Roque Pérez, y a su lado el Dr. Manuel Argerich, que se descubre respetuosamente, completando la escena otras dos figuras.
Al respecto de este cuadro y surgida la pregunta acerca de si el artista había elaborado el mismo ideando íntegramente la escena o había reflejado un cuadro de la realidad, en base a un episodio realmente acontecido en Buenos Aires durante los trágicos meses de la epidemia, la que es respondida por Bucich Escobar en su libro “Bajo el horror de la epidemia” , confirmando que el hecho existió verdaderamente y habría ocurrido en la calle Balcarce 384, el día 20 de marzo de 1871, cuando un sereno policial al ver la puerta abierta entró hallándola abandonada, recorriendo las habitaciones hasta que al abrir una puerta y alzar el farol destacó el espectáculo de la mujer muerta en el suelo y un niño de pecho tratando desesperadamente de mamar de su seno.
Según Leandro Ruiz Moreno, en LA PESTE HISTORICA, se corrobora la veracidad del episodio y transcribe el parte policial correspondiente al Comisario Lisandro Suárez, de la Seccional 14, elevado a su jefe Enrique O´Gorman cuyo texto dice:
“Marzo 17 de 1871. Al Sr. Jefe de Policía: A la una de la madrugada de hoy, el sereno de la manzana 72, MANUEL DOMINGUEZ, notó que la puerta de la calle Balcarce número 384 estaba abierta. En cumplimiento de su deber llamó y visto que no se le contestaba entró y encontró a una mujer muerta, con una criatura de pecho mamándole. Entonces éste recogió al niño y pasó palabra al ayudante, Don José María Sáenz Peña, quién remitió al niño a ese departamento. En la mañana de hoy, el que firma fue a la indicada casa y encontró el cadáver tirado en el suelo, encima de un colchón. Según los informes que he podido conseguir esta mujer fue traída ayer en un carro a la citada casa. Dicen que se llama Ana Bristiani, italiana y que tiene su marido enfermo en la Boca del Riachuelo, pero que no saben donde. La casa en que ha fallecido esta mujer, se halla abandonada, por tanto, tan pronto como se saque el cadáver, cerraré la puerta hasta tanto se presente el marido de ésta, para ponerlo en posesión de algunas cosas que hay, si bien de poco valor”
Lisando Suárez, Comisario, Sección 14.
De este documento se desprende que basado en un hecho real, el artista incluyó en la escena a otras personas y a los médicos integrantes de la Comisión Popular, que nunca estuvieron en el lugar, porque de lo contrario el Comisario lo habría hecho constar, y por otra parte ya no era necesaria esa presencia de acuerdo a lo constatado por el sereno policial, que desde un principio retiró al niño del lugar, para su remisión a la Jefatura de Policía.
No obstante lo justiciero del homenaje hacia los insignes médicos que afrontaron la epidemia con los escasos recursos de la época y que sin duda, no en éste pero sí en otros numerosos episodios similares aportaron su presencia y saber en beneficio de la población asolada, y por lo cual se les ha brindado sentido homenaje y se los recuerda y reconoce actualmente, el famoso cuadro y la memoria colectiva deja afuera al más humilde servidor que tuvo intervención directa en los hechos, el empleado policial, Sereno Manuel Domínguez, que en horas de la madrugada, en una ciudad, prácticamente abandonada y asolada por una peste invisible y letal, con el solo estímulo “del cumplimiento del deber” ante una puerta abierta y la carencia de respuesta a su llamado, penetró a una casa abandonada, encontrando el cadáver y recogiendo al niño, salvando con seguridad su vida, al tiempo que arriesgaba la propia.
El cuadro de Blanes se encuentra hoy en el Museo de Montevideo, nosotros lo seguiremos viendo en cada reproducción que ilustre algún artículo sobre la epidemia de fiebre amarilla, como un aporte al homenaje al sacrificio de los hombres por la humanidad, pero siempre quienes conocemos la verdad de la historia y la negación de similar reconocimiento al participante verdadero del drama, podremos entrever en algún lugar de la escena al olvidado Sereno Policial MANUEL DOMINGUEZ., sencillamente “cumpliendo con su deber” para honra de nuestra Institución Policial toda.
Bibliografía: Revista Todo es Historia, Nro. 8 /67
Extractado de la página de APROPOBA
COLABORACIÓN: Patricio Roberto Anderson
PrisioneroEnArgentina.com
Mayo 11, 2020