Es preocupante e inaceptable el baño de sangre de 128 muertes, provocada por el aprendiz de tirano, Nicolás Maduro, en Venezuela, que es llevado de las narices por el tirano cubano Raúl Castro, y en una elección de una Asamblea Nacional Constituyente violatoria de la propia Constitución, llevada a cabo “manu militari” para nombrar a 545 electores para reformar la actual Constitución (hubo “apenas unos 2,5 millones de sufragios”, estando habilitados para sufragar 19,4 millones de ciudadanos; versus la masiva afluencia de la oposición venezolana en contra de la “constituyente de Maduro” de 7,6 millones de votos del domingo 16 de julio), y de ese modo conformar una nueva Asamblea Legislativa, que le es adversa, ya que la actual es el único Poder del Estado que no obedece sus órdenes -el Tribunal Supremo no es más que un apéndice sujeto a sus caprichos y por ende sus fallos para socavar el Poder Legislativo, son todos inconstitucionales-; ha provocado en el día domingo pasado (30/7) otros 14 muertos, llegando a 128 ciudadanos asesinados por elementos paramilitares, mandados por el “excolectivero” Maduro, que actúa de modo análogo al estalinismo, pretendiendo ser dueño de vidas y bienes de la sociedad (ante la indiferencia de nuestros adalides (¿?) vernáculos de los derechos humanos).
Ante esas innecesarias e inaceptables muertes, cómo es posible que no tomen cartas en el asunto la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) -que se entromete en nuestros asuntos internos en el caso de la procesada Milagro Sala-, Amnistía Internacional, que defiende a los regímenes autoritarios izquierdistas (y pretende legalizar el consumo de drogas), el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, ante la violación de su Carta Orgánica, pues de acuerdo con el Estatuto de Roma, Maduro es incurso en crímenes de lesa humanidad y genocidio perpetrado por el Estado contra la población civil indefensa conculcando sus derechos constitucionales, doblemente condenable a prisión perpetua. Y ante la pasividad de las Fuerzas Armadas, cooptadas por el régimen marxista y sospechadas de tráfico de drogas, siendo cada vez más evidente que los organismos citados son verdaderas entelequias, y que el derecho internacional no es más que una imposición de las potencias militares.
Las naciones latinoamericanas no deben tolerar una nueva dictadura comunista en América, por lo cual lo menos que pueden hacer es aplicar a Maduro la Carta Democrática y expulsar a Venezuela de la Organización de Estados Americanos (OEA), pues es inadmisible que ese régimen siga matando de hambre a su población que carece de alimentos, remedios y lo más elemental para su supervivencia; y esclavizados en pleno siglo XXI (gracias al “socialismo siglo XXI“, todo un sarcasmo), no respetando las libertades más elementales en un país normal y los principios republicanos de alternancia de personas y partidos políticos en el poder, la división del poder y una justicia independiente, que brillan por su inexistencia en Venezuela.
Escribe Alfredo Nobre Leite
Es preocupante e inaceptable el baño de sangre de 128 muertes, provocada por el aprendiz de tirano, Nicolás Maduro, en Venezuela, que es llevado de las narices por el tirano cubano Raúl Castro, y en una elección de una Asamblea Nacional Constituyente violatoria de la propia Constitución, llevada a cabo “manu militari” para nombrar a 545 electores para reformar la actual Constitución (hubo “apenas unos 2,5 millones de sufragios”, estando habilitados para sufragar 19,4 millones de ciudadanos; versus la masiva afluencia de la oposición venezolana en contra de la “constituyente de Maduro” de 7,6 millones de votos del domingo 16 de julio), y de ese modo conformar una nueva Asamblea Legislativa, que le es adversa, ya que la actual es el único Poder del Estado que no obedece sus órdenes -el Tribunal Supremo no es más que un apéndice sujeto a sus caprichos y por ende sus fallos para socavar el Poder Legislativo, son todos inconstitucionales-; ha provocado en el día domingo pasado (30/7) otros 14 muertos, llegando a 128 ciudadanos asesinados por elementos paramilitares, mandados por el “excolectivero” Maduro, que actúa de modo análogo al estalinismo, pretendiendo ser dueño de vidas y bienes de la sociedad (ante la indiferencia de nuestros adalides (¿?) vernáculos de los derechos humanos).
Ante esas innecesarias e inaceptables muertes, cómo es posible que no tomen cartas en el asunto la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) -que se entromete en nuestros asuntos internos en el caso de la procesada Milagro Sala-, Amnistía Internacional, que defiende a los regímenes autoritarios izquierdistas (y pretende legalizar el consumo de drogas), el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, ante la violación de su Carta Orgánica, pues de acuerdo con el Estatuto de Roma, Maduro es incurso en crímenes de lesa humanidad y genocidio perpetrado por el Estado contra la población civil indefensa conculcando sus derechos constitucionales, doblemente condenable a prisión perpetua. Y ante la pasividad de las Fuerzas Armadas, cooptadas por el régimen marxista y sospechadas de tráfico de drogas, siendo cada vez más evidente que los organismos citados son verdaderas entelequias, y que el derecho internacional no es más que una imposición de las potencias militares.
Las naciones latinoamericanas no deben tolerar una nueva dictadura comunista en América, por lo cual lo menos que pueden hacer es aplicar a Maduro la Carta Democrática y expulsar a Venezuela de la Organización de Estados Americanos (OEA), pues es inadmisible que ese régimen siga matando de hambre a su población que carece de alimentos, remedios y lo más elemental para su supervivencia; y esclavizados en pleno siglo XXI (gracias al “socialismo siglo XXI“, todo un sarcasmo), no respetando las libertades más elementales en un país normal y los principios republicanos de alternancia de personas y partidos políticos en el poder, la división del poder y una justicia independiente, que brillan por su inexistencia en Venezuela.
PrisioneroEnArgentina.com
Agosto 1, 2017
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