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  Por J. Grant Lucas.

Socialismo versus capitalismo. Pobres versus ricos. Campesinos contra industriales. Un desafío entre dos ideologías demasiado diferentes para coexistir. Más allá de las razones políticas, históricas y sociales, el partido no tiene mucho que decir: los dos equipos se juegan el primer puesto del grupo e incluso en caso de empate ambos pasarían a la siguiente ronda. Si Occidente puede contar con campeones del gran Bayern de Múnich, emblema del fútbol teutón, Oriente es un equipo de aficionados, de futbolistas que trabajan como obreros de oficio.

Cuando los dos capitanes intercambian banderines y se inmortalizan sonriendo, mientras una veintena de aviones sobrevolaban el cielo de Hamburgo y en el interior del estadio se producía un despliegue de fuerzas nunca antes visto en un Mundial, casi parece que la distancia entre esos dos mundos irreconciliables Se ha ido adelgazando, casi anulado, pero es una sensación efímera: sobre el césped la diferencia era enorme y parecía un partido entre titulares y reservas.

Occidente ataca con fuerza aunque parezca que no quiere asestar el golpe, el partido es una batalla continua entre dos equipos que no ceden ni un centímetro y parece que un empate sin goles es el resultado más justo, lo que haría todos felices y no crearía problemas entre los hermanos separados por el Muro. Hasta que, en el minuto 78, la historia de aquel partido y de toda la competición cambia para siempre: Jürgen Sparwasser, el delantero centro del Magdeburgo que trabaja en una fábrica, recibe un centro desde la derecha, lo domina con la cabeza, se cuela entre los camisetas blancas de los defensores contrarios y anota el 1-0. Los aficionados del Este derrotaron a los del Oeste, quienes luego fueron campeones del mundo al derrotar a Paises Bajos 2-1 en la gran final. En ese momento pareció que incluso el Muro de Berlin había crujido, mostrando los primeros signos de debilidad.

¿Y Sparwasser? Siguió siendo delantero centro del Magdeburgo y trabajador, nunca fue recompensado por la RDA por ese gol y en 1988 logró escapar al otro lado junto con su familia. Diez meses después caería el Muro.

Incluso hoy en día, los alemanes orientales que se reencuentran después de mucho tiempo siempre se hacen la misma pregunta: “¿Dónde estabas cuando Sparwasser marcó el gol?”.

 

 


PrisioneroEnArgentina.com

Febrero 4, 2024


 

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