Las características de los pueblos son discutibles y sujetas a interpretaciones. No somos todos iguales ni siempre actuamos de la misma manera. Por eso, con la aclaración de que los seres humanos tenemos matices variables y conductas cambiantes, en general coincidimos en que los argentinos tenemos una serie de desgraciados defectos que nos caracterizan. Tal vez nos falta autenticidad. Más que ser nos interesa parecer. Más que aprender nos preocupa obtener un título, la fachada, la apariencia. A veces hablamos de este país como liberándonos de nuestra responsabilidad personal, como si este país no fuéramos nosotros mismos sino un mal del que no tenemos la culpa. Hay una soledad que cultivan los espíritus fuertes y que templa el carácter, pero los argentinos más que solitarios somos muchas veces egoístas que lo debemos al tan famoso no te metas. No obstante todos los años, el 25 de mayo nos renueva alegres recuerdos infantiles. Es por excelencia, la fiesta de la escuela, la celebración que nos brinda el primer contacto con las grandes ideas republicanas: patria, libertad, participación del pueblo, gobierno propio, defensa de los intereses comunes. La escarapela en el pecho, el paso marcialmente marcado al ritmo de una marcha o de un tambor, haciéndonos comprender más clara y vívidamente el discurso de la “señora directora“. Que la libertad se trata de una idea venerable que para toda la vida nos comprometen en su sostén y en su defensa. En la adhesión a la patria amada, en su enaltecimiento. Pasa el tiempo. Estudiamos. Y un día, no sin cierto asombro, venimos también a descubrir que antes del 25 de mayo también había patria. Que la patria preexistía desde siempre, desde que fundamos ciudades y defendimos instituciones. Que no se puede vivir dignamente sin patria. . Lo que un lejano 25 de mayo nos propusimos, como un plafón para la declaración de Independencia, que se concretó el 9 de julio de 1816 de ser libres e independientes, ahora parece ser una esperanza. Así podemos hacer dos cosas: darnos por satisfechos interpretando que los anhelos que entonces se plantearon no se conseguirán. Que con las vueltas que ha dado la historia se trata ya de afanes inútiles, ridículos e ilusorios. O hacer un sincero propósito de enmienda y ponernos a la tarea de corregirnos, de ser mejores para que la patria de nuestros nietos tenga un futuro venturoso. El 25 de mayo debe ser día de festejo, pero debe servir de recuerdo de que tenemos la obligación de curarnos de las tristes deficiencias que nos caracterizan y sobre todo, de renovar los nobles anhelos de seguir teniendo siempre, eternamente vivos, siempre vigentes, siempre actuales, siempre enhiestos a la patria y la libertad.
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Por Dr. Jorge Bernabé Lobo Aragón.
Las características de los pueblos son discutibles y sujetas a interpretaciones. No somos todos iguales ni siempre actuamos de la misma manera. Por eso, con la aclaración de que los seres humanos tenemos matices variables y conductas cambiantes, en general coincidimos en que los argentinos tenemos una serie de desgraciados defectos que nos caracterizan. Tal vez nos falta autenticidad. Más que ser nos interesa parecer. Más que aprender nos preocupa obtener un título, la fachada, la apariencia. A veces hablamos de este país como liberándonos de nuestra responsabilidad personal, como si este país no fuéramos nosotros mismos sino un mal del que no tenemos la culpa. Hay una soledad que cultivan los espíritus fuertes y que templa el carácter, pero los argentinos más que solitarios somos muchas veces egoístas que lo debemos al tan famoso no te metas. No obstante todos los años, el 25 de mayo nos renueva alegres recuerdos infantiles. Es por excelencia, la fiesta de la escuela, la celebración que nos brinda el primer contacto con las grandes ideas republicanas: patria, libertad, participación del pueblo, gobierno propio, defensa de los intereses comunes. La escarapela en el pecho, el paso marcialmente marcado al ritmo de una marcha o de un tambor, haciéndonos comprender más clara y vívidamente el discurso de la “señora directora“. Que la libertad se trata de una idea venerable que para toda la vida nos comprometen en su sostén y en su defensa. En la adhesión a la patria amada, en su enaltecimiento. Pasa el tiempo. Estudiamos. Y un día, no sin cierto asombro, venimos también a descubrir que antes del 25 de mayo también había patria. Que la patria preexistía desde siempre, desde que fundamos ciudades y defendimos instituciones. Que no se puede vivir dignamente sin patria. . Lo que un lejano 25 de mayo nos propusimos, como un plafón para la declaración de Independencia, que se concretó el 9 de julio de 1816 de ser libres e independientes, ahora parece ser una esperanza. Así podemos hacer dos cosas: darnos por satisfechos interpretando que los anhelos que entonces se plantearon no se conseguirán. Que con las vueltas que ha dado la historia se trata ya de afanes inútiles, ridículos e ilusorios. O hacer un sincero propósito de enmienda y ponernos a la tarea de corregirnos, de ser mejores para que la patria de nuestros nietos tenga un futuro venturoso. El 25 de mayo debe ser día de festejo, pero debe servir de recuerdo de que tenemos la obligación de curarnos de las tristes deficiencias que nos caracterizan y sobre todo, de renovar los nobles anhelos de seguir teniendo siempre, eternamente vivos, siempre vigentes, siempre actuales, siempre enhiestos a la patria y la libertad.
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Mayo 25, 2024
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