Roberto Arturo Gigli murió en cautiverio el 1º de noviembre. Un argentino de bien, con un claro sentimiento de deber. Una víctima más de los jueces federales, responsables ya de cientos de muertes en esas mismas condiciones. Roberto fue uno de los que se sumaron al proceso de participación iniciado al devenir la democracia, proceso interrumpido indecentemente al asumir el poder Néstor Kirchner y su esposa, Cristina Fernández de Kirchner. Profesor de yudo en el barrio de Los Hornos, Gigli ayudó a muchos en La Plata, ciudad de las más agredidas por el terrorismo internacional en la década del 70. Los jueces que participaron del mayor proceso de corrupción vinculado a los delincuentes con motivaciones políticas lo condenaron a morir en cautiverio. El negocio lucrativo de los derechos humanos se cobró una víctima, los funcionarios judiciales se llevaron sus treinta dineros, los hábiles mercaderes del dolor propio siguen haciendo unos pesos. Encubridores de la corrupción al servicio de los tenebrosos designios de las dictaduras marxistas, que, como siempre, no pueden vivir sin socavar la convivencia pacífica. No deben quedar impunes. No queremos un muerto más. Parte de la dirigencia de Montoneros admitió la responsabilidad propia y la de todos por acción u omisión. A los mercaderes del dinero se les acaba el negocio.
Cartas de lectores del diario La Nación.
Ni un muerto más
Roberto Arturo Gigli murió en cautiverio el 1º de noviembre. Un argentino de bien, con un claro sentimiento de deber. Una víctima más de los jueces federales, responsables ya de cientos de muertes en esas mismas condiciones. Roberto fue uno de los que se sumaron al proceso de participación iniciado al devenir la democracia, proceso interrumpido indecentemente al asumir el poder Néstor Kirchner y su esposa, Cristina Fernández de Kirchner. Profesor de yudo en el barrio de Los Hornos, Gigli ayudó a muchos en La Plata, ciudad de las más agredidas por el terrorismo internacional en la década del 70. Los jueces que participaron del mayor proceso de corrupción vinculado a los delincuentes con motivaciones políticas lo condenaron a morir en cautiverio. El negocio lucrativo de los derechos humanos se cobró una víctima, los funcionarios judiciales se llevaron sus treinta dineros, los hábiles mercaderes del dolor propio siguen haciendo unos pesos. Encubridores de la corrupción al servicio de los tenebrosos designios de las dictaduras marxistas, que, como siempre, no pueden vivir sin socavar la convivencia pacífica. No deben quedar impunes. No queremos un muerto más. Parte de la dirigencia de Montoneros admitió la responsabilidad propia y la de todos por acción u omisión. A los mercaderes del dinero se les acaba el negocio.
Mario Ernesto Durquet
Colaboración: Dra. Andrea Palomas Alarcón
PrisioneroEnArgentina.com
Noviembre 17, 2017
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