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  Por Cyd Ollack.

Colón sacó sus tres barcos -la Niña, la Pinta y la Santa María- del puerto español de Palos el 3 de agosto de 1492. Su objetivo era navegar hacia el oeste hasta llegar a Asia (las Indias) donde se encontraban las riquezas de oro, perlas y y especias esperaban. Su primera parada fueron las Islas Canarias donde la falta de viento dejó en calma su expedición hasta el 6 de septiembre.

Una vez en marcha, Colón se benefició de mares en calma y vientos constantes que lo empujaban constantemente hacia el oeste (Colón había descubierto los “Trades” del sur que en el futuro alimentarían los veleros que transportaban mercancías al Nuevo Mundo). Sin embargo, el viaje fue largo, más largo de lo previsto por Colón o su tripulación. Para apaciguar los temores de su tripulación, Colón mantuvo dos juegos de registros: uno que mostraba la distancia real recorrida cada día y otro que mostraba una distancia menor. El primer registro se mantuvo en secreto. Este último registro calmó la ansiedad de la tripulación al subestimar la distancia real que habían viajado desde su tierra natal.

Este engaño tuvo sólo un efecto temporal; el 10 de octubre, la aprensión de la tripulación había aumentado hasta el punto de casi un motín. Colón evitó el desastre prometiendo a su tripulación que si no avistaban tierra en dos días, regresarían a casa. Al día siguiente se descubrió tierra.

Se ha perdido el diario de Colón sobre su primer viaje a América. Sin embargo, sí tenemos un resumen preciso del diario escrito por Bartolomé de las Casas en la década de 1530. Las Casas fue un historiador y biógrafo de Colón que tuvo acceso al diario original del viaje. Nos sumamos al relato de Colón mientras su expedición se acerca a las islas de las Bahamas. A lo largo del relato, Colón se refiere a sí mismo en tercera persona como el “Almirante”:

Jueves 11 de octubre

El rumbo era O.S.O. y había más mar del que había habido durante todo el viaje. Vieron playeros y una caña verde cerca del barco. Los de la carabela Pinta vieron un bastón y una pértiga, y tomaron otra pértiga que parecía labrada de hierro; también otro trozo de caña, una planta de tierra y una tabla pequeña. Los tripulantes de la carabela Niña también vieron señales de tierra, y una pequeña rama cubierta de bayas. Todos respiraron de nuevo y se regocijaron ante estos signos. La carrera hasta el ocaso fue de veintisiete leguas.

Después de la puesta del sol, el Almirante volvió a su rumbo original hacia el Oeste, y avanzaron a razón de 12 millas por hora. Hasta dos horas después de medianoche habían andado 90 millas, que equivalen a 22 leguas y media. Como la carabela Pinta era mejor navegante y iba delante del Almirante, halló tierra, e hizo las señales que el Almirante ordenaba. La tierra fue vista por primera vez por un marinero llamado Rodrigo de Triana. Pero el Almirante a las diez, estando en el castillo de la popa, vio una luz, aunque era tan incierta que no pudo afirmar que fuera tierra. Llamó a Pero Gutiérrez, un caballero de la alcoba del Rey, y le dijo que parecía haber una luz y que debía mirarla. Así lo hizo y lo vio. Lo mismo dijo el Almirante a Rodrigo Sánchez de Segovia, que el Rey y la Reina habían enviado con la flota por inspector, pero no pudo ver nada, porque no estaba en lugar desde donde se pudiera ver algo.

Después de hablar el Almirante vio la luz una o dos veces, y era como una vela de cera que subía y bajaba. A pocos les pareció una indicación de tierra; pero el Almirante se aseguró de que la tierra estuviera cerca. Cuando dijeron la Salve (Salve Regina) que todos los marineros acostumbraban a cantar a su manera, el Almirante pidió y amonestó a los hombres que tuvieran buena vigía del castillo de proa y que velaran bien por tierra; y al que primero gritase que veía tierra, le daría un jubón de seda, además de las demás recompensas prometidas por los soberanos, que eran diez mil maravedís al que primero la viera. A las dos horas de medianoche se avistó la tierra a dos leguas de distancia.

Colón ordenó a los tres barcos que se detuvieran y esperaran a que amaneciera antes de aventurarse más. Su diario continúa:

Viernes 12 de octubre

Los barcos estaban a la deriva, esperando que amaneciera; y el viernes llegaron a una pequeña isla de los Lucayos, llamada en lengua de los indios Guanahani. Luego vieron gente desnuda. Desembarcó el Almirante en la barca armada, y Martín Alonso Pinzón, y Vicente Yáñez, su hermano, que era capitán de la Niña. Tomó el Almirante el estandarte real, y los capitanes iban con dos pendones de la cruz verde, que llevaba el Almirante en todas las naves por señal, con una F y una Y y una corona sobre cada letra, una a un lado de la bandera. cruz y el otro sobre el otro.

Al desembarcar, vieron árboles muy verdes, y mucha agua, y frutos de diversas clases. Llamó el Almirante a los dos capitanes, y a los demás que saltaron a tierra, y a Rodrigo Escovedo, secretario de toda la flota, y a Rodrigo Sánchez de Segovia, y dijo que dieran fiel testimonio de que él, en presencia de todos , había tomado, como ahora tomó, posesión de la dicha isla para el Rey y para la Reina sus Señores, haciendo las declaraciones que se requieren, como ahora consta en gran parte en los testimonios que entonces se hicieron por escrito.”

Poco después de desembarcar, muchos de los habitantes de la isla se reunieron en la playa y Colón les regaló sombreros rojos y cuentas. Los nativos correspondieron con obsequios de loros, algodón y otros bienes. Al describir a los naturales, Colón escribió: “Van tan desnudos como cuando los parieron sus madres, y también las mujeres, aunque no vi más que una muchacha. Son muy bien hechas, con cuerpos muy hermosos, y muy buenos rostros.”

 

 


PrisioneroEnArgentina.com

Octubre 12, 2023


 

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