Colón sacó sus tres barcos -la Niña, la Pinta y la Santa María- del puerto español de Palos el 3 de agosto de 1492. Su objetivo era navegar hacia el oeste hasta llegar a Asia (las Indias) donde se encontraban las riquezas de oro, perlas y y especias esperaban. Su primera parada fueron las Islas Canarias donde la falta de viento dejó en calma su expedición hasta el 6 de septiembre.
Una vez en marcha, Colón se benefició de mares en calma y vientos constantes que lo empujaban constantemente hacia el oeste (Colón había descubierto los “Trades” del sur que en el futuro alimentarían los veleros que transportaban mercancías al Nuevo Mundo). Sin embargo, el viaje fue largo, más largo de lo previsto por Colón o su tripulación. Para apaciguar los temores de su tripulación, Colón mantuvo dos juegos de registros: uno que mostraba la distancia real recorrida cada día y otro que mostraba una distancia menor. El primer registro se mantuvo en secreto. Este último registro calmó la ansiedad de la tripulación al subestimar la distancia real que habían viajado desde su tierra natal.
Este engaño tuvo sólo un efecto temporal; el 10 de octubre, la aprensión de la tripulación había aumentado hasta el punto de casi un motín. Colón evitó el desastre prometiendo a su tripulación que si no avistaban tierra en dos días, regresarían a casa. Al día siguiente se descubrió tierra.
Se ha perdido el diario de Colón sobre su primer viaje a América. Sin embargo, sí tenemos un resumen preciso del diario escrito por Bartolomé de las Casas en la década de 1530. Las Casas fue un historiador y biógrafo de Colón que tuvo acceso al diario original del viaje. Nos sumamos al relato de Colón mientras su expedición se acerca a las islas de las Bahamas. A lo largo del relato, Colón se refiere a sí mismo en tercera persona como el “Almirante”:
Jueves 11 de octubre
El rumbo era O.S.O. y había más mar del que había habido durante todo el viaje. Vieron playeros y una caña verde cerca del barco. Los de la carabela Pinta vieron un bastón y una pértiga, y tomaron otra pértiga que parecía labrada de hierro; también otro trozo de caña, una planta de tierra y una tabla pequeña. Los tripulantes de la carabela Niña también vieron señales de tierra, y una pequeña rama cubierta de bayas. Todos respiraron de nuevo y se regocijaron ante estos signos. La carrera hasta el ocaso fue de veintisiete leguas.
Después de la puesta del sol, el Almirante volvió a su rumbo original hacia el Oeste, y avanzaron a razón de 12 millas por hora. Hasta dos horas después de medianoche habían andado 90 millas, que equivalen a 22 leguas y media. Como la carabela Pinta era mejor navegante y iba delante del Almirante, halló tierra, e hizo las señales que el Almirante ordenaba. La tierra fue vista por primera vez por un marinero llamado Rodrigo de Triana. Pero el Almirante a las diez, estando en el castillo de la popa, vio una luz, aunque era tan incierta que no pudo afirmar que fuera tierra. Llamó a Pero Gutiérrez, un caballero de la alcoba del Rey, y le dijo que parecía haber una luz y que debía mirarla. Así lo hizo y lo vio. Lo mismo dijo el Almirante a Rodrigo Sánchez de Segovia, que el Rey y la Reina habían enviado con la flota por inspector, pero no pudo ver nada, porque no estaba en lugar desde donde se pudiera ver algo.
Después de hablar el Almirante vio la luz una o dos veces, y era como una vela de cera que subía y bajaba. A pocos les pareció una indicación de tierra; pero el Almirante se aseguró de que la tierra estuviera cerca. Cuando dijeron la Salve (Salve Regina) que todos los marineros acostumbraban a cantar a su manera, el Almirante pidió y amonestó a los hombres que tuvieran buena vigía del castillo de proa y que velaran bien por tierra; y al que primero gritase que veía tierra, le daría un jubón de seda, además de las demás recompensas prometidas por los soberanos, que eran diez mil maravedís al que primero la viera. A las dos horas de medianoche se avistó la tierra a dos leguas de distancia.
Colón ordenó a los tres barcos que se detuvieran y esperaran a que amaneciera antes de aventurarse más. Su diario continúa:
Viernes 12 de octubre
Los barcos estaban a la deriva, esperando que amaneciera; y el viernes llegaron a una pequeña isla de los Lucayos, llamada en lengua de los indios Guanahani. Luego vieron gente desnuda. Desembarcó el Almirante en la barca armada, y Martín Alonso Pinzón, y Vicente Yáñez, su hermano, que era capitán de la Niña. Tomó el Almirante el estandarte real, y los capitanes iban con dos pendones de la cruz verde, que llevaba el Almirante en todas las naves por señal, con una F y una Y y una corona sobre cada letra, una a un lado de la bandera. cruz y el otro sobre el otro.
Al desembarcar, vieron árboles muy verdes, y mucha agua, y frutos de diversas clases. Llamó el Almirante a los dos capitanes, y a los demás que saltaron a tierra, y a Rodrigo Escovedo, secretario de toda la flota, y a Rodrigo Sánchez de Segovia, y dijo que dieran fiel testimonio de que él, en presencia de todos , había tomado, como ahora tomó, posesión de la dicha isla para el Rey y para la Reina sus Señores, haciendo las declaraciones que se requieren, como ahora consta en gran parte en los testimonios que entonces se hicieron por escrito.”
Poco después de desembarcar, muchos de los habitantes de la isla se reunieron en la playa y Colón les regaló sombreros rojos y cuentas. Los nativos correspondieron con obsequios de loros, algodón y otros bienes. Al describir a los naturales, Colón escribió: “Van tan desnudos como cuando los parieron sus madres, y también las mujeres, aunque no vi más que una muchacha. Son muy bien hechas, con cuerpos muy hermosos, y muy buenos rostros.”
El Descubrimiento que ahora nadie se atreve a celebrar
“La demonización de Colón es parte de un proceso para destruir todos los valores de occidente, sus instituciones y el concepto mismo de nación
La cancelación es la nueva herramienta que el posmarxismo de mil nombres y mil cabezas utiliza para apoderarse de la democracia y destruir la idea de soberanías nacionales. El concepto socialista siempre ha funcionado mejor, para sus teóricos, en una sociedad mundial única, donde se puede redistribuir la riqueza universal y, sobre todo, donde no hay exitosos con los que compararse. Tal es el concepto encerrado en las ideas de la Renta mínima universal y del impuesto mundial, que tienen defensores impensables, como la UE, que aspira a decidir hasta si los países deben aplicar la teoría de la fuente o de la residencia. Porque, en definitiva, el neoestalinismo quiere hacer desaparecer el concepto de Nación, de soberanía, hasta de Patria.
Coherentemente con ese masterplan, un día se decidió demonizar el descubrimiento de América, transformando la figura de Cristóbal Colón en una especie de Hitler de la naciente Edad Moderna, en un Stalin purgador de indígenas, en un despiadado asesino de aborígenes.
Nadie puede defender a Cortés o Pizarro, seguramente. Tampoco a la iglesia en su campaña de evangelización esclavizante, ni a tantos otros protagonistas de lo que se llamó la Conquista. No demasiado distinta en sus procedimientos a la desordenada y despiadada Europa, fruto de las invasiones salvajes de los hunos, los francos, los visigodos, los ostrogodos, los otomanos, los anglos, los sajones, de los reyes que se mataban entre ellos los para sucederse, de las cruzadas, de las guerras de conquista mutua, de poblaciones sojuzgadas por el vencedor de turno, sin derechos, sin respeto, sin dignidad. Y sin tener plumas ni pinturas. Solamente porque algunos eran vencedores y otros derrotados.
Pero hojeando la historia, se observa que Colón, y la reina Isabel, su sponsor, emprendieron la aventura del Descubrimiento sin intenciones de conquistar nada, ni de subyugar nativos, ni de matarlos. Simplemente querían encontrar una nueva ruta comercial al Asia, porque las flotas salvajes de sus civilizados enemigos europeos le impedían usar el Mediterráneo como vía de paso. La epopeya colonizadora fue fruto de la ambición de comerciar. Unida a la aplicación práctica de la teoría no probada de que la tierra no era plana, sino redonda.
Claro que la idea había que sostenerla con coraje y riesgo. Por eso los tripulantes del genovés eran presos liberados, y luego todos los conquistadores eran aventureros con permiso, mecanismo no diferente al de los corsarios ingleses. Por eso en la conquista se usaron los mismos métodos que usaban las grandes potencias marítimas de la época: la guerra, la violencia, la superioridad armada, el avasallamiento del enemigo, o del competidor. Por eso España crea el monopolio, otra muestra de prepotencia. Prontamente imitada por Portugal, Gran Bretaña, Francia y Holanda, que en resumen hacen en el nuevo continente lo que acostumbraban a hacer en el viejo.
América es el fruto de esos atropellos, de esas muertes, de las reacciones contra las crueldades y contra los derechos. Que duraron varios siglos, donde las hienas se peleaban por los despojos de la carroña. Aún luego de liberarse de sus conquistadores, las luchas continuaron entre los americanos. No hace falta recordar la tremenda guerra civil estadounidense, las luchas entre caudillos en las Provincias Unidas, matizadas por la traición y el fusilamiento cobarde a mansalva, o las luchas entre héroes, como San Martín y Bolívar, o Artigas y Rivera. La historia no se escribe con líneas prolijas ni bondadosas. Ni como el observador de hoy querría.
Pero en América de 1492 no había naciones, ni soberanía, ni derechos, ni nacionalidades, ni instituciones. Salvo el odio y el instinto tribal, que también conducía en muchos casos a la guerra, a la conquista, al vasallaje. Las tribus fuertes y belicosas se imponían a las tribus débiles. En todo el continente. No había derechos con los Incas explotadores, ni con los Mayas o los Apaches o los Sioux. Sólo las ancestrales reglas animales de cada tribu. Eso no justifica nada, pero muestra cómo era ese mundo.
De ese casi imposible cuadro, el continente americano evoluciona y emerge como puede como un conjunto de naciones, con leyes, derechos, reglas, soberanías, igual que Europa, muchas veces mejorando las ideas del Viejo Continente, y hasta liderando muchos cambios, como en el concepto mismo de la democracia. ”
Por supuesto que todo podría haber ocurrido de otra forma. Pero la historia sucede como quiere, no como se desea. Lo que sí es absurdo, es esperar compensaciones, resarcimientos, reivindicaciones por ese pasado universal. Sería como reclamar a los hunos, y éstos a los visigodos, como si los españoles de hoy, que son en parte descendientes de los otomanos, reclamaran por los 7 siglos de la invasión sufrida o desconocieran el aporte jurídico de los godos.
En aspectos más individuales y locales, todos esos reclamos fueron zanjados en las guerras y constituciones de cada país, cuyas poblaciones son la resultante de esas guerras, esos abusos, esos pactos y esas mezclas de razas y nacionalidades que caracterizan a la humanidad. Cada uno de esos países americanos tiene su identidad, su nacionalidad, su idiosincrasia, su soberanía en el sentido más amplio.
Esa soberanía, esa independencia, esa capacidad de decidir de cada país, molesta al plan de pobreza generalizada llamado el Nuevo Orden Mundial o el Gran Reseteo. Un país que no se someta a esas reglas podría ser una peligrosa evidencia empírica a las que tanto temía Stalin. Por eso es imprescindible crear entes, impuestos, redistribuciones, derechos y justicias supranacionales, en manos de tribunales también supranacionales, que anulen la independencia de las naciones. Y por si eso no alcanzara, el sistema de las cancelaciones y sanciones de la corrección política obliga a los gobiernos de políticos inútiles y corruptos a complacer el reclamo inducido por esos métodos. Demonizar a Colón y el Descubrimiento es parte de la negación de esa identidad y de esa individualidad de cada nación, de cada sociedad. Es tribalizar de nuevo al continente para poder dominarlo.
Obviamente que cabe la pregunta, también contrafáctica, sobre si esa evolución, de la tribu dispersa, salvaje y cruenta a la Patria, a la Nación, habría sido posible sin el Descubrimiento, sin la audacia y el coraje de Colón, sin ese momento liminar de Isabel de Castilla. Imposible responderla. Pero todos los conquistadores de otrora han dejado su idioma, su cultura, su literatura, sus canciones, su modo de ser, deliberadamente o sin quererlo, a pesar de todo.
Cristina Kirchner, en la cima de su poder, su soberbia y su ignorancia, hizo bajar a puro capricho la estatua del gran navegante, que estaba en la plaza frente a su despacho, con la complaciente anuencia de varios gobiernos de la Ciudad de Buenos Aires, incluyendo el de Mauricio Macri. Ahora se alza frente al Río de la Plata, luego de la reacción de muchos sectores ciudadanos que repudiaron el hecho.
Cada estatua de Colón es un homenaje a los emprendedores de todo el mundo. Y en cada emprendedor hay un Colón. ¡Bufen las Cristinas!”
♣
Colón sacó sus tres barcos -la Niña, la Pinta y la Santa María- del puerto español de Palos el 3 de agosto de 1492. Su objetivo era navegar hacia el oeste hasta llegar a Asia (las Indias) donde se encontraban las riquezas de oro, perlas y y especias esperaban. Su primera parada fueron las Islas Canarias donde la falta de viento dejó en calma su expedición hasta el 6 de septiembre.
Una vez en marcha, Colón se benefició de mares en calma y vientos constantes que lo empujaban constantemente hacia el oeste (Colón había descubierto los “Trades” del sur que en el futuro alimentarían los veleros que transportaban mercancías al Nuevo Mundo). Sin embargo, el viaje fue largo, más largo de lo previsto por Colón o su tripulación. Para apaciguar los temores de su tripulación, Colón mantuvo dos juegos de registros: uno que mostraba la distancia real recorrida cada día y otro que mostraba una distancia menor. El primer registro se mantuvo en secreto. Este último registro calmó la ansiedad de la tripulación al subestimar la distancia real que habían viajado desde su tierra natal.
Este engaño tuvo sólo un efecto temporal; el 10 de octubre, la aprensión de la tripulación había aumentado hasta el punto de casi un motín. Colón evitó el desastre prometiendo a su tripulación que si no avistaban tierra en dos días, regresarían a casa. Al día siguiente se descubrió tierra.
Se ha perdido el diario de Colón sobre su primer viaje a América. Sin embargo, sí tenemos un resumen preciso del diario escrito por Bartolomé de las Casas en la década de 1530. Las Casas fue un historiador y biógrafo de Colón que tuvo acceso al diario original del viaje. Nos sumamos al relato de Colón mientras su expedición se acerca a las islas de las Bahamas. A lo largo del relato, Colón se refiere a sí mismo en tercera persona como el “Almirante”:
Jueves 11 de octubre
El rumbo era O.S.O. y había más mar del que había habido durante todo el viaje. Vieron playeros y una caña verde cerca del barco. Los de la carabela Pinta vieron un bastón y una pértiga, y tomaron otra pértiga que parecía labrada de hierro; también otro trozo de caña, una planta de tierra y una tabla pequeña. Los tripulantes de la carabela Niña también vieron señales de tierra, y una pequeña rama cubierta de bayas. Todos respiraron de nuevo y se regocijaron ante estos signos. La carrera hasta el ocaso fue de veintisiete leguas.
Después de la puesta del sol, el Almirante volvió a su rumbo original hacia el Oeste, y avanzaron a razón de 12 millas por hora. Hasta dos horas después de medianoche habían andado 90 millas, que equivalen a 22 leguas y media. Como la carabela Pinta era mejor navegante y iba delante del Almirante, halló tierra, e hizo las señales que el Almirante ordenaba. La tierra fue vista por primera vez por un marinero llamado Rodrigo de Triana. Pero el Almirante a las diez, estando en el castillo de la popa, vio una luz, aunque era tan incierta que no pudo afirmar que fuera tierra. Llamó a Pero Gutiérrez, un caballero de la alcoba del Rey, y le dijo que parecía haber una luz y que debía mirarla. Así lo hizo y lo vio. Lo mismo dijo el Almirante a Rodrigo Sánchez de Segovia, que el Rey y la Reina habían enviado con la flota por inspector, pero no pudo ver nada, porque no estaba en lugar desde donde se pudiera ver algo.
Después de hablar el Almirante vio la luz una o dos veces, y era como una vela de cera que subía y bajaba. A pocos les pareció una indicación de tierra; pero el Almirante se aseguró de que la tierra estuviera cerca. Cuando dijeron la Salve (Salve Regina) que todos los marineros acostumbraban a cantar a su manera, el Almirante pidió y amonestó a los hombres que tuvieran buena vigía del castillo de proa y que velaran bien por tierra; y al que primero gritase que veía tierra, le daría un jubón de seda, además de las demás recompensas prometidas por los soberanos, que eran diez mil maravedís al que primero la viera. A las dos horas de medianoche se avistó la tierra a dos leguas de distancia.
Colón ordenó a los tres barcos que se detuvieran y esperaran a que amaneciera antes de aventurarse más. Su diario continúa:
Viernes 12 de octubre
Los barcos estaban a la deriva, esperando que amaneciera; y el viernes llegaron a una pequeña isla de los Lucayos, llamada en lengua de los indios Guanahani. Luego vieron gente desnuda. Desembarcó el Almirante en la barca armada, y Martín Alonso Pinzón, y Vicente Yáñez, su hermano, que era capitán de la Niña. Tomó el Almirante el estandarte real, y los capitanes iban con dos pendones de la cruz verde, que llevaba el Almirante en todas las naves por señal, con una F y una Y y una corona sobre cada letra, una a un lado de la bandera. cruz y el otro sobre el otro.
Al desembarcar, vieron árboles muy verdes, y mucha agua, y frutos de diversas clases. Llamó el Almirante a los dos capitanes, y a los demás que saltaron a tierra, y a Rodrigo Escovedo, secretario de toda la flota, y a Rodrigo Sánchez de Segovia, y dijo que dieran fiel testimonio de que él, en presencia de todos , había tomado, como ahora tomó, posesión de la dicha isla para el Rey y para la Reina sus Señores, haciendo las declaraciones que se requieren, como ahora consta en gran parte en los testimonios que entonces se hicieron por escrito.”
Poco después de desembarcar, muchos de los habitantes de la isla se reunieron en la playa y Colón les regaló sombreros rojos y cuentas. Los nativos correspondieron con obsequios de loros, algodón y otros bienes. Al describir a los naturales, Colón escribió: “Van tan desnudos como cuando los parieron sus madres, y también las mujeres, aunque no vi más que una muchacha. Son muy bien hechas, con cuerpos muy hermosos, y muy buenos rostros.”
PrisioneroEnArgentina.com
Octubre 12, 2023
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4 thoughts on “Colón en América”
El Descubrimiento que ahora nadie se atreve a celebrar
“La demonización de Colón es parte de un proceso para destruir todos los valores de occidente, sus instituciones y el concepto mismo de nación
La cancelación es la nueva herramienta que el posmarxismo de mil nombres y mil cabezas utiliza para apoderarse de la democracia y destruir la idea de soberanías nacionales. El concepto socialista siempre ha funcionado mejor, para sus teóricos, en una sociedad mundial única, donde se puede redistribuir la riqueza universal y, sobre todo, donde no hay exitosos con los que compararse. Tal es el concepto encerrado en las ideas de la Renta mínima universal y del impuesto mundial, que tienen defensores impensables, como la UE, que aspira a decidir hasta si los países deben aplicar la teoría de la fuente o de la residencia. Porque, en definitiva, el neoestalinismo quiere hacer desaparecer el concepto de Nación, de soberanía, hasta de Patria.
Coherentemente con ese masterplan, un día se decidió demonizar el descubrimiento de América, transformando la figura de Cristóbal Colón en una especie de Hitler de la naciente Edad Moderna, en un Stalin purgador de indígenas, en un despiadado asesino de aborígenes.
Nadie puede defender a Cortés o Pizarro, seguramente. Tampoco a la iglesia en su campaña de evangelización esclavizante, ni a tantos otros protagonistas de lo que se llamó la Conquista. No demasiado distinta en sus procedimientos a la desordenada y despiadada Europa, fruto de las invasiones salvajes de los hunos, los francos, los visigodos, los ostrogodos, los otomanos, los anglos, los sajones, de los reyes que se mataban entre ellos los para sucederse, de las cruzadas, de las guerras de conquista mutua, de poblaciones sojuzgadas por el vencedor de turno, sin derechos, sin respeto, sin dignidad. Y sin tener plumas ni pinturas. Solamente porque algunos eran vencedores y otros derrotados.
Pero hojeando la historia, se observa que Colón, y la reina Isabel, su sponsor, emprendieron la aventura del Descubrimiento sin intenciones de conquistar nada, ni de subyugar nativos, ni de matarlos. Simplemente querían encontrar una nueva ruta comercial al Asia, porque las flotas salvajes de sus civilizados enemigos europeos le impedían usar el Mediterráneo como vía de paso. La epopeya colonizadora fue fruto de la ambición de comerciar. Unida a la aplicación práctica de la teoría no probada de que la tierra no era plana, sino redonda.
Claro que la idea había que sostenerla con coraje y riesgo. Por eso los tripulantes del genovés eran presos liberados, y luego todos los conquistadores eran aventureros con permiso, mecanismo no diferente al de los corsarios ingleses. Por eso en la conquista se usaron los mismos métodos que usaban las grandes potencias marítimas de la época: la guerra, la violencia, la superioridad armada, el avasallamiento del enemigo, o del competidor. Por eso España crea el monopolio, otra muestra de prepotencia. Prontamente imitada por Portugal, Gran Bretaña, Francia y Holanda, que en resumen hacen en el nuevo continente lo que acostumbraban a hacer en el viejo.
América es el fruto de esos atropellos, de esas muertes, de las reacciones contra las crueldades y contra los derechos. Que duraron varios siglos, donde las hienas se peleaban por los despojos de la carroña. Aún luego de liberarse de sus conquistadores, las luchas continuaron entre los americanos. No hace falta recordar la tremenda guerra civil estadounidense, las luchas entre caudillos en las Provincias Unidas, matizadas por la traición y el fusilamiento cobarde a mansalva, o las luchas entre héroes, como San Martín y Bolívar, o Artigas y Rivera. La historia no se escribe con líneas prolijas ni bondadosas. Ni como el observador de hoy querría.
Pero en América de 1492 no había naciones, ni soberanía, ni derechos, ni nacionalidades, ni instituciones. Salvo el odio y el instinto tribal, que también conducía en muchos casos a la guerra, a la conquista, al vasallaje. Las tribus fuertes y belicosas se imponían a las tribus débiles. En todo el continente. No había derechos con los Incas explotadores, ni con los Mayas o los Apaches o los Sioux. Sólo las ancestrales reglas animales de cada tribu. Eso no justifica nada, pero muestra cómo era ese mundo.
De ese casi imposible cuadro, el continente americano evoluciona y emerge como puede como un conjunto de naciones, con leyes, derechos, reglas, soberanías, igual que Europa, muchas veces mejorando las ideas del Viejo Continente, y hasta liderando muchos cambios, como en el concepto mismo de la democracia. ”
http://www.dardogasparre.com/search/label/145.9.%20El%20Descubrimiento%20que%20ahora%20nadie%20se%20atreve%20a%20celebrar%20%2012%2F10%2F2021?m=1
Por supuesto que todo podría haber ocurrido de otra forma. Pero la historia sucede como quiere, no como se desea. Lo que sí es absurdo, es esperar compensaciones, resarcimientos, reivindicaciones por ese pasado universal. Sería como reclamar a los hunos, y éstos a los visigodos, como si los españoles de hoy, que son en parte descendientes de los otomanos, reclamaran por los 7 siglos de la invasión sufrida o desconocieran el aporte jurídico de los godos.
En aspectos más individuales y locales, todos esos reclamos fueron zanjados en las guerras y constituciones de cada país, cuyas poblaciones son la resultante de esas guerras, esos abusos, esos pactos y esas mezclas de razas y nacionalidades que caracterizan a la humanidad. Cada uno de esos países americanos tiene su identidad, su nacionalidad, su idiosincrasia, su soberanía en el sentido más amplio.
Esa soberanía, esa independencia, esa capacidad de decidir de cada país, molesta al plan de pobreza generalizada llamado el Nuevo Orden Mundial o el Gran Reseteo. Un país que no se someta a esas reglas podría ser una peligrosa evidencia empírica a las que tanto temía Stalin. Por eso es imprescindible crear entes, impuestos, redistribuciones, derechos y justicias supranacionales, en manos de tribunales también supranacionales, que anulen la independencia de las naciones. Y por si eso no alcanzara, el sistema de las cancelaciones y sanciones de la corrección política obliga a los gobiernos de políticos inútiles y corruptos a complacer el reclamo inducido por esos métodos. Demonizar a Colón y el Descubrimiento es parte de la negación de esa identidad y de esa individualidad de cada nación, de cada sociedad. Es tribalizar de nuevo al continente para poder dominarlo.
Obviamente que cabe la pregunta, también contrafáctica, sobre si esa evolución, de la tribu dispersa, salvaje y cruenta a la Patria, a la Nación, habría sido posible sin el Descubrimiento, sin la audacia y el coraje de Colón, sin ese momento liminar de Isabel de Castilla. Imposible responderla. Pero todos los conquistadores de otrora han dejado su idioma, su cultura, su literatura, sus canciones, su modo de ser, deliberadamente o sin quererlo, a pesar de todo.
Cristina Kirchner, en la cima de su poder, su soberbia y su ignorancia, hizo bajar a puro capricho la estatua del gran navegante, que estaba en la plaza frente a su despacho, con la complaciente anuencia de varios gobiernos de la Ciudad de Buenos Aires, incluyendo el de Mauricio Macri. Ahora se alza frente al Río de la Plata, luego de la reacción de muchos sectores ciudadanos que repudiaron el hecho.
Cada estatua de Colón es un homenaje a los emprendedores de todo el mundo. Y en cada emprendedor hay un Colón. ¡Bufen las Cristinas!”
Dardo Gasparré
Fue un marino valiente y en el colegio lo tra sformaron en mito .
Pobre Colón, pensar que3 ahora no lo quieren y rompen sus monumentos
muy interesante .