“Déjanos solos”, solicita el Papa a uno de sus asistentes y se queda mirando desde la ventana en una habitación vacía. Ignorante de los protocolos religiosos, al leer este segmento de Las Sandalias del Pescador (Morris West, 1963) asumí -algo que no debe hacerse- que Kiril Lakota, este Papa ficticio de origen esloveno, se encontraba solo con Dios. Desconozco los mecanismos con los cuales se establece una comunicación con un espíritu. Sospecho que soy un ser insignificante ya que ni siquiera he sido testigo de apariciones. Ni un ser extraterrestre o un fantasma, ni siquiera la imagen de una virgen en la borra de café, pero los elegidos deben tener sus métodos. Si esto es así, el Papa Francisco debe usar un sistema poco fidedigno. Algo así como utilizar un teléfono celular con pocas barras de conexión. “El populismo es malo y termina mal, como lo demuestra el siglo pasado”. Sin dar ejemplos, debemos caer en la tentación de suponer que Francisco habla de Hitler o Mussolini, ya que cuando se trata de otros populistas, el Papa parece tener un grado de comprensión sobrenatural.
“¿Qué le pasa al mundo de hoy que, cuando se produce la bancarrota de un banco de inmediato aparecen sumas escandalosas para salvarlo, pero cuando se produce esta bancarrota de la humanidad no hay casi ni una milésima parte para salvar a esos hermanos que sufren tanto?“, preguntó Francisco desde el balcón de un edificio en el Vaticano cuyo valor podría haber salvado miles de vidas en Biafra, equipado cientos de hospitales en Argentina y decenas de canguros en Australia, mientras el banco de la Santa Sede ganaba 100 mil euros cada 24 horas en el año 2016, no gracias al capitalismo, claro.
Mientras tanto, Jorge Bergoglio continuaba con su discurso utilizando las mismas frases con las que los populistas sudamericanos (y algunos europeos) reciben aplausos de las mentes frágiles. “El capitalismo mata”, “la esclavitud del individualismo” son frases comunes y dan indicios de porque las figuras mundiales relevantes que tienen teléfono rojo con el Sumo Pontífice fueron Evo Morales o Rafael Correa, incluso la mismísima Cristina Fernández de Kirchner. Los dos primeros, junto a Bernie Sanders -quien parece un hombre decente, pero en sus proclamas como candidato también ofrece a los oídos de los votantes lo que estos quieren escuchar- estuvieron presentes cuando la Academia Pontificia de Ciencias Sociales celebró una conferencia en abril de 2016 para conmemorar el 25 aniversario de la encíclica “Centesimus Annus” de Juan Pablo II. Ambos fueron oradores. ¿Representantes de otras ideologías? Cero.
Se vuelve a la insoportable pregunta de si existe populismo malo o populismo bueno. En tanto “el pueblo” sudamericano pasa hambre, suporta violencia y demás necesidades, las naciones que operan como el mismo Vaticano, no sufren tanto. Por supuesto, Francisco no habla de esto, sino de la participación que “el pueblo” sudamericano recibe de sus nuevos millonarios mandatarios. Tampoco descubre a estos mandatarios que se perpetúan en el poder, al mismo modo que Francisco (O todos sus antecesores, excepción más, excepción menos) se eternizan en sus papados.
No voy a poner en la mesa la discusión sobre la importancia de la Iglesia sobre la Declaración de los Derechos del Hombre, o su influencia. Solo puedo opinar sobre el comportamiento de un Papa que no profesa su cristianismo. El verdadero poder de las sociedades capitalistas reside en la oportunidad de discernir y debatir buenas y malas ideas. En el mundo populista, quien se encuentre en rebeldía contra el tirano (no encuentro otra definición) es un traidor a la patria.
El elegido del Dios cristiano en la tierra tiene que decir lo que la masa quiere escuchar. Su mensaje de “Confiamos Venezuela al Niño Jesús para que se pueda retomar un diálogo sereno entre los diversos componentes socialespor el bien de todo el querido pueblo venezolano”, posee un alcance inferior a la nada. Este “diálogo sereno” reclamado por el argentino, deja sin repudio los delitos cometidos por el personaje woodyallense interpretado por Nicolás Maduro. Si se trata de un camarada populista, la misericordia entrará en su corazón. Este no bombea sangre cuando se trae a la discusión a los ex uniformados ilegalmente esclavizados en Argentina. Solo aspira conveniencias e impele silencio. Estos, por supuesto, no son material popular.
“Déjanos solos”, solicita el Papa a uno de sus asistentes y se queda mirando desde la ventana en una habitación vacía. Ignorante de los protocolos religiosos, al leer este segmento de Las Sandalias del Pescador (Morris West, 1963) asumí -algo que no debe hacerse- que Kiril Lakota, este Papa ficticio de origen esloveno, se encontraba solo con Dios. Desconozco los mecanismos con los cuales se establece una comunicación con un espíritu. Sospecho que soy un ser insignificante ya que ni siquiera he sido testigo de apariciones. Ni un ser extraterrestre o un fantasma, ni siquiera la imagen de una virgen en la borra de café, pero los elegidos deben tener sus métodos. Si esto es así, el Papa Francisco debe usar un sistema poco fidedigno. Algo así como utilizar un teléfono celular con pocas barras de conexión. “El populismo es malo y termina mal, como lo demuestra el siglo pasado”. Sin dar ejemplos, debemos caer en la tentación de suponer que Francisco habla de Hitler o Mussolini, ya que cuando se trata de otros populistas, el Papa parece tener un grado de comprensión sobrenatural.
“¿Qué le pasa al mundo de hoy que, cuando se produce la bancarrota de un banco de inmediato aparecen sumas escandalosas para salvarlo, pero cuando se produce esta bancarrota de la humanidad no hay casi ni una milésima parte para salvar a esos hermanos que sufren tanto?“, preguntó Francisco desde el balcón de un edificio en el Vaticano cuyo valor podría haber salvado miles de vidas en Biafra, equipado cientos de hospitales en Argentina y decenas de canguros en Australia, mientras el banco de la Santa Sede ganaba 100 mil euros cada 24 horas en el año 2016, no gracias al capitalismo, claro.
Mientras tanto, Jorge Bergoglio continuaba con su discurso utilizando las mismas frases con las que los populistas sudamericanos (y algunos europeos) reciben aplausos de las mentes frágiles. “El capitalismo mata”, “la esclavitud del individualismo” son frases comunes y dan indicios de porque las figuras mundiales relevantes que tienen teléfono rojo con el Sumo Pontífice fueron Evo Morales o Rafael Correa, incluso la mismísima Cristina Fernández de Kirchner. Los dos primeros, junto a Bernie Sanders -quien parece un hombre decente, pero en sus proclamas como candidato también ofrece a los oídos de los votantes lo que estos quieren escuchar- estuvieron presentes cuando la Academia Pontificia de Ciencias Sociales celebró una conferencia en abril de 2016 para conmemorar el 25 aniversario de la encíclica “Centesimus Annus” de Juan Pablo II. Ambos fueron oradores. ¿Representantes de otras ideologías? Cero.
[ezcol_1half][/ezcol_1half] [ezcol_1half_end][/ezcol_1half_end]Se vuelve a la insoportable pregunta de si existe populismo malo o populismo bueno. En tanto “el pueblo” sudamericano pasa hambre, suporta violencia y demás necesidades, las naciones que operan como el mismo Vaticano, no sufren tanto. Por supuesto, Francisco no habla de esto, sino de la participación que “el pueblo” sudamericano recibe de sus nuevos millonarios mandatarios. Tampoco descubre a estos mandatarios que se perpetúan en el poder, al mismo modo que Francisco (O todos sus antecesores, excepción más, excepción menos) se eternizan en sus papados.
No voy a poner en la mesa la discusión sobre la importancia de la Iglesia sobre la Declaración de los Derechos del Hombre, o su influencia. Solo puedo opinar sobre el comportamiento de un Papa que no profesa su cristianismo. El verdadero poder de las sociedades capitalistas reside en la oportunidad de discernir y debatir buenas y malas ideas. En el mundo populista, quien se encuentre en rebeldía contra el tirano (no encuentro otra definición) es un traidor a la patria.
El elegido del Dios cristiano en la tierra tiene que decir lo que la masa quiere escuchar. Su mensaje de “Confiamos Venezuela al Niño Jesús para que se pueda retomar un diálogo sereno entre los diversos componentes sociales por el bien de todo el querido pueblo venezolano”, posee un alcance inferior a la nada. Este “diálogo sereno” reclamado por el argentino, deja sin repudio los delitos cometidos por el personaje woodyallense interpretado por Nicolás Maduro. Si se trata de un camarada populista, la misericordia entrará en su corazón. Este no bombea sangre cuando se trae a la discusión a los ex uniformados ilegalmente esclavizados en Argentina. Solo aspira conveniencias e impele silencio. Estos, por supuesto, no son material popular.
Fabian Kussman
PrisioneroEnArgentina.com
Diciembre 26, 2017
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