Cada 13 de junio se conmemora el Día del Escritor. El festejo no es casual y se debe a que en esa fecha, pero de 1874, nació Leopoldo Lugones en Villa María del Río Seco, en Córdoba. Lugones fundó la Sociedad Argentina de Escritores (SADE) la que, luego del suicidio del poeta, estableció el día de su natalicio como el Día del Escritor. Cuando Lugones escribe “La grande Argentina” su propósito era ya la de señalarnos lo que puede hacer la Nación para alcanzar su destino de llegar a la categoría de potencia. Es por eso que en el día de los escritores es mi deseo no solamente rememorar a los grandes escritores que tiene y tuvo el país a través de todos los tiempos, sino también rememorar una frase de José Ortega y Gasset con“Argentinos a las cosas”. Leopoldo al igual que Ortega y Gasset, amaban a la Argentina y nos pintaban, ilusionados con un futuro venturoso. Es admirable lo que estos grandes escritores dedujeron de nosotros en el hecho de ir hacía más allá, un aspirar constante y un anunciar que algo va a ser. Pero las virtudes a veces se abandonan con facilidad. Es que es el mismo estado el que debe convencernos de una vez por toda sobre nuestras técnicas y conocimientos, para poder explotar y administrar una riqueza intelectual que indudablemente tenemos. En Europa hubo grupos de gente sabia y una juventud ávida por cultivarse, y de ese empuje nacen las universidades. Nosotros invertimos muchas veces el proceso y creamos las universidades sin tener primero los sabios, y así las “cátedras, los puestos, los huecos sociales surgen antes que los hombres capaces de llenarlos”.A principios de este siglo, un periodista escribió una nota que ahora me llamón la atención.Decía que había observado algo insólito, inexplicable, increíble por lo irrazonable:resulta que a las canchas en las que grupos de muchachos se divertían jugando a la pelota, iba bastante público a pesar de que cobraran entrada para verlos. Mucho más público del que acudía a las bibliotecas, a pesar de que en los centro de culturas, además de no cobrarse nada por entrar, se podía realizar una tarea, estudio, aprendizaje, pasatiempo, instrucción, investigación, de alto valor para el propio interesado. El periodista mostraba el hecho como inexplicable por lo absurdo que resultaba. Ahora lo encontramos perfectamente natural y comprensible máxime en los meses del mundial de futbol. Este siglo, cambalache problemático y febril, nos ha acostumbrado a ver que el hombre no se guía por su raciocinio, por la lógica, sino por las pasiones. Y a pesar de que las pasiones sean apetitos desordenados del ánimo, el hombre de este siglo se las echa encima muy campante, sin siquiera ruborizarse. Una tremenda distancia espiritual nos separa de aquel faraón egipcio que en la puerta de su biblioteca escribiera: “Libros tesoro de los remedios del alma”.Hasta las alocadas y atolondradas pasiones tendrían su remedio entre el tesoro de los libros, fuentes de serena sabiduría y la calidez de los escritores.Las bibliotecas y los escritores se mantuvieron a través de los milenios. Festejemos que los escritores y los libros todavía existen ya que el paso del tiempo no cuenta para los remedios del alma y el saber. Recordemos que unos días más adelante el 23 de junio de 1911, en Rojas, nació Ernesto Sábato, un grande de la letra y el saber. Y qué decir de nuestro Jorge Luís Borges el escritor más celebrado y considerado de todas las épocas en nuestro país y en el mundo, literario contemporáneo. Ambos simbolizan a la intelectualidad, argentina. Decir Sábato y Borgeses decir estudio, pulcritud, seriedad, hombres que por su vocación de estudiosos son y deben ser ejemplo para la juventud y el culto intelectual que cultiva la inteligencia.Que esta celebración del día del escritor sea motivo propicio para que recordemos su existencia, para que nos hagamos cargo de nuestra obligación de conservar y amparar a los hombres de letra y para que tomemos conciencia de los aportes de saber que la escritura puede brindarnos.
JORGE BERNABE LOBO ARAGÓN
Cada 13 de junio se conmemora el Día del Escritor. El festejo no es casual y se debe a que en esa fecha, pero de 1874, nació Leopoldo Lugones en Villa María del Río Seco, en Córdoba. Lugones fundó la Sociedad Argentina de Escritores (SADE) la que, luego del suicidio del poeta, estableció el día de su natalicio como el Día del Escritor. Cuando Lugones escribe “La grande Argentina” su propósito era ya la de señalarnos lo que puede hacer la Nación para alcanzar su destino de llegar a la categoría de potencia. Es por eso que en el día de los escritores es mi deseo no solamente rememorar a los grandes escritores que tiene y tuvo el país a través de todos los tiempos, sino también rememorar una frase de José Ortega y Gasset con “Argentinos a las cosas”. Leopoldo al igual que Ortega y Gasset, amaban a la Argentina y nos pintaban, ilusionados con un futuro venturoso. Es admirable lo que estos grandes escritores dedujeron de nosotros en el hecho de ir hacía más allá, un aspirar constante y un anunciar que algo va a ser. Pero las virtudes a veces se abandonan con facilidad. Es que es el mismo estado el que debe convencernos de una vez por toda sobre nuestras técnicas y conocimientos, para poder explotar y administrar una riqueza intelectual que indudablemente tenemos. En Europa hubo grupos de gente sabia y una juventud ávida por cultivarse, y de ese empuje nacen las universidades. Nosotros invertimos muchas veces el proceso y creamos las universidades sin tener primero los sabios, y así las “cátedras, los puestos, los huecos sociales surgen antes que los hombres capaces de llenarlos”. A principios de este siglo, un periodista escribió una nota que ahora me llamón la atención. Decía que había observado algo insólito, inexplicable, increíble por lo irrazonable: resulta que a las canchas en las que grupos de muchachos se divertían jugando a la pelota, iba bastante público a pesar de que cobraran entrada para verlos. Mucho más público del que acudía a las bibliotecas, a pesar de que en los centro de culturas, además de no cobrarse nada por entrar, se podía realizar una tarea, estudio, aprendizaje, pasatiempo, instrucción, investigación, de alto valor para el propio interesado. El periodista mostraba el hecho como inexplicable por lo absurdo que resultaba. Ahora lo encontramos perfectamente natural y comprensible máxime en los meses del mundial de futbol. Este siglo, cambalache problemático y febril, nos ha acostumbrado a ver que el hombre no se guía por su raciocinio, por la lógica, sino por las pasiones. Y a pesar de que las pasiones sean apetitos desordenados del ánimo, el hombre de este siglo se las echa encima muy campante, sin siquiera ruborizarse. Una tremenda distancia espiritual nos separa de aquel faraón egipcio que en la puerta de su biblioteca escribiera: “Libros tesoro de los remedios del alma”. Hasta las alocadas y atolondradas pasiones tendrían su remedio entre el tesoro de los libros, fuentes de serena sabiduría y la calidez de los escritores. Las bibliotecas y los escritores se mantuvieron a través de los milenios. Festejemos que los escritores y los libros todavía existen ya que el paso del tiempo no cuenta para los remedios del alma y el saber. Recordemos que unos días más adelante el 23 de junio de 1911, en Rojas, nació Ernesto Sábato, un grande de la letra y el saber. Y qué decir de nuestro Jorge Luís Borges el escritor más celebrado y considerado de todas las épocas en nuestro país y en el mundo, literario contemporáneo. Ambos simbolizan a la intelectualidad, argentina. Decir Sábato y Borges es decir estudio, pulcritud, seriedad, hombres que por su vocación de estudiosos son y deben ser ejemplo para la juventud y el culto intelectual que cultiva la inteligencia. Que esta celebración del día del escritor sea motivo propicio para que recordemos su existencia, para que nos hagamos cargo de nuestra obligación de conservar y amparar a los hombres de letra y para que tomemos conciencia de los aportes de saber que la escritura puede brindarnos.
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