“Obviamente deseo ser el presidente de los Estados Unidos, y por supuesto quiero que Obama pierda, pero permítanme decirles algo: Es un hombre decente y alguien que ustedes no deben temer si él es electo presidente”
Cuando un ser humano deja de existir nos aborda la tentación de tener que exponer todo lo bueno que este realizó durante su permanencia en la tierra, pero en este mundo brutal -en el universo político- donde es obligatorio vestir con basura al oponente, la frase del senador, soldado, prisionero de guerra, fue remarcable. Tal vez, en el confuso ambiente pre eleccionario, y ante el semblante de los indecisos, la construcción de esa oración le obsequió la derrota (Aunque es probable que lo haya hecho la elección de Sarah Palin como su candidata a vicepresidente) pero lo entregó al mundo como un hombre con integridad.
Cuando hablo de confuso ambiente pre eleccionario, afloran las sensaciones de decepción. La sociedad de la superpotencia no tiene en sus filas quien posea una idea clara del porvenir del país en el momento de emitir su sufragio. Hay costumbres. Hay desinterés hasta el momento en que se note en las góndolas del mercado un aumento considerable en los comestibles. Un diez por ciento de mentes brillantes sostienen el desarrollo y la prosperidad, y están sentados en empresas privadas, no en Washington. El grupo restante son familias. Personas que trabajan buscando su libertad económica y la felicidad mencionada en la Constitución. Entre estas, me incluyo admitiendo mi ignorancia en Wall Street o tratados internacionales que puedan o no tener sustento en la visión de un empresario o un dirigente político. Pero igualmente decidimos con un voto. Y la emisión de esa decisión no siempre es meditada. McCain fue la prueba viviente. “No es (McCain) un héroe de guerra. Fue un héroe porque fue capturado. Me gusta la gente que no fue capturada”, vomitó Donald Trump tres años atrás en referencia a un McCain prisionero de guerra, mientras el actual presidente jugaba basquetbol en una academia militar en Nueva York y sorteaba su reclutamiento como soldado por tener pies planos. Sin embargo, el pueblo americano abrazó al millonario para que guíe los pasos de la Nación desde la Oficina Oval.
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En su carrera hacia habitar a Casa Blanca, McCain sostuvo un combate desigual por su propio designio, Sarah Palin. El educar -no solo políticamente, sino en sus razonamientos- a la gobernadora de Alaska tal vez haya sido un desafío personal y si bien América cometió muchos errores, aún no estaba preparada para el correr ese riesgo.
Tal vez la aventura de tratar de incluir a la segunda candidata a esa posición en la historia norteamericana haya servido para algo.
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En el otoño de 1970, John S. “Jack” McCain -padre del senador- se mostraba preocupado y en su análisis exponía que el plan de Kissinger de un extenso compromiso de las tropas de Vietnam del Sur para preservar el régimen camboyano pondría en peligro el progreso de la vietnamización.
McCain también estaba muy alarmado por la presencia norvietnamita en Laos y es por ello que pasaba cada instante en el frente. Cada año, mientras Jack McCain era “El Hombre en el Pacífico”, realizaba una visita de navidad a las tropas estadounidenses en Vietnam del Sur que prestaban sus servicios más cerca de la zona desmilitarizada; se quedaría solo y miraría al norte, para estar lo más cerca posible de su hijo.
Durante la Operación Linebacker, el bombardeo reanudado del norte a partir de abril de 1972, los objetivos americanos incluyeron el área de Hanoi.
Las órdenes diarias fueron emitidas por McCain, sabiendo que su hijo encarcelado estaba allí.
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Pero McCain no solo fue un presidente frustrado o un senador activo. De los muchos relatos de soldados que salieron a la luz sobre el tratamiento increíblemente cruel otorgado a los prisioneros de guerra estadounidenses en Vietnam, ninguno es más dramático que el del Teniente John Sídney McCain III, aviador de la Marina, hijo de un almirante que comandó la guerra en el Pacífico, y un prisionero que vino a “recibir atención especial” durante 5 años y 6 meses de cautiverio en Vietnam del Norte. McCain fue derribado por un misil ruso y su avión terminó en el fondo de un lago. De allí fue “rescatado” por el enemigo. El saludo antes de tomarlo como “huésped” fue clavarle una bayoneta en el pie, destrozarle una rodilla y luxarle un hombro de manera permanente. Una vez en su celda, era golpeado sistemáticamente cada dos horas. Esto continuó bajo la condición de sufrir disentería. Como a todo hombre en tales condiciones, le llegó el momento de quebrarse y debió firmar ciertas confesiones antiamericanas. Con el transcurso de los meses, fue golpeado salvajemente por negarse a continuar haciéndolo o firmando los documentos.
Algunas guerras duran pocos meses, otras toda la vida. Sospecho que es el temple para sobreponerse a la adversidad es lo que deja el horror detenido, cuando a la noche se cierran las puertas de la casa.
“Obviamente deseo ser el presidente de los Estados Unidos, y por supuesto quiero que Obama pierda, pero permítanme decirles algo: Es un hombre decente y alguien que ustedes no deben temer si él es electo presidente”
Cuando un ser humano deja de existir nos aborda la tentación de tener que exponer todo lo bueno que este realizó durante su permanencia en la tierra, pero en este mundo brutal -en el universo político- donde es obligatorio vestir con basura al oponente, la frase del senador, soldado, prisionero de guerra, fue remarcable. Tal vez, en el confuso ambiente pre eleccionario, y ante el semblante de los indecisos, la construcción de esa oración le obsequió la derrota (Aunque es probable que lo haya hecho la elección de Sarah Palin como su candidata a vicepresidente) pero lo entregó al mundo como un hombre con integridad.
Cuando hablo de confuso ambiente pre eleccionario, afloran las sensaciones de decepción. La sociedad de la superpotencia no tiene en sus filas quien posea una idea clara del porvenir del país en el momento de emitir su sufragio. Hay costumbres. Hay desinterés hasta el momento en que se note en las góndolas del mercado un aumento considerable en los comestibles. Un diez por ciento de mentes brillantes sostienen el desarrollo y la prosperidad, y están sentados en empresas privadas, no en Washington. El grupo restante son familias. Personas que trabajan buscando su libertad económica y la felicidad mencionada en la Constitución. Entre estas, me incluyo admitiendo mi ignorancia en Wall Street o tratados internacionales que puedan o no tener sustento en la visión de un empresario o un dirigente político. Pero igualmente decidimos con un voto. Y la emisión de esa decisión no siempre es meditada. McCain fue la prueba viviente. “No es (McCain) un héroe de guerra. Fue un héroe porque fue capturado. Me gusta la gente que no fue capturada”, vomitó Donald Trump tres años atrás en referencia a un McCain prisionero de guerra, mientras el actual presidente jugaba basquetbol en una academia militar en Nueva York y sorteaba su reclutamiento como soldado por tener pies planos. Sin embargo, el pueblo americano abrazó al millonario para que guíe los pasos de la Nación desde la Oficina Oval.
[ezcol_1half]En su carrera hacia habitar a Casa Blanca, McCain sostuvo un combate desigual por su propio designio, Sarah Palin. El educar -no solo políticamente, sino en sus razonamientos- a la gobernadora de Alaska tal vez haya sido un desafío personal y si bien América cometió muchos errores, aún no estaba preparada para el correr ese riesgo.
Tal vez la aventura de tratar de incluir a la segunda candidata a esa posición en la historia norteamericana haya servido para algo.
[/ezcol_1half] [ezcol_1half_end]En el otoño de 1970, John S. “Jack” McCain -padre del senador- se mostraba preocupado y en su análisis exponía que el plan de Kissinger de un extenso compromiso de las tropas de Vietnam del Sur para preservar el régimen camboyano pondría en peligro el progreso de la vietnamización.
McCain también estaba muy alarmado por la presencia norvietnamita en Laos y es por ello que pasaba cada instante en el frente. Cada año, mientras Jack McCain era “El Hombre en el Pacífico”, realizaba una visita de navidad a las tropas estadounidenses en Vietnam del Sur que prestaban sus servicios más cerca de la zona desmilitarizada; se quedaría solo y miraría al norte, para estar lo más cerca posible de su hijo.
Durante la Operación Linebacker, el bombardeo reanudado del norte a partir de abril de 1972, los objetivos americanos incluyeron el área de Hanoi.
Las órdenes diarias fueron emitidas por McCain, sabiendo que su hijo encarcelado estaba allí.
[/ezcol_1half_end]Pero McCain no solo fue un presidente frustrado o un senador activo. De los muchos relatos de soldados que salieron a la luz sobre el tratamiento increíblemente cruel otorgado a los prisioneros de guerra estadounidenses en Vietnam, ninguno es más dramático que el del Teniente John Sídney McCain III, aviador de la Marina, hijo de un almirante que comandó la guerra en el Pacífico, y un prisionero que vino a “recibir atención especial” durante 5 años y 6 meses de cautiverio en Vietnam del Norte. McCain fue derribado por un misil ruso y su avión terminó en el fondo de un lago. De allí fue “rescatado” por el enemigo. El saludo antes de tomarlo como “huésped” fue clavarle una bayoneta en el pie, destrozarle una rodilla y luxarle un hombro de manera permanente. Una vez en su celda, era golpeado sistemáticamente cada dos horas. Esto continuó bajo la condición de sufrir disentería. Como a todo hombre en tales condiciones, le llegó el momento de quebrarse y debió firmar ciertas confesiones antiamericanas. Con el transcurso de los meses, fue golpeado salvajemente por negarse a continuar haciéndolo o firmando los documentos.
Algunas guerras duran pocos meses, otras toda la vida. Sospecho que es el temple para sobreponerse a la adversidad es lo que deja el horror detenido, cuando a la noche se cierran las puertas de la casa.
PrisioneroEnArgentina.com
Agosto 26, 2018
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