Hay excepciones, pero los dedos de una mano sobran para contarlas. Los partidos de izquierda y los izquierdistas oficiosos o de oficio de los países (digamos) libres, allí donde la libertad tiene todavía alguna presencia, son siempre los principales detractores de las Fuerzas Armadas. No puede ser de otra manera ya que su religión (el marxismo) les revela rotundamente que los militares y policías fungen como el brazo armado de la burguesía (el “cochino” capitalismo). En los años ’70 del siglo pasado los ejércitos marxistas del ERP y Montoneros declararon e hicieron la guerra al Estado argentino durante el gobierno constitucional de Juan Perón y continuaron el año 1979 (gobierno militar), cuando asumieron de hecho su aplastante derrota. La guerra caliente fue cruenta y con el método que impuso el terrorismo guerrillero; la fría, continúa con esa estrategia tan simple como indigna: la farsa de presentarse como víctimas de genocidas. ¡Dónde está escrito que los militares, empresarios, sindicalistas, policías y ciudadanos comunes deben echarse al suelo a esperar que los comunistas los maten! Falsedad que fue acogida con beneplácito por políticos, periodistas, curas y sindicalistas que así, de un plumazo, quedaban fuera de la lista de los malos y pasaban a engrosar la de los que exigían rendición de cuentas. ¡Un chivo expiatorio caído del cielo! Mas nada es gratis; de aquí en adelante los “expiados” quedaban obligados a asumir el discurso de la izquierda como propio (el de aniquilar a las FF.AA) y actuar en consecuencia. Por ejemplo, a mentir descaradamente o, en su defecto, a contestar con evasivas cobardes frente a algo tan rotundamente incontrovertible como el número de muertos y desaparecidos en la guerra contra la subversión. Que el kirchnerismo, a pesar de la lista oficial de 6.348 confeccionada por su propio gobierno, insista con el número de 30.000 desaparecidos es un acto que debe considerarse como delito de incitación al odio. Ahora bien, que el macrismo que venía a acabar con “el curro de los derechos humanos” haya votado, en la Legislatura de la Provincia de Buenos Aires, una ley que obliga a que en los documentos oficiales relativos al tema se use el número de 30.000 y a que se trató de un genocidio constituye un acto totalitario que, en un país decente, habría disparado un escándalo político. Sin embargo, la gobernadora María Eugenia Vidal no vetó la ley que envenenará a los niños bonaerenses con esa mentira infame incitadora de odio. Puesta a elegir entre agradar a las “Abuelas de Plaza de Mayo” y defender a las FF.AA., Vidal se queda con lo primero. Tanto es así que, en clara violación de la ley, se presenta como querellante contra soldados que pelearon en Malvinas. No vaya algún distraído, siquiera, a sospechar de su corazoncito de izquierda.
A fines de año los argentinos eligen presidente. La campaña electoral, de hecho, ha comenzado. Los principales candidatos, exceptuando a por lo menos dos, acomodan su discurso al paradigma “políticamente correcto” impuesto por los ex terroristas setentones ahora devenidos en defensores de los derechos humanos. Kirchneristas, ex kirchneristas, macristas reivindican, por acción u omisión, el plan sistemático de aniquilamiento de las FF.AA. y de las Fuerzas de Seguridad llevado adelante por los jueces y fiscales federales. El ERP y Montoneros están ganando la guerra sin disparar un solo tiro. Ahora bien, ¿puede una nación sostener la condición de tal sin instituciones armadas? ¿La libertad individual, la propiedad privada, la libertad de prensa, el territorio, la soberanía política pueden ejercerse sin una fuerza de represión que las defienda de ataques externos o internos? La experiencia histórica de la humanidad es concluyente al respecto. No. Por otro lado, la historia argentina es principalmente la historia de su ejército. Sin embargo, ni Macri, ni ninguno de los presidenciales del peronismo considera de interés indicar en sus respectivas plataformas una política de defensa ¿Pensarán que el resto de los Estados actúan como energúmenos armamentistas al gastar millonarias cifras en armas y adiestramiento en lugar de desmantelar sus ejércitos? Si así fuera, estamos en el horno. Porque no es que la izquierda sea enemiga del ejército en general y en abstracto; lo es fundamentalmente de lo que todavía sobrevive del ejército argentino. No así del cubano; de allí que Pérez Esquivel, Carlotto, Bonasso y tantos otros se deshagan en remilgos frente al déspota y violador serial de los derechos humanos: el “Comandante” Fidel Castro, o el gobierno de Cristina Kirchner decrete tres días de luto nacional a propósito de la muerte del teniente del Ejército Montonero, Juan Gelman.
Las elecciones están a la vuelta de la esquina ¿Asomará algún candidato con el valor necesario para enfrentar la emblemática mentira de los 30.000 desaparecidos? En fin…, tampoco se les está pidiendo volar un viejo Skyhawks para, en medio de la flota británica, ubicar y hundir al Invincible.
Por Mauricio Ortín
Hay excepciones, pero los dedos de una mano sobran para contarlas. Los partidos de izquierda y los izquierdistas oficiosos o de oficio de los países (digamos) libres, allí donde la libertad tiene todavía alguna presencia, son siempre los principales detractores de las Fuerzas Armadas. No puede ser de otra manera ya que su religión (el marxismo) les revela rotundamente que los militares y policías fungen como el brazo armado de la burguesía (el “cochino” capitalismo). En los años ’70 del siglo pasado los ejércitos marxistas del ERP y Montoneros declararon e hicieron la guerra al Estado argentino durante el gobierno constitucional de Juan Perón y continuaron el año 1979 (gobierno militar), cuando asumieron de hecho su aplastante derrota. La guerra caliente fue cruenta y con el método que impuso el terrorismo guerrillero; la fría, continúa con esa estrategia tan simple como indigna: la farsa de presentarse como víctimas de genocidas. ¡Dónde está escrito que los militares, empresarios, sindicalistas, policías y ciudadanos comunes deben echarse al suelo a esperar que los comunistas los maten! Falsedad que fue acogida con beneplácito por políticos, periodistas, curas y sindicalistas que así, de un plumazo, quedaban fuera de la lista de los malos y pasaban a engrosar la de los que exigían rendición de cuentas. ¡Un chivo expiatorio caído del cielo! Mas nada es gratis; de aquí en adelante los “expiados” quedaban obligados a asumir el discurso de la izquierda como propio (el de aniquilar a las FF.AA) y actuar en consecuencia. Por ejemplo, a mentir descaradamente o, en su defecto, a contestar con evasivas cobardes frente a algo tan rotundamente incontrovertible como el número de muertos y desaparecidos en la guerra contra la subversión. Que el kirchnerismo, a pesar de la lista oficial de 6.348 confeccionada por su propio gobierno, insista con el número de 30.000 desaparecidos es un acto que debe considerarse como delito de incitación al odio. Ahora bien, que el macrismo que venía a acabar con “el curro de los derechos humanos” haya votado, en la Legislatura de la Provincia de Buenos Aires, una ley que obliga a que en los documentos oficiales relativos al tema se use el número de 30.000 y a que se trató de un genocidio constituye un acto totalitario que, en un país decente, habría disparado un escándalo político. Sin embargo, la gobernadora María Eugenia Vidal no vetó la ley que envenenará a los niños bonaerenses con esa mentira infame incitadora de odio. Puesta a elegir entre agradar a las “Abuelas de Plaza de Mayo” y defender a las FF.AA., Vidal se queda con lo primero. Tanto es así que, en clara violación de la ley, se presenta como querellante contra soldados que pelearon en Malvinas. No vaya algún distraído, siquiera, a sospechar de su corazoncito de izquierda.
A fines de año los argentinos eligen presidente. La campaña electoral, de hecho, ha comenzado. Los principales candidatos, exceptuando a por lo menos dos, acomodan su discurso al paradigma “políticamente correcto” impuesto por los ex terroristas setentones ahora devenidos en defensores de los derechos humanos. Kirchneristas, ex kirchneristas, macristas reivindican, por acción u omisión, el plan sistemático de aniquilamiento de las FF.AA. y de las Fuerzas de Seguridad llevado adelante por los jueces y fiscales federales. El ERP y Montoneros están ganando la guerra sin disparar un solo tiro. Ahora bien, ¿puede una nación sostener la condición de tal sin instituciones armadas? ¿La libertad individual, la propiedad privada, la libertad de prensa, el territorio, la soberanía política pueden ejercerse sin una fuerza de represión que las defienda de ataques externos o internos? La experiencia histórica de la humanidad es concluyente al respecto. No. Por otro lado, la historia argentina es principalmente la historia de su ejército. Sin embargo, ni Macri, ni ninguno de los presidenciales del peronismo considera de interés indicar en sus respectivas plataformas una política de defensa ¿Pensarán que el resto de los Estados actúan como energúmenos armamentistas al gastar millonarias cifras en armas y adiestramiento en lugar de desmantelar sus ejércitos? Si así fuera, estamos en el horno. Porque no es que la izquierda sea enemiga del ejército en general y en abstracto; lo es fundamentalmente de lo que todavía sobrevive del ejército argentino. No así del cubano; de allí que Pérez Esquivel, Carlotto, Bonasso y tantos otros se deshagan en remilgos frente al déspota y violador serial de los derechos humanos: el “Comandante” Fidel Castro, o el gobierno de Cristina Kirchner decrete tres días de luto nacional a propósito de la muerte del teniente del Ejército Montonero, Juan Gelman.
Las elecciones están a la vuelta de la esquina ¿Asomará algún candidato con el valor necesario para enfrentar la emblemática mentira de los 30.000 desaparecidos? En fin…, tampoco se les está pidiendo volar un viejo Skyhawks para, en medio de la flota británica, ubicar y hundir al Invincible.
PrisioneroEnArgentina.com
Enero 12, 2019
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