Se está fabricando un “líder” revolucionario con el apoyo del Papa, de algunos sindicalistas y de la prensa, cuya virulencia hace pensar que es mucho más destructivo que los izquierdistas comunes y que podría ser una especie de Trotzky vernáculo. Es el joven Juan Grabois, de 36 años, Asesor del Pontificio Consejo para la Justicia y la Paz y una especie de “discípulo perfecto” del Papa, con quien se ve o habla por teléfono frecuentemente.
Ayer, en un acto realizado en el salón Felipe Vallese de la CGT de Azopardo 826 de este ciudad, acompañado por el Obispo auxiliar de esta Arquidiócesis, vicario de la Pastoral de “villas porteñas” ( y amigo del Papa que lo designó, Juan Grabois presentó “el libro “La irrupción de los Movimientos Populares: Rerum novarum de nuestro tiempo”, publicado por la Librería Editrice Vaticana y preparado por la Pontificia Comisión para América Latina, que reúne las principales exposiciones de los Encuentros Mundiales que desde 2014 congregaron a miles de representantes de movimientos populares en el continente americano”, con un prefacio firmado por el propio Papa en el que dice, entre otras cosas, que los “movimientos sociales” (sin especificar a cuales se refiere por lo que puede entenderse que incluye a todo el espectro de la multitud de organizaciones subversivas que ocupan las calles de Buenos Aires y otras ciudades del país los cuales se caracterizan por la violencia y el desprecio de la ley) “representan una gran alternativa social, un grito profundo, un signo de contradicción, una esperanza de que todo puede cambiar”.
Esa retahíla de vaguedades insinúa con suficiente claridad que el Papa promueve, a través de gente como Grabois, una verdadera revolución social cuyo modelo es el comunismo (al cual elogió varias veces, además de entregar al comunismo chino los sufridos católicos fieles que son perseguidos en esa enorme nación asiática). Si no es eso, ¿qué razón hay para que un Papa use un lenguaje que aprueba un cambio social que se expresa por un “grito profundo”, que es “un signo de contradicción” y cuyo objetivo es “que todo puede cambiar”. “Todo” significa “todo”, es decir, las libertades individuales, el derecho de propiedad, el poder del Estado, las jerarquías naturales, la abolición de las tradiciones cristianas que aún subsisten en casi todas las naciones de la antigua Cristiandad.
Un lenguaje analógicamente esotérico usó Grabois en su discurso de presentación del libro ayer, refiriéndose a su organización llamada “Confederación de Trabajadores para la Economía Popular (CTEP)” que él dirige, una de las más activas en los “piquetes”, en estrecha colaboración con el Partido Obrero y otros grupos de extrema izquierda. Dijo Grabois: “Surgimos para transformar la realidad, para desarrollar la economía popular, la soberanía alimentaria, la integración urbana y para terminar con la miseria” (“La Nación”, 25/9/2019, pag. 11),
Ese palabrerío que parece una mera colección de ditirambos huecos, está diciendo con bastante claridad que este país organizado en la base de las tradiciones argentinas y de acuerdo a la Constitución de 1853 con sus derechos e instituciones (todo eso ya bastante averiado por el peronismo que nos está demoliendo desde hace 64 años) debe ser “transformado” es decir, abolido y reemplazado por otra cosa. Según el Diccionario de la Real Academia, “transformar” quiere decir “hacer cambiar de forma a una persona o cosa”. Ahora bien, como la esencia de las cosas se define por su “forma”, el cambio de forma implica que la argentina que conocemos, plagada de lacras políticas y sociales, será convertida en otra cosa que sea suficientemente diferente a la actual como para implicar una “transformación”. ¿No será eso un Estado comunista? Yo sospecho que sí, pero Grabois no lo dice para no alarmar al “buen burgués”.
Esa sospecha se ve reforzada por las siguientes consignas que usó en su discurso: “Desarrollar la economía popular” parece la definición de una economía en la que todo será del pueblo, es decir, del Estado en manos de los neo-bolcheviques como Grabois. “La soberanía alimentaria” es una vaguedad con veneno en la cola, puesto que está sugiriendo que la actual propiedad privada de los medios de producción de alimentos (campos e industrias) le está quitando al pueblo la “soberanía” sobre esos medios que deben ser, por lo tanto, estatizados porque en el lenguaje de los comunistas, “Estado” organizado por ellos, es sinónimo de pueblo.
La “integración urbana”, ¿qué quiere decir? O no quiere decir nada o puede insinuar que debe hacerse una redistribución de los espacios habitables de las ciudades para que nadie tenga una vivienda más grande que un cierto modelo uniforme más allá del cual el excedente estará sometido a la “integración urbana”, o sea, a la ocupación por quienes están “en situación de calle”. Dicho sea, entre paréntesis, sospecho también que esos individuos que duermen en la calle (con colchones nuevos algunos, casi todos tirados en las veredas durante el día cuando son bien visibles y causan el efecto deseado de sugerir miseria) son parte de la “ingeniería subversiva” de los talleres de la izquierda, a los cuales pertenece una gran parte del clero.
Y por último, la incitación a la rebelión popular para “terminar con la miseria” parece un eco del “¡Proletarios del mundo, uníos!” con que termina el Manifiesto comunista de Marx y Engels.
No es de extrañar que este “trotzky” porteño se haya adherido a la candidatura de la Kirchner cuyo “¡Vamos por todo!” y su solidaridad con Cuba y Venezuela están en sintonía con la obvia intención política de Grabois y de su mentor, el Papa.
Lo más grave del asunto es que Alberto Fernández, figura ambigua y desteñida que preside la fórmula que “ganó” en las PASO, si llegara a ser electo, no podría resistir a la furia revolucionaria de Grabois detrás del cual está el Papa y toda la izquierda que siempre preferirá a un portador de odio como el nuevo “trotzky” que al desabrido demagogo Fernández que quiere ser “moderado”. Éste no sabe cómo se hace una revolución bolchevique, que es lo que tienen en la cabeza los “kirchneristas” de punta. Grabois si sabe.
Lo más grave es que si fuera reelecto Macri (fraude electrónico de por medio) que parece lo más probable, Grabois surgirá como el líder de la oposición subversiva a la cual está probado que Macri no quiere ni sabe cómo reprimir. Y estaremos perdidos de todas maneras. A no ser que, por un milagro de la gracia de Dios, surjan nuevos dirigentes políticos que estén dispuestos a luchar seriamente contra esta raza de víboras que es la “dirigencia” corrupta e inepta y su cría de la extrema izquierda.
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Se está fabricando un “líder” revolucionario con el apoyo del Papa, de algunos sindicalistas y de la prensa, cuya virulencia hace pensar que es mucho más destructivo que los izquierdistas comunes y que podría ser una especie de Trotzky vernáculo. Es el joven Juan Grabois, de 36 años, Asesor del Pontificio Consejo para la Justicia y la Paz y una especie de “discípulo perfecto” del Papa, con quien se ve o habla por teléfono frecuentemente.
Ayer, en un acto realizado en el salón Felipe Vallese de la CGT de Azopardo 826 de este ciudad, acompañado por el Obispo auxiliar de esta Arquidiócesis, vicario de la Pastoral de “villas porteñas” ( y amigo del Papa que lo designó, Juan Grabois presentó “el libro “La irrupción de los Movimientos Populares: Rerum novarum de nuestro tiempo”, publicado por la Librería Editrice Vaticana y preparado por la Pontificia Comisión para América Latina, que reúne las principales exposiciones de los Encuentros Mundiales que desde 2014 congregaron a miles de representantes de movimientos populares en el continente americano”, con un prefacio firmado por el propio Papa en el que dice, entre otras cosas, que los “movimientos sociales” (sin especificar a cuales se refiere por lo que puede entenderse que incluye a todo el espectro de la multitud de organizaciones subversivas que ocupan las calles de Buenos Aires y otras ciudades del país los cuales se caracterizan por la violencia y el desprecio de la ley) “representan una gran alternativa social, un grito profundo, un signo de contradicción, una esperanza de que todo puede cambiar”.
Esa retahíla de vaguedades insinúa con suficiente claridad que el Papa promueve, a través de gente como Grabois, una verdadera revolución social cuyo modelo es el comunismo (al cual elogió varias veces, además de entregar al comunismo chino los sufridos católicos fieles que son perseguidos en esa enorme nación asiática). Si no es eso, ¿qué razón hay para que un Papa use un lenguaje que aprueba un cambio social que se expresa por un “grito profundo”, que es “un signo de contradicción” y cuyo objetivo es “que todo puede cambiar”. “Todo” significa “todo”, es decir, las libertades individuales, el derecho de propiedad, el poder del Estado, las jerarquías naturales, la abolición de las tradiciones cristianas que aún subsisten en casi todas las naciones de la antigua Cristiandad.
Un lenguaje analógicamente esotérico usó Grabois en su discurso de presentación del libro ayer, refiriéndose a su organización llamada “Confederación de Trabajadores para la Economía Popular (CTEP)” que él dirige, una de las más activas en los “piquetes”, en estrecha colaboración con el Partido Obrero y otros grupos de extrema izquierda. Dijo Grabois: “Surgimos para transformar la realidad, para desarrollar la economía popular, la soberanía alimentaria, la integración urbana y para terminar con la miseria” (“La Nación”, 25/9/2019, pag. 11),
Ese palabrerío que parece una mera colección de ditirambos huecos, está diciendo con bastante claridad que este país organizado en la base de las tradiciones argentinas y de acuerdo a la Constitución de 1853 con sus derechos e instituciones (todo eso ya bastante averiado por el peronismo que nos está demoliendo desde hace 64 años) debe ser “transformado” es decir, abolido y reemplazado por otra cosa. Según el Diccionario de la Real Academia, “transformar” quiere decir “hacer cambiar de forma a una persona o cosa”. Ahora bien, como la esencia de las cosas se define por su “forma”, el cambio de forma implica que la argentina que conocemos, plagada de lacras políticas y sociales, será convertida en otra cosa que sea suficientemente diferente a la actual como para implicar una “transformación”. ¿No será eso un Estado comunista? Yo sospecho que sí, pero Grabois no lo dice para no alarmar al “buen burgués”.
Esa sospecha se ve reforzada por las siguientes consignas que usó en su discurso: “Desarrollar la economía popular” parece la definición de una economía en la que todo será del pueblo, es decir, del Estado en manos de los neo-bolcheviques como Grabois. “La soberanía alimentaria” es una vaguedad con veneno en la cola, puesto que está sugiriendo que la actual propiedad privada de los medios de producción de alimentos (campos e industrias) le está quitando al pueblo la “soberanía” sobre esos medios que deben ser, por lo tanto, estatizados porque en el lenguaje de los comunistas, “Estado” organizado por ellos, es sinónimo de pueblo.
La “integración urbana”, ¿qué quiere decir? O no quiere decir nada o puede insinuar que debe hacerse una redistribución de los espacios habitables de las ciudades para que nadie tenga una vivienda más grande que un cierto modelo uniforme más allá del cual el excedente estará sometido a la “integración urbana”, o sea, a la ocupación por quienes están “en situación de calle”. Dicho sea, entre paréntesis, sospecho también que esos individuos que duermen en la calle (con colchones nuevos algunos, casi todos tirados en las veredas durante el día cuando son bien visibles y causan el efecto deseado de sugerir miseria) son parte de la “ingeniería subversiva” de los talleres de la izquierda, a los cuales pertenece una gran parte del clero.
Y por último, la incitación a la rebelión popular para “terminar con la miseria” parece un eco del “¡Proletarios del mundo, uníos!” con que termina el Manifiesto comunista de Marx y Engels.
No es de extrañar que este “trotzky” porteño se haya adherido a la candidatura de la Kirchner cuyo “¡Vamos por todo!” y su solidaridad con Cuba y Venezuela están en sintonía con la obvia intención política de Grabois y de su mentor, el Papa.
Lo más grave del asunto es que Alberto Fernández, figura ambigua y desteñida que preside la fórmula que “ganó” en las PASO, si llegara a ser electo, no podría resistir a la furia revolucionaria de Grabois detrás del cual está el Papa y toda la izquierda que siempre preferirá a un portador de odio como el nuevo “trotzky” que al desabrido demagogo Fernández que quiere ser “moderado”. Éste no sabe cómo se hace una revolución bolchevique, que es lo que tienen en la cabeza los “kirchneristas” de punta. Grabois si sabe.
Lo más grave es que si fuera reelecto Macri (fraude electrónico de por medio) que parece lo más probable, Grabois surgirá como el líder de la oposición subversiva a la cual está probado que Macri no quiere ni sabe cómo reprimir. Y estaremos perdidos de todas maneras. A no ser que, por un milagro de la gracia de Dios, surjan nuevos dirigentes políticos que estén dispuestos a luchar seriamente contra esta raza de víboras que es la “dirigencia” corrupta e inepta y su cría de la extrema izquierda.
Cosme Beccar Varela
PrisioneroEnArgentina.com
Septiembre 26, 2019
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