– Papá, ¿cuánto ganas por hora? – con voz tímida y ojos de admiración, un joven lleno de problemas recibía así a su padre al término del trabajo.
El padre dirigió un gesto severo al hijo y repuso:
– Mira hijo, esos informes ni tu madre los conoce. No me molestes porque estoy cansado.
– Pero papá, -insistía- dime por favor ¿cuánto ganas por hora?
La reacción del padre fue menos severa. Sólo contestó:
– Cuatro euros por hora.
– Oye, ¿me podrías prestar dos euros? – preguntó el hijo.
El padre montó en cólera y tratando con brusquedad al joven le dijo:
– Así que, esa era la razón de saber lo que gano. Vete a dormir y no me molestes.
Había caído la noche. El padre había meditado sobre lo sucedido y se sentía culpable. Tal vez su hijo quería comprar algo. En fin, descargando su conciencia dolida, se asomó al cuarto de su hijo. Con voz baja le preguntó:
– ¿Duermes hijo?
– No… – respondió entre sueños.
– Perdóname por haberte tratado con tan poca paciencia; aquí tienes el dinero que me pediste, – respondió el padre.
– Gracias – contestó el joven y metiendo sus manos debajo de la almohada, sacó unas monedas. – Ahora ya completé. Ya tengo cuatro monedas. ¿Me podrías vender una hora de tu tiempo? – preguntó su hijo.
En un mundo tan convulsionado como en el que vivimos no nos debe costar especial esfuerzo escuchar el grito de Dios al hombre: ¡que gane la misericordia antes que el mal!
Todos los días, en momentos impensados, existirá el terreno que será de juego donde disputen las dos fuerzas… Yo, desde luego, apuesto por la de Dios.
Desde la ciudad de Campana (Buenos Aires), recibe un Abrazo, y mi deseo que Dios te bendiga, te sonría y permita que prosperes en todo, y derrame sobre ti, Salud, Paz, Amor, y mucha Prosperidad.
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– Papá, ¿cuánto ganas por hora? – con voz tímida y ojos de admiración, un joven lleno de problemas recibía así a su padre al término del trabajo.
El padre dirigió un gesto severo al hijo y repuso:
– Mira hijo, esos informes ni tu madre los conoce. No me molestes porque estoy cansado.
– Pero papá, -insistía- dime por favor ¿cuánto ganas por hora?
La reacción del padre fue menos severa. Sólo contestó:
– Cuatro euros por hora.
– Oye, ¿me podrías prestar dos euros? – preguntó el hijo.
El padre montó en cólera y tratando con brusquedad al joven le dijo:
– Así que, esa era la razón de saber lo que gano. Vete a dormir y no me molestes.
Había caído la noche. El padre había meditado sobre lo sucedido y se sentía culpable. Tal vez su hijo quería comprar algo. En fin, descargando su conciencia dolida, se asomó al cuarto de su hijo. Con voz baja le preguntó:
– ¿Duermes hijo?
– No… – respondió entre sueños.
– Perdóname por haberte tratado con tan poca paciencia; aquí tienes el dinero que me pediste, – respondió el padre.
– Gracias – contestó el joven y metiendo sus manos debajo de la almohada, sacó unas monedas.
– Ahora ya completé. Ya tengo cuatro monedas. ¿Me podrías vender una hora de tu tiempo? – preguntó su hijo.
En un mundo tan convulsionado como en el que vivimos no nos debe costar especial esfuerzo escuchar el grito de Dios al hombre: ¡que gane la misericordia antes que el mal!
Todos los días, en momentos impensados, existirá el terreno que será de juego donde disputen las dos fuerzas… Yo, desde luego, apuesto por la de Dios.
Desde la ciudad de Campana (Buenos Aires), recibe un Abrazo, y mi deseo que Dios te bendiga, te sonría y permita que prosperes en todo, y derrame sobre ti, Salud, Paz, Amor, y mucha Prosperidad.
Claudio Valerio
®. Valerius
PrisioneroEnArgentina.com
Julio 10 2024