Escribe Jorge Joaquín Martínez en Cartas de Lectores del diario La Nación.
Abusos en Venezuela
Horrible lo de Venezuela, su chavismo, su castrismo, su comunismo, sus sicarios, secuaces y partidarios. Su pobre gente. Sus muertos. Sus presos. El régimen de Maduro es repudiado por todo el mundo, con el silencio cómplice de la izquierda. Ahora bien, si yo fuera venezolano, opositor al régimen y militar de peso, con un regimiento capacitado, fuerte y fiel a mis espaldas, dudaría en mover un solo dedo para acabar con todo eso y aniquilarlo. El ejemplo argentino me frenaría. Pasado algún tiempo, nuevos gobiernos democráticos me condenarían a la cárcel de por vida y me denigrarían, tildándome de golpista y genocida. Lo mismo ocurriría con todos mis subordinados. En cambio, los exterminados serían tenidos por héroes, dignos de monumentos y homenajes. Los sobrevivientes vencidos serían funcionarios, jueces o parlamentarios. Es que hoy, y tal vez mañana, la izquierda cultural y sus “derechos humanos” pesan en Occidente. Y la negación de los hechos, su manipulación y la creación de relatos que satisfacen prejuicios y sectarismo, no es una actividad inocente y tiene un propósito que siempre está ligado con el control del poder. A esa mentira, oficial y periodística, se la llama posverdad, y está en plena vigencia. Bien se ha dicho (Antonio Caño, diario El País, 25 de junio) que es peor que la mentira: la mentira puede llegar a descubrirse; la posverdad es incuestionable en la medida en que no necesita ser corroborada con hechos.
Escribe Jorge Joaquín Martínez en Cartas de Lectores del diario La Nación.
Abusos en Venezuela
Horrible lo de Venezuela, su chavismo, su castrismo, su comunismo, sus sicarios, secuaces y partidarios. Su pobre gente. Sus muertos. Sus presos. El régimen de Maduro es repudiado por todo el mundo, con el silencio cómplice de la izquierda. Ahora bien, si yo fuera venezolano, opositor al régimen y militar de peso, con un regimiento capacitado, fuerte y fiel a mis espaldas, dudaría en mover un solo dedo para acabar con todo eso y aniquilarlo. El ejemplo argentino me frenaría. Pasado algún tiempo, nuevos gobiernos democráticos me condenarían a la cárcel de por vida y me denigrarían, tildándome de golpista y genocida. Lo mismo ocurriría con todos mis subordinados. En cambio, los exterminados serían tenidos por héroes, dignos de monumentos y homenajes. Los sobrevivientes vencidos serían funcionarios, jueces o parlamentarios. Es que hoy, y tal vez mañana, la izquierda cultural y sus “derechos humanos” pesan en Occidente. Y la negación de los hechos, su manipulación y la creación de relatos que satisfacen prejuicios y sectarismo, no es una actividad inocente y tiene un propósito que siempre está ligado con el control del poder. A esa mentira, oficial y periodística, se la llama posverdad, y está en plena vigencia. Bien se ha dicho (Antonio Caño, diario El País, 25 de junio) que es peor que la mentira: la mentira puede llegar a descubrirse; la posverdad es incuestionable en la medida en que no necesita ser corroborada con hechos.
Jorge Joaquín Martínez
jorgejoaquinmartinez@gmail.com
PrisioneroEnArgentina.com
Agosto 9, 2017
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