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  Por Vida Bolt.

Al crecer, vemos escapadas y escenas románticas en películas y novelas y terminamos pensando que así es el sexo. Pero cuando empiezas a deprimirte y madurar, pronto te das cuenta de que las cosas no siempre salen según lo planeado. El sexo es ante todo un momento vulnerable para todas las parejas, cuando agregas pequeños accidentes y momentos vergonzosos a la mezcla, el resultado seguramente será muy gracioso, especialmente cuando la pasión y la tensión sexual están en su punto máximo. Todos hemos experimentado algo vergonzoso en algún momento de nuestras vidas, pero cuando sucede en el dormitorio, se encuentra en un nivel completamente nuevo de rubor. Oscar, mi esposo, tiene un primo loco (ustedes saben, los locos siempre vienen del lado de nuestros familiares políticos, no de nuestra familia sanguínea) quien venía hablando de su fantasía de filmar sus actos sexuales con su novia. Este primo loco, Len, había estado saliendo con una joven muy bonita cuyo nombre no recuerdo, pero, por el bien de esta historia llamaremos Zelda (*) quien había accedido a ser coprotagonista de la superproducción.

Un par de meses después, la empresa había quedado olvidada, pero Oscar, esa mirada dañina, estaba trazando otro plan maestro: Nosotros ser los interpretes de un video casero caliente. Esto llevó a preguntar al primo Len como había finalizado el suyo. El primo Len, tomándole juramento (En ninguna circunstancia podría mostrármelo) le entregó el video en forma de DVD como si fuera parte de un archivo del Servicio Secreto. Los imagino usando gabardinas, sombreros y lentes oscuros encontrándose en el medio de la noche en algún estacionamiento abandonado…

Por supuesto, Oscar rompió su promesa. Llegó a casa temprano esa tarde agitando el video prohibido, descorchó una botella de vino y, mientras las niñas estaban en su clase de gimnasia, nos dispusimos a ver -sentados en la sala- la obra maestra del primo Len.

No soy crítica cinematográfica, pero ver dedos sobre la lente tratando de que la cámara hiciera foco sobre una cama decorada con un cobertor de equipos de baloncesto no fue un buen comienzo. El rostro de Zelda, bien consciente de que sería inmortalizada, parecía un tomate al contener la respiración con la intención de retraer su estómago y que sus pechos se elevaran cuanto fuera posible. Dos minutos más tarde, el primo Len estuvo conforme con la fotografía, escenografía e iluminación y se dispuso a interpretar el libreto. Toda la puesta en escena comenzó a fracasar cuando las lentes solo podían enfocar el gran trasero de este hombre y su calva cabezota obstaculizaba el velador que daba luz a la habitación formando aureolas mágicas como si fuera un obscuro vagón de trenes que mostraba imágenes inentendibles cada vez que atravesaba y salía de un puente. Lo más bello de la realización fue el dialogo, con frases que permanecerán en la eternidad.

“Que estas haciendo?”, “Pero ¡mujer!”, “¡Me estas pisando!”, “No me arruines el peinado!”

El punto alto del filme llegó por el minuto 4, con el primo Len, en un esfuerzo por salvar la producción, casi en cuclillas, comienza a balancearse, y con este frenético movimiento, balanceaba de forma cómica sus pendientes, mientras Zelda, cansada y notablemente decepcionada, dejó caer su estómago y la sensualidad (si algo de esto había) se desmoronó. Solo en las películas de Disney hay un final feliz, ya que Zeda saltó de la cama retorciéndose debido a un calambre, encontrando al primo Len desesperado porque la cámara no terminara en el piso.

Hay una razón que hace bellas a las películas exitosas y es que tienen la mano experta de un director, un buen libro, un buen director de fotografía y un editor a disposición. La del primo Len no tuvo esto en cuenta, pero sirvió para que Oscar, asqueado de ver partes privadas en lugares poco apropiados, desistiera de sus intenciones de convertirse en cineasta.

El primo Len nunca habló del tema con nosotros, pero seguramente esbozará alguna disculpa al enterarse por este medio de que fui espectadora de su malogrado ensayo por lograr una estatuilla de la Academia.

 

(*) Zelda Rubinstein (1933-2010) es mejor conocida por su papel en la serie de películas Poltergeist. Su baja estatura se debe a una deficiencia de la glándula pituitaria anterior. Tenía una estatura de 127 centímetros.

 

 

 

 


PrisioneroEnArgentina.com

Noviembre 14, 2021


 

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