El 15 de julio de 1974, moría asesinado el Dr. Arturo Mor Roig, prestigioso dirigente del radicalismo.
Negar el repudio a los asesinos del Dr. Arturo Mor Roig es hacerse cómplices de los bárbaros que cometieron el crimen y de los que lo festejaban cantando “Hoy, hoy, qué contento estoy, vivan los montoneros que mataron a Mor Roig”.
Y pese a la estatura moral y política del asesinado, son escasos y silenciosos los homenajes que se le rinden. ¿O acaso nunca se produjo este crimen? ¿O acaso será necesario encubrir a los asesinos y a sus cómplices, para que puedan seguir trepando a los más altos cargos?
Cualquier persona de bien debe repudiar un crimen. Pero éste no fue un crimen más. En este caso en particular, se atentó contra quien representaba el más elevado proyecto de convivencia democrática, sin ambiciones personales y con capacidad intelectual y personal suficientes para no necesitar jubilaciones de privilegio ni prebendas personales.
Quienes habían caído en la degradación moral al extremo de planificar fría y metódicamente la muerte de otro ser humano no podían tolerar la existencia de un hombre con tan elevados valores morales.
Hoy al escuchar “el canto de sirenas” de los que mataron a Mor Roig y de otros de su misma calaña, yo, que llevo apilados años de vida, recuerdo que hubo otra historia, cuyas páginas parecen haber sido quemadas en la hoguera de la mentira por los hijos putativos del odio.
Pero es necesario reconstruir esas páginas para que las generaciones futuras conozcan toda la verdad y no sólo una parte de ella, que además está preñada de omisiones y falsedades.
Si no, cualquiera que no haya escuchado las dos campanas pensaría que un nuevo Herodes ordenó matar a nuevos “Santos Inocentes” y no que fue un gobierno constitucional quien ordenó aniquilar a la guerrilla terrorista.
Por Orlando Agustín Gauna Bracamonte.
El 15 de julio de 1974, moría asesinado el Dr. Arturo Mor Roig, prestigioso dirigente del radicalismo.
Negar el repudio a los asesinos del Dr. Arturo Mor Roig es hacerse cómplices de los bárbaros que cometieron el crimen y de los que lo festejaban cantando “Hoy, hoy, qué contento estoy, vivan los montoneros que mataron a Mor Roig”.
Y pese a la estatura moral y política del asesinado, son escasos y silenciosos los homenajes que se le rinden. ¿O acaso nunca se produjo este crimen? ¿O acaso será necesario encubrir a los asesinos y a sus cómplices, para que puedan seguir trepando a los más altos cargos?
Cualquier persona de bien debe repudiar un crimen. Pero éste no fue un crimen más. En este caso en particular, se atentó contra quien representaba el más elevado proyecto de convivencia democrática, sin ambiciones personales y con capacidad intelectual y personal suficientes para no necesitar jubilaciones de privilegio ni prebendas personales.
Quienes habían caído en la degradación moral al extremo de planificar fría y metódicamente la muerte de otro ser humano no podían tolerar la existencia de un hombre con tan elevados valores morales.
Hoy al escuchar “el canto de sirenas” de los que mataron a Mor Roig y de otros de su misma calaña, yo, que llevo apilados años de vida, recuerdo que hubo otra historia, cuyas páginas parecen haber sido quemadas en la hoguera de la mentira por los hijos putativos del odio.
Pero es necesario reconstruir esas páginas para que las generaciones futuras conozcan toda la verdad y no sólo una parte de ella, que además está preñada de omisiones y falsedades.
Si no, cualquiera que no haya escuchado las dos campanas pensaría que un nuevo Herodes ordenó matar a nuevos “Santos Inocentes” y no que fue un gobierno constitucional quien ordenó aniquilar a la guerrilla terrorista.
PrisioneroEnArgentina.com
Julio 11, 2017
Tags: Arturo Mor Roig, Montoneros, Orlando Agustín Gauna
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