Santiago Maldonado apareció justo allí donde había desaparecido. Se lo había buscado en toda la Argentina (incluso, en Chile) menos en el preciso lugar donde había que hacerlo. Se peritaron ADN y huellas digitales en las camionetas de Gendarmería, se llamaron a declarar uno por uno a los gendarmes que participaron en la disolución del corte de ruta, se peritaron sus celulares y otras diligencias que corresponden y son de manual. De éstos últimos, porque fueron filmados y difundidos por los medios, todo el mundo sabe el nombre y apellido y hasta les conoce la cara. No es un detalle menor (dado el trato que le da la izquierda y las ONG de DD.HH.) el precisar que la Gendarmería no es una cuerpo integrado por asesinos perversos.
Una pesquisa por un caso de la desaparición de una persona debe, después de revisar exhaustivamente el lugar, como primera medida elemental recabar el testimonio de los que se encontraban con la víctima en el momento mismo en que se comenzó a notar su ausencia. Pero, he aquí que ello no ocurrió cuando la causa estaba a cargo del juez Otranto, ni cuando en manos del juez Lleral. En las fotos que obran del corte de ruta del RAM (Resistencia Ancestral Mapuche) del primero de agosto se pueden ver a nueve encapuchados resistiendo a las fuerzas legales. Uno de ellos, fue reconocido por la familia, sería Santiago Maldonado y el otro, según declaró él mismo, es Matías Santana. De los siete restantes, dado que ocultan su rostro, nadie tiene la menor idea sobre su identidad personal. Si se sabe, y nadie lo niega, que se encontraban allí delinquiendo contra la seguridad de los medios de transporte y de comunicación (artículo 194 del Código Penal) y que atacaron con piedras y lesionaron gravemente a dos gendarmes (homicidio en grado de tentativa). Según sus propios dichos, el corte de ruta era para pedir por la libertad de Jones Huala; el jefe de la RAM que está entre rejas y podría ser extraditado a Chile por delitos que se le endilgan en el país trasandino. Estos violentos, de Heidi, Bambi y los enanitos de Blancanieves no tienen nada. Pues bien, a tres meses del hecho todavía no sabemos quiénes son, donde están, que saben, que hicieron y, ni siquiera, ¡si el juez está haciendo algo para que se presenten a declarar como testigos! Mas, si para hacer el rastreo del río Chubut la justicia debe pedir permiso a los encapuchados, someterse a registro de armas y tolerar agresiones físicas y verbales as sus funcionarios, estamos en el horno. Ya la ministra Patricia Bulrich fue escrachada a coro por no haber alimentado a las fieras con carne de gendarmes. Carlotto dijo de ella: “es una persona enemiga de la democracia”, que “se puso el traje de gendarme”; Pérez Esquivel, pidió su renuncia. Por su parte, añadió Tati Almeida “Hay pruebas de que el Estado es el único culpable y responsable de la desaparición de Santiago”, Horacio Verbitsky, sostuvo, es “una desaparición forzada a manos de fuerzas federales”. Víctor Hugo Morales: “A Santiago Maldonado lo desapareció Gendarmería”. Exabruptos, infamias y disparate de este tenor hay para hacer dulce. Total, calumniar a un milico en este país es gratis. A los integrantes de las Fuerzas Armadas y de Seguridad, de genocidas para abajo, se les puede atribuir cualquier cosa sin esperar una reacción contraria de la prensa, la iglesia, la justicia o el INADI.
El día 17 de octubre apareció el cuerpo de Santiago Maldonado. Antes de que se certificara su identidad, rápidas de reflejos, Miriam Bregman, desde la izquierda, y Mabel Sánchez, de la APDH, salieron a afirmar, categóricamente, que: “el cuerpo fue plantado”. La autopsia reveló que el estado del cadáver era compatible con haber estado en el agua el tiempo que llevaba de desaparecido, que no tenía golpes, heridas de armas de fuego o signos de violencia. Dos opciones, de acuerdo al resultado de la autopsia. La primera, el cuerpo fue secuestrado por la Gendarmería el 1 de agosto sin provocarle ni un rasguño. Acto seguido, a temperatura entre 2 y 3 grados centígrados, conservado en agua durante unos dos meses; para, luego y finalmente, ser depositado (sin que ninguno que del RAM que hacen guardia allí lo advirtiera) en el mismo lugar de donde se lo habían llevado. La segunda posibilidad, la que por “disparatada” y “políticamente incorrecta” pocos se atreven a plantear, sostiene que Maldonado se ahogó cuando cruzaba el río con los RAM; que estos no hicieron nada para salvarlo, que siempre supieron que estaba allí, sumergido; que, con el cuento del territorio sagrado, impidieron que la justicia de pusilánimes lo encontrara antes y, final y lamentablemente, que los RAM, el kirchnerismo, los derechos humanos y la mar en coche, usaron la muerte de un joven para sus espurios intereses personales. En mi opinión, esta última es la única verosímil.
Cuando esto al fin se aclare, los que calumnian a los inocentes por un crimen que ocurrió debieran llamar a esa gente que escarnecen y persiguen (los gendarmes) para implorarles su perdón. De que son mejores personas que ustedes no tengo la menor duda.
Por Mauricio Ortín
Santiago Maldonado apareció justo allí donde había desaparecido. Se lo había buscado en toda la Argentina (incluso, en Chile) menos en el preciso lugar donde había que hacerlo. Se peritaron ADN y huellas digitales en las camionetas de Gendarmería, se llamaron a declarar uno por uno a los gendarmes que participaron en la disolución del corte de ruta, se peritaron sus celulares y otras diligencias que corresponden y son de manual. De éstos últimos, porque fueron filmados y difundidos por los medios, todo el mundo sabe el nombre y apellido y hasta les conoce la cara. No es un detalle menor (dado el trato que le da la izquierda y las ONG de DD.HH.) el precisar que la Gendarmería no es una cuerpo integrado por asesinos perversos.
Una pesquisa por un caso de la desaparición de una persona debe, después de revisar exhaustivamente el lugar, como primera medida elemental recabar el testimonio de los que se encontraban con la víctima en el momento mismo en que se comenzó a notar su ausencia. Pero, he aquí que ello no ocurrió cuando la causa estaba a cargo del juez Otranto, ni cuando en manos del juez Lleral. En las fotos que obran del corte de ruta del RAM (Resistencia Ancestral Mapuche) del primero de agosto se pueden ver a nueve encapuchados resistiendo a las fuerzas legales. Uno de ellos, fue reconocido por la familia, sería Santiago Maldonado y el otro, según declaró él mismo, es Matías Santana. De los siete restantes, dado que ocultan su rostro, nadie tiene la menor idea sobre su identidad personal. Si se sabe, y nadie lo niega, que se encontraban allí delinquiendo contra la seguridad de los medios de transporte y de comunicación (artículo 194 del Código Penal) y que atacaron con piedras y lesionaron gravemente a dos gendarmes (homicidio en grado de tentativa). Según sus propios dichos, el corte de ruta era para pedir por la libertad de Jones Huala; el jefe de la RAM que está entre rejas y podría ser extraditado a Chile por delitos que se le endilgan en el país trasandino. Estos violentos, de Heidi, Bambi y los enanitos de Blancanieves no tienen nada. Pues bien, a tres meses del hecho todavía no sabemos quiénes son, donde están, que saben, que hicieron y, ni siquiera, ¡si el juez está haciendo algo para que se presenten a declarar como testigos! Mas, si para hacer el rastreo del río Chubut la justicia debe pedir permiso a los encapuchados, someterse a registro de armas y tolerar agresiones físicas y verbales as sus funcionarios, estamos en el horno. Ya la ministra Patricia Bulrich fue escrachada a coro por no haber alimentado a las fieras con carne de gendarmes. Carlotto dijo de ella: “es una persona enemiga de la democracia”, que “se puso el traje de gendarme”; Pérez Esquivel, pidió su renuncia. Por su parte, añadió Tati Almeida “Hay pruebas de que el Estado es el único culpable y responsable de la desaparición de Santiago”, Horacio Verbitsky, sostuvo, es “una desaparición forzada a manos de fuerzas federales”. Víctor Hugo Morales: “A Santiago Maldonado lo desapareció Gendarmería”. Exabruptos, infamias y disparate de este tenor hay para hacer dulce. Total, calumniar a un milico en este país es gratis. A los integrantes de las Fuerzas Armadas y de Seguridad, de genocidas para abajo, se les puede atribuir cualquier cosa sin esperar una reacción contraria de la prensa, la iglesia, la justicia o el INADI.
El día 17 de octubre apareció el cuerpo de Santiago Maldonado. Antes de que se certificara su identidad, rápidas de reflejos, Miriam Bregman, desde la izquierda, y Mabel Sánchez, de la APDH, salieron a afirmar, categóricamente, que: “el cuerpo fue plantado”. La autopsia reveló que el estado del cadáver era compatible con haber estado en el agua el tiempo que llevaba de desaparecido, que no tenía golpes, heridas de armas de fuego o signos de violencia. Dos opciones, de acuerdo al resultado de la autopsia. La primera, el cuerpo fue secuestrado por la Gendarmería el 1 de agosto sin provocarle ni un rasguño. Acto seguido, a temperatura entre 2 y 3 grados centígrados, conservado en agua durante unos dos meses; para, luego y finalmente, ser depositado (sin que ninguno que del RAM que hacen guardia allí lo advirtiera) en el mismo lugar de donde se lo habían llevado. La segunda posibilidad, la que por “disparatada” y “políticamente incorrecta” pocos se atreven a plantear, sostiene que Maldonado se ahogó cuando cruzaba el río con los RAM; que estos no hicieron nada para salvarlo, que siempre supieron que estaba allí, sumergido; que, con el cuento del territorio sagrado, impidieron que la justicia de pusilánimes lo encontrara antes y, final y lamentablemente, que los RAM, el kirchnerismo, los derechos humanos y la mar en coche, usaron la muerte de un joven para sus espurios intereses personales. En mi opinión, esta última es la única verosímil.
Cuando esto al fin se aclare, los que calumnian a los inocentes por un crimen que ocurrió debieran llamar a esa gente que escarnecen y persiguen (los gendarmes) para implorarles su perdón. De que son mejores personas que ustedes no tengo la menor duda.
PrisioneroEnArgentina.com
Octubre 28, 2017
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