Las declaraciones del Papa criticando las acciones de otros reflejan un posible auto engaño o un desconocimiento de lo que rodea al Vaticano, su historia y su presente.
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Apenas días antes de las elecciones en Estados Unidos, advirtió contra los “muros sociales” y los “falsos profetas” alimentando el miedo y la intolerancia en la política. “Ninguna tiranía encuentra apoyo sin tocar nuestros miedos”, dijo el Papa Francisco. “Esto es clave. Por lo tanto, toda tiranía es terrorista “. Lo dijo, claro, desde el Vaticano, no durante su visita a Fidel Castro el pasado año.
El día de la asunción de Donald Trump, Francisco advirtió contra el surgimiento de líderes populistas como Adolf Hitler lo hizo en un pasado. “Las crisis provocan miedo, alarma. En mi opinión, el ejemplo más obvio del populismo europeo es Alemania en 1933”, dijo el Papa. “Un pueblo inmerso en una crisis, que buscó su identidad hasta que este líder carismático vino y prometió devolver su identidad, y les dio una identidad distorsionada, y todos sabemos lo que pasó”. Lo que pasó, entre otras cosas, fue el Reichskonkordat. Este es un concordato firmado en 20 de julio del año 1933, con vigencia en el presente, en el cual Alemania y la Santa Sede establecen condiciones de libertad religiosa para la Iglesia Católica. Fue signado por el Presidente de Alemania Paul von Hindenburg, por medio del Vicecanciller alemán Franz von Papen y el Cardenal Eugenio Pacelli (futuro Pío XII), en representación del Papa Pío XI. En enero de ese mismo año, el mandatario alemán había designado a Adolf Hitler como Canciller.
En las últimas dos semanas, se ha puesto firme con el sufrimiento infligido a los pueblos indígenas, argumentando que tienen un “derecho al consentimiento previo e informado” sobre lo que le sucede a su tierra y que su posición “siempre debe prevalecer”. Una clara declaración de apoyo para los partidarios de la lucha de la tribu Sioux contra la tubería del acceso de Dakota. Es interesante esta reflexión de Bergoglio, más teniendo en cuenta la actuación de los jesuitas, por ejemplo, en Nueva España. La mano de obra del indio de lo que hoy es conocido como México, era compensada con educación religiosa y clases de confección de artesanías que ya sabían fabricar. Una categoría que apenas superaba la esclavitud.
Él ha sugerido que los líderes deben crear “puentes”, no paredes, y no deben pedir a otros que paguen por ellos. Es como esos “puentes” creados por el vaticano para llegar a Roma sin visa o acceder gratuitamente a los museos del Vaticano. En una intención de oración bastante puntiaguda, criticó a las personas que se lanzan a construir rascacielos y hacen grandes transacciones de bienes raíces, pero ignoran a los que están en los márgenes de la sociedad. Jorge Bergoglio, más conocido como el Papa Francisco, desconoce el edificio Torreón de Nicolo IV, en cuyo interior trabajan una manada de empleados, grandes especialistas en economía. Entre sus paredes funciona el Instituto de las Obras de Religión (IOR), comúnmente acreditado como el Banco del Papa, porque depende única y exclusivamente de… El Papa. Pio XI crea el IOR con la ayuda financiera de Mussolini y entre sus primeros negocios entra en escena la “Immobiliare” que construye -entre otros- el inmueble Hilton de Monte Mario y los 14 pisos del edificio Watergate, para los que recuerdan a Richard Nixon.
Y en una nueva carta, Francisco ofreció su pleno apoyo a los activistas y organizadores que luchaban por la justicia social. También reafirmó su opción de luchar contra la tiranía en medio de una “eclosión de las democracias”. Sin dudas, una apreciación notable, sobre todo si tenemos en cuenta que Su Santidad fue elegido por 183 Cardenales, sin tener en cuenta a otras 120 personas de Nacionalidad Vaticana. Pero, claro, así son los directorios de estas empresas.
“Como cristianos y todas las personas de buena voluntad, es para nosotros vivir y actuar en este momento”, dijo Su Santidad “Es una grave responsabilidad, ya que ciertas realidades actuales, a menos que sean efectivamente tratadas, son capaces de desencadenar procesos de deshumanización que entonces serían difíciles de revertir”. Entre estos procesos históricos, gracias a la lucha social, se consiguió -por ejemplo- el voto femenino tan venerado y distinguido en la Santa Sede por su inexistencia.
El Papa no hizo referencia directa al Presidente Trump, a quien tampoco me interesa defender, pero parte de su mensaje parecía hecho a la medida para este momento en particular. “La dirección tomada más allá de este punto de inflexión histórico -las formas en que esta crisis empeora se resuelve- dependerá de la participación y participación de la gente y, en gran medida, de ustedes mismos, los movimientos populares” expresó el santo padre cuan químico inventando la cura de todos los males, pero dejando al médico hacerse responsable de posibles daños colaterales.
Ninguna de estas declaraciones es particularmente impactante. Pero lo que es notable es la frecuencia con que el Papa está hablando. Francisco se ha convertido en uno de los defensores más firmes del mundo de los inmigrantes, los musulmanes y la democracia liberal en sí. En pocas palabras, debo admitir un tremendo error que cometí. Pensaba que Bergoglio era un admirador de Fidel Castro. En realidad, pareciera ser un devoto de Fidel Pintos, cuyos personajes era expertos en la masterización -permítame acuñar este término- del verso.
Las declaraciones del Papa criticando las acciones de otros reflejan un posible auto engaño o un desconocimiento de lo que rodea al Vaticano, su historia y su presente.
Apenas días antes de las elecciones en Estados Unidos, advirtió contra los “muros sociales” y los “falsos profetas” alimentando el miedo y la intolerancia en la política. “Ninguna tiranía encuentra apoyo sin tocar nuestros miedos”, dijo el Papa Francisco. “Esto es clave. Por lo tanto, toda tiranía es terrorista “. Lo dijo, claro, desde el Vaticano, no durante su visita a Fidel Castro el pasado año.
El día de la asunción de Donald Trump, Francisco advirtió contra el surgimiento de líderes populistas como Adolf Hitler lo hizo en un pasado. “Las crisis provocan miedo, alarma. En mi opinión, el ejemplo más obvio del populismo europeo es Alemania en 1933”, dijo el Papa. “Un pueblo inmerso en una crisis, que buscó su identidad hasta que este líder carismático vino y prometió devolver su identidad, y les dio una identidad distorsionada, y todos sabemos lo que pasó”. Lo que pasó, entre otras cosas, fue el Reichskonkordat. Este es un concordato firmado en 20 de julio del año 1933, con vigencia en el presente, en el cual Alemania y la Santa Sede establecen condiciones de libertad religiosa para la Iglesia Católica. Fue signado por el Presidente de Alemania Paul von Hindenburg, por medio del Vicecanciller alemán Franz von Papen y el Cardenal Eugenio Pacelli (futuro Pío XII), en representación del Papa Pío XI. En enero de ese mismo año, el mandatario alemán había designado a Adolf Hitler como Canciller.
En las últimas dos semanas, se ha puesto firme con el sufrimiento infligido a los pueblos indígenas, argumentando que tienen un “derecho al consentimiento previo e informado” sobre lo que le sucede a su tierra y que su posición “siempre debe prevalecer”. Una clara declaración de apoyo para los partidarios de la lucha de la tribu Sioux contra la tubería del acceso de Dakota. Es interesante esta reflexión de Bergoglio, más teniendo en cuenta la actuación de los jesuitas, por ejemplo, en Nueva España. La mano de obra del indio de lo que hoy es conocido como México, era compensada con educación religiosa y clases de confección de artesanías que ya sabían fabricar. Una categoría que apenas superaba la esclavitud.
Él ha sugerido que los líderes deben crear “puentes”, no paredes, y no deben pedir a otros que paguen por ellos. Es como esos “puentes” creados por el vaticano para llegar a Roma sin visa o acceder gratuitamente a los museos del Vaticano. En una intención de oración bastante puntiaguda, criticó a las personas que se lanzan a construir rascacielos y hacen grandes transacciones de bienes raíces, pero ignoran a los que están en los márgenes de la sociedad. Jorge Bergoglio, más conocido como el Papa Francisco, desconoce el edificio Torreón de Nicolo IV, en cuyo interior trabajan una manada de empleados, grandes especialistas en economía. Entre sus paredes funciona el Instituto de las Obras de Religión (IOR), comúnmente acreditado como el Banco del Papa, porque depende única y exclusivamente de… El Papa. Pio XI crea el IOR con la ayuda financiera de Mussolini y entre sus primeros negocios entra en escena la “Immobiliare” que construye -entre otros- el inmueble Hilton de Monte Mario y los 14 pisos del edificio Watergate, para los que recuerdan a Richard Nixon.
Y en una nueva carta, Francisco ofreció su pleno apoyo a los activistas y organizadores que luchaban por la justicia social. También reafirmó su opción de luchar contra la tiranía en medio de una “eclosión de las democracias”. Sin dudas, una apreciación notable, sobre todo si tenemos en cuenta que Su Santidad fue elegido por 183 Cardenales, sin tener en cuenta a otras 120 personas de Nacionalidad Vaticana. Pero, claro, así son los directorios de estas empresas.
“Como cristianos y todas las personas de buena voluntad, es para nosotros vivir y actuar en este momento”, dijo Su Santidad “Es una grave responsabilidad, ya que ciertas realidades actuales, a menos que sean efectivamente tratadas, son capaces de desencadenar procesos de deshumanización que entonces serían difíciles de revertir”. Entre estos procesos históricos, gracias a la lucha social, se consiguió -por ejemplo- el voto femenino tan venerado y distinguido en la Santa Sede por su inexistencia.
El Papa no hizo referencia directa al Presidente Trump, a quien tampoco me interesa defender, pero parte de su mensaje parecía hecho a la medida para este momento en particular. “La dirección tomada más allá de este punto de inflexión histórico -las formas en que esta crisis empeora se resuelve- dependerá de la participación y participación de la gente y, en gran medida, de ustedes mismos, los movimientos populares” expresó el santo padre cuan químico inventando la cura de todos los males, pero dejando al médico hacerse responsable de posibles daños colaterales.
Ninguna de estas declaraciones es particularmente impactante. Pero lo que es notable es la frecuencia con que el Papa está hablando. Francisco se ha convertido en uno de los defensores más firmes del mundo de los inmigrantes, los musulmanes y la democracia liberal en sí. En pocas palabras, debo admitir un tremendo error que cometí. Pensaba que Bergoglio era un admirador de Fidel Castro. En realidad, pareciera ser un devoto de Fidel Pintos, cuyos personajes era expertos en la masterización -permítame acuñar este término- del verso.
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Por Fabian Kussman
PrisioneroEnArgentina.com
Febrero 18, 2017
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