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 Por Aldo Astete Cuadra

Lo recuerdo claramente. El calor extremo provocó que las personas poblaran plazas y parques hasta altas horas de la noche, huyendo del estío. Los niños jugábamos entre las sombras en pantalón corto y polera, sudando como si estuviéramos bajo el sol. Mientras más nos acercábamos a la media noche, más ascendía el termómetro.
En las esquinas se agrupaban personas con guitarras, panderos y megáfonos, llamando al arrepentimiento inmediato y sincero, pues para ellos el calor nocturno era una clara señal divina de que todo lo conocido llegaba a su fin. Sin embargo, detrás de los cerros, más allá del río, se observaban arreboles rojos, violetas y naranjas; seguro –intuíamos– el calor venía de ahí.
Hoy acudió el recuerdo apenas la temperatura fue elevándose con el avance de la noche. En el horizonte, los mismos arreboles alumbran el cielo nocturno. No obstante, esta vez nadie sale de sus hogares, las personas se ocultan, pues saben que no se trata de un incendio forestal. Ahora la preocupación y el temor tienen directa relación con señales apocalípticas. El fin está cerca, ya nadie lo duda.
El calor viene de todos lados, lo observo en el horizonte, más allá del mar…

PrisioneroEnArgentina.com

Setiembre 5, 2020

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