Cambiemos, pero el ejemplo comienza por MI casa

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Vida y sufrimiento de mí mismo

  Por Fabian Kussman

Las modificaciones son complicadas. Nada es instantáneo, lleva tiempo y la transición es dolorosa. La Revolución comenzó en mi casa con un potente programa de alimentos saludables. En esta movida liderada por mi hija, otra de las víctimas ha sido Cousteau. ¿Quién es Cousteau?

En un lapso de tres años dejaron de existir nuestros perros: Cyrus, Jada, Cami y Chyna. Los cuatro de edades avanzadas. Pese a que luego de una situación así uno queda bamboleante entre las cuerdas, mi hija decidió al poco tiempo que era el momento de adoptar a un animal necesitado. Como siempre ha sucedido en estos casos, la visita al refugio de animales tiene tres períodos bien diferenciados. El primero es el camino hacia el lugar con el entusiasmo de traer una nueva criatura extraña (además de mi persona) a la casa. El segundo es el más duro, cuando debo aguardar fuera del lugar ya que no puedo enfrentarme a todos los animales que quieren un hogar y el tercero -luego de haber sido informado que el fruto de mis lomos se enamoró de un perro-. “Nuggets” (Pedazo de Pollo, Pepita de Oro en una versión española rudimentaria) debía esperar una semana en las instalaciones de la Humana Society para recibir vacunas y el microchip identificatorio, a un increíble valor de diez dólares. Luego de dos días y con cinco por delante, mi descendiente comenzó a acosar por teléfono a los empleados del refugio, quienes, ante tanta insistencia diaria, llamaron anticipadamente para que retiráramos al can en cuestión. Vacunado, microchip en el cuello, y provisto de su historia clínica, “Nuggets” subió al vehículo listo para una nueva aventura, no sin antes haber bautizado todas las plantas a su paso, como un Atila postmoderno. Al llegar a casa, sin vergüenza alguna, se apoderó del jardín, decorándolo con su agua bendita, dos sillones en la sala y su cama, estratégicamente localizada junto a una ventana. Por suerte, los muebles no sufrieron el rigor de su particular procedimiento de apropiación.

“Nuggets” -ya lo sabíamos- sufría una dolencia: Heartworm (Gusano del corazón) por lo que mi vástago, María, la veterinaria, decidió actuar rápidamente y accionar sobre el problema. La cadena de eventos prosiguió de manera frenética. En su lugar de trabajo, el titular -debido a su complacencia de haber adoptado un animal con riesgos de salud- cedió las medicinas a precio de costo, y permitió el tratamiento sin cargo en su clínica. Mientras tanto, al registrar al animal no humano ante la asociación que lleva la información del chip, “Nuggets” se despojó de su nombre original y recibió su mote ateo-cristiano: Cousteau. Usted habrá pensado que yo debería haber tenido injerencia u opinión en la polémica… pues no.

Cousteau hizo su reingreso triunfal con su nuevo pretal, una gigantesca bolsa de comida (Triunfalmente acarreada por mí, casi sin aliento) y una batería de papeles, meriendas, golosinas, medicinas, mantas y un certificado para recibir mensualmente por un año una batería de papeles, meriendas, golosinas, medicinas, mantas y juguetes, donados por un benefactor del refugio. ¡¿El perro tiene sponsors, usted que se piensa?!

Cousteau es un Staffordshire Bull Terrier, una raza británica de terrier de pelo corto de tamaño mediano. Se originó como una cruza entre el Bulldog y el terrier blanco inglés. Acaba de cumplir 3 años.

Luego de un primer asalto de estudio, donde las miradas hablaban solicitando permiso para entrar a piezas, salas de estar o subir a las camas, “Nuggets”, perdón, Cousteau, nos tomó el tiempo. A los pocos días yo debía pedirle autorización a él para hacerme un ovillo y ocupar un cuarto del lecho para descansar.

Pero inmediatamente la tragedia impactó. Las plagas invadieron. Los cielos se oscurecieron. Las esperanzas se disiparon. Debido a los nuevos usos y costumbres impartidos por María, Cousteau y yo nos convertimos en víctimas de la comida sana. Además del alimento balanceado (para el perro, no para mi) Cousteau solo puede ingerir comidas húmedas a base de arroz integral y verduras o en su defecto verduras y arroz integral. Las golosinas que supieron ser de sabor a carne, pollo o tocino, se transformaron en gusto a menta, girasol o avena. En mi caso, la menta es remplazada por media hoja de lechuga, con o sin sal sin sodio. Mi elección. ¡Cuánta libertad!

Cousteau y yo estamos en los inicios de crear un sindicato, pero ambos carecemos de manos rápidas. La alianza se solidificará y en algún momento nos revelaremos contra el opresor. Hasta ahora soportamos las verduras, pero si la dictadora decide imponer el sistema veganista republicano y federal, saldremos a las calles con las cacerolas… si estas no están llenas de terrina de coliflor o panaché de broccoli con salsa de broccoli. 

 


PrisioneroEnArgentina.com

Marzo 5, 2020


 

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