QUERIDA FAMILIA RECIO, QUERIDÍSIMOS HERMANOS EN CRISTO, NUESTRO SEÑOR Y GRAN CAPITÁN
Hoy RAMÓN RECIO cambió de destino, le dieron el pase al Ejercito Celestial, hoy está a órdenes directas del Soberano Señor de los Ejércitos, y bajo la Bandera Celeste y Blanca que porta nuestra abanderada la Virgen María en su advocación de Nuestra Señora de Lujan. Hoy tengo la esperanza que algún día estaré en el mismo ejército y Ramón y los que lo precedieron, formaran junto a mi codo a codo y todos seremos parte del mismo Cuerpo. Me consume el celo por el Señor Dios de los Ejércitos (Divisa del Escudo de Nuestra Señora del Carmen). Grito en voz alta mi infinito sufrimiento. ¿De lo profundo de las sombras quien me escuchará? (Esquilo-Los Persas). Los que estamos hermanados con Ramón, sabemos de su entereza, y acompañamos en el dolor a su familia, unidos fraternalmente con la firme solidaridad a la que nos convoca su hombría de bien y su actitud ante la adversidad. Por ello, recordamos las oraciones de esperanza del obispo Louis Boug (1) quien, en homenajes similares, expresó:
“El gran triste error de algunos, incluso buenos, es el de imaginar que aquellos que la muerte se lleva nos dejan. No nos dejan. Se quedan. ¿Dónde están? ¿En la sombra? ¡Oh, no! Somos nosotros los que estamos en la sombra. Ellos están a nuestro lado, bajo un velo, más presentes que nunca. No lo vemos porque una nube oscura nos envuelve, pero ellos nos ven. Tienen sus ojos hermosos llenos de gloria puestos sobre nuestros ojos llenos de lágrimas. Oh, consolación inefable, los muertos son invisibles, no están ausentes. Yo he pensado mucho en lo que podría consolar mejor a los que lloran, Helo aquí: es la fe de pensar en esta presencia autentica e ininterrumpida de nuestros seres queridos, que han muerto. Es la intuición clara, penetrante de que, por la muerte, no se han apagado, ni alejado, ni están ni siquiera ausentes, sino vivos, cerca de nosotros; felices, transfigurados sin haber perdido en ese cambio glorioso ni una sola delicadeza de su alma, ni la ternura de su corazón, ni una sola preferencia de su amor, habiendo, por el contrario, en sus dulces y profundos sentimientos, crecido cien codos. La muerte para los buenos es una subida en la luz, en el poder y en amor. ¡Aquellos que, hasta ahora, no eran más que cristianos ordinarios, son perfectos; los que eran más que hermosos pasan a ser buenos; los que eran buenos son sublimes!”
Un fraterno abrazo de sus compañeros de infortunio del Pabellón A de la Unidad 34 del SPF. Campo de Mayo, 26 agosto 2020.
Monseñor Louis-Víctor -Emile Bougaud (28-02-1823/07-11-1888). Obispo de Laval en Mayenne, Francia.
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QUERIDA FAMILIA RECIO, QUERIDÍSIMOS HERMANOS EN CRISTO, NUESTRO SEÑOR Y GRAN CAPITÁN
Hoy RAMÓN RECIO cambió de destino, le dieron el pase al Ejercito Celestial, hoy está a órdenes directas del Soberano Señor de los Ejércitos, y bajo la Bandera Celeste y Blanca que porta nuestra abanderada la Virgen María en su advocación de Nuestra Señora de Lujan. Hoy tengo la esperanza que algún día estaré en el mismo ejército y Ramón y los que lo precedieron, formaran junto a mi codo a codo y todos seremos parte del mismo Cuerpo. Me consume el celo por el Señor Dios de los Ejércitos (Divisa del Escudo de Nuestra Señora del Carmen). Grito en voz alta mi infinito sufrimiento. ¿De lo profundo de las sombras quien me escuchará? (Esquilo-Los Persas). Los que estamos hermanados con Ramón, sabemos de su entereza, y acompañamos en el dolor a su familia, unidos fraternalmente con la firme solidaridad a la que nos convoca su hombría de bien y su actitud ante la adversidad. Por ello, recordamos las oraciones de esperanza del obispo Louis Boug (1) quien, en homenajes similares, expresó:
“El gran triste error de algunos, incluso buenos, es el de imaginar que aquellos que la muerte se lleva nos dejan. No nos dejan. Se quedan. ¿Dónde están? ¿En la sombra? ¡Oh, no! Somos nosotros los que estamos en la sombra. Ellos están a nuestro lado, bajo un velo, más presentes que nunca. No lo vemos porque una nube oscura nos envuelve, pero ellos nos ven. Tienen sus ojos hermosos llenos de gloria puestos sobre nuestros ojos llenos de lágrimas. Oh, consolación inefable, los muertos son invisibles, no están ausentes. Yo he pensado mucho en lo que podría consolar mejor a los que lloran, Helo aquí: es la fe de pensar en esta presencia autentica e ininterrumpida de nuestros seres queridos, que han muerto. Es la intuición clara, penetrante de que, por la muerte, no se han apagado, ni alejado, ni están ni siquiera ausentes, sino vivos, cerca de nosotros; felices, transfigurados sin haber perdido en ese cambio glorioso ni una sola delicadeza de su alma, ni la ternura de su corazón, ni una sola preferencia de su amor, habiendo, por el contrario, en sus dulces y profundos sentimientos, crecido cien codos. La muerte para los buenos es una subida en la luz, en el poder y en amor. ¡Aquellos que, hasta ahora, no eran más que cristianos ordinarios, son perfectos; los que eran más que hermosos pasan a ser buenos; los que eran buenos son sublimes!”
Un fraterno abrazo de sus compañeros de infortunio del Pabellón A de la Unidad 34 del SPF. Campo de Mayo, 26 agosto 2020.
Monseñor Louis-Víctor -Emile Bougaud (28-02-1823/07-11-1888). Obispo de Laval en Mayenne, Francia.
ENVIADO POR: Mario Sandoval
https://www.casppafrance.org/
PrisioneroEnArgentina.com
Agosto 31, 2020