Carta abierta al Excelentísimo Señor Presidente de la Nación,
Ingeniero Mauricio Macri
Me dirijo a Usted, con todo respeto, elevando plegarias que pueda llevar este barco -pese a fuertes oleajes- a buen puerto.
La actividad jurisdiccional de los magistrados judiciales es sagrada, es absoluta y es soberana. Ninguna injerencia tiene en ella el Ministerio de Justicia de la Nación, a mi entender, lo que no opta para que tenga una supervisión en aspectos puramente administrativos.
Para usted señor Presidente, no hay más que un camino que es el de la legalidad, no hay más que un compromiso que es el de la defensa de las instituciones y que -igualmente- no hay respaldo más firme para defender a ambos, la seguridad de que para ello, contará con la letra de la Constitución Nacional.
En los poderes del país, es muy posible que se alberguen en su seno, elementos corruptos.
Los miembros del Poder Judicial -área federal para el caso- son seres humanos, por lo tanto, pasibles de caer en situaciones deshonrosas o discordantes -lo que a su vez- forma parte de lo que genéricamente llamamos subversión, pero en las oportunidades que estas sean comprobadas, la reacción de mecanismos de corrección deben ser drásticos, implacables y rápidos. El orden jurídico, no está establecido porque si, el orden jurídico regula las relaciones entre los hombres, entre ellas, las que tienen por objeto sancionar a quienes agreden a la sociedad que integran cometiendo actos deshonestos o ilícitos -en el caso de magistrados que me imputan cargos-.
En estas horas dramáticas para quienes estamos cautivos en cárceles, condenados a una tortuosa y lenta muerte por jueces cegados por pasiones, cayendo en el simplismo de que a las instituciones se las defienden para lucrar con ellas.
No hay sociedad en la cual se pueda combatir la injusticia, No hay sociedad en la cual se pueda castigar la deshonestidad, que no hay sociedad en la que se pueda pensar en la felicidad de sus integrantes, si no están regidas por un orden constitucional y jurídico pensado para la justicia, para la paz y cuyo acatamiento es el primer deber de todos.
Parece que a nuestra sociedad en democracia le cuesta ponerse de pie. Su absoluto silencio sobre la muerte de valerosos integrantes de las fuerzas legales -sacerdotes- cuyos crímenes fueron ganar o adherir a la guerra contra los terroristas que, cobijados en rojo pendón, y foráneas ideologías, se alzaron en armas contra la patria, sembrando la muerte de inocentes a su paso. Y quienes finalmente ganaron aquella guerra que permitió la vuelta a la democracia y por supuesto, para que usted, señor Presidente, ascendiera a la primera magistratura hoy son vituperados, calumniados, y encerrados en miserables calabozos a la espera del llamado de Dios. Esta venganza es una venganza nacional. Hubiera sido mucho más limpio hacer un paréntesis en la legalidad, y fusilarlos. La situación actual no es otra que una tortura y nadie y el no del gobierno puede negarla.
Nadie pide indultos, solo la aplicación de la ley, no solo para una cuestión de justicia, sino de vergüenza nacional.
Cabe preguntar:
¿Qué hizo y hace la Suprema Corte de Justicia de la Nación? ¿Qué hacen sus miembros? ¿Qué advertencia o consejo formula? ¿Es que se ha reunido siquiera ante los sitios de observancia a la ley por ciertos magistrados? ¿O por ventura, los hechos carecen de importancia y gravedad?
¿Qué hicieron o hacen los integrantes de la excelentísima Cámara Federal de Casación Penal de la Nación?
¿Qué hacen los miembros del Consejo de la Magistratura de la Nación?
¿Dónde están estos representantes de la Soberanía Nacional? ¿Qué cumplimiento de la Constitución Nacional observan? ¿O es acaso que la ilegalidad de los juicios, el padecimiento, las torturas a los prisioneros de guerra que los llevan a muertes sistematizadas, no reúnen el carácter de graves y urgentes que la Constitución Nacional reclama?
¿Dónde están y que hacen los dirigentes de los partidos políticos? ¿Qué hacen los sospechosos adalides de los Derechos Humanos que nada ven, nada saben, ante sus ojos? La verdad es que nadie sabe dónde o en que están, pero si se sabe que nada hacen para extirpar este cáncer que a diario cobra vidas y nada intentan hacer. Nadie puede explicar tamaña omisión en el cumplimiento de los deberes públicos cuando hay vidas en juego.
Es más fácil y sobre todo, más cómodo hacerse los desinteresados, darse por no enterados de los gravísimos hechos, de eludir toda la responsabilidad… ¿Por el costo político?
Hablar por los cuatro lados, jamás hacerse cargo seriamente para con estos viejos enfermos que claman justicia.
Tengo 88 años, 22 de ellos en prisión y precaria salud que consta en mi historia clínica. Así llegó esto a los extremos que ha llegado.
El pueblo entero lo sabe, pero es menester señalarlo con toda claridad. Es el momento de proclamar la verdad sobre este increíble cuadro que durante tanto tiempo muestra que nuestra vida pareciera no revestir importancia.
Dejemos para ellos un dedo acusador que marcará para siempre a los responsables intelectuales y materiales de esta infamia con el desprecio y la execración de los argentinos. Transcribo palabras que grafican lo que nos está sucediendo: “Se los está dejando morir en la cárcel en condiciones infrahumanas”, dichas por la doctora Elisa Carrió.
Carta abierta al Excelentísimo Señor Presidente de la Nación,
Ingeniero Mauricio Macri
Me dirijo a Usted, con todo respeto, elevando plegarias que pueda llevar este barco -pese a fuertes oleajes- a buen puerto.
La actividad jurisdiccional de los magistrados judiciales es sagrada, es absoluta y es soberana. Ninguna injerencia tiene en ella el Ministerio de Justicia de la Nación, a mi entender, lo que no opta para que tenga una supervisión en aspectos puramente administrativos.
Para usted señor Presidente, no hay más que un camino que es el de la legalidad, no hay más que un compromiso que es el de la defensa de las instituciones y que -igualmente- no hay respaldo más firme para defender a ambos, la seguridad de que para ello, contará con la letra de la Constitución Nacional.
En los poderes del país, es muy posible que se alberguen en su seno, elementos corruptos.
Los miembros del Poder Judicial -área federal para el caso- son seres humanos, por lo tanto, pasibles de caer en situaciones deshonrosas o discordantes -lo que a su vez- forma parte de lo que genéricamente llamamos subversión, pero en las oportunidades que estas sean comprobadas, la reacción de mecanismos de corrección deben ser drásticos, implacables y rápidos. El orden jurídico, no está establecido porque si, el orden jurídico regula las relaciones entre los hombres, entre ellas, las que tienen por objeto sancionar a quienes agreden a la sociedad que integran cometiendo actos deshonestos o ilícitos -en el caso de magistrados que me imputan cargos-.
En estas horas dramáticas para quienes estamos cautivos en cárceles, condenados a una tortuosa y lenta muerte por jueces cegados por pasiones, cayendo en el simplismo de que a las instituciones se las defienden para lucrar con ellas.
No hay sociedad en la cual se pueda combatir la injusticia, No hay sociedad en la cual se pueda castigar la deshonestidad, que no hay sociedad en la que se pueda pensar en la felicidad de sus integrantes, si no están regidas por un orden constitucional y jurídico pensado para la justicia, para la paz y cuyo acatamiento es el primer deber de todos.
Parece que a nuestra sociedad en democracia le cuesta ponerse de pie. Su absoluto silencio sobre la muerte de valerosos integrantes de las fuerzas legales -sacerdotes- cuyos crímenes fueron ganar o adherir a la guerra contra los terroristas que, cobijados en rojo pendón, y foráneas ideologías, se alzaron en armas contra la patria, sembrando la muerte de inocentes a su paso. Y quienes finalmente ganaron aquella guerra que permitió la vuelta a la democracia y por supuesto, para que usted, señor Presidente, ascendiera a la primera magistratura hoy son vituperados, calumniados, y encerrados en miserables calabozos a la espera del llamado de Dios. Esta venganza es una venganza nacional. Hubiera sido mucho más limpio hacer un paréntesis en la legalidad, y fusilarlos. La situación actual no es otra que una tortura y nadie y el no del gobierno puede negarla.
Nadie pide indultos, solo la aplicación de la ley, no solo para una cuestión de justicia, sino de vergüenza nacional.
Cabe preguntar:
¿Qué hizo y hace la Suprema Corte de Justicia de la Nación? ¿Qué hacen sus miembros? ¿Qué advertencia o consejo formula? ¿Es que se ha reunido siquiera ante los sitios de observancia a la ley por ciertos magistrados? ¿O por ventura, los hechos carecen de importancia y gravedad?
¿Qué hicieron o hacen los integrantes de la excelentísima Cámara Federal de Casación Penal de la Nación?
¿Qué hacen los miembros del Consejo de la Magistratura de la Nación?
¿Dónde están estos representantes de la Soberanía Nacional? ¿Qué cumplimiento de la Constitución Nacional observan? ¿O es acaso que la ilegalidad de los juicios, el padecimiento, las torturas a los prisioneros de guerra que los llevan a muertes sistematizadas, no reúnen el carácter de graves y urgentes que la Constitución Nacional reclama?
¿Dónde están y que hacen los dirigentes de los partidos políticos? ¿Qué hacen los sospechosos adalides de los Derechos Humanos que nada ven, nada saben, ante sus ojos? La verdad es que nadie sabe dónde o en que están, pero si se sabe que nada hacen para extirpar este cáncer que a diario cobra vidas y nada intentan hacer. Nadie puede explicar tamaña omisión en el cumplimiento de los deberes públicos cuando hay vidas en juego.
Es más fácil y sobre todo, más cómodo hacerse los desinteresados, darse por no enterados de los gravísimos hechos, de eludir toda la responsabilidad… ¿Por el costo político?
Hablar por los cuatro lados, jamás hacerse cargo seriamente para con estos viejos enfermos que claman justicia.
Tengo 88 años, 22 de ellos en prisión y precaria salud que consta en mi historia clínica. Así llegó esto a los extremos que ha llegado.
El pueblo entero lo sabe, pero es menester señalarlo con toda claridad. Es el momento de proclamar la verdad sobre este increíble cuadro que durante tanto tiempo muestra que nuestra vida pareciera no revestir importancia.
Dejemos para ellos un dedo acusador que marcará para siempre a los responsables intelectuales y materiales de esta infamia con el desprecio y la execración de los argentinos. Transcribo palabras que grafican lo que nos está sucediendo: “Se los está dejando morir en la cárcel en condiciones infrahumanas”, dichas por la doctora Elisa Carrió.
Usted, señor Presidente, tiene la palabra.
Dios le guarde y guíe.
Miguel Osvaldo Etchecolatz
DNI 5,124,838
Prisionero de Guerra
PrisioneroEnArgentina.com
Julio 26, 2017
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