En el Hospital de Niños Sor María Ludovica, de La Plata, se ha inaugurado un centro de hormonización especializada en “niños trans”. Se ha dado a conocer un primer caso: una niña que quiere ser varón, con el apoyo de sus padres. Está recibiendo un tratamiento para impedir el crecimiento de sus pechos y luego se le inyectará la testosterona necesaria para que parezca un velludo varón. Según se ha informado, no se sabe todavía si resolverá implantarse una prótesis peneana. Este macabro artificio está protegido por la ley nacional de identidad de género y se aplica gratuitamente. Basta asomarse al nombrado hospital para conmoverse hasta las lágrimas al ver a una multitud de niños, llegados de toda la provincia, realmente enfermos, con afecciones gravísimas, que esperan turno para obtener una precaria atención que los alivie o los cure, si es posible, cuando les llegue el momento. Sus familiares tienen en sus rostros las marcas de la inquietud y del dolor. Todo este sufrimiento es el costo de una legalidad discriminatoria, ilegítima, inicua, que ha sido impuesta en la Argentina. Se me ocurre una fantasía antiteológica: a la beata María Ludovica De Angelis, administradora por tantos años de esa casa de salud, en la felicidad del cielo, “se le pianta un lagrimón”.
CARTA DE LECTORES DE MONSEÑOR AGUER
Niños trans
En el Hospital de Niños Sor María Ludovica, de La Plata, se ha inaugurado un centro de hormonización especializada en “niños trans”. Se ha dado a conocer un primer caso: una niña que quiere ser varón, con el apoyo de sus padres. Está recibiendo un tratamiento para impedir el crecimiento de sus pechos y luego se le inyectará la testosterona necesaria para que parezca un velludo varón. Según se ha informado, no se sabe todavía si resolverá implantarse una prótesis peneana. Este macabro artificio está protegido por la ley nacional de identidad de género y se aplica gratuitamente. Basta asomarse al nombrado hospital para conmoverse hasta las lágrimas al ver a una multitud de niños, llegados de toda la provincia, realmente enfermos, con afecciones gravísimas, que esperan turno para obtener una precaria atención que los alivie o los cure, si es posible, cuando les llegue el momento. Sus familiares tienen en sus rostros las marcas de la inquietud y del dolor. Todo este sufrimiento es el costo de una legalidad discriminatoria, ilegítima, inicua, que ha sido impuesta en la Argentina. Se me ocurre una fantasía antiteológica: a la beata María Ludovica De Angelis, administradora por tantos años de esa casa de salud, en la felicidad del cielo, “se le pianta un lagrimón”.
Héctor Aguer
Arzobispo de La Plata
Colaboración: Andrea Palomas Alarcón.
PrisioneroEnArgentina.com
Octubre 13, 2017