Por Sandro Dal Bosco, en correo de lectores de La Nación
Mi nombre es Sandro Dal Bosco y hoy se cumple un nuevo aniversario del asesinato de mi padre. Cada año tengo la esperanza de que este día sea un poco diferente. Lamentablemente, nada cambia.
He visto que el Presidente contesta muchos mensajes, también he podido ver que ha visitado personas que le escriben contándole sus historias de vida. Me parece un gran gesto. Yo no pretendo que me visite, porque vivo bastante lejos, me fui hace tiempo de nuestra querida patria. Tampoco espero que me llame por teléfono? solo le pido un favor: que lea la historia de mi viejo, Reinaldo Dal Bosco (Rino). Mi padre trabajaba en una empresa multinacional italiana. Era italiano como su padre, y llegó a la Argentina con solo 12 años junto a su familia, escapando de la Italia en guerra. Era ingeniero, como usted, y se recibió en la Universidad de La Plata con uno de los mejores promedios. Hincha fanático del fútbol, como usted, Mauricio. El llegó a amar tanto a su Argentina, como la ama usted. Y la amó más que muchos nacidos aquí. Y fueron algunos de los nacidos en su querida Argentina los que un día se encargaron de matarlo, como a una rata, en la puerta de nuestra casa cuando salía temprano al trabajo. No firmaron “argentinos”. Firmaron “Montoneros”, y dibujaron una bandera extraña. Mi padre es solo uno de entre miles. Y nunca tuvo lugar ni espacio en la historia. No podemos honrar sus muertes. No podemos siquiera mencionar sus historias. Ellos no existen. Y lo peor de todo, no podemos dejar de recordarlos con este dolor.
Mauricio, le pido de hijo a hijo: necesitamos que alguien se comprometa y empiece a hacer algo para cerrar esta herida que no cierra.
Lo felicito señor SANDRO DAL BOSCO, su entereza y hombría de bien es digna de admiración, mas cuando veo que su padre tenía nada mas que 40 años de edad cuando fuera asesinado y junto a él un cabo de la Policía Federal llamado Raúl Arturo Sanguineti. Su padre fue uno de los 58 ejecutivos de empresas o empresarios, ejecutados por la “juventud maravillosa” a decir de los políticos o de quienes sin decirlo los tratan y dan cargos como tales. Lamentablemente y dado a que hoy soy victima de esta gente que no ha parado en su accionar, solo lo ha cambiado, solo puedo decir que los maldigo como así a aquellos funcionarios que ignoran a las verdaderas víctimas como su padre y agasajan a los asesinos de ayer y de hoy. Le pido disculpas por mis exabruptos. Ver a mi esposa devastada por la situación indigna e ilegal que estamos viviendo me lleva solo a un sentimiento de real odio. Ponderando su carta lo saludo muy cordialmente.
Por Sandro Dal Bosco, en correo de lectores de La Nación
Mi nombre es Sandro Dal Bosco y hoy se cumple un nuevo aniversario del asesinato de mi padre. Cada año tengo la esperanza de que este día sea un poco diferente. Lamentablemente, nada cambia.
He visto que el Presidente contesta muchos mensajes, también he podido ver que ha visitado personas que le escriben contándole sus historias de vida. Me parece un gran gesto. Yo no pretendo que me visite, porque vivo bastante lejos, me fui hace tiempo de nuestra querida patria. Tampoco espero que me llame por teléfono? solo le pido un favor: que lea la historia de mi viejo, Reinaldo Dal Bosco (Rino). Mi padre trabajaba en una empresa multinacional italiana. Era italiano como su padre, y llegó a la Argentina con solo 12 años junto a su familia, escapando de la Italia en guerra. Era ingeniero, como usted, y se recibió en la Universidad de La Plata con uno de los mejores promedios. Hincha fanático del fútbol, como usted, Mauricio. El llegó a amar tanto a su Argentina, como la ama usted. Y la amó más que muchos nacidos aquí. Y fueron algunos de los nacidos en su querida Argentina los que un día se encargaron de matarlo, como a una rata, en la puerta de nuestra casa cuando salía temprano al trabajo. No firmaron “argentinos”. Firmaron “Montoneros”, y dibujaron una bandera extraña. Mi padre es solo uno de entre miles. Y nunca tuvo lugar ni espacio en la historia. No podemos honrar sus muertes. No podemos siquiera mencionar sus historias. Ellos no existen. Y lo peor de todo, no podemos dejar de recordarlos con este dolor.
Mauricio, le pido de hijo a hijo: necesitamos que alguien se comprometa y empiece a hacer algo para cerrar esta herida que no cierra.
Sandro Dal Bosco
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7 thoughts on “Cerremos la herida”
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FELICITACIONES,!EXPRESÓ SU DOLOR SIN ODIO NI REVANCHISMO.HERMOSA Y SENTIDA CARTA QUE NO PUEDE PASAR INADVERTIDA.
Lo felicito señor SANDRO DAL BOSCO, su entereza y hombría de bien es digna de admiración, mas cuando veo que su padre tenía nada mas que 40 años de edad cuando fuera asesinado y junto a él un cabo de la Policía Federal llamado Raúl Arturo Sanguineti. Su padre fue uno de los 58 ejecutivos de empresas o empresarios, ejecutados por la “juventud maravillosa” a decir de los políticos o de quienes sin decirlo los tratan y dan cargos como tales. Lamentablemente y dado a que hoy soy victima de esta gente que no ha parado en su accionar, solo lo ha cambiado, solo puedo decir que los maldigo como así a aquellos funcionarios que ignoran a las verdaderas víctimas como su padre y agasajan a los asesinos de ayer y de hoy. Le pido disculpas por mis exabruptos. Ver a mi esposa devastada por la situación indigna e ilegal que estamos viviendo me lleva solo a un sentimiento de real odio. Ponderando su carta lo saludo muy cordialmente.