Clarin entrevista a Graciela Fernández Meijide: “Ser padres de un desaparecido no te hace mejor ni peor de lo que ya eras”

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El periodista de Clarin, Osvaldo Pepe, entrevista a Graciela Fernández Meijide.

 

-¿Por qué cree que cada tanto un funcionario macrista sale con declaraciones polémicas sobre el número de desaparecidos? ¿Es una provocación o una decisión estratégica en materia de derechos humanos?

-Bueno, no es un tema del macrismo ése. No es un tema, en todo caso, de la mayor parte de la gente del macrismo. Primero, esto lo dije cuando fueron las elecciones, que había tres candidatos, Macri, Scioli y Massa y que ninguno de los tres está involucrado con los temas de los 70. En cierta manera, mejor.

-¿Por qué se sigue discutiendo el número de desaparecidos, tiene importancia ese conteo en la dimensión de la tragedia?

– Para mí importa, porque soy amante de la historia y todo lo que sea más cercano a la verdad, es lo que más me gusta.

Supongamos que hubiera 10 mil desaparecidos, aunque los datos del Nunca Más no son esos, son menores, yo me pregunto… ¿y los otros 20 mil? ¿No tenían familia, no tenían compañeros de militancia, de trabajo? ¿Nadie notó que hubieran desaparecido? ¿De qué me están hablando?

-¿Qué hay de cierto en que se fijó el número de 30 mil para equiparar el plan criminal de la dictadura a la figura de genocidio?

-Eso me lo dijo Eduardo Luis Duhalde. Por allí Luis Labraña (ex dirigente montonero) dice que él tiró esa cifra, pero le pone un contenido mucho menos noble. Dice que fue para que en Holanda les dieran más plata a las Madres. Lo de Eduardo Duhalde tiene otro sentido, es que la figura del genocidio, que era lo único que tenía como convención las Naciones Unidas que se podía acercar a lo que nos estaba pasando, era el genocidio. Porque la “desaparición” no existía como figura jurídica, existió mucho después la “desaparición forzada”, ya en democracia. Sí existía la figura de tortura, seguida de muerte…

-¿Qué dice usted sobre este debate?

– Supongamos que hubiera 10 mil desaparecidos, aunque los datos del Nunca Más no son esos, son menores, yo me pregunto… ¿y los otros 20 mil? ¿No tenían familia, no tenían compañeros de militancia, de trabajo? ¿Nadie notó que hubieran desaparecido? ¿De qué me están hablando?

-¿No cree que hay quienes usan ese argumento para decir “bueno, no fue tanto”?

-Sí, todo lo que quiera. ¿Sabé cuántos casos necesitó Strassera para conseguir que se condenara a las tres Juntas y después siguieran para abajo, por la sentencia? Unos 900, 940. No necesitaban llevar ni siquiera a los 8 mil y pico del Nunca Más.

-¿Somos una sociedad que se regodea con el pasado y la cultura de la muerte?

-Yo no sé si somos la única sociedad a la que le pasa eso. Lo que sí es cierto es que lo que mejor nos sale es poner al adversario como enemigo. Usted va a Washington y se pone donde están todas las filas de los héroes y nadie entra a discutir si en la Guerra Civil estuvo con el Norte, si estuvo con el Sur. Son los que construyeron esa nación.

-En el acto del 24 pareció que los 70 hubiese sido ayer, ¿qué sensación le produjo?

-Fue como un acto, dentro de otro, tras otro. Sí, el segundo imbricado en el primero y después, el tercero, que ya es un clásico, separado. Parecía un gran barullo, pero al final fue clarificador. Por primera vez el kirchnerismo mostró su admiración por la lucha armada y por primera vez en la historia de los organismos de derechos humanos se levanta el tema de esa lucha armada como algo digno de ser notificado. Y también por primera vez uno de los organismos de derechos humanos dice que forma parte de un partido político, que es el kirchnerismo. Ni siquiera el peronismo.

-¿Qué siente cuando escucha “Macri, basura, vos sos la dictadura”?

-Quien dice eso está usufructuando de una posición legítimamente ganada, digo de oposición a la última dictadura, desde la resistencia, y ahora llama dictadura a todo lo que no le gusta. Termina identificando como un gran enemigo a lo que no le gusta.

-¿El kirchnerismo hizo de los derechos humanos “un curro”, como dijo alguna vez Macri, o hizo política?

-Hizo política. Básicamente, instrumentalizó los derechos humanos para la política. Esto es muy claro porque en los 12 años, para poner un solo ejemplo, en que Néstor Kirchner fue gobernador en la provincia de Santa Cruz, ni un día 24 de marzo hizo un acto público. Ese uso político fue una falta de respeto en algo en que los argentinos habíamos logrado un consenso. Donde había un reconocimiento, que hace que muy posiblemente Alfonsín pase a la historia como el presidente que construyó eso. Los Kirchner se interesan en los derechos humanos cuando llegan al poder y es Horacio Verbitsky, quien les dice que tomen este tema porque les iba a permitir proyectarse, entre otras cosas.

-¿El consejo de bajar el cuadro de Videla…?

-Si algo supieron los Kirchner, sobre todo creo que él, fue manejar el tema de los símbolos, que en política es muy importante. Porque el voto es mucho más sentimiento que racionalidad. Era muy simbólico el gesto teatral de descolgar el cuadro de Videla, por ejemplo. Fue algo teatral, pero llenó de emoción a un montón de gente.

-¿Qué sintió cuando Kirchner se disculpó en nombre del Estado por no haber hecho nada por los derechos humanos?

-Y, mucha bronca. Mucha bronca, mucha falta de respeto. Sentí que se despreciaba todo lo hecho. Primero decía, ¿pero este tipo ni leyó los diarios en su momento? ¿No se enteró de que estaba la CONADEP? ¿No se enteró de que se ingresó varias veces a la ESMA con sobrevivientes, que los que aceptaban entrar estaban muertos de angustia?

-¿Por qué cree que Cristina designó a Milani al frente del Ejército?

-Creo que lo apreciaba en su doble condición: ser del cuerpo de Inteligencia, es decir estar entrenado para espiar, y por haber aceptado declarar que se ponía al servicio de la causa “nacional y popular”. Se equivocó cuando creyó en serio que Scioli era el candidato amado por Cristina y se precipitó a su lado. Mal espía y mal conocedor del tipo de almas que exigen la incondicionalidad total. Hasta en sus estrategias de odio.

-¿Hay consenso sobre de qué hablamos cuando hablamos de derechos humanos?

-Lo que hay es una falta de discusión en serio. Los militares, al haber elegido el método de la desaparición forzada como figura predominante del terror, hicieron finalmente de todos los desaparecidos víctimas…pero de ahí a angelizarlos…

-¿Por qué no me cuenta un poco sobre su diálogo con Leis, el ex dirigente montonero fallecido en Brasil?

-Cuando yo escribía uno de mis libros sentía que se le estaba dando a una militancia joven, que no conocía la historia, que no había vivido la dictadura, … que se le estaba dando un relato, donde todo había sido heroico.

-¿Y cómo se da ese encuentro?

– Héctor Leis me había entrevistado sobre derechos humanos. Yo estaba en la Asamblea, él se volvió a ir a Brasil, estaba exiliado. Leí sulibro Testamento de los 70 y surgió lo de juntarnos. Leis decía que la responsabilidad de la guerrilla era similar a la de los militares y otro tema era el del perdón. Promovía que se hiciera una sola lista, con las víctimas de ambos bandos. Yo sostenía que detentar todo el poder del Estado, garantizarse la impunidad, y encima esconder los cadáveres de personas que habían ejecutado sin juicio previo, no era comparable a la acción de la guerrilla. Lo discutimos bastante. Y en el tema del perdón le dije, mirá, en esa soy muy brutal, a mí nadie me pidió perdón por mi hijo Pablo. Nadie lo necesita por lo visto, así que adiós, que te vaya bien. Y si a mí me dicen que van a poner en una misma lista y por ahí se da que el nombre de mi hijo va a estar al lado de uno que lo mató… bueno, ahí te digo déjenlo donde está.

Según quiénes, ¿no? No me gusta hablar de ellas, en serio. Tuvimos diferencias con Hebe durante la dictadura, sin embargo fuimos capaces de pasar por encima de ellas, porque había un enemigo neto. Todos trabajábamos juntos. Las diferencias que había se pasaban por encima. Después había que construir…

(Sobre como serán recordadas Estela de Carlotto y Hebe de Bonafini)

-Ahora, perdón es una palabra distinta a reconciliación, ¿o van de la mano?

-Es que acá, quien te habla de reconciliación, te habla de perdón primero. A ver, ¿con quién me tengo que reconciliar? Yo, yo. ¿Con los militares que mataron a mi hijo? No, ¿por qué me voy a reconciliar, de qué, si no tengo nada que ver con ellos? ¿Con los militares nuevos? Sí, porque no tienen un carajo que ver, listo. La sociedad, ¿con quién se va a reconciliar? La sociedad tiene otra grieta, que es la pobreza, que es otra historia.

-¿No cree que hace falta el pedido de perdón, por ejemplo de Firmenich sobre la tragedia de los años 70?

-Sí, claro que sí, pero ocurre que Firmenich no lo quiere hacer. Y también los militares debieron hacerlo…

-Bueno, Balza lo intentó…

-Balza la hizo bien, la trabajó bien, tenía muy buenos oficiales al lado suyo…

-¿Cómo cree que van a ser recordadas Hebe y Carlotto?

-Según quiénes, ¿no? No me gusta hablar de ellas, en serio. Tuvimos diferencias con Hebe durante la dictadura, sin embargo fuimos capaces de pasar por encima de ellas, porque había un enemigo neto. Todos trabajábamos juntos. Las diferencias que había se pasaban por encima. Después había que construir…

-¿Y esta Hebe de hoy?

-No tuvo recursos, internos. Creo que Estela tiene menos odio metido adentro. Ser padres de un desaparecido no te convierte automáticamente en una persona diferente de lo que venías siendo. No te convierte en persona buena o persona mala, no. Sos lo que sos y tuviste la desgracia de tener un hijo desaparecido, pero sos lo que sos y lo que fuiste siempre.

-¿Que le despierta Videla?

-Desprecio profundo.

-¿Alfonsín?

-Mucho afecto. Y eso que me peleé con él, cuando la Obediencia Debida.

-¿Menem?

-Lo peor.

-¿De la Rúa?

-Podría ser pena, pero no sé.

-¿Chacho Alvarez?

-Decepción.

-¿Duhalde?

-Es uno de los políticos que más aprendió.

-¿Kirchner?

-Mucha antipatía.

-¿Cristina?

-Igual.

-¿Macri?

-Esperanza.

Una mujer que no se dejó ganar por el odio

“Me produje para el joven”, señala con humor Graciela Fernández Meijide al fotógrafo de Clarín, al abrir la puerta de su departamento del barrio de Belgrano, maquillada y con impecable atuendo de blusa lila y pantalón negro. Vive sola, y deja las tareas de la casa en manos de “una señora que ayuda”, pero le gusta cocinarse su propia comida. Dedica su tiempo a la escritura, la lectura y a preparar su programa radial. Recibe con frecuencia la visita de hijos y nietos, que le brindan la cuota de mimos necesaria para batallar por la vida. No oculta los 86 años que tiene porque los lleva espléndidos, y lo sabe. Erguida, segura en sus ideas y conceptos, no le interesa ser “políticamente correcta” con el repaso de los pavorosos años 70, que sembraron muerte y odio en la sociedad.

Un día partió en dos su vida, como un tajo brutal que la lastimaría para siempre. El 23 de octubre de 1976 un grupo de civiles se llevó a su hijo Pablo delante de sus ojos y los de su esposo: “Lo más fuerte que recuerdo es el momento en que sale Pablo por la puerta. Ahí me di cuenta de que no lo vería más, tuve la sensación de tragedia”.

El operativo no fue violento, le dijeron que pasara a buscarlo por la comisaría 39, pero hasta hoy sigue desaparecido: “Delante nuestro ni lo tocaron, no hubo ni un exabrupto. A Pablo le gustaba hablar de política, pero no militaba en ningún lado y los otros compañeros que se llevaron el mismo día habían estado en la juventud guevarista, pero ya no participaban de la militancia”.

“¿Hoy es feliz? ¿Se puede ser feliz?”, quiere saber el cronista: “A ver, hay un telón de fondo gris, que siempre está… Pero yo diría que no me puedo quejar de la vida. Porque hice muchas cosas, superando eso. Una de las cosas que yo me había puesto acá (se señala la cabeza), que era meter en cana a los militares, la logré . Soy una de las personas que más trabajó para que fueran presos. Ahí hay un cierto bichito de orgullo, pero no me gusta, porque fue el trabajo de muchos”, dice quien logró que el odio no consumiera sus días y el rencor la invadiera.

Recuerda que su paso por la política “lo hice con mucha garra y convicción” y asegura que no se arrepiente, pese al mal final de la Alianza: “No, la verdad que no”. Le adjudica más responsabilidad en el derrumbe a la renuncia de Chacho que a la inoperancia de De la Rúa, de quien dice que “se encerró cuando la economía venía mal, al revés del macrismo que con una economía en problemas sale y hace política, es piola el macrismo en eso”.

Dice que le cuesta imaginar aquel rostro casi niño de Pablo con la imagen que tendría hoy, cercano a los 60. “Ponerle cara de hombre me cuesta mucho, todas las imágenes suyas son de chico”. Se la nota en paz con la vida, y sonríe cuando afirma que “no me pueden correr por izquierda ni por derecha, no tengo compromisos, salvo con el país, y eso es la felicidad.”

ITINERARIO

Rosa Graciela Castagnola de Fernández Meijide nació en Avellaneda el 27 de febrero de 1931. Docente, tras el secuestro de su hijo Pablo, de 17 años, se integró a la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos y luego a la CONADEP. En el campo político, fue diputada nacional (1993) y convencional constituyente (1994) por el Frente Grande y senadora por el Frepaso (1995). En 1997 derrotó a Hilda Duhalde en las legislativas de la Provincia. Perdió con De la Rúa la interna presidencial de la Alianza, fue ministra de esa coalición y renunció antes del derrumbe.Está divorciada, tiene dos hijos, María Alejandra (59) y Martín (56) y dos nietos, Camila (25) y Diego (20).​

Al toque

Un proyecto: Trabajar todo lo que pueda y hasta donde me dé el cuero para que esta democracia sea más institucionalista.

Un desafío: Mantener la sensatez en una sociedad y un mundo que hace temblar todas las categorías.

Un sueño: Que nadie cargue más con mochilas ajenas.

Un prócer: Sarmiento.

Un recuerdo: Obvio que es el momento en que se llevaron a Pablo.

(su hijo desaparecido).

Un líder de hoy: Es difícil. Hoy no me animo a nombrar a ninguno.

Una sociedad que admire: No sé si tengo una sociedad que admire…

Un libro: Uf…sería ingrata e infiel a muchos autores si digo uno.

Una persona que admire: Alfonsín.

Una comida: Los guisos, el risotto.

Una bebida: Vino tino, malbec.

Un placer: Leer.

Una película: El Ciudadano.

Una serie: Borgen.

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