Hoy 28 de mayo se cumple un mes de la andanada terrorista que destruye a toda Colombia. El horror que padecemos es exactamente lo contrario a una protesta pacífica y no es en absoluto legítima. En realidad es terrorismo radical, ejecutado por una extensa red de células urbanas financiadas por la subversión y el narcotráfico, que pretenden derrocar al Gobierno y sin duda está conduciendo al País a la más absoluta ruina. Sin embargo, estos gravísimos hechos nos deben dejar una profunda lección, necesaria para que muchos indolentes abran los ojos, de tal forma que podamos corregir así el futuro de la Patria.
El Acuerdo de paz es el origen de la presente tragedia
La primera lección es que el Acuerdo de paz firmado entre Santos y las FARC resultó ser el manual para la destrucción de Colombia. Allí están establecidos los principios de lo que el marxismo cultural llama “protesta pacífica”, que es la falsa pantalla tras la cual se esconde este golpe de Estado promovido por le extrema izquierda, con el apoyo de las FARC, del ELN y otros grupos narco-terroristas, cuyo objetivo es derribar el Estado de Derecho y todas las instituciones del País.
¡Ninguna de las protestas ha sido pacífica! ¡Todas ellas han sido violentas, al extremo de que tienen paralizado casi todo el territorio nacional. Los colombianos estamos secuestrados en nuestras casas y ciudades, y todo el engranaje del sector productivo ha colapsado, generando unas pérdidas económicas imposibles de cuantificar. Además, el desempleo y la pobreza, que sin duda aumentaron con la pandemia, y que son las supuestas razones de la protesta, se han multiplicado con la enorme destrucción realizada en su nombre. Queda muy claro que el objetivo de esta arremetida terrorista es destruir y empobrecer a Colombia, derrocar al Gobierno y reemplazarlo por una dictadura totalitaria de extrema izquierda.
No hay Gobierno en Colombia
La segunda gran verdad que se ha revelado en estos días de zozobra, es que en Colombia no hay Gobierno. El País le quedó demasiado grande al presidente Iván Duque, a sus ministros y a sus funcionarios, que decidieron arrodillarse y claudicar ante el ímpetu radical de una minoría subversiva que ejecuta un plan perfectamente coordinado para tomarse el Poder. Han bloqueado las carreteras y las avenidas de las ciudades, ejecutan terrorismo vandálico, destruyen la Nación, mientras se auto-proclaman nuestros representantes. Y el Gobierno acepta dialogar con ellos, cuando es evidente que no quieren otra cosa que imponernos sus exigencias siniestras.
Buenaventura, en el Pacífico, el principal puerto marítimo de Colombia por donde se realiza más del 60% del comercio exterior, está totalmente paralizado desde hace un mes. Millones de litros de leche se derraman en ríos y quebradas; el comercio exterior está paralizado; los sectores avícola y porcino están sin alimentos, produciendo la pérdida de millones de aves y de millones de huevos, lo cual es una catástrofe alimentaria; el desabastecimiento de alimentos es enorme en todo el País; los sistemas de transporte masivo de las grandes ciudades ha sido destruido; centenares de locales comerciales, de oficinas públicas y privadas, han sido reducidas a cenizas; el mobiliario público de las grandes ciudades ha sido destruido.
La paz no se consigue claudicando ante el terrorismo
Los colombianos nos preguntamos con angustia: ¿Dónde está el presidente? ¿Para qué lo elegimos? ¿Acaso no fue para que nos defienda de las minorías totalitarias que nos quieren destruir? Cuando aparece en público es para decirnos que está negociando con los terroristas y que les ofrece más subsidios, más dádivas, más concesiones, pues él piensa que es así que se aplaca a los destructores de Colombia. ¡Qué ingenuidad! ¡Es todo lo contrario! La subversión le tomó el pulso y sabe que quien nos gobierna hasta ahora no ha hecho nada para defender el País. De todas las medidas contempladas en la Constitución para proteger el Estado de Derecho en una emergencia como la actual, no ha sido implementada ninguna. La orden del Presidente, de los alcaldes y gobernadores, es que la Policía y el Ejército se mantengan al margen de la destrucción, que no actúen, y sobre todo, que en ningún caso pueden usar sus armas de dotación, aún si son atacados.
Por último, queda muy claro también cuál será el futuro de Colombia si algún día la llamada “Colombia Humana” y sus fanáticos dirigentes políticos toman las riendas del poder. Será la demolición total del País, que fue construido durante muchas décadas de trabajo, y la ruina de las empresas que generan la casi totalidad de las fuentes de empleo, con lo cual se aniquilarán sistemáticamente todas las fuentes de riqueza. Así, en esa hipótesis aterradora, Colombia se sumergirá en la miseria propia de los regímenes comunistas, en donde la pobreza, el hambre y la falta de todos los productos de primera necesidad serán el sustento de la dictadura. Según la doctrina marxista, para esclavizar a un país es necesario imponer primero la miseria, tal como aconteció en Cuba y en Venezuela.
El Presidente debe cumplir con su deber
Lo único que nos puede salvar es que el Presidente Duque decida cumplir con los deberes de jefe de Estado y haga respetar los derechos constitucionales de todos los colombianos, que están siendo sistemáticamente violentados por una minoría terrorista extremadamente violenta. Si no lo hace con urgencia, se consumará una catástrofe de la cual no habrá retorno, y la vergüenza y la deshonra cubrirán su nombre por siempre. El futuro lo recordará como el presidente que vio arder a su País, sin hacer nada para defenderlo. Eso fue lo que hizo Nerón hace dos mil años, cuando en su palacio imperial cantaba y tocaba la cítara mientras las llamas consumían a Roma.
Presidente Duque:Colombia le implora y le exige que no repita usted estos hechos vergonzosos. Son muchos los ejemplos de la Historia en donde los jefes de Estado claudicaron cobardemente ante sus enemigos, y esa debilidad desató las más grandes catástrofes, las peores tiranías y las mayores tragedias que recuerde la humanidad. Después de un mes en este infierno de desgobierno y de falta de autoridad, ya es hora de que tome las riendas del poder con mano firme, salve la Patria y la conduzca por la senda de la verdadera paz, que solo la encontraremos en el camino opuesto de las claudicaciones ante el crimen y el terrorismo.
En todas las horas difíciles de la Patria, el Sagrado Corazón de Jesús ha sido elbaluarte que protege a los buenos colombianos. A su augusta divinidad nos dirigimos ahora para que lo ilumine a usted en sus decisiones, lo bendiga y lo auxilie en las determinaciones urgentes que debe tomar, si es que de verdad le importan la defensa del Patria y sus 50 millones de compatriotas.
Eugenio Trujillo Villegas es Director de la Sociedad Colombiana Tradición y Acción – trujillo.eugenio@gmail.com
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Por Eugenio Trujillo Villegas.
Hoy 28 de mayo se cumple un mes de la andanada terrorista que destruye a toda Colombia. El horror que padecemos es exactamente lo contrario a una protesta pacífica y no es en absoluto legítima. En realidad es terrorismo radical, ejecutado por una extensa red de células urbanas financiadas por la subversión y el narcotráfico, que pretenden derrocar al Gobierno y sin duda está conduciendo al País a la más absoluta ruina. Sin embargo, estos gravísimos hechos nos deben dejar una profunda lección, necesaria para que muchos indolentes abran los ojos, de tal forma que podamos corregir así el futuro de la Patria.
El Acuerdo de paz es el origen de la presente tragedia
La primera lección es que el Acuerdo de paz firmado entre Santos y las FARC resultó ser el manual para la destrucción de Colombia. Allí están establecidos los principios de lo que el marxismo cultural llama “protesta pacífica”, que es la falsa pantalla tras la cual se esconde este golpe de Estado promovido por le extrema izquierda, con el apoyo de las FARC, del ELN y otros grupos narco-terroristas, cuyo objetivo es derribar el Estado de Derecho y todas las instituciones del País.
¡Ninguna de las protestas ha sido pacífica! ¡Todas ellas han sido violentas, al extremo de que tienen paralizado casi todo el territorio nacional. Los colombianos estamos secuestrados en nuestras casas y ciudades, y todo el engranaje del sector productivo ha colapsado, generando unas pérdidas económicas imposibles de cuantificar. Además, el desempleo y la pobreza, que sin duda aumentaron con la pandemia, y que son las supuestas razones de la protesta, se han multiplicado con la enorme destrucción realizada en su nombre. Queda muy claro que el objetivo de esta arremetida terrorista es destruir y empobrecer a Colombia, derrocar al Gobierno y reemplazarlo por una dictadura totalitaria de extrema izquierda.
No hay Gobierno en Colombia
La segunda gran verdad que se ha revelado en estos días de zozobra, es que en Colombia no hay Gobierno. El País le quedó demasiado grande al presidente Iván Duque, a sus ministros y a sus funcionarios, que decidieron arrodillarse y claudicar ante el ímpetu radical de una minoría subversiva que ejecuta un plan perfectamente coordinado para tomarse el Poder. Han bloqueado las carreteras y las avenidas de las ciudades, ejecutan terrorismo vandálico, destruyen la Nación, mientras se auto-proclaman nuestros representantes. Y el Gobierno acepta dialogar con ellos, cuando es evidente que no quieren otra cosa que imponernos sus exigencias siniestras.
Buenaventura, en el Pacífico, el principal puerto marítimo de Colombia por donde se realiza más del 60% del comercio exterior, está totalmente paralizado desde hace un mes. Millones de litros de leche se derraman en ríos y quebradas; el comercio exterior está paralizado; los sectores avícola y porcino están sin alimentos, produciendo la pérdida de millones de aves y de millones de huevos, lo cual es una catástrofe alimentaria; el desabastecimiento de alimentos es enorme en todo el País; los sistemas de transporte masivo de las grandes ciudades ha sido destruido; centenares de locales comerciales, de oficinas públicas y privadas, han sido reducidas a cenizas; el mobiliario público de las grandes ciudades ha sido destruido.
La paz no se consigue claudicando ante el terrorismo
Los colombianos nos preguntamos con angustia: ¿Dónde está el presidente? ¿Para qué lo elegimos? ¿Acaso no fue para que nos defienda de las minorías totalitarias que nos quieren destruir? Cuando aparece en público es para decirnos que está negociando con los terroristas y que les ofrece más subsidios, más dádivas, más concesiones, pues él piensa que es así que se aplaca a los destructores de Colombia. ¡Qué ingenuidad! ¡Es todo lo contrario! La subversión le tomó el pulso y sabe que quien nos gobierna hasta ahora no ha hecho nada para defender el País. De todas las medidas contempladas en la Constitución para proteger el Estado de Derecho en una emergencia como la actual, no ha sido implementada ninguna. La orden del Presidente, de los alcaldes y gobernadores, es que la Policía y el Ejército se mantengan al margen de la destrucción, que no actúen, y sobre todo, que en ningún caso pueden usar sus armas de dotación, aún si son atacados.
Por último, queda muy claro también cuál será el futuro de Colombia si algún día la llamada “Colombia Humana” y sus fanáticos dirigentes políticos toman las riendas del poder. Será la demolición total del País, que fue construido durante muchas décadas de trabajo, y la ruina de las empresas que generan la casi totalidad de las fuentes de empleo, con lo cual se aniquilarán sistemáticamente todas las fuentes de riqueza. Así, en esa hipótesis aterradora, Colombia se sumergirá en la miseria propia de los regímenes comunistas, en donde la pobreza, el hambre y la falta de todos los productos de primera necesidad serán el sustento de la dictadura. Según la doctrina marxista, para esclavizar a un país es necesario imponer primero la miseria, tal como aconteció en Cuba y en Venezuela.
El Presidente debe cumplir con su deber
Lo único que nos puede salvar es que el Presidente Duque decida cumplir con los deberes de jefe de Estado y haga respetar los derechos constitucionales de todos los colombianos, que están siendo sistemáticamente violentados por una minoría terrorista extremadamente violenta. Si no lo hace con urgencia, se consumará una catástrofe de la cual no habrá retorno, y la vergüenza y la deshonra cubrirán su nombre por siempre. El futuro lo recordará como el presidente que vio arder a su País, sin hacer nada para defenderlo. Eso fue lo que hizo Nerón hace dos mil años, cuando en su palacio imperial cantaba y tocaba la cítara mientras las llamas consumían a Roma.
Presidente Duque: Colombia le implora y le exige que no repita usted estos hechos vergonzosos. Son muchos los ejemplos de la Historia en donde los jefes de Estado claudicaron cobardemente ante sus enemigos, y esa debilidad desató las más grandes catástrofes, las peores tiranías y las mayores tragedias que recuerde la humanidad. Después de un mes en este infierno de desgobierno y de falta de autoridad, ya es hora de que tome las riendas del poder con mano firme, salve la Patria y la conduzca por la senda de la verdadera paz, que solo la encontraremos en el camino opuesto de las claudicaciones ante el crimen y el terrorismo.
En todas las horas difíciles de la Patria, el Sagrado Corazón de Jesús ha sido el baluarte que protege a los buenos colombianos. A su augusta divinidad nos dirigimos ahora para que lo ilumine a usted en sus decisiones, lo bendiga y lo auxilie en las determinaciones urgentes que debe tomar, si es que de verdad le importan la defensa del Patria y sus 50 millones de compatriotas.
Eugenio Trujillo Villegas es Director de la Sociedad Colombiana Tradición y Acción – trujillo.eugenio@gmail.com
www.tradicionyaccion-colombia.org
PrisioneroEnArgentina.com
Junio 1, 2021