Cómo trabaja la peligrosa “mafia de los desarmaderos” 

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La red criminal se diversificó y abarca de tráfico de drogas a cambio de camionetas. Piratería del asfalto y venta de piezas usadas y de descarte como si fuesen nuevas. El año pasado se batieron récords en el secuestro de autopartes robadas, pero el negocio continúa.

Por Andrés Klipphan

La habitación está en penumbras. La ventana con persianas a medio a abrir. Dos luces bajo consumo reflectan sobre la mesa redonda haces cenitales que se concentran en una lámina rectangular dominada por un cuadro en colores pasteles celeste, azul y verde. En el círculo central destaca la frase “Delitos contra el automotor”. De allí surgen flechas y casilleros que revelan la nueva estructura de estas bandas mafiosas que antes solo se dedicaban al robo de vehículos para después venderlos a los desarmaderos barriales que solían estar amparados por parte de la policía de la zona y punteros políticos.
Con el correr de los años, la corrupción, que alcanzó a la Justicia, permitió que estas redes criminales se diversificaran de la manera que hoy está impresa en la cartulina que ante Infobae despliegan los detectives que desde hace dos años decidieron dar batalla al crimen organizado.
Las palabras “Falsificación”, “Desarmado”, “Adulteración”, “Robo/Hurto”, resaltadas en verde pálido destacan como los delitos primarios que se desprenden del robo automotor que se comete tanto en la vía pública como bajo la modalidad de “entradera” que suele terminar de manera sangrienta. De cada uno de estos rectángulos, se desprenden flechas celestes y rojas que señalan otros rectángulos, pero azules, que encierran otras ideas fuerza como “Venta”, “Armado de Vehículos”, “Autopartes”, “Falsificación Documentos”, “Venta Ilegal”.
A estas palabras se le suman dos, hasta ahora novedosas y que necesitarán una explicación detallada por la calidad y la peligrosidad del delito que encierran: “Packaging” y “SCRAP”.
El SCRAP son las autopartes con fallas y que son muy peligrosas si se colocan en un automóvil, que las automotrices, a través de empresas por lo general tercerizadas, las destinan únicamente para su destrucción. Sin embargo, las nuevas organizaciones dedicadas al delito automotor logran infiltrarse o corromper a empleados de estas empresas que terminan traficando por un importante monto de dinero las piezas que deberían ser destruidas, esto es, compactadas o fundidas.
Con la complicidad de los comerciantes y talleristas, o estafándolos en su buena fe, los reducidores logran introducir las piezas falladas, como cigüeñales, carburadores, bujías, condensadores, correas de distribución o cualquier parte del motor al circuito comercial con el peligro vial que esto significa, porque al ser piezas defectuosas pueden generar graves accidentes.
Junto a estas piezas denominadas SCRAP, las bandas incorporan también piezas recuperadas de los autos robados que son tratadas con solventes para limpiarlas y darles aspecto de nuevas. El circuito se completa con el armado del “Packaging” imitado a la perfección y que lo fabrican en imprentas y carpinterías propias, toda una pyme destinada al delito.
Investigaciones complejas Alrededor de la mesa, y con la vista clavada en el colorido cuadro sinóptico y las estadísticas delictuales, están ubicados funcionarios y comisarios de la Subsecretaría de Investigación del Delito Organizado y Complejo, a cargo de Rodrigo Bonini, de la División de Investigaciones contra el Automotor, y de la Superintendencia de Investigaciones Federales de la Policía Federal Argentina. Todos ellos, que dependen de la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, son los responsables de desarmar estas mafias a través de investigaciones complejas.
“Detrás de los desarmaderos está la industria del robo automotor que está teñida de sangre”, opina ante Infobae el secretario de Seguridad de la Nación, Eugenio Burzaco, y afirma: “Hemos revertido mucha inacción de años para desincentivar esta actividad violenta e ilegal”. Una de las acciones concretas contra el crimen organizado a la que refiere el funcionario nacional es la que se realizó bajo el ala de la jueza federal Sandra Arroyo Salgado, a través de la cual se detuvo a 32 personas y se secuestraron 59.074 repuestos y autopartes–robadas y de SCRAP– la mayoría de las cuales estaban listas para salir a la venta, ya que habían sido acondicionados en “packagings falsificados, con similitud a los originales de las compañías automotrices, para luego reinsertarlos nuevamente al mercado”, según se lee en la causa 8084.
La mercadería incautada tenía un valor de $48.000.000. La propia jueza describe que estas piezas para automotores como Fiat, Peugeot, VW y Chevrolet, entre otras marcas, “son de alta peligrosidad para los usuarios de dichos repuestos ya que los mismos no rendían el control de calidad necesario para su utilización, presentando fallas imperceptibles para el cliente común”.
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La descomunal cantidad de piezas –pero también armas y drogas como cocaína y marihuana– fueron encontradas en 23 allanamientos realizados en locales y depósitos de Capital Federal, entre ellos en la calle Warnes. En el conurbano bonaerense, en distritos y localidades como 3 de Febrero; Quilmes, Tigre, General Pacheco y Martínez. Los operativos también se extendieron en varias direcciones de la provincia de Córdoba. Allí no solo se secuestraron autopartes, piezas truchas a la venta y autos desarmados con pedido de captura, sino también camiones en los que se trasladaba la mercadería robada y hasta un cargamento de vino que estaba en la caja de uno de los vehículos de gran porte que había sido robado bajo la modalidad piratería del asfalto. Para ese tipo de faena, la banda contaba con un aparato para inhibir los rastreadores satelitales, en la jerga denominado “bicho”, armas y varios handy sintonizados en la frecuencia policial.

Las escuchas 

El jefe de la red mafiosa desbaratada, y que estaba compuesta por más de 30 integrantes, era comandada por José Luis Finucci, uno de los hombres que junto a Julio Fernando Sartori aparecen en una serie de escuchas telefónicas en las que hablan sin tapujos sobre las maniobras que llevaban adelante, y hasta los precios pactados por cada pieza que debía ser destinada a la destrucción. En el organigrama que sobre esta organización armó la Superintendencia de Investigaciones Federales, de la cual depende la División de Investigaciones de Delitos contra el Automotor, consta, por ejemplo, que Sartori era el proveedor de las piezas SCRAP y que poseía al menos tres depósitos donde ocultaba la millonaria mercancía que debía ser destruida. También la empresa de reciclaje que se llamaba “Recilit” y cuyo titular era Juan Emilio Podavini. En el expediente consta que Recilit había sido contratada por una importante empresa automotriz para destruir las piezas falladas, pero que buena parte de esos repuestos con daños estructurales eran vendidos bajo cuerda a la organización de Finucci. El diagrama se completa con las direcciones y los dueños de los depósitos y locales comerciales desde los que se vendían los repuestos ilegales al público multiplicando las ganancias.
El ex ministro de Seguridad bonaerense Juan Pablo Cafiero fue quien acuñó la frase de que las autopartes robadas y que se ponían a la venta estaban “manchadas con sangre”. Una verdad absoluta, ya que casi el 30% del robo de autos termina con la víctima muerta o herida. Las “pinchaduras” telefónicas legales ordenadas por la jueza Arroyo Salgado a los celulares y números fijos de la banda fueron el hilo conductor que les permitió tirar del hilo a los detectives nucleados en la Subsecretaría de Investigaciones del Delito Organizado y Complejo y llegar hasta lo más profundo de la organización.
El capo Finucci y Sartori, uno de sus principales proveedores de SCRAP, hablaban de esta manera:
 
Escucha 1: —¿Cuántos condensadores de Fiat mandaste? —Cien. —¿Cien justo? ¿Cuántas cajas son? —Y… vienen en cajas individuales. Por eso no sé de cuántos habrán hecho los paquetes… —Cien condensadores de Fiat para… —Para Palio, Siena… —Cada unidad 800 pesos. —800. Como quedamos. —¿Qué más? ¿Me mandaste algo más? —Te voy a mandar a partir del lunes los que restan de Peugeot. Te mandé 20, nada más. —¿Cuántos faltan? —Te tengo que mandar unos 100 más. Después, de Bora, te mande 36. Te tengo que mandar 18 más. —Y mucho más no, porque no sale tanto. —Aparte, creo que va a haber 100 o 120 de la Eco Sport. —De eso condensadores hay un montón. ¿Y de la Toyota no conseguiste nada? —De la Toyota tengo ahí de la nueva sin tapa. Me van a confirmar si me van a conseguir unos 40 o 50 (condensadores). —Bueno, y la correa viscosa también. —Esa ya la pedí. La correa viscosa viene en caja, como repuesto original.
 
Escucha 2 —Ahora agarré todo… El “SCRAP” (autopartes con fallas destinadas únicamente para su destrucción). —Escuchame… ¿Y cuánta gente entra? —No, no, no. El tema es que arranque con la compra de todo. El otro no pagaba y lo echaron a la mierda. Me dieron todo a mí. —Ay, boludo… —Me dieron todo el “SCRAP” del motor, caja, alternador, todo. —¿Y los chabones que compran las piezas cómo saben que ganaste vos el “SCRAP”? —No saben todavía. Saben que el otro chabón que antes compraba el “SCRAP” no pagó. Debe un millón de mangos y no lo paga, entonces “Chau, listo”, se fue y quedé yo. —¿Y el precio? —Lo pagué caro. Lo pagué al precio del otro, pero nada, ya está. Quedé yo por el servicio que les vengo dando y porque les cumplo.
 
Escucha 3 —Escuchame. Tenemos que sacar una foto como que parezca que es una industria. Vos que estás en el gremio. —Sí. —¿No se te ocurre alguna forma, alguna manera que nosotros podamos entrar a Ford, WV, Chevrolet? No sé. A alguna de esas grosas. Yo creo que nos van a sacar a patadas. —Yo tengo un amigo que tiene una estructurita con máquinas como para sacarles a los tipos un sello de alquiler o algo. Ahí se ven chapas compactadas. Piezas destruidas. Con unas buenas fotos de esas por ahí entramos y nos quedamos con el negocito (de SCRAP). —Bueno, dale, dale, decile que vamos a hacer unas fotos para armar una carpeta para presentarle a Fiat y Peugeot. Las fotos las hacemos en un rato, no vamos a estar una semana. —Dale, dale.
Las intercepciones telefónicas revelan a las claras cómo la banda de Finucci o se quedaba con el “negocio del SCRAP” comprando las piezas a descartar, o intentaban ingresar al negocio de manera legal para después traficar la mercadería fallada. Récord de secuestros de autopartes La variación de los porcentajes de secuestros de autopartes por parte de las fuerzas federales es descomunal. ¿Tan mal y tan poco se trabajó en combatir este delito complejo los años anteriores? Y si es así, ¿existía complicidad entre los delincuentes, la política y la Justicia? Cada quién tiene su respuesta, sin embargo hasta ahora no existe un expediente judicial que lo exponga.
Lo cierto es que según los datos del Ministerio de Seguridad de la Nación, a cargo de Patricia Bullrich, entre 2015 y 2016 el secuestro de autopartes se incrementó 5.880%. Es decir que, de las 10.599 piezas, se pasó a 633.822. Dentro de la misma gestión, es decir entre los años 2016 y 2017, el aumento de autopartes incautadas fue del 519%. En esos 12 meses las piezas decomisadas a los delincuentes fueron 5.133.420 y ese número no es el final ya que sobre fin de diciembre se realizaron procedimientos que aún no fueron contabilizados. El ascenso tiene que ver estrictamente con la cantidad de procedimientos realizados y las estructuras de las bandas desarticuladas.
De los tres allanamientos realizados durante la gestión kirchnerista en todo el año 2015, se pasaron a 178 en 2016 y 2017. La mayor cantidad de allanamientos se realizaron en la provincia de Buenos Aires, en total 43. Le siguió CABA con 25, santa Fe con 17 allanamientos, Córdoba y Neuquén con 9. En Misiones fueron 6 los operativos. Mucho más atrás en las estadísticas quedaron provincias como Entre Ríos, Tucumán y Chaco. Santa Fe fue la provincia donde mayor cantidad de autopartes se secuestraron: 3.001.908, una cifra que no se aproxima a la de Buenos Aires donde el número fue de 612.178 piezas y Misiones que quedó en el tercer lugar del podio con 600.500 unidades. En esta última provincia, por ejemplo, se desmanteló uno de los desarmaderos de autos ilegales más grandes del país donde intervenían delincuentes no solo nacionales sino también brasileños y paraguayos. Una verdadera organización criminal con ribetes internacionales donde se fundía el tráfico de estupefacientes y lavado de dinero. Estas bandas están fuertemente armadas y suelen defenderse a sangre y fuego cuando se enfrentan con los organismos de seguridad. En este sentido, las estadísticas son contundentes. De las 125 armas decomisadas a los delincuentes, 42 de ellas fueron halladas por la División Sustracción de Automotores.
Para dimensionar la estructura de estas complejas redes mafiosas, de esas 42 armas secuestradas, 28 estaban en poder de una sola organización desbaratada en la localidad de Campana, en el lote 584 del exclusivo Country Los Cardales. En ese domicilio funcionaba un taller mecánico “fantasma” utilizado para adulterar la numeración de vehículos de alta gama que después terminaban en manos de terceros en el norte del país o en países limítrofes. En esa misma propiedad, donde los jefes de la banda vivían a todo lujo, la banda falsificaba la documentación de los autos. Entre otros elementos, la Dirección de Fiscalización de Desarmaderos y Autopartes y Sustracción de Automotores de la Policía Federal Argentina secuestró 10 armas largas tipo escopeta, 8 revólveres de distintos calibres, 7 pistolas, una granada de fabricación nacional, 30 cartuchos calibre 14; un revolver calibre .32 con numeración suprimida, un juego de esposas, tres uniformes militares utilizados para disimular operativos, sellos de distinto tipo y reparticiones, papeles apócrifos y, entre otros elementos, una moto Yamaha con secuestro vigente, una camioneta tipo furgón marca Ford Econoline, una Honda Storm y una Chevrolet Blazer.

La estructura.

Según los documentos a los que accedió Infobae, estas redes cuentan con falsificadores para reemplazar la documentación original de los autos robados que son comercializados en el norte de nuestro país o en el exterior. Para eso, instalan verdaderas imprentas y roban o duplican los sellos y estampillas de las plantas verificadoras. También tienen montados lujosos desarmaderos en la frontera con países limítrofes como Paraguay y Brasil, donde desguazan los vehículos robados en los tres países. Aquí también es donde converge el tráfico de drogas y el lavado de dinero. Camionetas de alta gama secuestradas en Capital Federal o en el Conurbano terminan, por ejemplo, en Misiones ya con documentación y numeración falsa entregada a bandas narco criminales a cambio de cocaína o marihuana que la misma banda que robó la 4×4 se encargará de revender a los narcos de villas como la 31, la 1-11-14 o la Rana para ser distribuida al menudeo por los traficantes.
Esta diversificación del delito original llevó a los investigadores a dividir en cuatro modalidades importantes los delitos contra el automotor: 1) Falsificación: Existen varios tipos, como la falsificación de la documentación; falsificación de las autopartes, y la de packaging para la venta de productos de descarte. 2) Desarmado: En el desarmado de un rodado se estableció que las autopartes eran revendidas en el mercado ilegal sin ningún tipo de autorización ni control. Los rodados que son desarmados son producto de otras actividades delictivas como ser el robo o el hurto. 3) Robo/Hurto: Los vehículos robados también son utilizados para la reventa en el país o en el extranjero, muchas veces a compradores inexpertos o porque fueron adulterados. 4) Adulteración: Se adultera tanto la documentación para estafar al comprador duplicando un rodado bueno por otro que poseía secuestro. También se adulteran las numeraciones de motores y/o chasis a los que luego se les regraba una numeración de otro rodado de similares características pero sin pedido de secuestro. Como los narcotraficantes, las bandas dedicadas al delito automotor son de las que más dinero movilizan. Si bien no hay datos precisos, las autoridades nacionales estiman que estas organizaciones criminales amasan una fortuna que podría rondar entre los 4.500 y los 5.000 millones de pesos mensuales. Y esto solo con el producido de los más de 400 autos diarios que se roban en el país. A esa cifra habría que sumarle el resto de las actividades ilegales, como la venta de SCRAP. Una ramificación de estas redes mafiosas muy peligrosa para el usuario y redituable para los delincuentes que ven potenciadas sus sangrientas ganancias.

Infobae


Envío y colaboración: Marco Acuña

PrisioneroEnArgentina.com

Enero 29, 2018

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