El pueblo colombiano votó por el “No”. El presidente Santos por el “Si, acepto el premio Nobel…”
Por Fabian Kussman.
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Esa raza que la gente sigue y vitorea, una especie idolatrada que -muy íntimamente- sabemos que pronto destrozara nuestros corazones. Un linaje preparado a prometer en pos de llegar a la meta, para después desechar declaraciones y, a su misma gente. A esa casta pertenece Juan Manuel Santos, un político de pura cepa, es decir, un estafador profesional.
No mucho tiempo después de asumir su mandato, Juan Manuel Santos -pese a asegurar que seguiría las políticas de Álvaro Uribe en cuanto a no dar descanso a esas criminales actividades de las FARCs- inició acercamientos a estas organizaciones terroristas con el fin de terminar la confrontación más importante del Conflicto armado interno en Colombia. Los diálogos de paz iniciaron con las reuniones exploratorias de marzo del 2011 y octubre del 2012 se instalaron los diálogos en Oslo, Noruega. El 24 de agosto del 2016 las delegaciones del Gobierno de Colombia y las FARC anunciaron que llegaron a un acuerdo final, integral y definitivo, que se rubricó en septiembre del 2016, pero no fue ratificado en el plebiscito del 2 de octubre del 2016.
En los días siguientes Santos empezó a negociar con la oposición posibles cambios al acuerdo de paz con las FARC. El 12 de noviembre, mes y medio después del plebiscito, se logró la renegociación y la modificación de los acuerdos con las FARC tomando en cuenta los argumentos y objeciones de los promotores del NO, esperando el estudio de las modificaciones hechas y la ratificación total del acuerdo en el Congreso para su implementación.
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Este acuerdo le valió a Juan Manuel Santos el Premio Nobel de la Paz 2016. Entre las razones para este reconocimiento están “sus decididos esfuerzos para acabar con los más de 50 años de guerra civil en el país, una guerra que ha costado la vida de al menos 220.000 colombianos y desplazado a cerca de seis millones de personas”.
Pese a estos logros, el presidente Santos dio a conocer en Marzo de 2016 de manera oficial el inicio de los diálogos de paz con la otra guerrilla armada del país, el Ejército de Liberación Nacional (ELN), luego de más de dos años de fase exploratoria para discutir una agenda de posibles puntos para un eventual proceso de paz; sin embargo, el inicio de los diálogos está suspendido hasta que el ELN libere a los secuestrados que tiene en su poder.
Se supone que las leyes existen para cumplirlas, las sentencias para acatarlas y los plebiscitos para aceptarlos. Son las normas de la democracia. Sin estos obvios conceptos, estaríamos ante una preocupante anarquía y la Ley de la jungla se impondrá.
Pretender ganar en los despachos lo que no se ganó en el terreno democrático es propio de los políticos de hoy. Colombia no es la excepción.
El resultado no oficialista del plebiscito está pensionando al gobierno en una permanente tentación de mirar hacia otra parte y no reconocer el voto de la población.
En su afán por abrazar el Nobel, Santos Buscó amparo en la Corte Constitucional, que no tiene facultades de control sobre el plebiscito.
A la Corte sólo corresponde el control de constitucionalidad.
Nadie mejor que el doctor Fernando Vargas Quemba para describir la situación de Colombia en estos momentos.
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El doctor Fernando Vargas Quemba es abogado, ingeniero agrícola, educador, experto en Derechos Humanos y Derecho Internacional Humanitario, miembro fundador del Comité Nacional de Víctimas de la Guerrilla en Colombia y representante legal de las víctimas del terrorismo colombiano. Vargas Quemba es un hombre preocupado y ocupado por el destino de su país en la víspera de una decisión fundamental.
El pueblo colombiano votó por el “No”. El presidente Santos por el “Si, acepto el premio Nobel…”
Por Fabian Kussman.
Esa raza que la gente sigue y vitorea, una especie idolatrada que -muy íntimamente- sabemos que pronto destrozara nuestros corazones. Un linaje preparado a prometer en pos de llegar a la meta, para después desechar declaraciones y, a su misma gente. A esa casta pertenece Juan Manuel Santos, un político de pura cepa, es decir, un estafador profesional.
No mucho tiempo después de asumir su mandato, Juan Manuel Santos -pese a asegurar que seguiría las políticas de Álvaro Uribe en cuanto a no dar descanso a esas criminales actividades de las FARCs- inició acercamientos a estas organizaciones terroristas con el fin de terminar la confrontación más importante del Conflicto armado interno en Colombia. Los diálogos de paz iniciaron con las reuniones exploratorias de marzo del 2011 y octubre del 2012 se instalaron los diálogos en Oslo, Noruega. El 24 de agosto del 2016 las delegaciones del Gobierno de Colombia y las FARC anunciaron que llegaron a un acuerdo final, integral y definitivo, que se rubricó en septiembre del 2016, pero no fue ratificado en el plebiscito del 2 de octubre del 2016.
En los días siguientes Santos empezó a negociar con la oposición posibles cambios al acuerdo de paz con las FARC. El 12 de noviembre, mes y medio después del plebiscito, se logró la renegociación y la modificación de los acuerdos con las FARC tomando en cuenta los argumentos y objeciones de los promotores del NO, esperando el estudio de las modificaciones hechas y la ratificación total del acuerdo en el Congreso para su implementación.
[/ezcol_1half] [ezcol_1half_end]Este acuerdo le valió a Juan Manuel Santos el Premio Nobel de la Paz 2016. Entre las razones para este reconocimiento están “sus decididos esfuerzos para acabar con los más de 50 años de guerra civil en el país, una guerra que ha costado la vida de al menos 220.000 colombianos y desplazado a cerca de seis millones de personas”.
Pese a estos logros, el presidente Santos dio a conocer en Marzo de 2016 de manera oficial el inicio de los diálogos de paz con la otra guerrilla armada del país, el Ejército de Liberación Nacional (ELN), luego de más de dos años de fase exploratoria para discutir una agenda de posibles puntos para un eventual proceso de paz; sin embargo, el inicio de los diálogos está suspendido hasta que el ELN libere a los secuestrados que tiene en su poder.
Se supone que las leyes existen para cumplirlas, las sentencias para acatarlas y los plebiscitos para aceptarlos. Son las normas de la democracia. Sin estos obvios conceptos, estaríamos ante una preocupante anarquía y la Ley de la jungla se impondrá.
Pretender ganar en los despachos lo que no se ganó en el terreno democrático es propio de los políticos de hoy. Colombia no es la excepción.
El resultado no oficialista del plebiscito está pensionando al gobierno en una permanente tentación de mirar hacia otra parte y no reconocer el voto de la población.
En su afán por abrazar el Nobel, Santos Buscó amparo en la Corte Constitucional, que no tiene facultades de control sobre el plebiscito.
A la Corte sólo corresponde el control de constitucionalidad.
Nadie mejor que el doctor Fernando Vargas Quemba para describir la situación de Colombia en estos momentos.
[/ezcol_1half_end]Fabian Kussman
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Marzo 29, 2017
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