En la víspera de Año Nuevo de 2016, no me encontraba en forma para conducir por motivos que no revelaré, por lo que, con la sensatez que me caracteriza, dejé mi camioneta en el estacionamiento y emprendí mi camino a casa meditando acerca del significado de la vida y de las causas que los new York Knicks estaban haciendo una desastroza temporada. Mientras me tambaleaba por razones que no enunciaré, un policía me detuvo.
“¿Qué haces aquí a las tres de la mañana?” preguntó el oficial de policía.
“Estoy de camino a una conferencia”, respondí sin convercerme siquiera a mi mismo.
“¿Y quién diablos, en su sano juicio, va a dar una conferencia en este momento en la víspera de Año Nuevo?” preguntó el alguacil con sarcasmo.
“Mi esposa” intenté balbuceando.
El policía asintió con su cabeza y me tomó de la mano, realmente comprendiéndome. Me subió a su patrullero y me aseguró que llegaríamos a la conferencia tan rápido como pudiéramos. En ese momento, la única dirección que cruzó por mi mente, ya que no estaba casado por lo tanto ni una sola esposa que me cubriera las espaldas, fue llamar a mi amigo Kenny, quien debió despertar a su novia, abrir su cafeteria a las tres de la mañana, invitar a sus vecinos y amigos, mientras su prometida, interpretando el papel de mi esposa, daría lectura a un libro.
Al ver el espactáculo de un grupo de personas semidoridas en pijamas en un cafe cuyo letrero indicaba que cerraba a las 4 de la tarde de lunes a viernes, el policía se recostó sobre un mostrador y se apoderó de una donut, mascullando que nunca habia visto un despliegue semejannte para auxiliar a un tipo que podría haber terminado el año en la carcel.
“Algo bueno debés tener, amigo” dijo el oficial palmeándo mi espalda y tomando parte en la farsa.
Ese día amaneció con sobradas anécdotas policiales, intercambio de recetas de pastelitos y sonrisas de los primeros (y verdaderos) clientes de la fría mañana.
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En la víspera de Año Nuevo de 2016, no me encontraba en forma para conducir por motivos que no revelaré, por lo que, con la sensatez que me caracteriza, dejé mi camioneta en el estacionamiento y emprendí mi camino a casa meditando acerca del significado de la vida y de las causas que los new York Knicks estaban haciendo una desastroza temporada. Mientras me tambaleaba por razones que no enunciaré, un policía me detuvo.
“¿Qué haces aquí a las tres de la mañana?” preguntó el oficial de policía.
“Estoy de camino a una conferencia”, respondí sin convercerme siquiera a mi mismo.
“Mi esposa” intenté balbuceando.
El policía asintió con su cabeza y me tomó de la mano, realmente comprendiéndome. Me subió a su patrullero y me aseguró que llegaríamos a la conferencia tan rápido como pudiéramos. En ese momento, la única dirección que cruzó por mi mente, ya que no estaba casado por lo tanto ni una sola esposa que me cubriera las espaldas, fue llamar a mi amigo Kenny, quien debió despertar a su novia, abrir su cafeteria a las tres de la mañana, invitar a sus vecinos y amigos, mientras su prometida, interpretando el papel de mi esposa, daría lectura a un libro.
Al ver el espactáculo de un grupo de personas semidoridas en pijamas en un cafe cuyo letrero indicaba que cerraba a las 4 de la tarde de lunes a viernes, el policía se recostó sobre un mostrador y se apoderó de una donut, mascullando que nunca habia visto un despliegue semejannte para auxiliar a un tipo que podría haber terminado el año en la carcel.
“Algo bueno debés tener, amigo” dijo el oficial palmeándo mi espalda y tomando parte en la farsa.
Ese día amaneció con sobradas anécdotas policiales, intercambio de recetas de pastelitos y sonrisas de los primeros (y verdaderos) clientes de la fría mañana.
Gracias a Dios por amigos y… las donuts.
PrisioneroEnArgentina.com
Diciembre 31, 2021