“Le pedí a mi esposa que me avisara la próxima vez que tuviera un orgasmo.
Me dijo que no le gusta molestarme cuando estoy en el trabajo”
Esta pasada semana ha sido desastrosa en todo sentido. El lunes me desperté con alergias y camino al baño descubrí un sendero de hormigas que salían de la pared con destino al cesto de basura que, por supuesto, lleno de restos de comida, alguien olvidó vaciar. El martes los ventiladores de techo (cuatro en total) dejaron de moverse. El miércoles, internet llegaba y se iba como olas en el océano. Y para colmo de males, todos los lugares a los que llamé, así sea el control de insectos, el electricista y el servicio de internet, solo podrían venir el viernes.
Me armé de paciencia, compré algunas golosinas y avisé en mi trabajo que el viernes no podía presentarme. También comprometí a Oscar, mi marido, a volver rápido de sus obligaciones.
La mañana transcurrió suavemente. Los dos jóvenes de la empresa pesticida fueron veloces y eficaces. El señor de la compañía de internet amable y prolijo. Todo se derrumbó cuando un cincuentón de apariencia desalineada pero amable me informó que reemplazar los cables de los ventiladores de techo le iba a tomar un par de horas, tal vez tres. Me armé de paciencia mirando la televisión y tomando café sentada en el salón de estar. Después de beber dos tazas y mirar dos veces el mismo programa de noticias, un sonido raro vino desde un pasillo. Al investigar, descubrí el teléfono celular de mi marido. Se lo había olvidado junto a una antigua mesita junto a la puerta de entrada donde generalmente dejamos las llaves. Presta a llamar a su oficina para reportar que su teléfono estaba en la casa y que no se volviera loco buscando. Allí noté que en la pantalla se acumulaban un montón de aplicaciones sospechosas. Comencé a mirar con más atención y detecté al menos siete apps de servicios de busca de pareja online. Allí estaba en varias dot.com, la descripción de mi marido buscando novia, amiga con quien charlar, relaciones sexuales, mujer para casarse y otras increíbles ofertas.
Oscar se presentaba como un millonario viudo en algunas aplicaciones, como un deportista famoso retirado en tras y como un frustrado esposo a punto de divorciarse en otras tantas. Docenas de conversaciones con mujeres donde describía sus atributos masculinos con medidas y fotos. También confesaba de sus posiciones sexuales favoritas. Las mujeres contestaban sobre las propias y fotos de sus cuerpos desnudos. Algunas de esas posiciones sexuales aún no he podido hallar en internet por lo complicado de las descripciones. Comencé a tener una terrible jaqueca. Mis pómulos ardían y una mezcla de ira y tristeza n me dejaba funcionar correctamente. No sabía si comenzar a tirar sus ropas por la ventana o llamar a un abogado en ese instante. ¿Hablar con mis hijas o con mis padres, primero? ¿Ir a su oficina y avergonzarlo con un escándalo inimaginable?
“Perdón…”
La voz de electricista me devolvió a la realidad. Me acerqué a el tratando de ocultar mis lágrimas, pagué con un cheque y ante su pedido con ojos sorprendidos, le devolví su teléfono.
“A menos que lo siga necesitando, señora. Yo puedo esperar”
Me despedí, fui a la cocina y comencé a preparar pastel de carne casero, col rizada, chuletas de cerdo asadas, habas y ensalada de papas.
😭
Por Vida Bolt.
“Le pedí a mi esposa que me avisara la próxima vez que tuviera un orgasmo.
Me dijo que no le gusta molestarme cuando estoy en el trabajo”
Esta pasada semana ha sido desastrosa en todo sentido. El lunes me desperté con alergias y camino al baño descubrí un sendero de hormigas que salían de la pared con destino al cesto de basura que, por supuesto, lleno de restos de comida, alguien olvidó vaciar. El martes los ventiladores de techo (cuatro en total) dejaron de moverse. El miércoles, internet llegaba y se iba como olas en el océano. Y para colmo de males, todos los lugares a los que llamé, así sea el control de insectos, el electricista y el servicio de internet, solo podrían venir el viernes.
Me armé de paciencia, compré algunas golosinas y avisé en mi trabajo que el viernes no podía presentarme. También comprometí a Oscar, mi marido, a volver rápido de sus obligaciones.
La mañana transcurrió suavemente. Los dos jóvenes de la empresa pesticida fueron veloces y eficaces. El señor de la compañía de internet amable y prolijo. Todo se derrumbó cuando un cincuentón de apariencia desalineada pero amable me informó que reemplazar los cables de los ventiladores de techo le iba a tomar un par de horas, tal vez tres. Me armé de paciencia mirando la televisión y tomando café sentada en el salón de estar. Después de beber dos tazas y mirar dos veces el mismo programa de noticias, un sonido raro vino desde un pasillo. Al investigar, descubrí el teléfono celular de mi marido. Se lo había olvidado junto a una antigua mesita junto a la puerta de entrada donde generalmente dejamos las llaves. Presta a llamar a su oficina para reportar que su teléfono estaba en la casa y que no se volviera loco buscando. Allí noté que en la pantalla se acumulaban un montón de aplicaciones sospechosas. Comencé a mirar con más atención y detecté al menos siete apps de servicios de busca de pareja online. Allí estaba en varias dot.com, la descripción de mi marido buscando novia, amiga con quien charlar, relaciones sexuales, mujer para casarse y otras increíbles ofertas.
Oscar se presentaba como un millonario viudo en algunas aplicaciones, como un deportista famoso retirado en tras y como un frustrado esposo a punto de divorciarse en otras tantas. Docenas de conversaciones con mujeres donde describía sus atributos masculinos con medidas y fotos. También confesaba de sus posiciones sexuales favoritas. Las mujeres contestaban sobre las propias y fotos de sus cuerpos desnudos. Algunas de esas posiciones sexuales aún no he podido hallar en internet por lo complicado de las descripciones. Comencé a tener una terrible jaqueca. Mis pómulos ardían y una mezcla de ira y tristeza n me dejaba funcionar correctamente. No sabía si comenzar a tirar sus ropas por la ventana o llamar a un abogado en ese instante. ¿Hablar con mis hijas o con mis padres, primero? ¿Ir a su oficina y avergonzarlo con un escándalo inimaginable?
“Perdón…”
La voz de electricista me devolvió a la realidad. Me acerqué a el tratando de ocultar mis lágrimas, pagué con un cheque y ante su pedido con ojos sorprendidos, le devolví su teléfono.
“A menos que lo siga necesitando, señora. Yo puedo esperar”
Me despedí, fui a la cocina y comencé a preparar pastel de carne casero, col rizada, chuletas de cerdo asadas, habas y ensalada de papas.
PrisioneroEnArgentina.com
Febrero 27, 2022