Corea del Sur era una de las naciones más pobres del mundo, sin embargo, hoy en día es una de las economías más potentes del planeta, apoyada en industrias como la textil, la automovilística o la electrónica. Es además el principal productor de semiconductores a nivel global.
Una transformación integral que ha convertido al país surcoreano en uno de los más desarrollados de la Tierra y un ejemplo a imitar por los demás como potencia cultural y generadora de tendencias. Pero detrás de este cambio a lo largo de las décadas, hay trabajo. Concretamente, mucho trabajo, porque el país tiene una jornada laboral draconiana, muy alejada de las 40 horas semanales que se consideran normales en numerosos países del mundo.
La propia Organización Mundial de la Salud recuerda que trabajar 55 horas o más es un grave peligro para la salud, al tiempo que recomienda jornadas de entre 35 y 40 horas. Pero a la hora de hablar de Corea del Sur nos encontramos unos parámetros diferentes: 52 horas (una media de 10,4 horas diarias). ¿Podría ser peor? Sí, podría ser peor.
Su Gobierno ha intentado poner en marcha una nueva ley, acordada con los grandes grupos empresariales, para pasar de las 52 horas semanales a 69. Una medida que tenía como objeto “dar una solución a las dificultades para cumplir con los plazos”. Sin embargo, la férrea oposición social ha terminado echando por tierra esta iniciativa.
La pandemia de coronavirus ha provocado una gran transformación laboral estos últimos años. Las medidas de distanciamiento social impulsaron el teletrabajo y muchas empresas lo han mantenido parcialmente después, al comprobar que la productividad no se resentía. Los trabajadores, además, priorizan más ahora la conciliación y, en ocasiones, le dan más importancia incluso que al sueldo.
Pese a estos cambios en el mercado laboral, que se están produciendo en mayor o menor medida a nivel global, parece que Corea del Sur prefiere optar por otro modelo, en el que la salud y el tiempo libre de los trabajadores brillan por su ausencia.
Como contrapartida a este aumento de la jornada, el Gobierno ofrecía la opción de tomarse más tiempo sin trabajar en otros momentos del año o disfrutar de más días de vacaciones. Dos opciones que la sociedad surcoreana no ha aceptado. Y no lo han hecho porque saben que estas opciones tienen trampa.
Es un mercado laboral muy duro, en el que los trabajadores de por sí ya hacen muchísimas horas para cumplir con los objetivos, y están sometidos a una intensa presión. Por eso, la gran mayoría no aprovecha todos los días de vacaciones que les corresponden. Según datos oficiales de 2020, solo 4 de cada 10 (40%) disfrutaron de todos sus días libres.
Por eso, la propuesta de aumentar las horas semanales a cambio de vacaciones no es una opción realista ni apetecible para nadie. Con estos precedentes y con el sentir general tras el coronavirus de querer cambiar el modelo, la reacción de la población surcoreana ha sido de rechazo absoluto.
Liderado por los más jóvenes, principalmente millenials y generación Z, y secundado por sindicatos, las autoridades se han visto obligadas a dar marcha atrás en una medida que obligaba a 14 horas diarias de empleo y que permitía también poder trabajar de 9 de la mañana hasta la medianoche durante cinco días seguidos. Una paliza en toda regla, totalmente desaconsejada y que pone en serio peligro la salud.
Pese al cambio de opinión del Gobierno debido a la presión popular, todavía existe temor a que vuelva a intentar su aprobación. Y mientras que el mundo avanza hacia jornadas laborales más flexibles que prioricen al individuo, Corea del Sur sigue apostando por lo contrario. Esas 52 horas todavía siguen siendo demasiadas.
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Corea del Sur era una de las naciones más pobres del mundo, sin embargo, hoy en día es una de las economías más potentes del planeta, apoyada en industrias como la textil, la automovilística o la electrónica. Es además el principal productor de semiconductores a nivel global.
Una transformación integral que ha convertido al país surcoreano en uno de los más desarrollados de la Tierra y un ejemplo a imitar por los demás como potencia cultural y generadora de tendencias. Pero detrás de este cambio a lo largo de las décadas, hay trabajo. Concretamente, mucho trabajo, porque el país tiene una jornada laboral draconiana, muy alejada de las 40 horas semanales que se consideran normales en numerosos países del mundo.
La propia Organización Mundial de la Salud recuerda que trabajar 55 horas o más es un grave peligro para la salud, al tiempo que recomienda jornadas de entre 35 y 40 horas. Pero a la hora de hablar de Corea del Sur nos encontramos unos parámetros diferentes: 52 horas (una media de 10,4 horas diarias). ¿Podría ser peor? Sí, podría ser peor.
Su Gobierno ha intentado poner en marcha una nueva ley, acordada con los grandes grupos empresariales, para pasar de las 52 horas semanales a 69. Una medida que tenía como objeto “dar una solución a las dificultades para cumplir con los plazos”. Sin embargo, la férrea oposición social ha terminado echando por tierra esta iniciativa.
La pandemia de coronavirus ha provocado una gran transformación laboral estos últimos años. Las medidas de distanciamiento social impulsaron el teletrabajo y muchas empresas lo han mantenido parcialmente después, al comprobar que la productividad no se resentía. Los trabajadores, además, priorizan más ahora la conciliación y, en ocasiones, le dan más importancia incluso que al sueldo.
Pese a estos cambios en el mercado laboral, que se están produciendo en mayor o menor medida a nivel global, parece que Corea del Sur prefiere optar por otro modelo, en el que la salud y el tiempo libre de los trabajadores brillan por su ausencia.
Como contrapartida a este aumento de la jornada, el Gobierno ofrecía la opción de tomarse más tiempo sin trabajar en otros momentos del año o disfrutar de más días de vacaciones. Dos opciones que la sociedad surcoreana no ha aceptado. Y no lo han hecho porque saben que estas opciones tienen trampa.
Es un mercado laboral muy duro, en el que los trabajadores de por sí ya hacen muchísimas horas para cumplir con los objetivos, y están sometidos a una intensa presión. Por eso, la gran mayoría no aprovecha todos los días de vacaciones que les corresponden. Según datos oficiales de 2020, solo 4 de cada 10 (40%) disfrutaron de todos sus días libres.
Por eso, la propuesta de aumentar las horas semanales a cambio de vacaciones no es una opción realista ni apetecible para nadie. Con estos precedentes y con el sentir general tras el coronavirus de querer cambiar el modelo, la reacción de la población surcoreana ha sido de rechazo absoluto.
Liderado por los más jóvenes, principalmente millenials y generación Z, y secundado por sindicatos, las autoridades se han visto obligadas a dar marcha atrás en una medida que obligaba a 14 horas diarias de empleo y que permitía también poder trabajar de 9 de la mañana hasta la medianoche durante cinco días seguidos. Una paliza en toda regla, totalmente desaconsejada y que pone en serio peligro la salud.
Pese al cambio de opinión del Gobierno debido a la presión popular, todavía existe temor a que vuelva a intentar su aprobación. Y mientras que el mundo avanza hacia jornadas laborales más flexibles que prioricen al individuo, Corea del Sur sigue apostando por lo contrario. Esas 52 horas todavía siguen siendo demasiadas.
PrisioneroEnArgentina.com
mayo 22, 2023