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Por  PROF. MGTR. MARIA ELENA CISNEROS RUEDA.

Se comienza en el mismo lugar la construcción de dos hospitales gigantescos para poder atender a la población infectada, incluso vemos que hay enfermeros robots que llevan las comidas a los infectados. Todos nos divertimos haciendo comparaciones entre la efectividad de los chinos y nosotros. En 10 días dos hospitales enormes. Nosotros en 10 años solo la piedra fundamental. En verdad que todos nos reímos de nosotros y de tanta eficiencia asiática y nos preguntamos cuándo en América Latina podría pasar algo así…

Febrero  2020 comenzó bien para mí. Varios alumnos de música volvieron ya a clase y eso significaba que la economía marchaba. Los cultos de los domingos significaban muchísimo en mi vida. Comencé a preparar mi vuelta a la Facultad a la parte de Investigación. Durante 10 años estuve dando cátedra y ahora mi sueño se cumplía. ¡Era investigadora!…

Nunca imaginamos que llegaría hasta nosotros, nos devastaría, nos tiraría las economías al suelo, nos impediría salir de nuestras casas, obligaría a las familias a estar separadas, impediría que los ancianos salgamos a las calles, nos obligaría a usar agua y jabón constantemente, nos pondría al alcohol en gel como barrera, nos mandaría a utilizar cloro en la limpieza. No podríamos tocarnos, ni abrazarnos, ni reír o llorar juntos, reunirnos con amigos, festejar bodas y cumpleaños, acompañar a nuestros muertos, orar en las iglesias, compartir en un cine, admirar una obra de teatro, aplaudir un concierto, correr por las mañanas, o ir  de compras a los mercados, pasear por los parques, jugar con nuestros niños, cotillear con los vecinos, vivir la vida normal de cada día.

Hacia el final del mes y arrasados por  el problema del dengue que asolaba a todo el país me fui con un bosquejo de tapa para la nueva revista del nuestra carrera y los temas que trataríamos. Me dijeron que volviera la primera semana de marzo que todavía no comenzábamos que las vacaciones se extendían una semana. Me sentí un poco decaída pero pronto me dije que era mejor seguir descansando un poco más ya que el año anterior con tanto cambió me dejó extenuada.

Seguí buscando información para la revista. Encontré un precioso libro y comencé a traducirlo. Seguí dando clases de música en mi Escuela de Música, seguí limpiando y acomodando la casa, seguí preparando programas y horarios para clases y exámenes y conciertos y presentaciones de los alumnos…

 Seguí sin prestar atención a lo enorme que estaba pasando en el mundo.

MARZO-ABRIL

Me sentí embriagada porque es el mes de mi cumpleaños. El 4 de marzo de fui otra vez a nuestra Facultad. Me dijeron que esperara otra semana para volver,

El 10 de marzo el Presidente de la Nación declaró el aislamiento social,

El miércoles 11 me fui temprano al mercado para hacer la compra y luego irme a la Facultad. Llamé a Paola y le pregunté. La respuesta fue precisa.”No hay actividad hasta nuevo aviso profe”. Aun así, realmente no lograba entender la magnitud de la situación.

El viernes 13 me fui a almorzar a la casa de mi alumna de piano Camelia hija de una de las más talentosas guitarristas del país. Pasamos momentos memorables en su casa ubicada en un precioso parque.  Al comenzar la tarde volví a casa. No lo sabía, pero esa sería mi última salida para socializar…

Se suspendieron eventos, partidos de fútbol, mega conciertos, cines, teatros, reuniones familiares, excursiones turísticas, descanso en hoteles, los Juegos Olímpicos se retrasaron, los estrenos se aplazaron, los parque temáticos se cerraron, se suspendió el Carnaval de Venecia, los festivales internacionales, las semanas de conciertos, las presentaciones de libros, las exposiciones de todo tipo, la asistencia a restaurantes, a los mismos hospitales, a las manifestaciones religiosas. En Israel se suspendió todo flujo turísticos, Los enormes barcos de pasajeros que estaban en alta mar no podían llegar a puertos y allí dentro se aislaban los pacientes y se evacuaban los que daban positivos al virus.

MAYO-JUNIO

Las indumentarias comenzaron a cambiar. El tapabocas y los guantes comenzaron a faltar en todas partes. Se convirtió en un tráfico de influencias el conseguir alcohol en gel.

La gente comenzó a comprar alimentos e insumos de manera despiadada. Era horrible ver como peleaban por paquetes de papel higiénico, de arroz, de harina, de azúcar, de aceite, de artículos de limpieza y tocador. Los carritos en los grandes  mercados no alcanzaban. La gente entraba en tropel y acumulaba mercancía. En el primer momento de desesperación la gente solo pensaba en sí mismo y en su familia y el otro le importaba un rábano. Salieron a relucir pasiones de todo tipo.

El 13 de diciembre de 2019 después de terminar de examinar mi último grupo de estudiantes en la Facultad, nuestra directora académica me llamó a su despacho y me dio  una buena nueva inesperada pero siempre deseada. A partir de 2020 yo formaría parte del equipo de investigación de nuestra Facultad. Estaría trabajando con mi colega antropólogo Guillermo Sequera conocido por “Mito” en el Centro de Investigación. En un principio pensé que era una broma. Tanto había deseado esa oportunidad y no podía alcanzarla- El sueño de todo catedrático: ser investigador en su materia.

 En verdad cuando llegué de Suiza en 1995 vine precisamente para eso, para investigar. Traía ya un adelanto de casi un año de mi Escuela de Música de Ginebra y me había seducido la idea de trabajar en un país, al cual, cuando llegué por primera vez me dejó fascinada por la gran cantidad de vientres florecidos que veía por las calles. Como yo tenía ya mi equipo con el cual había trabajado para mi Tesis de Licenciatura, nos reunimos y les comenté mi proyecto. Todos estuvieron de acuerdo, pero nadie quería desplazarse, y también estaba la cuestión del idioma, ninguno de ellos hablaba el castellano. Era cosa de venir y trabajar un par de años, escribir la Tesis de Doctorado y volver.

Llegué el 1 de Julio de 1995 con dos maletas en una mano, la caja transportadora de mi gato Trapito en la otra, y las cenizas de mi gato Tom dentro de la cartera. Durante la cursada de mis estudios en la Universidad de Ginebra, en el año 1992 tuve que realizar un trabajo sobre los países del Cono Sud, así conocí la embajada de Paraguay después de una amena conversación, el Embajador me propuso venir al país el final de mis estudios para trabajar por la niñez a través de la música. De hecho, él había conocido a mi esposo cuando llegó acompañando al General Perón que venía a dar un saludo de cortesía al país y a su gobernante que tanta ayuda le brindara en 1955. Yo desconocía todo del Paraguay, salvo que tenían una música bellísima y mucho talento innato en la población. El Embajador me entregó muchos folletos para que conociera y me dijo que me esperaba al terminar la carrera, cosa que sucedió en 1995. Ese mismo año recibí invitaciones de México, de Uruguay y de los Emiratos Árabes. Mucho tiempo antes, mi esposo me había dicho que Paraguay era una tierra de promisión y que deseaba que yo me instalara porque encontraría ahí mi lugar bajo el sol. “Yo me voy y quiero que encuentres paz en un lugar que te sea propicio”. Fue la última vez que lo vi de pie, con una reja entre nosotros. Yo lloraba silenciosamente y él me tomó las manos entre las suyas con fuerza. Ninguno de nosotros podía articular palabra. Fue un momento triste y memorable. Eso hizo que me decidiera por esta maravillosa tierra guaraní.

Había alquilado una casa desde Ginebra por intermedio de una señora que era pariente del entonces Embajador de Paraguay y su hija me fue a esperar al aeropuerto. Me llevó a la casa y ahí tuve mi primer susto. La casa no estaba amoblada y me habían puesto una pequeña camita con un simple colchoncito y sencilla ropa de cama para dormir. La casa pertenecía a la familia de un conocido médico y  estaba helada, porque hizo mucho frío ese invierno. La señora de la casa, que vivía justo al lado, tuvo muchísimas amabilidades conmigo y me prestó varios recipientes de cocina y algunas toallas. También solía pasarme comida calentita y varias veces me invitó a desayunar.

Mamá llegó un par de días después desde Paraná. Tuvo un largo viaje porque lo hizo en auto  debido a que traía con ella a su amado gato Theodore. Desde el primer momento me dejó bien claro que deploraba mi decisión, que no estaba de acuerdo, que no le gustaba nada y que esperaba que yo saliera de ahí lo antes posible. Para colmo de males Trapito y Theodore no se entendieron y había rencillas todo el tiempo y como nos faltaba todo, mamá se quejaba muchísimo todo el día.

Al recibir todo lo enviado por cargo, yo me fui a la casa de música a comprar los pianos: uno de cola, un magnífico Kawai de una sonoridad soñada y un vertical para para utilizar con los alumnos. Luego me fui a la casa Pájaro Campana una tarde y compré mi preciosa arpa (que tengo que hacer reparar porque se golpeó durante la mudanza). Mamá se enfureció porque compraba un instrumento que ni siquiera sabía interpretar. Enseguida contacté a un  profesor que vendría a casa a darme clases y también estaba yo trabajando en la Universidad Católica en la parte de preparación de Profesoras de Párvulos. Mirando los carteles en los recesos pude ver que en el piso superior había un Conservatorio y subí para asesorarme.

 Presenté mis credenciales al Director, el compositor Florentín Giménez  y rápidamente comencé a dar clases de piano. Poco tiempo después asistí al Concierto de un joven y talentoso pianista Lito Barrios  y comencé a conocer a la gente del medio musical de Asunción. Yo estaba feliz. Estaba en mi entorno.

También comencé a tener alumnos particulares y me hicieron la primera nota en un periódico local. Como salía mucho dinero y entraba poco, una de las hijas de la casa que alquilaba que estaba embarazada me propuso en su lugar durante su licencia por maternidad en la Embajada de Corea y comencé a trabajar también allí. Mi conocimiento del idioma inglés facilitó muchísimo las cosas y las tareas.

En la Universidad Nacional se organizaron jornadas por la Educación y el Mercosur y propuse presentar una ponencia, Fui aceptada y se encuentra publicada en el libro del evento que fuera organizado por una gran especialista en educación.

Seis meses más tarde, decidimos cambiarnos de casa, a un pequeño departamento perteneciente a la viuda de un General que había sido candidato presidencial.  Para entonces, teníamos 4 gatos, Trapito, Tom, Malou y su hijito Pandy que había nacido en la casa. Como ya teníamos muchas cosas, nuestra estancia en el lugar fue mucho más sencilla y llevadera. Me llamaron para dar clases en el Ateneo Paraguayo y comenzó una sociedad de trabajo de varios años de la cual conservo recuerdos hermosos e imborrables. Lo mejor es que todos los jóvenes que fueron mis estudiantes tienen hoy cargos directivos en el mismo establecimiento, han viajado por el mundo, son mis colegas en la Facultad y lograron tanto como les había pronosticado. Ese es uno de mis mayores logros aquí, de lo cual me siento totalmente realizada.

Poco tiempo después me llamaron del Panamerican International School estuve un ciclo lectivo y luego me llamaron de la Universidad Evangélica en el  Seminario Teológico Menonita de Asunción, donde trabajé por largos y fructíferos años y conste que entré siendo la primera profesora católica romana, que entonces yo era, en la institución. También coseché muchos logros y hasta el día de hoy mantengo relaciones de amistad con varios colegas de entonces.

También trabajé en los coquetos colegios de “Las teresas”  y de “San José”, durante todo el año lectivo 1998, al final del cual mi Escuela de Música, Centro Pedagógico Musical fue aprobada por resolución 27 del 13 de octubre de 1998 del MEC. Fue entonces que decidí dejar de trabajar en colegios y dedicarme a mi propia Escuela de Música junto a mi trabajo en la Universidad Evangélica, en el Seminario.

Sin embargo trabajé aún un año en el colegio “San Nicolás de Bari” en 1999. El colegio cerró sus puertas y yo continué con mis trabajos ya establecidos y dando presentaciones en eventos con el  arpa.

 


PrisioneroEnArgentina.com

Agosto 10, 2021


 

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