Cuba atraviesa su peor crisis económica en 30 años. Desde 2020, los cubanos han sufrido caídas salariales, deterioro de los servicios públicos, cortes regulares de energía, escasez severa y un mercado negro en crecimiento. Cientos de miles de personas han huido del país. Algunos culpan de esta desesperada situación al gobierno cubano y su mala gestión de la economía. Otros señalan el daño causado por las sanciones económicas estadounidenses de larga data que, en diversos grados, han estado en vigor desde 1962. ¿Pero cuál de estas es más cierta? Ambos han causado daños económicos. Estados Unidos lo ha hecho deliberadamente, mientras que las políticas defectuosas del gobierno cubano surgen de la inercia y los errores de cálculo.
En enero de 2021, el gobierno cubano introdujo importantes reformas monetarias y de precios. Se suponía que las reformas, que implicaban devaluar el peso cubano de uno por dólar estadounidense a 24 por dólar, iniciarían un proceso de alineación de los precios cubanos con los mercados internacionales. La esperanza era que la medida incentivara la reestructuración económica y la innovación para mejorar la eficiencia, reducir la dependencia de bienes importados y, eventualmente, estimular las exportaciones. Pero las cosas no salieron como estaba previsto. Los salarios del sector estatal se triplicaron con creces en diciembre de 2020 para proteger los niveles de vida en previsión de los aumentos de precios que resultarían del mayor costo de las importaciones. Sin embargo, este aumento salarial fue rápidamente superado cuando los mayores costos y el poder adquisitivo de los consumidores hicieron subir los precios y comenzaron una espiral inflacionaria. La tasa de inflación ha disminuido desde entonces. Pero la tasa anual oficial sigue siendo alarmantemente alta, alrededor del 30% (más del doble del promedio regional latinoamericano).
En general, el Caribe ha experimentado una fuerte recuperación económica pospandemia. Pero el ingreso nacional de Cuba sigue estando muy por debajo de su nivel anterior a la COVID y, con los ingresos por exportaciones aún deprimidos y la dependencia de las importaciones sin control, hay pocas señales de que se haya producido alguna reestructuración. El efecto de la coerción económica estadounidense es menos obvio, pero no menos significativo. Cuba ha estado bajo un embargo comercial estadounidense durante los últimos 60 años, pero bajo la presidencia de Donald Trump (2017-2021) se introdujo una nueva serie de medidas. Las políticas de Trump redujeron las ganancias provenientes de los servicios, interrumpieron el suministro de combustible, bloquearon las remesas y disuadieron la inversión extranjera. El crecimiento fue moderado y la escasez ya comenzaba a surgir en 2019. Pero la acción más devastadora se produjo en enero de 2021. Uno de los últimos actos de Trump en el cargo, que se produjo pocos días después de la reforma monetaria, fue agregar a Cuba a la lista estadounidense de “estados estatales”. patrocinadores del terrorismo”.
El efecto de esto ha sido enorme. Representantes de empresas extranjeras que hacían negocios con Cuba y con funcionarios cubanos responsables de gestionar el comercio internacional confirman que las empresas extranjeras retrasaron los pagos y cancelaron abruptamente envíos de importaciones, contratos de exportación y planes de inversión en los meses siguientes. Los consiguientes cuellos de botella en la oferta y la pérdida de divisas agravaron la inflación, aumentando la frustración y la incertidumbre e impidiendo la recuperación. Pero quizás el mayor error de Cuba fue dar crédito a la retórica de Joe Biden en su campaña electoral estadounidense de 2020. Biden habló sobre la “política fallida hacia Cuba” de Trump y prometió revertir sus políticas “dañinas”. Si eso hubiera sucedido, una restricción cambiaria menos estricta habría permitido alguna posibilidad de una respuesta positiva de la oferta a las reformas monetarias.
A pesar de sus promesas de campaña, Biden ha dejado vigentes las sanciones a Cuba. Esto ha obstruido el acceso de Cuba a divisas, poniendo fuera de su alcance la inversión necesaria para la reestructuración. La pandemia también ha contribuido a la agitación económica de Cuba. Cuba respondió al COVID cerrando sus fronteras e imponiendo bloqueos estrictos. Esto resultó en una fuerte contracción económica y un grave agotamiento de sus reservas de divisas. La pandemia también tuvo un impacto dramático en la economía mundial. Los altos precios del combustible y los alimentos sirvieron para empeorar la escasez de divisas en Cuba, y los suministros se vieron aún más afectados por cuellos de botella logísticos y costos de envío inflados. De hecho, Cuba había tenido un desempeño excepcional en la contención del virus a lo largo de 2020. Pero en 2021 se produjo una gran conmoción cuando Cuba enfrentó un aumento en los casos de una nueva variante de COVID.
Las sanciones estadounidenses bloquearon el acceso a fuentes de apoyo COVID que ayudaron a aliviar las dificultades en otras naciones. Como resultado, el gobierno no tuvo más remedio que recortar la inversión y no pudo evitar la caída de los salarios reales. El descontento alimentado por las restricciones de COVID y la escasez generalizada dieron lugar a protestas, que revelaron la insatisfacción con la forma en que los líderes cubanos habían respondido a estos desafíos. Se considera que los funcionarios han tardado en reconocer plenamente los errores de cálculo del gobierno o el grado de dificultades que están experimentando los hogares cubanos. A medida que la tasa de inflación disminuye gradualmente, el gobierno está comenzando a esbozar una estrategia de recuperación. Sin un final a la vista para las sanciones estadounidenses, la atención se centra en reformar el sistema económico.
Las reformas son de amplio alcance y apuntan a abordar las distorsiones económicas y la inercia heredadas de décadas de estricto control centralizado. Incluyen una reducción gradual de los subsidios a los precios, un bienestar más específico, una mejora de la eficiencia y la capacidad de respuesta de la burocracia estatal y la apertura a las empresas privadas. El objetivo es estimular la innovación, impulsar la inversión y mejorar los servicios públicos, lo que eventualmente debería impulsar el crecimiento y mejorar los niveles de vida. Pero el proceso de reestructuración será difícil. Habrá tanto ganadores como perdedores, y la resistencia al cambio es inevitable. El proceso de reforma y recuperación también depende de reconstruir la debilitada confianza del público y de los inversores, así como de evitar mayores shocks externos –o golpes deliberados de Estados Unidos–.
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Por Maddy Randolph.
Cuba atraviesa su peor crisis económica en 30 años. Desde 2020, los cubanos han sufrido caídas salariales, deterioro de los servicios públicos, cortes regulares de energía, escasez severa y un mercado negro en crecimiento. Cientos de miles de personas han huido del país. Algunos culpan de esta desesperada situación al gobierno cubano y su mala gestión de la economía. Otros señalan el daño causado por las sanciones económicas estadounidenses de larga data que, en diversos grados, han estado en vigor desde 1962. ¿Pero cuál de estas es más cierta? Ambos han causado daños económicos. Estados Unidos lo ha hecho deliberadamente, mientras que las políticas defectuosas del gobierno cubano surgen de la inercia y los errores de cálculo.
En enero de 2021, el gobierno cubano introdujo importantes reformas monetarias y de precios. Se suponía que las reformas, que implicaban devaluar el peso cubano de uno por dólar estadounidense a 24 por dólar, iniciarían un proceso de alineación de los precios cubanos con los mercados internacionales. La esperanza era que la medida incentivara la reestructuración económica y la innovación para mejorar la eficiencia, reducir la dependencia de bienes importados y, eventualmente, estimular las exportaciones. Pero las cosas no salieron como estaba previsto. Los salarios del sector estatal se triplicaron con creces en diciembre de 2020 para proteger los niveles de vida en previsión de los aumentos de precios que resultarían del mayor costo de las importaciones. Sin embargo, este aumento salarial fue rápidamente superado cuando los mayores costos y el poder adquisitivo de los consumidores hicieron subir los precios y comenzaron una espiral inflacionaria. La tasa de inflación ha disminuido desde entonces. Pero la tasa anual oficial sigue siendo alarmantemente alta, alrededor del 30% (más del doble del promedio regional latinoamericano).
En general, el Caribe ha experimentado una fuerte recuperación económica pospandemia. Pero el ingreso nacional de Cuba sigue estando muy por debajo de su nivel anterior a la COVID y, con los ingresos por exportaciones aún deprimidos y la dependencia de las importaciones sin control, hay pocas señales de que se haya producido alguna reestructuración. El efecto de la coerción económica estadounidense es menos obvio, pero no menos significativo. Cuba ha estado bajo un embargo comercial estadounidense durante los últimos 60 años, pero bajo la presidencia de Donald Trump (2017-2021) se introdujo una nueva serie de medidas. Las políticas de Trump redujeron las ganancias provenientes de los servicios, interrumpieron el suministro de combustible, bloquearon las remesas y disuadieron la inversión extranjera. El crecimiento fue moderado y la escasez ya comenzaba a surgir en 2019. Pero la acción más devastadora se produjo en enero de 2021. Uno de los últimos actos de Trump en el cargo, que se produjo pocos días después de la reforma monetaria, fue agregar a Cuba a la lista estadounidense de “estados estatales”. patrocinadores del terrorismo”.
El efecto de esto ha sido enorme. Representantes de empresas extranjeras que hacían negocios con Cuba y con funcionarios cubanos responsables de gestionar el comercio internacional confirman que las empresas extranjeras retrasaron los pagos y cancelaron abruptamente envíos de importaciones, contratos de exportación y planes de inversión en los meses siguientes. Los consiguientes cuellos de botella en la oferta y la pérdida de divisas agravaron la inflación, aumentando la frustración y la incertidumbre e impidiendo la recuperación. Pero quizás el mayor error de Cuba fue dar crédito a la retórica de Joe Biden en su campaña electoral estadounidense de 2020. Biden habló sobre la “política fallida hacia Cuba” de Trump y prometió revertir sus políticas “dañinas”. Si eso hubiera sucedido, una restricción cambiaria menos estricta habría permitido alguna posibilidad de una respuesta positiva de la oferta a las reformas monetarias.
A pesar de sus promesas de campaña, Biden ha dejado vigentes las sanciones a Cuba. Esto ha obstruido el acceso de Cuba a divisas, poniendo fuera de su alcance la inversión necesaria para la reestructuración. La pandemia también ha contribuido a la agitación económica de Cuba. Cuba respondió al COVID cerrando sus fronteras e imponiendo bloqueos estrictos. Esto resultó en una fuerte contracción económica y un grave agotamiento de sus reservas de divisas. La pandemia también tuvo un impacto dramático en la economía mundial. Los altos precios del combustible y los alimentos sirvieron para empeorar la escasez de divisas en Cuba, y los suministros se vieron aún más afectados por cuellos de botella logísticos y costos de envío inflados. De hecho, Cuba había tenido un desempeño excepcional en la contención del virus a lo largo de 2020. Pero en 2021 se produjo una gran conmoción cuando Cuba enfrentó un aumento en los casos de una nueva variante de COVID.
Las sanciones estadounidenses bloquearon el acceso a fuentes de apoyo COVID que ayudaron a aliviar las dificultades en otras naciones. Como resultado, el gobierno no tuvo más remedio que recortar la inversión y no pudo evitar la caída de los salarios reales. El descontento alimentado por las restricciones de COVID y la escasez generalizada dieron lugar a protestas, que revelaron la insatisfacción con la forma en que los líderes cubanos habían respondido a estos desafíos. Se considera que los funcionarios han tardado en reconocer plenamente los errores de cálculo del gobierno o el grado de dificultades que están experimentando los hogares cubanos. A medida que la tasa de inflación disminuye gradualmente, el gobierno está comenzando a esbozar una estrategia de recuperación. Sin un final a la vista para las sanciones estadounidenses, la atención se centra en reformar el sistema económico.
Las reformas son de amplio alcance y apuntan a abordar las distorsiones económicas y la inercia heredadas de décadas de estricto control centralizado. Incluyen una reducción gradual de los subsidios a los precios, un bienestar más específico, una mejora de la eficiencia y la capacidad de respuesta de la burocracia estatal y la apertura a las empresas privadas. El objetivo es estimular la innovación, impulsar la inversión y mejorar los servicios públicos, lo que eventualmente debería impulsar el crecimiento y mejorar los niveles de vida. Pero el proceso de reestructuración será difícil. Habrá tanto ganadores como perdedores, y la resistencia al cambio es inevitable. El proceso de reforma y recuperación también depende de reconstruir la debilitada confianza del público y de los inversores, así como de evitar mayores shocks externos –o golpes deliberados de Estados Unidos–.
PrisioneroEnArgentina.com
Junio 7, 2024
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