–¡Pasa! –exclamó el guardián, pero me reí y le dije:
–Hay tiempo.
Entonces él sonrió y cerró los portones.
Al puente que muy pocos logran cruzar llegaron jóvenes y viejos. A todos ellos se les denegó la entrada. Yo estaba ahí cerca, holgazaneando, y fui contándolos, uno a uno, hasta que, cansado ya de sus ruidos y protestas, volví al puente que muy pocos logran cruzar.
La muchedumbre cerca del portón chilló:
–¡Este hombre llega tarde!
Pero me reí y les dije:
–Hay tiempo.
–¡Pasa! –exclamó el guardián mientras yo ingresaba; luego sonrió y cerró los portones.
Por Robert W. Chambers
Llegué al puente que muy pocos logran cruzar.
–¡Pasa! –exclamó el guardián, pero me reí y le dije:
–Hay tiempo.
Entonces él sonrió y cerró los portones.
Al puente que muy pocos logran cruzar llegaron jóvenes y viejos. A todos ellos se les denegó la entrada. Yo estaba ahí cerca, holgazaneando, y fui contándolos, uno a uno, hasta que, cansado ya de sus ruidos y protestas, volví al puente que muy pocos logran cruzar.
La muchedumbre cerca del portón chilló:
–¡Este hombre llega tarde!
Pero me reí y les dije:
–Hay tiempo.
–¡Pasa! –exclamó el guardián mientras yo ingresaba; luego sonrió y cerró los portones.
PrisioneroEnArgentina.com
Octubre 16, 2020