A finales de diciembre de 1922 se creó la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas. En un principio, la URSS contaba solo con cuatro integrantes, pero poco a poco se fueron agregando nuevos territorios.
Su historia, marcada por espantosas tragedias y avances extraordinarios, no quedó sin modificaciones de las fronteras, algunas de ellas, hacia Europa. Un papel fundamental jugó la ola de cambios a finales de los años 1930 y principios de los 1940.
Durante la expansión de la Unión Soviética hacia el oeste, se incorporó en su entorno Bielorrusia y Ucrania Occidentales, parte de Finlandia y los países Bálticos. Justo después vinieron quizá los años más oscuros de su historia, la Gran Guerra Patria, pero incluso durante este difícil período algunos territorios se unieron al país.
En 1945 todo regresó a la vida pacífica. Las fronteras cambiaron según las nuevas condiciones y el vasto país que puso fin al nazismo de Hitler llegó a integrar más territorios al oeste, añadiendo las partes más occidentales de lo que hoy es Ucrania y de lo que era el territorio alemán, es decir Kaliningrado, mientras que al este se agregaron las islas Kuriles y el sur de Sajalín.
La disolución de la URSS se produjo hace 30 años, dando inicio a la vida autónoma de 15 repúblicas independientes y trayendo cambios a las vidas de sus residentes. Valeri Arjípov, presidente de la unión de coleccionistas de Rusia, vive en una casa que parece un verdadero portal hacia otros tiempos y ha compartido con RT sus cálidos sentimientos sobre aquella época.
“Nací dos semanas antes del vuelo de Yuri Gagarin al espacio. Para mí, aunque ese país ya no existe, es muy querido. En el servicio militar, por ejemplo, estábamos todos juntos, los georgianos, ucranianos, todos nos apoyábamos y no había sentimiento de conflicto entre nosotros”, recuerda Arjípov. Su amor hacia lo soviético empezó con los Juegos Olímpicos de 1980 de Moscú, pero ahora colecciona todo lo relacionado con la URSS.
La buena vecindad es uno de los aspectos que más anhela. Para Valeri, el secreto está en el modelo educativo que incluía a las organizaciones juveniles como los pioneros y el komsomol.
“Si dejamos de lado la ideología, las organizaciones juveniles eran bastante buenas. Educaban para ser amables, ayudar al prójimo, a los ancianos, enseñaban respeto mutuo”, sostiene el hombre. El monumento del Obrero y campesina situado en su barrio le recuerda cómo en aquellos tiempos todos trabajaban unidos por el bien de toda la nación.
En la Rusia de ahora cada familia mantiene recuerdos soviéticos, y la de nuestro corresponsal Semión Sénderov no es una excepción. “A principios de los 80 mi amiga y yo nos fuimos de vacaciones a Riga, Letonia, que ahora forma parte de la Unión Europea. En el tren mi amiga se dio cuenta de que no llevaba el pasaporte, en aquellos tiempos se podía comprar un billete sin documento. Y no pasó nada. Entramos en Letonia, no hubo control, ya que no había fronteras”, recuerda su madre María Sénderova, que trabaja de enfermera.
Todo cambió drásticamente a finales de los 1980 y principios de los 1990, cuando crecían los ánimos antisoviéticos e independentistas, acompañados de las promesas de libertad. “Lo que más dolió es que un país tan grande se desintegrara y cada uno quedara a solas con su propio desastre”, sostiene Sénderova, que en aquel momento trabajaba en un hospital público.
“Poco a poco venían nuevos empleados de distintas nacionalidades. Venían rusos que huían de otros lugares, azerbaiyanos, armenios, venían personas de Nagorno Karabaj, algunos huían de la guerra. Nos contaban cosas horribles”, cuenta.
Los años 90 se caracterizan por la crisis económica y social, por la violencia en las calles, enfrentamientos, altos índices de criminalidad, y se culpó de todo a la Unión Soviética.
En opinión del historiador Serguéi Zhuravliov, “prevalecía la crítica politizada contra todo lo que había ocurrido antes del año 1985”. “La tendencia principal de esa crítica fue decir que toda la Unión Soviética equivalía a Stalin y el estalinismo”, comentó.
“Debemos entender que el modelo que apareció durante el gobierno de Stalin en los años 1920 y 1930 fue un modelo de movilización en un momento cuando era necesario elevar la economía, industrializar a la nación, crear de manera urgente la industria militar. Y hay que reconocer que precisamente ese modelo resistió el reto de la Gran Guerra Patria”, opina Zhuravliov.
En todo caso, la URSS ha dejado a Rusia cierta herencia como la educación gratuita, medicina para todos y otros programas sociales, y es ahora cuando muchos perciben aquel período con nostalgia.
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A finales de diciembre de 1922 se creó la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas. En un principio, la URSS contaba solo con cuatro integrantes, pero poco a poco se fueron agregando nuevos territorios.
Su historia, marcada por espantosas tragedias y avances extraordinarios, no quedó sin modificaciones de las fronteras, algunas de ellas, hacia Europa. Un papel fundamental jugó la ola de cambios a finales de los años 1930 y principios de los 1940.
Durante la expansión de la Unión Soviética hacia el oeste, se incorporó en su entorno Bielorrusia y Ucrania Occidentales, parte de Finlandia y los países Bálticos. Justo después vinieron quizá los años más oscuros de su historia, la Gran Guerra Patria, pero incluso durante este difícil período algunos territorios se unieron al país.
En 1945 todo regresó a la vida pacífica. Las fronteras cambiaron según las nuevas condiciones y el vasto país que puso fin al nazismo de Hitler llegó a integrar más territorios al oeste, añadiendo las partes más occidentales de lo que hoy es Ucrania y de lo que era el territorio alemán, es decir Kaliningrado, mientras que al este se agregaron las islas Kuriles y el sur de Sajalín.
La disolución de la URSS se produjo hace 30 años, dando inicio a la vida autónoma de 15 repúblicas independientes y trayendo cambios a las vidas de sus residentes. Valeri Arjípov, presidente de la unión de coleccionistas de Rusia, vive en una casa que parece un verdadero portal hacia otros tiempos y ha compartido con RT sus cálidos sentimientos sobre aquella época.
“Nací dos semanas antes del vuelo de Yuri Gagarin al espacio. Para mí, aunque ese país ya no existe, es muy querido. En el servicio militar, por ejemplo, estábamos todos juntos, los georgianos, ucranianos, todos nos apoyábamos y no había sentimiento de conflicto entre nosotros”, recuerda Arjípov. Su amor hacia lo soviético empezó con los Juegos Olímpicos de 1980 de Moscú, pero ahora colecciona todo lo relacionado con la URSS.
La buena vecindad es uno de los aspectos que más anhela. Para Valeri, el secreto está en el modelo educativo que incluía a las organizaciones juveniles como los pioneros y el komsomol.
“Si dejamos de lado la ideología, las organizaciones juveniles eran bastante buenas. Educaban para ser amables, ayudar al prójimo, a los ancianos, enseñaban respeto mutuo”, sostiene el hombre. El monumento del Obrero y campesina situado en su barrio le recuerda cómo en aquellos tiempos todos trabajaban unidos por el bien de toda la nación.
En la Rusia de ahora cada familia mantiene recuerdos soviéticos, y la de nuestro corresponsal Semión Sénderov no es una excepción. “A principios de los 80 mi amiga y yo nos fuimos de vacaciones a Riga, Letonia, que ahora forma parte de la Unión Europea. En el tren mi amiga se dio cuenta de que no llevaba el pasaporte, en aquellos tiempos se podía comprar un billete sin documento. Y no pasó nada. Entramos en Letonia, no hubo control, ya que no había fronteras”, recuerda su madre María Sénderova, que trabaja de enfermera.
Todo cambió drásticamente a finales de los 1980 y principios de los 1990, cuando crecían los ánimos antisoviéticos e independentistas, acompañados de las promesas de libertad. “Lo que más dolió es que un país tan grande se desintegrara y cada uno quedara a solas con su propio desastre”, sostiene Sénderova, que en aquel momento trabajaba en un hospital público.
“Poco a poco venían nuevos empleados de distintas nacionalidades. Venían rusos que huían de otros lugares, azerbaiyanos, armenios, venían personas de Nagorno Karabaj, algunos huían de la guerra. Nos contaban cosas horribles”, cuenta.
Los años 90 se caracterizan por la crisis económica y social, por la violencia en las calles, enfrentamientos, altos índices de criminalidad, y se culpó de todo a la Unión Soviética.
En opinión del historiador Serguéi Zhuravliov, “prevalecía la crítica politizada contra todo lo que había ocurrido antes del año 1985”. “La tendencia principal de esa crítica fue decir que toda la Unión Soviética equivalía a Stalin y el estalinismo”, comentó.
“Debemos entender que el modelo que apareció durante el gobierno de Stalin en los años 1920 y 1930 fue un modelo de movilización en un momento cuando era necesario elevar la economía, industrializar a la nación, crear de manera urgente la industria militar. Y hay que reconocer que precisamente ese modelo resistió el reto de la Gran Guerra Patria”, opina Zhuravliov.
En todo caso, la URSS ha dejado a Rusia cierta herencia como la educación gratuita, medicina para todos y otros programas sociales, y es ahora cuando muchos perciben aquel período con nostalgia.