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  Por Dra. María Elena Cisneros Rueda.

Llegamos a New York unos días después de estar en Princeton. Otra vez salimos a caminar, pero muy bien abrigados. Nevaba, había un viento intenso y un frío que nos quemaba la cara. Yo estaba fascinada mirando los escaparates tan adornados. La gente se desplazaba cargados de bolsas de regalos. El Ejército de Salvación hacía sonar su campaña recolectando fondos. Nos cruzamos con varios Santa Claus en el camino que nos saludaron con su famoso ¡Ho! ¡Ho! ¡Ho! De pronto mi tan amado José López Rega, me dijo:

“Voy a taparte los ojos y voy a conducirte a un lugar único!”- yo asentí encantada. Él me bajó el gorro hasta la nariz, me tomó por lo hombros y me dijo que caminara derecho y sin temor. Unos metros después nos detuvimos, me dio la vuelta y me dijo que al contar tres abriera los ojos… fue entonces que mi boca se abrió como una enorme “O” y quedé tan alelada que no podía hablar. Frente a mí se encontraba un gigante, maravilloso y glorioso Árbol de Navidad  adornado como una ensoñación. Justo debajo había una pista de hielo  donde cientos de personas se divertían patinando en todas direcciones.

El amor de mis sueños me abrazó  y dándome un beso en la mejilla derecha me dijo al oído:-“Feliz Navidad mi niña querida!”

Fue un momento mágico, único e irrepetible. Tuvimos muchas Navidades felices pero esa primera Navidad juntos continúa siendo inolvidable, 47 años después.


PrisioneroEnArgentina.com

Diciembre 25, 2023


 

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