Desde la época medieval hasta mediados del siglo XIX, los duelos fueron un elemento fijo en todo el mundo “civilizado”. A pesar de que el estado de derecho se extendió por todas las naciones durante los tres siglos anteriores, los caballeros todavía sentían la necesidad de proteger su honor en duelos cara a cara. Por supuesto, estos eran nobles de mano blanda, no rufianes comunes, por lo que se establecieron reglas complejas de duelo para asegurar que las ofensas se resolvieran sin la participación de familias o facciones más numerosas.
Históricamente habría que diferenciar el duelo judicial del duelo que se presenta en los torneos medievales. El primero fue un antiguo medio de prueba originado en las tribus germanas, que consistía en que el denunciado arrojaba un guante a los pies de los jueces manifestando con ello que quería defenderse de una acusación “mediante batalla”. Si el acusado era una mujer, un eclesiástico o un incapacitado, se admitía que fueran representados por un tercero denominado “campeón”. Hacia el siglo VI, el duelo se extendió por el mundo cristiano al elevarse a la categoría de Juicio de Dios, pues se consideró que su resultado era revelación divina. Esta forma probatoria sólo cedió terreno con el fortalecimiento del poder real y con la progresiva prioridad dentro del proceso judicial del testimonio, sobre el combate entre las partes. Se entendió que en esa lucha no ganaba el protegido de Dios, sino el más diestro en el manejo de las armas. La segunda forma es la del duelo que se presenta en los torneos medievales. El torneo, que apareció como un juego militar originado en las guerras privadas de los grandes señores feudales, se realizaba en forma colectiva siguiendo un rígido ceremonial y en presencia del rey y de las damas de la corte. En ellos existió la figura del juez, que podría considerarse como el antecedente del padrino del duelo individual. El juez del torneo fue el encargado de medir las armas cuidando que tuvieran la misma dimensión. En el siglo XIV el duelo de torneo comienza a extinguirse con la muerte en uno de esos desafios del rey Francisco II de Francia y al introducirse la lanza de madera sin punta y la espada sin filo.
Las anteriores y antiguas formas de duelo fueron a su vez distintas del duelo individual que se desarrolla a partir del siglo XV, en Italia, España, Francia y posteriormente por varios lugares del mundo. Las guerras y la fama de algunos espadachines generaron el deseo de emulación y la costumbre de los desafios. Su propagación y la proclividad al enfrentamiento por motivos intrascendentes llevó a que se dictaran diversas medidas para restringirlo y obligar a que se recurriera a los tribunales ordinarios. De muy poco sirvió para abolir la práctica, por ejemplo, que en Francia se dictara el decreto de 1566 de Carlos IX que castigaba a los duelistas con la pena capital, o que en España se promulgara la ley de Toledo (1480) de los Reyes Católicos, que también impuso el último suplicio y otras medias accesorias.
Los “códigos de honor” señalaban que para que hubiera duelo se necesitaban algunas condiciones básicas: una injuria u ofensa al honor o a la dignidad. La ofensa podía ser de palabra o de obra; y aunque en teoría debía ser grave, su valoración fue subjetiva, pues en la práctica tendió a ser definida por el ofendido. Otra condición fue la calidad de caballero del autor de la ofensa, es decir, que la contienda fue un mecanismo ligado a las élites. Necesitaba también el duelo de padrinos, uno o dos por cada parte, quienes tenían la tarea de “pedir explicaciones”, definir la magnitud de la ofensa e incluso evitar el duelo, elegir en ocasiones las armas, pactar las condiciones y, cuando no existieran testigos, examinar el terreno del duelo y velar por el cumplimiento de lo acordado.
Los duelos podían ser a sable, espada, pistola o revólver. Los duelos a pistola, los más usuales en el siglo XIX, tenían que hacerse a una distancia mínima de quince pasos y máxima de cincuenta. Los tiros no salidos se consideraban válidos, si así se pactaba en las condiciones. Había la obligación de auxiliar al herido, como la de levantar dos actas: la primera con el pacto de condiciones, y la segunda con el desarrollo y los resultados del duelo.
Al oír hablar del Oeste americano, es imposible no recordar las escenas de duelos y tiroteos en mitad de pueblos polvorientos del desierto. Sin embargo, estos wésterns de hace medio siglo en los que Hollywood pretendió retratar la vida de los cuatreros, forajidos y vaqueros, estaban muy lejos de la realidad. Lo cierto es los duelos en el Lejano Oeste eran una rareza. El tiroteo como aparece en los wésterns era prácticamente imposible, ya que, aunque proporcionara una gran velocidad de disparo, al apuntar desde la cintura, la precisión era muy baja.
Además, como es lógico, los malos tiradores no querían quedar en evidencia, y los buenos tampoco deseaban arriesgarse a morir. Los tiroteos se debían más a emboscadas, cuando no quedaba otro recurso para huir. Del mismo modo, los pistoleros no tenían ningún reparo en disparar por la espalda.
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Por Cyd Ollack.
Desde la época medieval hasta mediados del siglo XIX, los duelos fueron un elemento fijo en todo el mundo “civilizado”. A pesar de que el estado de derecho se extendió por todas las naciones durante los tres siglos anteriores, los caballeros todavía sentían la necesidad de proteger su honor en duelos cara a cara. Por supuesto, estos eran nobles de mano blanda, no rufianes comunes, por lo que se establecieron reglas complejas de duelo para asegurar que las ofensas se resolvieran sin la participación de familias o facciones más numerosas.
Históricamente habría que diferenciar el duelo judicial del duelo que se presenta en los torneos medievales. El primero fue un antiguo medio de prueba originado en las tribus germanas, que consistía en que el denunciado arrojaba un guante a los pies de los jueces manifestando con ello que quería defenderse de una acusación “mediante batalla”. Si el acusado era una mujer, un eclesiástico o un incapacitado, se admitía que fueran representados por un tercero denominado “campeón”. Hacia el siglo VI, el duelo se extendió por el mundo cristiano al elevarse a la categoría de Juicio de Dios, pues se consideró que su resultado era revelación divina. Esta forma probatoria sólo cedió terreno con el fortalecimiento del poder real y con la progresiva prioridad dentro del proceso judicial del testimonio, sobre el combate entre las partes. Se entendió que en esa lucha no ganaba el protegido de Dios, sino el más diestro en el manejo de las armas. La segunda forma es la del duelo que se presenta en los torneos medievales. El torneo, que apareció como un juego militar originado en las guerras privadas de los grandes señores feudales, se realizaba en forma colectiva siguiendo un rígido ceremonial y en presencia del rey y de las damas de la corte. En ellos existió la figura del juez, que podría considerarse como el antecedente del padrino del duelo individual. El juez del torneo fue el encargado de medir las armas cuidando que tuvieran la misma dimensión. En el siglo XIV el duelo de torneo comienza a extinguirse con la muerte en uno de esos desafios del rey Francisco II de Francia y al introducirse la lanza de madera sin punta y la espada sin filo.
Las anteriores y antiguas formas de duelo fueron a su vez distintas del duelo individual que se desarrolla a partir del siglo XV, en Italia, España, Francia y posteriormente por varios lugares del mundo. Las guerras y la fama de algunos espadachines generaron el deseo de emulación y la costumbre de los desafios. Su propagación y la proclividad al enfrentamiento por motivos intrascendentes llevó a que se dictaran diversas medidas para restringirlo y obligar a que se recurriera a los tribunales ordinarios. De muy poco sirvió para abolir la práctica, por ejemplo, que en Francia se dictara el decreto de 1566 de Carlos IX que castigaba a los duelistas con la pena capital, o que en España se promulgara la ley de Toledo (1480) de los Reyes Católicos, que también impuso el último suplicio y otras medias accesorias.
Los “códigos de honor” señalaban que para que hubiera duelo se necesitaban algunas condiciones básicas: una injuria u ofensa al honor o a la dignidad. La ofensa podía ser de palabra o de obra; y aunque en teoría debía ser grave, su valoración fue subjetiva, pues en la práctica tendió a ser definida por el ofendido. Otra condición fue la calidad de caballero del autor de la ofensa, es decir, que la contienda fue un mecanismo ligado a las élites. Necesitaba también el duelo de padrinos, uno o dos por cada parte, quienes tenían la tarea de “pedir explicaciones”, definir la magnitud de la ofensa e incluso evitar el duelo, elegir en ocasiones las armas, pactar las condiciones y, cuando no existieran testigos, examinar el terreno del duelo y velar por el cumplimiento de lo acordado.
Los duelos podían ser a sable, espada, pistola o revólver. Los duelos a pistola, los más usuales en el siglo XIX, tenían que hacerse a una distancia mínima de quince pasos y máxima de cincuenta. Los tiros no salidos se consideraban válidos, si así se pactaba en las condiciones. Había la obligación de auxiliar al herido, como la de levantar dos actas: la primera con el pacto de condiciones, y la segunda con el desarrollo y los resultados del duelo.
Al oír hablar del Oeste americano, es imposible no recordar las escenas de duelos y tiroteos en mitad de pueblos polvorientos del desierto. Sin embargo, estos wésterns de hace medio siglo en los que Hollywood pretendió retratar la vida de los cuatreros, forajidos y vaqueros, estaban muy lejos de la realidad. Lo cierto es los duelos en el Lejano Oeste eran una rareza. El tiroteo como aparece en los wésterns era prácticamente imposible, ya que, aunque proporcionara una gran velocidad de disparo, al apuntar desde la cintura, la precisión era muy baja.
Además, como es lógico, los malos tiradores no querían quedar en evidencia, y los buenos tampoco deseaban arriesgarse a morir. Los tiroteos se debían más a emboscadas, cuando no quedaba otro recurso para huir. Del mismo modo, los pistoleros no tenían ningún reparo en disparar por la espalda.
PrisioneroEnArgentina.com
Noviembre 15, 2021