El Día después de la pandemia

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🍽

  Por Vida Bolt.

Esta semana, fueron días para pensar, para meditar acerca de lo bien y mal que habíamos hecho en nuestras vidas, pensar en nuestras hijas y en un futuro sin desagradables sorpresas.

En estos casos, “nosotros’’ somos mi esposo (Oscar) y yo.

Y lo hicimos porque somos responsables (O porque estuvimos en cama seis días afectados de Covid-19 y estábamos saturados de caldo de pollo y programas de televisión)

Esta es la parte buena:

Seis días de honesta y comprometida comunicación de pareja.

Ver a mis hijas asistiéndome.

Comida sana elaborada por Nuestras Hijas S.A.

Y…

Esta es la parte negativa:

Oscar, quien no lo necesita, perdió doce libras.

Yo, que si lo necesitaba, sumé tres (¡¿Quién puede engordar tres libras tomando sopa de pollo, té sin azúcar y ensaladas sin aderezos?!)

La cocina. Mi querida y cristalina cocina se había convertido en la batalla de Midway, en la casa de John Wayne Gacy, Thrilla in Manila, Rumble in the Jungle.

Un juego entero de 24 platos (¡Sí, veinticuatro!), once de otro juego (Esos que están prohibidos usar) de loza importada, decenas de tenedores y cucharas y cucharitas, tazas de café, tazas de té, ollas con crema de la sopa aún pegada en el metal, sartenes, la jarra de la licuadora, naranjas, naranjas cortadas, cascaras de naranja, naranja exprimida fuera de la heladera, jugo de naranjas soldadas a los vasos, vasos, copas, vasitos y todo lo que usted pueda imaginar, apiladas en la pileta y en la mesada aguardando que alguien se apiade de ellas y las fusile.

Thrilla in Manila: Ali vs Frazier
Rumble in the Jungle: Ali vs Foreman

Yo comencé a caminar hacia atrás, volví a mi dormitorio, apagué la luz, me metí en la cama y me cubrí con las sabanas hasta la nariz. Estaba convencida de permanecer así hasta el fin de mis días.

Pero, la realidad nos muerde y entendí que debía enfrentar el apocalipsis.

Fui al baño y me detuve frente a la balanza.

3.9 libras.

Me quité el pijama.

3.6 libras.

Me desnudé.

3.1 libras.

No podía derrotar a la demoníaca balanza (De cualquier forma, estoy segura que esa máquina no funciona correctamente…)

Me vestí con mis peores ropas, viejos jeans desabotonados, una camisa de franela y unas viejas zapatillas. Guantes de goma y trapos viejos en la cintura completaron mi equipo de guerra, decidida a combatir al monstruo que se había apoderado de mi cocina.

¡Que maravillosa es la vida! Pensé al bajar y encontrarme que todo había desaparecido. Platos, ollas, utensilios, demás ya no estaban allí. La pileta y la mesada libres de plagas brillaban y sonreían. Tanto como Oscar y mis hijas al ver mi cara de satisfacción. También habían ordenado pizza y alitas de pollo para evitar que tuviera que cocinar.

Al otro día me levanté llena de energía y vitalidad. El sol me iluminaba. Todo estaba en orden.

Es por ello que decidí ir a la farmacia cercana y realizarme el test de Covid nuevamente. Me vestí elegantemente (si, para ir a la farmacia) y fui entré al garaje con la optimista sensación de que había derrotado al Covid, y -si lo hubiera sufrido- cualquier exótico mal.

Unas cajas impedían abrir la puerta de mi automóvil. Hurgué en ellas introduciendo mis manos para ver de que se trataba. Cuando las retiré, todo tipo de salsas, aceites, y quien sabe que era un ungüento verde que se había impregnado en mi piel.

¿El misterio de la vajilla? ¡Resuelto!

 

 


PrisioneroEnArgentina.com

Julio 12, 2022


 

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