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El gran público ha tenido siempre oportunidades de conocer el relato del espionaje a traves de las novelas, las notas periodísticas y también en el cine. De acuerdo a las circunstancias y a la óptica de quien presenta cada una de las historias, reales o ficticias,el espionaje se convierte en una dramática aventura o en una repudiable traición.
Pero el submundo auténtico de esas organizaciones no es mostrado tal cual es, no tanto para mantener el secreto de identidad de sus actores y personajes , sino por la cantidad de actos ilícitos que tienden a concretarse en el transcurso de sus operaciones. Todos los gobiernos tienden a obtener partidas secretas. El tipo de organización celular que muchas veces emplean no siempre permite un control de sus actividades. En muchos países democráticos se han observado el desarrollo de hábitos secretos de violación de los derechos humanos y de los derechos políticos de los habitantes.
El reclutamiento de los agentes e informantes no siempre conlleva una selección exigente sobre las cualidades morales e intelectuales de los postulantes.El poder secreto obliga a responsabilidades públicas muy superiores que no pueden ser soslayadas por razones de mejor servicio. Hasta grupos empresarios adquieren el hábito de alquilar esos servicios con el fin de chupar información de sus competidores. Esa pérdida de claridad en los comportamientos lleva también a la aparición de los agentes dobles que trabajan para distintas banderas.
En un mundo en que hay exceso de información, no hacen tantos informantes, sino lo que se necesita es inteligencia en la interpretación de los datos y honestidad en las lealtades ciudadanas.
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Francisco Bénard

Abogado,Periodista, Escritor y Poeta

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