George Harrison se quedó desconcertado tras conocer la sentencia de culpabilidad. Cuando escribió My sweet lord no era consciente del infierno que se le vendría encima. “¿Por qué no me di cuenta?” diría años después. El 31 de Agosto de 1976, el guitarrista y compositor de los Beatles fue declarado culpable de “plagio inconsciente”.
Un jurado dictaminó que la canción con la que había debutado en solitario era similar musicalmente a He’s so fine, un hit de The Chiffons de 1963. Pero el asunto no concluyó en ese momento. Harrison apeló. El litigio se extendió durante casi 30 años. Desgranamos el largo y tortuoso camino de My sweet lord.
Después de la ruptura de los Beatles a principios de 1970, cada uno de los componentes de la banda inició su carrera en solitario. George Harrison no fue el primero en lanzar su álbum debut. Ringo Starr (con Sentimental Journey) y Paul McCartney (con McCartney) le tomaron la delantera. Hasta Noviembre de 1970 (en EEUU), Harrison no publicó el triple LP All things must pass. El primer single, la primera canción en la que pudimos escuchar a George cantando como artista solista fue My sweet lord. Y esta vez sí, cuando lideró las listas de todo el mundo, se convirtió en el primer número uno de un ex Beatle.
Fue su mayor éxito y la canción más emblemática de todas las que grabó hasta que un cáncer de pulmón con dos metástasis en el cerebro acabó con su vida un 29 de Noviembre de 2001. Pero también fue la que más quebraderos de cabeza le dio.
El propio Harrison contó cómo y cuándo había compuesto My sweet lord. En Diciembre de 1969 estaba con Billy Preston y Eric Clapton en Copenhague (Dinamarca) como artista invitado de la gira europea del grupo Delaney y Bonnie. Empezó a escribir la canción durante una rueda de prensa de la que pudo escabullirse. Se escapó y subió a una habitación que había en la planta superior. Cogió la guitarra y tocó algunos acordes en torno a las palabras Hallelujah y Hare Krisha. Después se la mostró a la banda, que le ayudó a terminar de componerla al mismo tiempo que él completaba la letra.
Cuando regresó a Londres, Harrison trabajó con Billy Preston en su álbum Encouraging Words. Grabaron la canción para el álbum, que fue publicado por Apple Records en Septiembre de 1970. La versión de Preston permaneció como un corte más del álbum y no salió como single. Previamente, Harrison la había registrado: tanto la melodía como la letra y la armonía.
Dos meses después, la versión de Harrison, producida por Phil Spector, se publicó como primer single de su debut All things must pass. Y entonces fue cuando se lio.
La demanda no tardó en llegar. El 10 de Febrero de 1971, mientras My sweet lord todavía seguía en lo más alto de las listas, Bright Tunes Music Corp demandó a George Harrison. Éste, sorprendido, preguntó “¿Cuál es la canción a la que supuestamente se parece?”. Y le respondieron: He’s so fine, un tema compuesto por Ronald Mark que en 1962 grabó el grupo femenino The Chiffons. George reconoció que, efectivamente, había escuchado esa canción, pero también dejó claro que no le había prestado demasiada atención. Y que las Chiffons no estaban en su mente en 1969, cuando agarró su guitarra y empezó a cantar ‘Hallelujah’: “Me inspiré en la versión de 1968 que The Edwin Hawkins Singers hicieron de ‘Oh happy day’”.
En un principio, Harrison intentó llegar a un acuerdo fuera de los tribunales. Su manager Allen Klein incluso ofreció comprar el catálogo entero de Bright Tunes. Pero el editor insistió en que debía entregarle los derechos de autor. Siguieron cuatro años de ‘impasse’ durante los cuales Bright Tunes entró en bancarrota por problemas empresariales ajenos al caso.
Finalmente, el juicio se celebró en Nueva York entre el 23 y el 25 de Febrero de 1976. En ese momento, Klein ya no era su manager. Se había convertido en el asesor del ‘enemigo’, Bright Tunes.
George Harrison asistió junto a su guitarra y varios expertos musicales que apoyaran sus argumentos. Una junto a otra, las dos canciones fueron analizadas minuciosamente. Harrison recuerda en su autobiografía ‘I, Me, Mine’: “El demandante tenía enormes gráficos con tres notas del Tema A y cuatro o cinco notas del Tema B dibujadas encima. Y hablaron sobre esto durante tres días… hasta el punto en que empecé a creer que a lo mejor esas notas eran de su propiedad”.
El veredicto llegó el 31 de Agosto de 1976: Culpable de “plagio inconsciente”. El juez Owen decretó que las dos canciones eran “prácticamente idénticas”. Y aunque el jurado sentía que Harrison no había copiado intencionadamente, no sirvió como defensa. La indemnización a pagar por Harrison, una vez tenidos en cuenta varios factores atenuantes, fue de 1’6 millones de dólares.
Sin embargo, el litigio continuó hasta su conclusión definitiva en Marzo de 1998, cuando Harrison recuperó los derechos de la canción tanto en Reino Unido como en Norteamérica. A Klein le correspondieron los derechos en el resto del mundo.
Harrison se lamentaría después: “No era consciente de las similitudes cuando escribí la canción. Pero cuando empezó a sonar fuerte en las radios y la gente empezó a hablar de ello, fue cuando pensé ‘¿Por qué no me di cuenta?’. Hubiera sido muy fácil cambiar una nota aquí o allá sin que afectar al sentimiento de la canción”. Y concluyó: “Por lo que a mí respecta, el efecto de la canción ha sobrepasado con creces cualquier enfrentamiento provocado por la codicia y la envidia”.
El caso ha sido catalogado como “la comedia negra más absurda en los anales del rock” y es “sin lugar a dudas, una de las batallas legales más largas que se han dado jamás en Estados Unidos”.
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George Harrison se quedó desconcertado tras conocer la sentencia de culpabilidad. Cuando escribió My sweet lord no era consciente del infierno que se le vendría encima. “¿Por qué no me di cuenta?” diría años después. El 31 de Agosto de 1976, el guitarrista y compositor de los Beatles fue declarado culpable de “plagio inconsciente”.
Un jurado dictaminó que la canción con la que había debutado en solitario era similar musicalmente a He’s so fine, un hit de The Chiffons de 1963. Pero el asunto no concluyó en ese momento. Harrison apeló. El litigio se extendió durante casi 30 años. Desgranamos el largo y tortuoso camino de My sweet lord.
Después de la ruptura de los Beatles a principios de 1970, cada uno de los componentes de la banda inició su carrera en solitario. George Harrison no fue el primero en lanzar su álbum debut. Ringo Starr (con Sentimental Journey) y Paul McCartney (con McCartney) le tomaron la delantera. Hasta Noviembre de 1970 (en EEUU), Harrison no publicó el triple LP All things must pass. El primer single, la primera canción en la que pudimos escuchar a George cantando como artista solista fue My sweet lord. Y esta vez sí, cuando lideró las listas de todo el mundo, se convirtió en el primer número uno de un ex Beatle.
Fue su mayor éxito y la canción más emblemática de todas las que grabó hasta que un cáncer de pulmón con dos metástasis en el cerebro acabó con su vida un 29 de Noviembre de 2001. Pero también fue la que más quebraderos de cabeza le dio.
El propio Harrison contó cómo y cuándo había compuesto My sweet lord. En Diciembre de 1969 estaba con Billy Preston y Eric Clapton en Copenhague (Dinamarca) como artista invitado de la gira europea del grupo Delaney y Bonnie. Empezó a escribir la canción durante una rueda de prensa de la que pudo escabullirse. Se escapó y subió a una habitación que había en la planta superior. Cogió la guitarra y tocó algunos acordes en torno a las palabras Hallelujah y Hare Krisha. Después se la mostró a la banda, que le ayudó a terminar de componerla al mismo tiempo que él completaba la letra.
Cuando regresó a Londres, Harrison trabajó con Billy Preston en su álbum Encouraging Words. Grabaron la canción para el álbum, que fue publicado por Apple Records en Septiembre de 1970. La versión de Preston permaneció como un corte más del álbum y no salió como single. Previamente, Harrison la había registrado: tanto la melodía como la letra y la armonía.
Dos meses después, la versión de Harrison, producida por Phil Spector, se publicó como primer single de su debut All things must pass. Y entonces fue cuando se lio.
La demanda no tardó en llegar. El 10 de Febrero de 1971, mientras My sweet lord todavía seguía en lo más alto de las listas, Bright Tunes Music Corp demandó a George Harrison. Éste, sorprendido, preguntó “¿Cuál es la canción a la que supuestamente se parece?”. Y le respondieron: He’s so fine, un tema compuesto por Ronald Mark que en 1962 grabó el grupo femenino The Chiffons. George reconoció que, efectivamente, había escuchado esa canción, pero también dejó claro que no le había prestado demasiada atención. Y que las Chiffons no estaban en su mente en 1969, cuando agarró su guitarra y empezó a cantar ‘Hallelujah’: “Me inspiré en la versión de 1968 que The Edwin Hawkins Singers hicieron de ‘Oh happy day’”.
[ezcol_1half] [/ezcol_1half] [ezcol_1half_end] [/ezcol_1half_end]En un principio, Harrison intentó llegar a un acuerdo fuera de los tribunales. Su manager Allen Klein incluso ofreció comprar el catálogo entero de Bright Tunes. Pero el editor insistió en que debía entregarle los derechos de autor. Siguieron cuatro años de ‘impasse’ durante los cuales Bright Tunes entró en bancarrota por problemas empresariales ajenos al caso.
Finalmente, el juicio se celebró en Nueva York entre el 23 y el 25 de Febrero de 1976. En ese momento, Klein ya no era su manager. Se había convertido en el asesor del ‘enemigo’, Bright Tunes.
George Harrison asistió junto a su guitarra y varios expertos musicales que apoyaran sus argumentos. Una junto a otra, las dos canciones fueron analizadas minuciosamente. Harrison recuerda en su autobiografía ‘I, Me, Mine’: “El demandante tenía enormes gráficos con tres notas del Tema A y cuatro o cinco notas del Tema B dibujadas encima. Y hablaron sobre esto durante tres días… hasta el punto en que empecé a creer que a lo mejor esas notas eran de su propiedad”.
El veredicto llegó el 31 de Agosto de 1976: Culpable de “plagio inconsciente”. El juez Owen decretó que las dos canciones eran “prácticamente idénticas”. Y aunque el jurado sentía que Harrison no había copiado intencionadamente, no sirvió como defensa. La indemnización a pagar por Harrison, una vez tenidos en cuenta varios factores atenuantes, fue de 1’6 millones de dólares.
Sin embargo, el litigio continuó hasta su conclusión definitiva en Marzo de 1998, cuando Harrison recuperó los derechos de la canción tanto en Reino Unido como en Norteamérica. A Klein le correspondieron los derechos en el resto del mundo.
Harrison se lamentaría después: “No era consciente de las similitudes cuando escribí la canción. Pero cuando empezó a sonar fuerte en las radios y la gente empezó a hablar de ello, fue cuando pensé ‘¿Por qué no me di cuenta?’. Hubiera sido muy fácil cambiar una nota aquí o allá sin que afectar al sentimiento de la canción”. Y concluyó: “Por lo que a mí respecta, el efecto de la canción ha sobrepasado con creces cualquier enfrentamiento provocado por la codicia y la envidia”.
El caso ha sido catalogado como “la comedia negra más absurda en los anales del rock” y es “sin lugar a dudas, una de las batallas legales más largas que se han dado jamás en Estados Unidos”.
PrisioneroEnArgentina.com
Setiembre 6, 2022